Flor de espino (Jaime Ferrer, 1925)

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Introducción

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flor-de-espino-01La década de 1920 supone la consolidación, definitiva, del cine como arte, como espectáculo, como industria y como medio social de comunicación. Incluso en un país tan atrasado, en el campo de la cinematografía, como es España durante ese período, el cine adquiere un notable desarrollo, como medio de diversión y de esparcimiento y como vehículo para intentar salir de la vida gris y mortecina de la mayor parte de los españoles. Se trata de un gran número de personas que sueñan con otras vidas, llenas de glamour y de lujo, tal y como reflejan gran número de las películas que vienen de Hollywood.

Ello explica la gran importancia que adquieren las secciones de “Cartas de los lectores” en las revistas cinematográficas de la época, en las que los remitentes realizan consultas y hacen preguntas acerca de cómo pueden llegar a convertirse en actor, o actriz, de cine.

Igualmente ello explica la gran proliferación, en numerosas ciudades españolas, de academias de cine, en las cuales se enseña el oficio de actor y donde se suele ofrecer, a los futuros alumnos, como gancho publicitario, la posibilidad de participar en el rodaje de una película.

Entre estas numerosas academias, que ofertan sus enseñanzas de interpretación cinematográfica a los esperanzados alumnos, se pueden citar, a modo de ejemplo entre otras muchas, Estudio Film Chiquilín (Valencia), Academia Cinematográfica Mediterráneo Film (Valencia), Estudio Cinematográfico Santos (Valencia), Academia Cinematográfica Lydia Bottini (Barcelona), Estudios Cinematográficos Ralph (Barcelona), Cátedra de Declamación del Teatro Principal (Palma de Mallorca), Academia Teatral y Cinematográfica (San Sebastián), etc.

En algunos casos ese ofrecimiento se concreta en proyectos reales, con películas que finalmente se ruedan. Ello da lugar a un cierto número de films, que se encuentran entre la producción española de largometrajes de esos años. Son títulos tales como El tintorerito, La extraña, Los mártires del arroyo, La providencia en automóvil, El milagro de San Antonio, etc.

Todo ello unido a la creencia de que basta con un poco de dinero para poder producir una película, lleva a que diversos grupos de aficionados pretendan llevar a buen puerto su sueño de realizar un film. Ello explica el auge, en esta década, de las producciones locales, que da como resultado un goteo de películas producidas en los más diversos lugares de la geografía española, tales como Valencia, Gijón, Palma de Mallorca, Oviedo, Vigo, Sevilla, Baracaldo, Cádiz, Las Palmas de Gran Canaria, Bilbao, Santa Cruz de Tenerife, etc.

Son producciones que nacen con la vocación de hacerse un hueco entre los estrenos más celebrados de la temporada, pero a las que la dura realidad, creada por las reglas de la industria y del comercio cinematográfico, relegan al oscuro rincón de las películas que casi nadie ve, fuera del ámbito local, pues prácticamente no se exhiben fuera de ese pequeño círculo.

Una consecuencia del señuelo que tiene el cine, en su vertiente económica, como lucrativo negocio, es la posibilidad de realizar películas con la intención de recabar fondos con intencionalidad benéfica. Este es el caso de títulos como La pata del muñeco, realizada por Xavier Cabello Lapiedra, en 1928, a favor de los pobres de San Lorenzo del Escorial, o en el del que ahora nos ocupa, Flor de espino, realizada por Jaime Ferrer en 1925, en beneficio de las Hermanitas de los Pobres, de Palma de Mallorca.

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Nace Flor de espino como el proyecto de un grupo de personas de la alta sociedad mallorquina, que deciden realizar una película para recaudar fondos con la finalidad benéfica antes indicada, como es ayudar económicamente a la congregación religiosa de las Hermanitas de los Pobres.

Para llevar a cabo dicho proyecto se contaba con la participación de Jaime Ferrer, que era odontólogo y un cinéfilo apasionado, y que se encargó de la producción y dirección del film, además de ser coautor del guión del mismo.

Ferrer contó con la ayuda material y económica de diversos miembros de las mejores familias de Palma de Mallorca, que interpretaron los diversos personajes de la película, además de prestar sus fincas, casas señoriales, despachos y otros lugares de trabajo, para que sirviesen como lugares de rodaje y decorados naturales de la historia que se iba a narrar.

