Sonido celta, amor irlandés
«Esa fue principalmente mi inspiración para la película, la isla, y me sentí como una película clásica, me sentía un poco pasada de moda y me recordaba a esas películas antiguas, como La hija de Ryan. Y pensé que tenía que ser como una partitura temática clásica. Sentí que se necesitaban estas melodías y estos amplios temas. Así que esa fue mi principal inspiración y ese tipo de tema de amor fue una gran parte de él»
(entrevista a Amelia Warner en CS Score)
Un bonito cuento en la campiña irlandesa. Como la música que recorre el film —una balada tradicional irlandesa—, apela a la memoria, el relato adaptado por la memoria, seguramente irreal, seguramente idealizado. Y con final feliz, por supuesto, eso ya lo sabemos desde el inicio.
Sabido qué nos ofrece, falta comprobar cómo nos lo presenta su guionista y director, un dramaturgo de prestigio, con obras previas llevadas al cine por él mismo, como Moonstruck (Hechizo de luna), Joe vs. The Volcano (Joe contra el volcán) o Doubt (La duda).
En los créditos finales, John Patrick Shanley dedica la película a Tony y Mary Shanley, suponemos que antepasados suyos. Este respeto es el mismo con el que se enfrenta a su obra como autor teatral y ese es al final, el gran problema de la cinta: su teatralidad, tanto en diálogos como en situaciones, algo que no encaja con los idílicos paisajes exteriores en los que transcurre la acción.
Resulta difícil creer unos diálogos ingeniosos, con replicas en ocasiones divertidas, como también lo es la inclusión de insertos de animales (el perro, vacas) «respondiendo» a las afirmaciones de los protagonistas. Pese a todo, esto último es quizá lo más cinematográfico que aporta Shanley en su puesta en escena.
Una fidelidad —suponemos— al texto original de Shanley que contrasta con la inclusión de algunos planos innecesarios —los viajes en avión a y desde Nueva York— o incluso la propia escena en la ciudad norteamericana para asistir al ballet de El lago de los cisnes.
Escenas que «airean» la obra teatral, pero que en la película resultan poco creíbles. Todo ello hay que atribuirlo a la dirección de Shanley, quizá hubiese hecho falta un director externo, dispuesto a sacrificar algunas escenas y a pulir los diálogos… algo imposible de hacer en las tablas, pero muchas veces imprescindible para dirigir un film.
Un buen ejemplo de esa falta de carácter del film puede ser el final: la pareja, por fin casada, canta en el permanente concurso de nuevos talentos en el pub; por supuesto, el tema tradicional que da título a la peli, esta vez a dúo; pronto vemos que el público está formado por todos los que han aparecido en el film, incluso los personajes desaparecidos hace años; todos se suman a cantar el estribillo.
Sí, es un recurso teatral, una forma de presentar al casting completo de la obra. Y es emotiva… pero realmente no encaja con la película, ni con su trama.
Amelia Warner
Amelia Warner (nacida en 1982) era una joven actriz con cierto éxito, pero decidió reducir su presencia ante las cámaras para dedicarse a una de sus aficiones infantiles: la música. Autodidacta, sin formación académica, pero con un notable dominio del piano y una voz cálida, comenzó a componer y a interpretar.
En el mundo del pop y los escenarios firma como Slow Moving Millie (bellas melodías, casi siempre románticas, envueltas por su atractiva voz y el piano como instrumento omnipresente), aunque en sus tres bandas sonoras (desde 2016 a 2021) utiliza su verdadero nombre.
Su música para Cuando yo no esté (Mum’s list, 2016) quedó prácticamente sepultada bajo la avalancha de canciones pop. En el disco inicialmente publicado apenas aparecen cuatro temas de la autora. Sin embargo, con posterioridad ha aparecido una edición con los 15 temas de Amelia, que puedes escuchar en Spotify.
El delicado tema de piano Kate es lo más destacado de su aportación como autora oficial de una banda sonora en la que el piano es el protagonista perfecto para la historia de una mujer que quiere dejar todo arreglado tras enterarse de su próxima muerte, al padecer un cáncer incurable. Su lista de instrucciones para su marido y su hijo es la excusa perfecta para temas tristes y melancólicos al piano… con resultados muy por encima de un film no apto para diabéticos.
La autora logró mayor repercusión con Mary Shelley (2018), de la directora saudí Haifaa-al-Mansour.
Una versión «femenina» de Frankenstein, centrada en la vida de su autora, Mary Shelley, donde Amelia apostó por una música que subrayaba tanto el interior de la creadora del monstruo como su primera gran historia de amor. Por ello en la banda sonora se combinan la dulce voz femenina (excelente en el tema inicial, Mary Shelley), un contratenor y los sintetizadores… algo poco habitual en el cine histórico con aire británico. La banda sonora íntegra también la tienes en Spotify.
