Una relación fructífera
El 23 de julio han comenzado los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, con un año de retraso motivado por la pandemia del Covid-19. Las olimpiadas han estado presentes en el cine, dado su gran impacto social, desde fechas muy tempranas. La vinculación entre cine y deporte, vistos los resultados, ha propiciado un beneficio mutuo.
En el campo del documental, el primer largometraje sobre unos juegos olímpicos fue dirigido por la cineasta alemana Leni Riefenstahl. Con el título de Olympia (Olimpiada, 1938) refleja las competiciones celebradas en los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936. La capital alemana había sido elegida como ciudad anfitriona de los juegos en 1931, por tanto, antes de que Hitler fuera elegido canciller alemán. Sin embargo, en 1936, año de su celebración, Alemania era un estado nazi y Hitler quería mostrar al mundo el poder del Tercer Reich.
La película consta de dos partes (Festival de las Naciones y Festival de la Belleza). La producción supuso un coste muy elevado para los estándares de la época Desde un punto de vista técnico fue muy innovadora ya que en ella se utilizaron técnicas como la cámara lenta, planos aéreos, primeros planos, planos de detalle, imágenes de las reacciones del público, montaje dinámico, etc.
De hecho, el modo de filmar las pruebas deportivas mostrado por Leni Riefenstahl ha sido el modelo a imitar para mostrar el deporte en el cine y después la televisión desde entonces. Sin embargo, la lectura política del film es controvertida, ya que supone un evidente ensalzamiento de los principios promulgados por el nazismo.
Otro documental que necesariamente debemos citar es Tokio Olympiad (1965) del gran director japonés Kon Ichikawa. Aquí se presentan los Juegos Olímpicos celebrados en Tokio en el año 1964.
Producida como película oficial de los Juegos, el tratamiento de las imágenes consigue transmitir una visión poética de la competición olímpica, resaltando la importancia de la participación, más allá de potenciar la imagen de los vencedores. El objetivo del film es homenajear al héroe olímpico anónimo. También incorporó innovaciones técnicas como la utilización de múltiples cámaras para filmar un mismo evento.
El Movimiento Olímpico ha producido ininterrumpidamente las películas oficiales, tanto de los Juegos Olímpicos de verano como los de invierno. El primero de estos documentales se realizó para cubrir las Olimpiadas de Estocolmo, celebradas en 1912.
De esta serie oficial, personalmente la que más aprecio es 16 días de gloria (1984) realizada para cubrir los Juegos de Los Angeles’84. Su director Bud Greenspan realizó una película original e intensa, que debe situarse entre los mejores films olímpicos.
El documental muestra situaciones inéditas hasta ese momento, como por ejemplo la carrera de 4×100, vista primero entera y luego desde el punto de vista de Carl Lewis, cuarto relevista estadounidense, el cual, a medida que se acerca su turno, aparece más tenso y concentrado. O como la carrera de los 400 metros vallas, que primero se muestra completa y luego reflejada en las actitudes y reacciones de Myrella, la esposa del vencedor Edwin Moses.
Carlos Saura fue el director encargado de rodar la película oficial de los Juegos Olímpicos de Barcelona’92, titulada Marathon (1993). El director español se centró en la cobertura de la maratón masculina que aparece a intervalos a lo largo de la narración, plasmando así uno de los eventos más emblemáticos de los juegos. Saura registra las rigurosas rutinas de entrenamiento, con el mismo detalle que las propias finales. Compositores como Ryuichi Sakamato, Mikis Theodorakis o Angelo Badalamenti aportan la música, que contribuye a diferenciar los distintos ambientes y momentos de este excelente film.
En cuanto al cine de ficción, citaré en primer lugar El héroe de Berlín (2016), dirigida por Stephen Hopkins, ya que recupera el hito protagonizado por el atleta afroamericano Jesse Owens, el gran corredor y saltador estadounidense que logró cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 1936 celebrados en Berlín, en presencia de Adolf Hitler. Sus triunfos fueron una bofetada a los principios totalitaristas defendidos por Hitler, que precisamente quería mostrar en el terreno olímpico, el dominio de la raza aria sobre el resto.