De entre los elementos clave para la consecución del proyecto, se puede citar al poeta José María Tous Maroto, que fue autor del argumento y coguionista del film, junto con Ferrer. Años después, en octubre de 1933, será uno de los fundadores de Falange Española en Mallorca. Este partido político, iniciada la Guerra Civil Española y en los años posteriores, fue el causante de las terribles matanzas realizadas en la isla, que narró George Bernanos en su novela Los grandes cementerios bajo la luna.

Otras personas que se pueden destacar, por su implicación en la realización de Flor de espino, son Jorge Dezcallar Moysí, marqués de Palmer, y Fernando de España Dezcallar, conocidos miembros de la alta sociedad mallorquina, que interpretaron los papeles del protagonista, Jorge de Peñalara, y de su criado Fernando.

Otro nombre que se puede recordar es el del poeta Guillermo Colón, que se encargó de redactar los rótulos del film.

Flor de espino se rodó en diversos enclaves de la isla de Mallorca, tales como Palma (el puerto, la catedral, la parroquia de San Miguel, Son Verí, Son Vich, los bosques de Bellver, las escalinatas del palacio Vivot, los interiores del palacio del marqués de La Torre, los interiores de la casa Berga, la fábrica de tapices Vidal, el castillo de Bellver, la Lonja, la Rambla, Café Lírico, Ayuntamiento, Cort), Puigpunyent (Son Forteza), Esporles (La Granja), Pollensa, Deia (Sa Foradada), Torrent de Pareys, Sierra de Tramontana, Manacor (las cuevas, Portocristo), Soller, Valldemosa (s’Estaca) y Canet.

Este es uno de los aspectos más destacados del film, pues al estar rodado en exteriores e interiores naturales, con gran abundancia de imágenes de los mismos, se constituye, casi, en un documental en un doble sentido.

Por un lado al mostrarnos, con gran generosidad, unos lugares geográficos, históricos y turísticos, emblemáticos de la isla de Mallorca. Dada la distancia en el tiempo que hay desde el momento de su realización, 1925, hasta nuestros días, dichas imágenes nos retrotraen a una naturaleza casi virgen, a unos edificios que todavía existían o a una realidad social hoy totalmente desaparecida.

Por otro lado la película se desarrolla en las fincas y las residencias rurales y las viviendas urbanas de la alta burguesía mallorquina, que las prestó para esta ocasión. Por eso se constituye en un valioso ejemplo de una forma de vida, hoy, igualmente, desaparecida.

Este doble aspecto, semidocumental, que la película nos ofrece es uno de los principales atractivos que hoy podemos encontrar en Flor de espino.

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El argumento nos ofrece una historia muy característica del cine comercial de la época. Por un lado se nos muestra la dificultad que existe para que se consolide una relación amorosa entre dos personas de diferente posición social. Frente a las presiones de todo tipo que sufre el protagonista, Jorge de Peñalara, para que olvide a su encontrado amor, Anita, la convención tópica de cómo resolver este dilema, según las pautas de la cultura popular, es dar absoluta primacía al sentimiento amoroso sobre las materialistas asechanzas que pretenden hacer que tales amores no tengan buen fin.

Y así un rótulo del film nos indica que, ante la confesión que su hijo le hace de ese amor, “El Sr. de Peñalara, sintiendo humillados sus galones, se retira enfurecido”.

Este triunfo del amor siempre ha gozado del favor del público, por eso el film nos muestra como Jorge abandona el hogar paterno para casarse con Anita. Y ante la necesidad de mantener el nuevo hogar, un nuevo rótulo nos informa que “A los pocos días trabajaba ganándose el pan con el sudor de su frente. ¡Quién lo hubiera soñado!”

Por otro lado se nos muestra otra convención muy querida por la cultura popular, como es la recompensa que siempre obtienen los buenos. Y así, en esta película, cuando realmente el núcleo central de la misma se ha desarrollado y se puede considerar terminado, con la formación de las dos parejas Jorge-Anita y Juan-Juana, sobreviene, como estrambote añadido, la aparición del testamento de los padres de Anita, que viene a premiar su vida de penurias y privaciones.

Esa circunstancia sirve, al mismo tiempo, para que los guionistas cierren una puerta que había quedado abierta, como era el distanciamiento entre don Juan de Peñalara y su hijo Jorge. Obsérvese que es en este momento, cuando ya Anita es inmensamente rica, y no antes, cuando el padre y el hijo hacen las paces. Es un detalle que los guionistas nos ofrecen y que, sin duda, puede dar lugar a jugosas explicaciones.