«La banda sonora tenía que sentirse realmente grande porque la película es un drama tan arrollador», explica Amelia Warner. «Teníamos una sección de cuerdas grande, una hermosa parte de arpa y un coro con una soprano increíble y un contratenor cuyas voces son prácticamente la columna vertebral de la partitura» (entrevista en motionpictures.org).
Una canción irlandesa
Y ahora, con Una canción irlandesa (2020), ofrece una amplia colección de temas con aire celta, eso sí, en parte basados en el tema tradicional irlandés que sirve de título original, Wild Mountain Thyme.
Básicamente, la partitura se sustenta sobre tres motivos musicales: el tema principal, oído en los créditos iniciales y luego en distintas versiones, que está dedicado a Irlanda, la isla y su paisaje (Welcome to Ireland, Green fields, Left with two gates); en segundo lugar, el tema del paso del tiempo, de los cambios que el tiempo genera (Waiting for that one, Find Faith), que también acaba siendo el origen de la canción interpretada por Sinead O’Connor en los créditos (I’ll be singing); y por último, el que da título al film, Wild Mountain Thyme, una canción tradicional irlandesa que llegamos a escuchar en dos versiones cantadas por los protagonistas (primero, ella sola y, al final, la pareja y el resto del reparto), pero que también recorre de forma instrumental la banda sonora (Those two).
Hay que destacar la gran unidad de la banda sonora. La mayoría de sus temas, originales o adaptaciones del tema tradicional, suenan coherentes, compactos, no parece que sean de distintos autores. Amelia Warner ha logrado dotar de unidad al conjunto y eso se agradece. Una banda sonora ideal para cualquier momento de relax.
Tema principal interpretado por Emily Blunt:
Desde el tema que abre el film (Welcome to Ireland), que presenta su tema principal, hasta el último (The End), que incluye un dinámico motivo de raíces celtas, casi invitando a un baile como colofón a este cuento con final feliz, la autora logra un disco cohesionado y, al mismo tiempo, variado.
Separado de las imágenes, el tema Cemetery podría ser un gran ejemplo de mickeymousing, ese tipo de música que describe la escena con tantos detalles que casi no necesitamos verla —algo habitual, sobre todo, en el dibujo animado clásico— y que sugiere perfectamente dos personajes —dos instrumentos— que se siguen, se contestan y, finalmente, se encuentran. Una persecución muy atractiva a nivel sonoro.
The phone call es un fragmento que se separa del tono romántico y melódico del resto de la banda sonora. Un tema tenso que acaba incorporando la orquesta a los instrumentos tradicionales de las melodías irlandesas.
Casi como continuación del anterior, Open the shutters continúa con esa tensión inicial, para dar paso al romanticismo que preside todo el film.
Personalmente, nos gusta ese The End, una música de baile, contagiosa, que invita a sumarse a la fiesta, a la alegría de vivir. Un final perfecto para un film que apuesta por la vida y el amor a los otros, a lo cotidiano, al paisaje y a una forma de vida.
Dos canciones de otros autores forman parte de la banda sonora: Shanley’s delight, de Brian Byrne (un tema en la mejor tradición de la música celta); y I’ll be singing, interpretada por Sinead O’Connor en los títulos de crédito finales, con música de Amelia Warner y letra de John Patrick Shanley.
Pero la estrella es sin duda Wild Mountain Thyme, un clásico irlandés que aparece en su versión instrumental (con variaciones en los arreglos: Left with two gates); en la versión interpretada en un pub por la protagonista Emily Blunt, Wild Mountain Thyme (solo), atentos a la interpretación de Christopher Walken en esa escena (incluimos el vídeo en este mismo artículo) y, como colofón de la historia de amor, la versión cantada a dos voces por los protagonistas, Emily Blunt y Jamie Dornan junto al resto del reparto, Wild Mountain Thyme (duet). Excelente en todas sus versiones.
Como le sucede al film, quizá por momentos sobra azúcar en la banda sonora, pero resulta agradable fuera de las imágenes y encaja a la perfección con el tono elegido por John Patrick Shanley para su bucólica historia de amor.
Para los que no conozcáis a Amelia Warner, el estreno del film en nuestras pantallas es una excusa perfecta para ver cómo adapta su música a las imágenes (de hecho, personalmente nos gusta más la banda sonora que el film) y, ya puestos, para conocer sus dos anteriores trabajos cinematográficos. Una grata sorpresa.
Escribe Mr. Kaplan
Una canción irlandesa (Wild Mountain Thyme) | Amelia Warner | Lakeshore Records, 2020 | 40 minutos
Más información sobre Amelia Warner:
Artículo sobre Amelia Warner y Mary Shelley
Entrevista sobre Mary Shelley
Entrevista en CS Score sobre Una canción irlandesa
Banda sonora original completa en YouTube: