Ciencia, ficción y realidad

Con la reciente irrupción de la tecnología ChatGPT en nuestras vidas, la inteligencia artificial (IA) ha pasado a un primer plano de la actualidad. Este software consiste en un sistema de chat basado en un modelo de lenguaje regido por inteligencia artificial, capaz de mantener una conversación por texto o por voz, que puede generar textos coherentes y crear contenido de todo tipo de manera autónoma.
De hecho, se ha abierto un debate social sobre los avances que aporta, pero también sobre los temores y posibles peligros que suscita, especialmente desde una perspectiva ética. Sin embargo, la inteligencia artificial lleva con nosotros desde hace muchos años (el término se acuñó en 1956). Siendo esto así, el cine ha reflejado desde fechas tempranas la coexistencia entre humanos y máquinas inteligentes.
De hecho, podemos remontarnos a la época del cine mudo donde encontramos el primer clásico de ciencia ficción: Metrópolis, una película alemana dirigida por Fritz Lang en 1927. El guion fue obra de Thea von Harbou, esposa de Lang.
La película está ambientada en una gigantesca ciudad futurista en el año 2026. Nos muestra una sociedad en crisis que enfrentaba los mismos desafíos que el Berlín de los años veinte. En ella encontramos dos clases sociales claramente diferenciadas: la clase dominante, que posee el poder económico e intelectual, que vive con grandes lujos en la superficie; y la clase de los trabajadores, al servicio de las máquinas, que habita en el subsuelo.
En el desarrollo de la trama hay una mención tácita al Superhombre de Nietzsche, en la figura del hombre máquina. Aquí ya aparece el mito del peligro inevitable que acompaña a los avances de la ciencia y la tecnología. Podemos encontrar sus referentes en el relato primigenio de Frankenstein, publicado por la escritora Mary Shelley en 1818, y que alcanza en Metrópolis uno de sus imaginarios más poderosos e influyentes. Terminator (James Cameron, 1984) o Matrix (Hermanas Wachovsky, 1999) pueden considerarse actualizaciones de esta idea romántica originaria.
En síntesis, la película de Lang es una distopía futurista que plantea cuestiones relevantes como la industrialización salvaje, los enfrentamientos entre clases sociales, la necesidad de amar del ser humano, o la primera historia de robots malvados.
Desde entonces, la inteligencia artificial en el cine ha sido presentada de diversas formas, explorando temas como la interacción entre humanos y máquinas, sus riesgos y beneficios, así como las respuestas éticas y el futuro de la humanidad, en un mundo cada vez más dominado por la tecnología. Las primeras películas de ciencia ficción presentaban máquinas con inteligencia avanzada y comportamiento humanoide, en una época en que la tecnología real todavía no se había desarrollado lo suficiente, por lo tanto, estas representaciones eran especulativas, aunque basadas en la ciencia.
Fuente principal de este género cinematográfico han sido las novelas de ciencia ficción. Su influencia ha sido clave a lo largo de los años. Las adaptaciones de grandes obras literarias del género han proporcionado ideas, conceptos, argumentos y mundos imaginativos que han sido llevados al cine con gran éxito en muchos casos. En general, la interacción entre la literatura de ciencia ficción y el cine ha enriquecido ambos lenguajes, permitiendo que las ideas y las visiones creativas se propagasen a través de diferentes formas de expresión. Los primeros cómics de este género surgieron en los años 30, después de la gran depresión de 1929.
Entre las adaptaciones cinematográficas más relevantes cabe citar casos como Blade Runner (1982), película dirigida por Ridley Scott, basada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick; Dune (1984), de David Lynch, que se basó en la novela homónima de Frank Herbert; Inteligencia Artificial (2001), dirigida por Steven Spielberg, cuyo guion parte del relato de ciencia ficción Los superjuguetes duran todo el verano, de Brian Aldiss, que también incorpora elementos del clásico italiano Las aventuras de Pinocho; o La guerra de los mundos (2005), también dirigida por Steven Spielberg, que se inspiró en el libro homónimo de H. G. Wells, entre otros muchos casos.
Autores como Julio Verne, George Orwell, Arthur C. Clarke, Isaac Asimov, Philip K. Dick o Ray Bradbury han sido fuentes de inspiración para muchas películas de ciencia ficción.