Un aspecto destacado de Flor de espino es el enfoque de comedia que tiene la toda la primera parte de la película, con el cambio de personalidades entre Jorge y Fernando, que además sirve para hacer viable el encuentro de Jorge con Anita. Es una ocasión para que los guionistas hiciesen gala de una cierta vena cómica, pero esta faceta no parece ser lo más destacado de su trabajo, demasiado alineado con la seriedad y la trascendencia.

Ni siquiera cuando alguna secuencia tiene un planteamiento inequívocamente cómico, como es el caso del afeitado de la barba de Juan Pax, el resultado es mínimamente satisfactorio. Esta secuencia queda, irremediablemente, estropeada por la poca pericia del director, que no sabe impedir las numerosas miradas a la cámara de las actrices que intervienen en la escena o que tapan la visión de la cámara, por lo que reciben la orden de echarse hacia atrás, convirtiendo dicha secuencia en un momento de caos cinematográfico.

Todo el final de la película, desde la fiesta celebrada en el palacio de los Peñalara, remedo de la celebración del regreso del hijo pródigo, es un total y absoluto disparate.

Por un lado se encuentra la situación de las fincas que constituyen la herencia recibida por Anita y que ahora son administradas por Fernando. En varios rótulos se nos informa que dichas posesiones se encuentran en California, pero la concreción en imágenes de dicha localización geográfica es harto pintoresca, pues corresponde a lo que podría ser un ingenio cubano.

Sin duda la pervivencia, en el imaginario colectivo español, de lo que significan las posesiones de ultramar, asociada a las de la última colonia española, en la isla de Cuba, estaba todavía muy arraigada en 1925, a pesar de que había transcurrido más de un cuarto de siglo desde la pérdida de la perla de las Antillas.

A ello es debido, seguramente, las imágenes con las que se nos muestran dichas fincas, en las que aparece un mono o un bonachón y gigantesco negro, que nos remiten a una iconografía popular asociada al Caribe, muy lejos de la California que pretende reflejar. Es verdaderamente incomprensible que tal disparate se presente en las imágenes del film, ya que ello implica tal grado de ignorancia en todos los participantes en la película, que es difícil de admitir.

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Flor de espino se estrena el 25 de junio de 1925, en el Teatro Principal, de Palma de Mallorca, con el objetivo, antes señalado, de conseguir fondos a beneficio de las Hermanitas de los Pobres.

Varios meses después de este estreno, a comienzos de 1927, el film inicia un período de proyecciones por diversas poblaciones de la isla, alcanzando un notable éxito en las mismas, lo que le da cierta importancia dentro de los circuitos insulares de exhibición cinematográfica.

Entre las diversas proyecciones que tiene el film, se conocen las que tuvo en el Círculo de Obreros Católicos, en el Teatro de la Defensa Sollerense y en varios locales cinematográficos de Felanitx, Inca, Manacor y Artá, que se prologan hasta finales de febrero de 1927.

Estas proyecciones, siguiendo el espíritu que dio origen a la película, siguen teniendo finalidad benéfica, como puede ser para instituciones como “Cultura de la Dona” y otras.

Estas proyecciones se acompañaban con la participación de Jose María Tous Maroto, poeta, autor del argumento y coguionista del film. En unos casos esta consistía en una presentación de Flor de espino y una posterior conferencia y en otros se trataba de un recital poético de su propia obra.

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Sin duda Jaime Ferrer, el puntal principal para llevar a buen puerto el proyecto de realización de la película, era un empedernido cinéfilo, pero esto no es suficiente para realizar con garantías un largometraje.

Un aspecto básico en un film es el guión, que debe desvelar personajes y situaciones, construir una trama y dibujar unos caracteres.

El guión de Flor de espino nos narra una historia, con una cierta solvencia hasta dos tercios de la misma. En dicho guión destaca el intento de crear una cierta dramaturgia, que funciona razonablemente en diversos momentos, entre los que se pueden destacar el intercambio de personalidades entre amo y criado, lo cual da pie a que el protagonista conozca a Anita o la pelea Fernando-Juan, que proporciona una salida lógica y coherente al embrollo montado por Jorge y Fernando.

Sin embargo el tercio final del film es un amontonamiento incoherente de sucesos, cuya única misión parece ser el de proporcionar a la película una duración adecuada.