Posiblemente la película que mejor representa los valores del olimpismo, sea Carros de fuego (1981). Dirigida por Hugh Hudson, este film británico narra la historia real de dos corredores de distinto origen social: Eric Liddell y Harold Abrahams. El primero, un cristiano evangélico, y el segundo, de origen judío. Dos grandes deportistas que compitieron en las Olimpiadas de París de 1924.
El primero renunció a correr los 100 metros, su mejor prueba, por celebrarse en domingo. Compitió finalmente en las distancias de 200 y 400 metros, obteniendo una medalla de bronce y una de oro respectivamente. El segundo, Harold Abrahams, ya había participado en las Olimpiadas de Amberes en 1920, y su motivación para competir en París era redimirse de sus malos resultados. Ganó la medalla de oro en los cien metros.
Carros de fuego resalta la hazaña de estos corredores en clave épica. Obtuvo un gran éxito de público y crítica, fue nominada a siete Oscar y obtuvo cuatro, entre ellos a la mejor película, mejor guion original y mejor banda sonora, que se hizo muy popular, creada por Vangelis.
Si la película británica destaca los valores más positivos del olimpismo, como la capacidad de sacrificio, la disciplina o el respeto al adversario, que finalmente dan el fruto esperado, Yo, Tonya (2017), film norteamericano dirigido por Craig Gillespie, muestra un lado más oscuro en el mundo del deporte de élite.
La presión ejercida sobre los deportistas para alcanzar los máximos objetivos puede dar al traste con toda una vida dedicada al deporte. La cuestión de la presión a la que son sometidos los deportistas de élite cada vez es más visible y tenemos ejemplos muy actuales sobre esta realidad.
Yo, Tonya presenta el caso real de Tonya Harding, una prometedora patinadora artística sobre hielo estadounidense, la primera en su país capaz de completar en competición un salto triple Axel. Su principal rival para los Juegos Olímpicos de Lillehammer, en 1994, era su compatriota Nancy Kerrigan. Poco antes del inicio de la competición, Kerrigan sufrió una agresión por un matón a sueldo, que intentó romperle las rodillas.
Las sospechas sobre la responsabilidad de la agresión recayeron sobre el entorno de Tonya. La patinadora nunca fue condenada por ello, pero sí por encubrir el delito, ya que fue instigado por su entorno familiar. La prensa montó un gran escándalo mediático sobre el caso y finalmente la Asociación de Patinaje Artístico de los Estados Unidos suspendió a Harding de por vida.
Los atentados terroristas en los Juegos Olímpicos han sido una temática recogida por el cine de ficción. La película Munich (2004), dirigida por Steven Spielberg, narra la operación de un grupo de agentes del Mossad que, por encargo del gobierno de Israel, asesina a los terroristas palestinos que mataron a 11 atletas israelíes en la villa olímpica, durante las Olimpiadas de Munich en 1972.
La película resultó controvertida, ya que ponía en el mismo plano a los terroristas palestinos y a los espías del comando israelí.
Clint Eastwood ha llevado a la pantalla otro atentado terrorista que tuvo lugar en los Juegos Olímpicos de Atlanta’96. En Richard Jewell (2019) desarrolla la historia en torno a la explosión de una bomba el 27 de julio en el Parque Olímpico del Centenario, causando la muerte de una espectadora y de un cámara de televisión, que falleció de manera indirecta a causa de un infarto, y produciendo 111 heridos. Las investigaciones iniciales señalaron como principal sospechoso a Richard Jewell, un guarda de seguridad que encontró la bomba antes de que detonara, lo que permitió desalojar a la mayor parte de la gente a tiempo.
Los medios de comunicación se hicieron eco de la investigación del FBI sobre el atentado, y contribuyeron a volver a la opinión pública en contra de Jewell, que pasó de ser considerado un héroe a ser acusado como autor del atentado. Una vez celebrado el juicio, el guarda de seguridad fue exonerado de la acusación. En 2003, los investigadores policiales consiguieron capturar al verdadero terrorista, Eric Rudolph, un fundamentalista católico contrario al Gobierno.
En síntesis, la vinculación entre cine y olimpiadas ha dado lugar a películas estimables, tanto en el campo del documental como en el de ficción. La capacidad del cine para narrar historias y las emociones vinculadas a ellas ha contribuido a fomentar los valores del deporte y también a permitir conocer mejor la realidad de los deportistas, no siempre idílica.
Escribe Juan de Pablos Pons