En la medida que la inteligencia artificial ha ido evolucionando, convirtiéndose en una realidad más cercana, el cine ha ido plasmando esos avances tecnológicos y ha visibilizado los cambios asociados a éstos, pero también las preocupaciones éticas que dichos avances plantean. Películas como la ya citada Blade Runner (1982), Terminator (1984) o Ex Machina (2014) exploran la interacción entre humanos y androides, planteando preguntas sobre la conciencia, la identidad y los dilemas éticos que se generan al crear seres artificiales.

Otras aproximaciones han hecho propuestas más creativas como es el caso de Her (2013), donde se muestra la relación sentimental surgida entre un hombre y un sistema operativo basado en la inteligencia artificial. Además de las películas citadas, una posible selección de filmes en los que la inteligencia artificial es protagonista de las historias de manera relevante es la siguiente:
2001: una odisea del espacio (1968): película dirigida por Stanley Kubrick, propone una estructura narrativa innovadora. Revolucionó el género de ciencia ficción. Coescrita por Kubrick y Arthur C. Clarke, aborda temas como la evolución humana, la tecnología, la inteligencia artificial y la vida extraterrestre. Se caracteriza por un notable realismo científico, por sus revolucionarios efectos especiales y por la ambigüedad de sus mensajes.
Matrix (1999): dirigida por las hermanas Wachowski, presenta un mundo distópico donde las máquinas inteligentes han esclavizado a la humanidad y la realidad es solo una simulación. La película cuestiona la naturaleza de la realidad y la relación de dependencia entre humanos y máquinas. El éxito del filme propició el desarrollo de una saga, convertida en tetralogía.
El hombre bicentenario (1999): está basada en un cuento de la serie Los robots, de Isaac Asimov. Dirigida por Chris Columbus, en ella se narra la historia de un robot llamado Andrew (interpretado por Robin Williams) cuya inteligencia le lleva a plantearse cómo convertirse en humano. Explora temas como la construcción de la identidad, qué es un ser humano o los derechos de la inteligencia artificial.
AI, Inteligencia Artificial (2001): dirigida por Steven Spielberg, a partir de un proyecto desarrollado por Stanley Kubrick. La película cuenta la historia de un niño robot llamado David, que busca convertirse en humano para experimentar el amor y la recuperación de sus padres adoptivos, que lo han desechado al recuperar a su hijo biológico. Aborda cuestiones como la empatía en el seno de la familia, el deseo de amar y ser amado o la propia naturaleza de la humanidad.
Yo, Robot (2004): basada en textos de Isaac Asimov, dirigida por Alex Proyas, esta película se centra en un detective que investiga un asesinato en el que está implicado un robot. Aborda temas como la ética de la inteligencia artificial, la coexistencia entre humanos y robots, contemplando la posibilidad de que estos adquieran conciencia propia.
Chappie (2015): dirigida por Neill Blomkamp. El protagonista es un robot que forma parte de una brigada de policía robotizada que actúa en una violenta Johannesburgo, utilizada por el gobierno como fuerza de choque contra el crimen. Un ingeniero reprograma accidentalmente a un robot y lo convierte en una inteligencia artificial dotada de conciencia.

Estas películas ofrecen diversas perspectivas sobre la inteligencia artificial y las consecuencias de crear sistemas inteligentes y conscientes. Abordan temas éticos, filosóficos y emocionales que buscan que los espectadores reflexionen sobre el impacto de la inteligencia artificial en nuestra sociedad y cómo puede afectar nuestras vidas en el futuro próximo.
A continuación, nos detendremos con más detalle en dos de las películas más representativas e icónicas, que han tenido una enorme influencia en el género de ciencia ficción y, más específicamente, en la manera que abordaron la inteligencia artificial y sus consecuencias.
La primera de ellas es Blade Runner, una película dirigida por Ridley Scott y estrenada en 1982. Está basada en la novela de Philip K. Dick titulada ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, publicada en 1968. La película ha ganado un estatus de culto y ha sido muy influyente en el género de ciencia ficción.
La trama de Blade Runner se desarrolla en una versión futurista y oscura de la ciudad de Los Ángeles en el año 2019, donde la Tyrell Corporation ha creado androides altamente sofisticados conocidos como «replicantes». Estos robots son prácticamente indistinguibles de los humanos y se utilizan para trabajos peligrosos en colonias espaciales. Sin embargo, cuando algunos replicantes rebeldes regresan a la Tierra, los blade runners, agentes especiales, son enviados para retirarlos, es decir, eliminarlos.