Pero el guión tiene un defecto muy acusado, cual es el de la funcionalidad de los rótulos. Efectivamente estos nos proporcionan una información que es totalmente redundante con la de las imágenes que los acompañan. Por tal motivo, durante gran parte de la película, con la lectura de aquellos podemos seguir totalmente la acción argumental, sobrando estas, las cuales no nos proporcionan mayor información.

Son contados los momentos en que los rótulos y las imágenes son complementarios, como es el caso de la recepción del telegrama, enviado por don Juan de Peñalara al matrimonio Monreals.

La utilización de lenguaje cinematográfico que hace Jaime Ferrer, para poner en imágenes el guión que tiene entre manos, es bastante elemental. Utiliza la cámara en posición frontal a la escena que se desarrolla, sin apenas fragmentar el espacio o utilizar distintas angulaciones, lo cual daría mayor fluidez al relato.

El movimiento de cámara que se utiliza más profusamente es la panorámica, sobre todo con carácter descriptivo en los planos en los que se muestra la belleza de los enclaves naturales de Mallorca. Son contados los momentos en los se utiliza alguna otra planificación, como puede ser el plano-contraplano o el primer plano.

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Todas las copias que actualmente se conocen de Flor de espino proceden de un nitrato que se conserva en la Filmoteca de la Generalitat de Cataluña, en Barcelona. Las copias que he visionado, para la confección de estas notas, son las que se encuentran en la Filmoteca Española, en Madrid, obtenidas de ese nitrato. Estas copias no son exactamente iguales, sino que tienen unas pequeñas diferencias entre ellas, como si unas fuesen la reproducción del nitrato original, mientras que otras hubiesen sufrido un leve proceso de remontaje, con objeto de eliminar algunos fotogramas, en los empalmes de un plano con otro, para que el film tenga un aire más profesional, eliminando aspectos del montaje original que tienen las otras copias.

Efectivamente, en diversos momentos se aprecia una duplicación de fotogramas en el final de un plano y en el comienzo del plano siguiente. Por ejemplo, al comienzo de la película, cuando el matrimonio Monreals se encuentra en el jardín de su casa y aparece su hija Juana, el acercamiento de la actriz hacia sus padres esta duplicado en los dos planos. Otro momento es cuando, en el despacho del notario, Jorge está leyendo el testamento y después se lo entrega a este, mientras que en el plano siguiente se le ve que todavía está leyendo el documento. O al final de la película, cuando el matrimonio Jorge-Anita llega a la puerta de la finca y la abre, para montarse en el coche que les espera en el exterior de la misma, mientras que en el plano siguiente la puerta sigue cerrada y ellos llegan a la misma para abrirla. Son defectos de montaje, aunque quizá pudiesen atribuirse a fallos de racord, que testimonian el carácter amateur que tiene el film.

Aunque quizá esta falta de profesionalidad donde quede más patente es en los actores, con constantes miradas a la cámara y mala colocación dentro del cuadro. Aunque es en la gesticulación y en la tendencia a la sobreactuación donde queda más patente este aspecto, ya que es difícil que un grupo de aficionados consiga dar un toque profesional a una obra cinematográfica.

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Argumento

Don Juan de Peñalara, noble y acaudalado, quiere casar a su hijo Jorge con Juana, la hija de su gran amigo don Juan de Monreals, rico terrateniente mallorquín.

Para complacer a su padre, Jorge, acompañado de su fiel criado Fernando, parte para Mallorca. Pero, como la familia Monreals no le conoce, Jorge finge una farsa, para evitar comprometerse con Juana. Para ello intercambia su personalidad con la de su sirviente, el cual hará de señor y él de criado.

Una vez en la finca de los Monreals, Fernando lleva a cabo su papel de pretendiente, encontrándose con un rival en la persona de Juan Pax, que ama a Juana.

Por su lado Jorge conoce a Anita, una criada de la finca de los Monreals, de la que se enamora desde el primer momento. Cuando, días después, Jorge le declara su amor y pretende formalizarlo, pidiendo su mano a sus padres, Anita le cuenta su historia. Sus padres emigraron a América, dejándola al cuidado de una cruel nodriza, de la que huyó por sus malos tratos.

Por otro lado un incidente entre Fernando y Juan Pax, obliga a Jorge a precipitar su vuelta a casa, prometiendo a Anita que volverá por ella.

