Un creador cinematográfico con espíritu fallero
En el próximo mes de junio se cumplen cien años del nacimiento en Valencia de Luis García Berlanga, un cineasta imprescindible para entender las claves del cine español durante la segunda parte del siglo XX.
Desde su primer largometraje, Esa pareja feliz (1951), hasta el postrero París-Tombuctú (1999), a través de su filmografía, compuesta por 18 largometrajes y la miniserie para televisión Blasco Ibáñez (1997), Berlanga desarrolló un imaginario propio, muy reconocible, en el que mostró con un espíritu desenfadado, fallero y algo cínico las vergüenzas de un país tan particular como España.
Su influencia ha sido notable en las generaciones posteriores de cineastas, aunque no es cierto que se pueda hablar de discípulos en sentido estricto. Sus películas han sido bien recibidas por el público casi siempre, dada su habilidad para desarrollar historias que partiendo de un «costumbrismo nacional» y manejando el esperpento, lo grotesco y hasta el disparate, con unas fuentes inspiradoras que nos llevan a Valle Inclán, han retratado muy eficazmente la idiosincrasia patria. En esta parcela creativa es imprescindible citar a Rafael Azcona, un brillante guionista que ha estado detrás de la mayoría de los grandes éxitos del cineasta valenciano.
El Diccionario de la RAE en su actualización del año 2020 ha incorporado el adjetivo berlanguiano. Este reconocimiento es debido a la iniciativa del cineasta José Luis Borau, miembro de la Real Academia Española de la Lengua, que ya en su discurso de ingreso en el año 2008 reivindicó el término berlanguiano, a imagen y semejanza del uso de términos como felliniano o buñuelesco para describir a personajes o situaciones característicos del cine de Federico Fellini o Luis Buñuel. La petición buscaba hacer un «homenaje debido a quien nos ha proporcionado una visión agridulce y conmovedora de nosotros mismos, además de ser, de puertas adentro, nuestro primer creador cinematográfico».
Berlanga nació en Valencia el 12 de junio de 1921, miembro de una familia de terratenientes; su abuelo fue miembro del Partido Liberal de Sagasta, a finales del siglo XIX, llegando a ser diputado en Cortes en Madrid y presidente de la Diputación de Valencia. Su padre, José García-Berlanga (1886-1952) también militó en el Partido Liberal y luego pasó por otros partidos como el Partido Radical y Unión Republicana. Su madre tenía unos orígenes humildes, ya que provenía de una familia de emigrantes aragoneses que se estableció en Valencia.
Durante su juventud, Berlanga se unió a la División Azul —según explicó en algún momento— para evitar represiones políticas por el cargo de gobernador civil que su padre había desempeñado en Valencia durante la II República española. A su regreso de Rusia decidió estudiar Derecho; después se cambió a Filosofía y Letras; finalmente, en 1947, viajó a Madrid para ingresar en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC), donde llevó a cabo su formación como cineasta.
Debutó el año 1951 con la película Esa pareja feliz, codirigida con su compañero de promoción del IIEC Juan Antonio Bardem. Ambos son considerados los renovadores del cine español de posguerra.
Inició su carrera en solitario con una segunda película de encargo: ¡Bienvenido, Mister Marshall! (1952). Partiendo de un guion elaborado por Juan Antonio Bardem, Miguel Mihura y el propio Berlanga, el film propone una fábula en la que se plasma el sentir de un país destrozado por la posguerra, en clave de humor donde los cándidos habitantes de un pueblo castellano (Villar del Río) esperan la llegada de unos diplomáticos norteamericanos como solución a sus problemas de subsistencia, esperando obtener beneficios del Plan Marshall. Esperando mostrar el casticismo de la cultura española, los ciudadanos se visten con trajes típicos andaluces, contratan a una folclórica famosa y redecoran el pueblo al estilo andaluz. El día de la visita de los estadounidenses todos están preparados para recibirlos. Sin embargo, la caravana de los diplomáticos pasa a toda prisa por el pueblo sin detenerse.
