La visita a los estudios
Norma Desmond (excepcional Gloria Swanson) recibe una llamada de la Paramount: piensa que el director de varias de sus antiguas películas, Cecil B. DeMille, está interesado en la historia sobre Salomé cuyo (horrible) guión, escrito por la propia Norma, está siendo revisado por Joe Gillis (William Holden). Está segura de que el director dirigirá la película y ella, tantos años fuera de la industria cinematográfica por culpa del nacimiento del cine sonoro, será la intérprete.
Un equívoco: lo único que interesa para un futuro rodaje es el coche que tiene Norma. Pero lo ignora, y acude a los estudios. Allí nadie la conoce hasta que… incide sobre ella la luz de un foco, en un descanso del rodaje del filme de DeMille. Un técnico de luces la ha reconocido. Lleva el foco hacia ella mientras airea su nombre. ¡Es Norma Desmond! Todo el personal del rodaje queda prendado de la actriz, quien sentada trata de revivir sus éxitos.
La luz, el cine como luz, ha hecho el milagro. Es la segunda vez. En una escena anterior, mientras proyecta en su casa uno de sus filmes, Norma se levanta para dejar claro que es ella y que aquello sí era cine. Al levantarse, la luz del proyector ilumina su cara, produciendo el engaño de su resurrección.
Como contrapunto de su momentáneo éxito, en definitiva un toque de atención sobre su fracaso, un micrófono pasa delante de su cara. Norma lo aparta. DeMille no sabe a lo que ha venido Norma, busca a quien la llamó para saber exactamente para qué se la requiere.
Cuando el director va en busca del responsable, es cuando el foco cae sobre Norma convirtiéndola de nuevo en la diva. Al volver, se encuentra con esa insólita imagen, inmediatamente entiende a qué se debe el engrandecimiento de Norma y ordena apagar el foco. El rostro de Norma deja de estar iluminado y con ello desaparece su presencia: como antes de acercarse al estudio, vuelve a pasar a la oscuridad. No es nadie ya en el mundo del cine.
Una escena perfecta, repleta de pequeños detalles y donde además se representa —como durante todo el filme— el juego entre la realidad y la ficción. Norma es una ficción paradigmática de todas las actrices y actores devorados por el cine sonoro. En realidad Norma no era Gloria Swanson porque ella seguía en activo y con gran éxito (sobre todo en teatro), pero representa a muchas otras Norma.
Ficción y realidad se mezclan, como en otros momentos de este excelente filme. En ese instante señalado, por ejemplo, vemos a DeMille dirigiendo Sansón y Dalila, porque Norma va al plató donde se rueda. La conversación entre el director y Norma recuerda también la relación que había existido entre ambos, ya que Gloria Swanson había actuado en varias de sus películas.
En ese juego de ficción-realidad la película de Wilder exponía con gran crudeza la inhumanidad de Hollywood, su sentido devorador y vampírico claramente apuntado en el desarrollo de la película, que desde un sentido melodramático va dibujando los caracteres del cine gótico.
Escribe Adolfo Bellido López