La radical oposición de don Juan de Peñalara  a los amores de su hijo, hace que este tome la decisión de abandonar el hogar paterno. Lo cual hace acompañado de su fiel criado.

De nuevo en Mallorca busca trabajo, como ingeniero, en una fábrica textil. Y poco después se casa con Anita.

Mientras tanto Juana de Monreals acepta la petición de matrimonio que le hace Juan Pax.

Un día Jorge y Anita reciben la noticia de que ella ha heredado una considerable fortuna de sus difuntos padres, consistente en tierras y plantaciones en California. Nombran a Fernando apoderado de todas esas posesiones, el cual marcha hacia su nuevo empleo.

Finalmente don Juan de Peñalara acepta volver a ver a su hijo, con el que se reconcilia.

El nuevo matrimonio Pax-Monreals celebra sus esponsales haciendo turismo por la isla de Mallorca. Mientras tanto Fernando ha adquirido una gran fortuna por su buena gestión en las propiedades que gestiona.

Ficha

Título original: Flor de espino. Director: Jaime Ferrer. País: España. Año: 1925. Producción: Jaime Ferrer (Palma de Mallorca). Exteriores: Mallorca. Argumento: José María Tous Maroto. Guión: José María Tous Maroto y Jaime Ferrer. Rótulos: Guillermo Colón. Fotografía: Blanco y negro, con virados en color. Intérpretes: Ana Delgado (Anita), Jorge Dezcallar Moysí (Jorge de Peñalara), Fernando de España Dezcallar (Fernando, criado de Jorge), Juana Ferrer (Juana de Monreals), Juana Ana Castell (Anita, de niña), Juan Fuster Rossinyol, Juan Fortuny, Rafael Recio. Longitud: 2.210 metros. Duración: 81 minutos (a 24 ips). Estreno: 25 junio 1925, Teatro Principal (Palma de Mallorca).

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Bibliografía

LIBROS

—Jaume Vidal (dir.): Flor de espino. Fundació “Sa Nostra”. ColecciónTemps Moderns, nº 6. Palma de Mallorca, 2007. Contiene un DVD con la película.

—Catalina Aguiló y Maria-Josep Mulet: Guia d’arxius, col·leccions i fons fotogràfics i cinematogràfics de les Balears (1840-1967). “Sa Nostra” Caixa de Balears. Palma de Mallorca, 2004. Páginas 32, 175, 195 y 199.

—Catalina Aguiló y Josep Antoni Pérez de Mendiola (coord.): Cent anys de cinema a les Illes. “Sa Nostra” Obra Social y Cultural. Palma de Mallorca, 1995. Foto en cubierta y páginas 29, 30, 36, 144, 145 y 147.

—Luis Gasca: Un siglo de cine español. Editorial Planeta. Colección Enciclopedias Planeta, serie Mayor. Barcelona, 1998. Página 221.

—Palmira González López y Joaquín T. Cánovas Belchi: Catálogo del cine español. Volumen F2. Películas de ficción (1921-1930). Filmoteca Española. Madrid, 1993. Página 71.

—Miquel Porter i Moix (dir.): Fons de nitrats de la Filmoteca. Volum 1. Films de ficció. Filmoteca de la Generalitat de Catalunya y Àmbit Serveis Editorials. Barcelona, 2001. Página 223.

—Luis Enrique Ruiz: El cine mudo español en sus películas. Ediciones Mensajero. Colección Cine-Reseña, nº 59. Bilbao, 2004. Páginas 288 y 289.

—Cristòfol-Miquel Sbert i Barceló: El cinema a les Balears des de 1896. Edicions Documenta Balear. Colección Arbre de Mar, nº 3. Palma de Mallorca, 2001. Páginas 103, 104 y 236 + 1 fotografía del rodaje de la película.

—Carlos Aguilar: Guía del cine español. Ediciones Cátedra. Colección Signo e Imagen. Madrid, 2007. Página 448.

REVISTAS

—Manuel González Álvarez: “Aproximación ás imaxes do indiano no cinema español” (Estudios migratorios, nº 11-12, xuño-decembro 2001). Página 340.

Arte e industrias, nº 7, 1 julio 1925.

DIARIOS

Diario de Mallorca (Palma de Mallorca), 27 julio 1975.

La Almudaina. Diario de la mañana de avisos y noticias (Palma de Mallorca), 25 junio 1925.

Escribe José Luis Martínez Montalbán

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