Dueño de un universo reconocible, Berlanga retrata de manera muy personal la realidad de una España pobre, triste y asfixiante. Con una gran capacidad de observación, toma como referencia personajes reconocibles que se desenvuelven en situaciones grotescas y chocantes, pero lo hace con gracia y lucidez. Muy habitualmente se trata de historias corales, para las que cuenta con un abanico de excelentes actores y actrices. Sus conocidos planos secuencia resuelven con brillantez las situaciones narrativas tomando como referencia la vida misma.
Uno de los aspectos a resaltar de la trayectoria de Berlanga como cineasta fue su relación con la censura franquista. Su actividad entre los años cincuenta y setenta contiene numerosos episodios de mutilaciones y prohibiciones de sus guiones. Es el caso de Los gancheros, que escribió en colaboración con el novelista José Luis Sampedro, o también A mi querida mamá en el día de su santo y La demolición, estos dos últimos escritos con Rafael Azcona. La censura prohibió que se rodaran.
Años después, José Luis Sampedro publicó Los gancheros como novela con el título El río que nos lleva. Finalmente fue llevada al cine en 1989 bajo la dirección de Antonio del Real. En el archivo de Berlanga, depositado en la Filmoteca Española, se conservan más de 50 proyectos del cineasta que no se convirtieron en películas.
El talante de Berlanga para afrontar la patética realidad que suponía la censura se puso de manifiesto a propósito de su película Los jueves milagro (1957). El cineasta propuso que se incluyera al censor en los títulos de crédito como autor del guion, dados los numerosos cambios y mutilaciones que impuso. En la década de los noventa del siglo pasado la Filmoteca Española encontró una copia hasta ese momento desconocida, que se hallaba en la Cinemateca Real Belga, y que era una primera versión de la película, antes de que la censura pasase por ella.
En la obra recientemente publicada con el título: Berlanga. Vida y cine de un creador irreverente (Premio Comillas 2021), su autor, Miguel Ángel Villena, hace hincapié en la relación del cineasta con la Iglesia católica, un frente de batalla permanente durante toda su vida. A propósito de esta realidad Villena escribe: «En las películas de Berlanga, los curas siempre representan un lado antipático y siniestro. Menos en Los jueves, milagro, donde el sacerdote parece tener más sentido común que el resto».
Las demás están pobladas de curas trabucaires como el que interpreta Agustín González en La escopeta nacional («¡Lo que yo uno en la Tierra no lo separa ni Dios!») o el que dispara a un árbitro en París-Tombuctú, a cargo de Santiago Segura, que se excusa así: «La moviola me dio la razón».
Berlanga ha aportado al cine español varias obras maestras, sin duda lo son ¡Bienvenido, Mister Marshall! (1952); Plácido (1961) la primera película española que fue nominada al Oscar a la mejor película extranjera; y El verdugo (1963) que obtuvo el premio de la Fipresci en el Festival Internacional de Cine de Venecia.
Se trata de dos retratos demoledores en clave de comedia negra, de una época triste y cruel de la España de entonces. Es destacable la denominada Trilogía Nacional, en la que se narran las peripecias de la familia Leguineche, compuesta por las películas: La escopeta nacional (1978), Patrimonio Nacional (1981) y Nacional III (1982), que constituyen un ácido retrato de la corrupción endémica del poder y sus miserias. La primera de ellas, a mi juicio, es la última gran película del cineasta valenciano. También son destacables aspectos o partes de otros de sus films como Calabuch (1956), ¡Vivan los novios! (1969) o La vaquilla (1985).
En síntesis, se trata de uno de los mejores cineastas españoles del siglo XX, cuyas películas son claramente reconocibles, ya que supo imprimirles su estilo y visión de la realidad. Su negro sentido del humor brilló, reforzado por la presencia del guionista Rafael Azcona en ocho colaboraciones. Su cine resulta imprescindible para revisar épocas como la dictadura, el posfranquismo y la transición en España.
Berlanga, un creador cinematográfico que en algún momento se definió a sí mismo como un anarquista, burgués y erotómano, fue capaz de proyectar historias locales a la categoría de parábolas universales sobre la condición humana.
Escribe Juan de Pablos Pons
Más información sobre Berlanga:
Monográfico de la revista Encadenados sobre Berlanga