Manchester frente al mar (Machester by the sea, 2016), de Kenneth Lonergan

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La vuelta a su casa

Manchester frente al mar - 0Lee Chandler (Cassey Affleck) se ve obligado a volver al sitio donde ha nacido y donde vivió hasta que el drama se impuso en su vida. Tiene que cuidar de su sobrino. En Boston ha tratado de olvidar, encerrado en su soledad, empleado como chico para todo y refugiado en su bebida, recurriendo, como salida, al estallido de la violencia interior manifestada en ocasiones hacía fuera.

Ahora se ha visto obligado a volver con su culpa a cuestas y enfrentado al rechazo de una sociedad conservadora. Vemos cómo recoge las pocas cosas que tiene en la maleta que llevará consigo. Allí también guarda tres marcos en los que sin duda están los retratos de los seres queridos de cuya muerte se siente culpable.

El director lo muestra todo en un plano general, no existe inserto alguno que nos muestre las fotos. En el plano siguiente asistimos al rito contrario: sacar todo (lo poco) que tiene en su maleta. Coloca con cuidado los marcos de las fotos mientras los mira. Mirará la habitación, pasea por ella cada vez más agitado hasta que su puño termina impactando contra una ventana.

De manera clara se nos está mostrando el encierro del protagonista, el intento de salir, de romper su aislamiento, de lograr una imposible redención, condenado para siempre por una culpabilidad que le corroe y que se hace presente mediante una violencia externa.

Kennent Lonergan, en su tercera película (después de Puedes contar conmigo y Margaret), sigue presentando una sociedad cerrada, anclada en sus convencionalismos y en su falso sentido de la amistad y la solidaridad. Una sociedad marcada por prejuicios sociales y religiosos capaz de aislar a todos aquellos que no acatan sus normas o que en algún momento las han trasgredido.

Da igual que sea por acción o por omisión, directa o indirectamente. El estigma marcará a los seres, también desde su misma educación. Para ellos no hay salida ni huida. El perdón no existirá. Lee será condenado a una existencia dolorosa, oscura (como la misma fotografía que marca el momento señalado y que refuerza la prisión en la que vive). Ni el irse lejos es una solución, tampoco el permanecer, el quedarse. Fuera y dentro sólo hay dolor y rencor, hipocresía, dominio y sumisión.

Personajes sin rumbo como Lee, condenado por los demás y por si mismo para siempre en una prisión propia y acrecentada por las miradas de los otros. Lee es un ser sin casa, sin hogar, sin un futuro que ofrecer a nadie y menos a su sobrino al que adora. Éste nunca podrá ser el sustituto de sus hijos.

Escribe Adolfo Bellido López

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