2001: una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey), de Stanley Kubrick (3)

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El nacimiento del superhombre

2001-31David está a punto de fracasar en su misión. Es humano y siente terror ante la presencia de lo desconocido. Es temible el camino, lleno de obstáculos (ese viaje hacia el más allá es quizá la parte más floja del filme con su juego de colores y luces) se enfrenta a lo desconocido.

De todas maneras, será guiado por el monolito a la mansión (una casa parecida quizá a la suya en la tierra) donde asistirá al último acto, lección para que comprenda cual es el nuevo punto de la evolución. La llamada de otra raza evolucionada y presente en la luna con sus extraños ruidos, quizá mensajes, ha hecho que la misión esté punto de fracasar ante la desconexión de Hal 9000.

Al final, David ha llegado a su destino, y será adiestrado para su nuevo regreso a la Tierra convertido en un nuevo ser con el fin de dar a conocer cuál es la nueva etapa de la evolución.

Se ha cerrado el círculo, la película conecta el principio con el final. El mono fue impulsado a una primera etapa evolutiva que, desde su inicio, ha llevado al ser humano a los confines del universo. Ahora un ser humano, convertido en un feto, vuelve a la tierra para dar cuenta de la misión y comunicar cuál es el cambio necesario y preciso para que los seres humanos suban, al menos, un peldaño más en la ascensión hasta la inmortalidad.

David se ha visto despojado de su cuerpo, una necesaria muerte, para volver a enfundarse un nuevo traje, una nueva forma que le lleve a los umbrales del superhombre. Todo se une en este brillante final donde nuevamente la música del principio nos recuerda la primera evolución, a Nietzsche y, por tanto, al superhombre. La existencia de un nuevo ser humano.

De manera precisa, y de forma rápida, sin palabras, Kubrick nos ha dado unas claves redundando en el enigma, pero apreciable sobre todo en lo principal. Es un cierre perfecto a una película que sigue siendo un título difícil de superar. Por supuesto ni lo consiguieron las continuaciones posteriores (no de la mano de Kubrick), ni tampoco las imitaciones fallidas como la representada por Interestellar, de Christopher Nolan.

Junto al director hay que citar a su colaborador en el guión, uno de los grandes de la ciencia ficción clásica, Arthur C. Clarke, que escribió la novela y la publicó con posterioridad al estreno de la película.

Un filme que abarca la historia de la humanidad y su futuro en menos de dos horas y media y con escasos diálogos. La primera frase, una bienvenida en una nave espacial, tiene lugar casi a la media hora de haberse iniciado. Un gran filme que posee la grandeza de las grandes obras del cine: el poder de la sugerencia.

Escribe Adolfo Bellido López 

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