El protagonista de la película es Rick Deckard (interpretado por Harrison Ford), un blade runner retirado que es reclutado nuevamente para rastrear y eliminar a un grupo de replicantes fugitivos liderados por Roy Batty (interpretado por Rutger Hauer). A medida que Deckard avanza en su misión, comienza a cuestionarse su propia realidad y se enfrenta a dilemas éticos sobre la naturaleza de la vida, la identidad y la empatía.

Una pregunta fundamental que se plantea en la película es qué significa ser un humano en un mundo altamente tecnologizado. Los replicantes poseen emociones y deseos, lo que lleva a cuestionar si merecen ser tratados como seres vivos o simplemente como máquinas creadas al servicio de los humanos.
Deckard, en el transcurso de su tarea de perseguir a los replicantes, se enfrenta a situaciones que lo llevan a desarrollar empatía por ellos, lo que desafía su comprensión inicial de que son meros robots. Esta empatía pone en tela de juicio su percepción de la humanidad y la moralidad de sus acciones.
La película también plantea la cuestión de hasta qué punto la humanidad debe interferir en la creación de seres inteligentes, especialmente aquellos que son casi indistinguibles de los humanos, en términos de emociones y experiencias. El filme juega con la noción de realidad y cómo la percepción de los personajes influye en su comprensión del mundo que los rodea.
Blade Runner ha sido aclamada por su impresionante diseño visual y su atmósfera inquietante, que representa una versión sombría y con lluvia permanente como consecuencia del cambio climático, de un futuro tecnológico decadente. Además de su impacto estético, la película ha dejado una marca duradera en la cultura popular y ha generado debates y análisis académicos sobre su interpretación y significado más profundo.
La película ha tenido una continuación: Blade Runner 2049 (2017), dirigida por Denis Villeneuve. Sitúa la acción treinta años después de la película original; la historia describe a un blade runner replicante llamado K, descubriendo los restos de una replicante que en algún momento del pasado estuvo embarazada, lo cual es aparentemente imposible.
Para evitar una posible guerra entre humanos y replicantes, K se encarga secretamente de encontrar al niño y destruir toda evidencia relacionada con él, lo que le lleva a descubrir que este hecho está vinculado con el desaparecido blade runner Rick Deckard, al que finalmente encuentra.

La segunda película en la que nos vamos a detener con más detalle es, posiblemente, la mejor obra de ciencia ficción que ha dado la historia del cine: 2001: una odisea del espacio, dirigida por Stanley Kubrick, estrenada en 1968.
Está considerada como una obra maestra y ha sido enormemente aclamada por su innovadora narrativa visual, su impresionante diseño de producción y su profunda exploración de temas filosóficos y existenciales. La película indaga sobre temas relativos a la inteligencia artificial, la autonomía individual, la relación entre humanos y maquinas, e incluso sobre la búsqueda de Dios.
En una entrevista concedida a la revista Rolling Stone, Stanley Kubrick afirmó que «al más profundo nivel psicológico, el argumento de la película representa la búsqueda de Dios, postulando finalmente una explicación de carácter científico». De hecho, la película gira alrededor de esta concepción metafísica, en contraste con el realismo de las herramientas y máquinas presentes en el filme.
Se trata de una obra esencial, por su influencia en la historia del cine. De hecho, eleva el género de ciencia ficción a un primer nivel, dado que hasta ese momento estaba reservado para cintas de serie B.
La película propone un «viaje» a través de diferentes periodos de la historia de la humanidad, desde su origen más primitivo hasta la proliferación de la inteligencia artificial. En cuanto a su estructura, rompe las reglas de la narración tradicional, proponiendo cuatro partes, separadas por grandes elipsis, tres de las cuales son anunciadas por un título sobreimpresionado: El amanecer del hombre, El viaje lunar, Misión a Júpiter y Más allá del infinito.
La presencia de un monolito que cambia de forma en cada una de las historias del relato parece representar la existencia de seres de otros mundos que tratan de ayudar a especies inferiores a evolucionar. Partiendo de formas orgánicas el monolito evoluciona hasta alcanzar formas biomecánicas, para llegar finalmente a un estado de energía pura.
Es importante destacar que 2001: una odisea del espacio es una película deliberadamente ambigua y abierta a múltiples interpretaciones. Stanley Kubrick y el coguionista de la película, Arthur C. Clarke, se propusieron crear una experiencia cinematográfica que permitiera a los espectadores reflexionar sobre preguntas trascendentales y ofrecer su propia interpretación personal de la historia. En última instancia, es una obra de arte visionaria que continúa fascinando y desafiando al público décadas después de su estreno.
Arthur C. Clarke desarrolló su novela homónima al tiempo que se rodaba el filme. Aunque la publicó tras el estreno cinematográfico, su estructura narrativa es más lineal y parece dar una explicación más clara del final.

Las ideas trascendentes que propone la película de Kubrick pueden sintetizarse en cuatro grandes bloques:
a) Evolución humana: una interpretación central de la película es la evolución de la humanidad y su progreso a través del tiempo. La película comienza con un enigmático prólogo titulado El amanecer del hombre, que muestra a un grupo de homínidos prehistóricos que descubren un misterioso monolito negro. La interacción con este monolito parece desencadenar un salto evolutivo, llevándolos a desarrollar herramientas y habilidades para sobrevivir. La historia salta luego al futuro, donde la humanidad ha avanzado al espacio, y encuentra otro monolito, esta vez en la Luna, que señala el camino hacia Júpiter. La película sugiere que la humanidad está destinada a evolucionar hacia un nuevo estado de existencia.
b) Inteligencia Artificial: otro aspecto fundamental de la película es la relación entre la humanidad y la inteligencia artificial. El superordenador HAL 9000, que controla la nave espacial Discovery, en misión a Júpiter, representa la inteligencia artificial avanzada. HAL es un superordenador complejo que muestra signos de conciencia y emociones, lo que crea una tensión entre él y la tripulación humana. La película plantea cuestiones sobre la capacidad de la inteligencia artificial para desarrollar un sentido de autoconciencia y moralidad, así como el peligro potencial de una inteligencia artificial descontrolada.
c) Exploración del espacio y el misterio del universo: la película se centra en la exploración espacial como una búsqueda para comprender el misterio del universo. Los monolitos negros que aparecen en diferentes momentos de la película representan un enigma cósmico que impulsa la evolución humana y la expansión hacia lo desconocido. La película sugiere que el espacio es un reino vasto y enigmático que desafía la comprensión humana, pero también ofrece la posibilidad de una mayor comprensión de la existencia.
d) El ciclo de la vida: La película puede ser interpretada como una meditación sobre el ciclo de la vida, la muerte y el renacimiento. Presenta imágenes evocadoras de naves espaciales que se asemejan a fetos y de un enigmático viaje a través de un portal estelar que lleva a la transformación del protagonista, el astronauta Dave Bowman.
El desenlace de 2001 fue explicado por el propio Kubrick en los años ochenta, en una entrevista realizada para un documental disponible en YouTube, de la siguiente manera:
«Se suponía que la idea era que Dave (el astronauta) es atrapado por unos entes parecidos a dioses, criaturas de pura energía e inteligencia que no tienen presencia o forma. Lo ponen donde supongo que podrías describir como un zoo humano, para estudiarlo, y toda su vida pasa desde ese punto en esa habitación. Y no tiene sentido del tiempo. Parece simplemente que pasa como lo hace en el filme. Ellos eligen esta habitación, que es una réplica imprecisa de arquitectura francesa. Deliberadamente imprecisa. Porque se sugiere que ellos tendrían alguna idea de algo que él podría pensar que era bonito, pero no estaban seguros del todo. Igual que no estamos totalmente seguros de qué hacer en los zoos con los animales, intentamos darles lo que piensan que es su entorno natural. En todo caso, cuando acaban con él, tal como ocurre en tantos mitos de todas las culturas del mundo, es transformado en una especie de ser superior y enviado de vuelta a la Tierra. Transformado en una especie de Superhombre. Sólo podemos suponer lo que pasa cuando vuelve. Es el patrón de muchas mitologías, y eso es lo que intentábamos sugerir».
En síntesis, las películas que hemos comentado aquí nos aportan una visión de la inteligencia artificial que nos invita a una reflexión sobre la compleja relación de la tecnología con los seres humanos. Los posibles problemas que puede acarrear una inteligencia artificial similar a la humana pueden suponer un grave dilema, en función de cómo esa convergencia evolucione. La libertad de acción que han conseguido los seres humanos en su larga evolución no debe ponerse en peligro, al perder el control del libre albedrío.
Que el cine nos invite a reflexionar sobre estas cuestiones, en clave de ficción, es reconfortante y esperanzador.
Escribe Juan de Pablos Pons
