Memoria histórica y cine

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La ficción como recurso para preservar la verdad

las-largas-vacaciones-del-36-0Las ficciones históricas, literarias o audiovisuales, disponen de una gran capacidad para contribuir a la recuperación de la verdad. Sus poderosas estrategias de verosimilitud pueden contribuir a la recuperación de la memoria, pero también favorecer la manipulación de la objetividad histórica, cuando se ponen al servicio de intereses partidistas. La utilización de la propaganda por parte de la Alemania nazi durante el Tercer Reich es un claro ejemplo de intento de modificación de la verdad histórica.

Michel Foucault, el influyente filósofo y sociólogo francés, reconocido por sus análisis sobre las relaciones entre poder, conocimiento y discurso, señaló que los discursos (narraciones) construyen nuestra realidad, organizando nuestra percepción sobre las relaciones sociales y la elaboración de significados (Foucault, 1969) [1].

En el caso de España, la ficción histórica ha contribuido en buena medida a reformular la visión de lo ocurrido en la terrible Guerra Civil, en relación con la versión literaria o audiovisual proyectada por el franquismo durante muchos años.

En cuanto a la aportación del cine español para revisar la verdad oficial fraguada por la dictadura de Franco, cabe valorarla como relevante [2]. En muchas de las películas dedicadas a la Guerra Civil encontramos una explícita influencia literaria.

Tras la muerte del dictador en 1975, comenzaron a estrenarse películas que mostraban una visión de la Guerra Civil (tema tabú hasta entonces), diferente a lo permitido hasta entonces por una férrea censura. Así, en 1976 se estrena Las largas vacaciones del 36, dirigida por Jaime Camino, que realizó hasta siete películas sobre esta temática. En Los días del pasado (1978), Mario Camus hace visible otra realidad oculta hasta entonces: la existencia de los maquis.

Con la llegada de los socialistas al poder en 1982, se reafirma la necesidad de recuperar la memoria histórica de los españoles sobre lo ocurrido en la Guerra Civil. La narrativa cinematográfica empieza a cambiar con películas como Memorias del general Escobar (1984), dirigida por José Luis Madrid, que narra el episodio que desemboca en el fusilamiento de un coronel de la Guardia Civil en 1940, que optó por actuar conforme a su conciencia y no traicionar al Gobierno legalmente constituido; Réquiem por un campesino español (1985), de Francesc Betriu, basada en la novela homónima de Ramón J. Sender, con críticas a la Iglesia española; Dragon Rapide, de Jaime Camino (1986), donde se describe el inicio del levantamiento franquista; La guerra de los locos de Manuel Matji (1986), que vincula de manera inteligente la cuestión de la locura con la realidad de la guerra; Lorca, muerte de un poeta (1987), película y serie de TV dirigida por Juan Antonio Bardem, describe la sublevación de los golpistas en Granada y el asesinato del poeta Federico García Lorca; Tierra y libertad (1995) de Ken Loach, se centra en el papel de las Brigadas Internacionales en el conflicto español. Son algunas de las películas que revisaron el relato oficial sobre la Guerra Civil, impuesto durante muchos años por el bando vencedor.

En ese proceso de reconocimiento de la memoria histórica, que aportó una toma de conciencia social sobre los desastres de la guerra, se siguieron produciendo en los años siguientes películas como La lengua de las mariposas (1999), de José Luis Cuerda, con guion de Rafael Azcona, en la que la relación de un niño y su maestro republicano es truncada por el inicio de la Guerra Civil con un desenlace trágico; Silencio roto (2001), de Moncho Armendáriz, aborda la situación de las mujeres en la posguerra; o Para que no me olvides (2005), de Patricio Ferreira, que reivindica la memoria de lo que supuso la posguerra para muchos españoles; Los girasoles ciegos (2008), de José Luis Cuerda, aborda la cuestión de los topos por miedo a la represión en la posguerra.

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En esa línea reivindicativa cabe mencionar también Las 13 rosas, de Emilio Martínez Lázaro (2007), que analiza la muerte de 13 chicas jóvenes de Juventudes Socialistas Unificadas en el Madrid de la posguerra; La buena nueva (2008), de Helena Taberna nos plantea los esfuerzos de un sacerdote para frenar la ola de crímenes; La voz dormida (2011), de Benito Zambrano, inspirada en la novela de Dulce Chacón, donde retrata las cárceles para mujeres; Pà negre (2010), dirigida por Agustí Villaronga, donde se visualiza la Cataluña de la posguerra. En el film Salvador (2006), de Manuel Huerga, se narra el proceso y la ejecución por garrote vil en 1974, del anarquista catalán Salvador Puig Antich.

Más recientemente, el filme de Alejandro Amenabar Mientras dure la guerra (2019) narra la tragedia personal del escritor Miguel de Unamuno al estallar la Guerra Civil; o La trinchera infinita (2019), de Jon Garaño, que incide en la existencia de los topos, personas obligadas a esconderse por miedo a las represalias de la posguerra.

A finales de 2022 se han estrenado nuevos títulos, incidiendo en la necesidad de seguir revisando la memoria histórica, como es el caso de Modelo 77, de Alberto Rodríguez, un drama sobre el sistema carcelario español derivado del franquismo. Películas como las citadas han contribuido a recuperar una realidad silenciada o manipulada por la dictadura franquista.

La represión republicana está mucho menos representada en el cine de estos años. Cabe citar aquí Soldados de Salamina (2002), de David Trueba, basada en la novela de Javier Cercas, que narra el fusilamiento del escritor Rafael Sánchez Mazas, miembro fundador de la Falange Española (y padre de Rafael Sánchez Ferlosio). En Un Dios prohibido (2013), de Pablo Moreno, se describe el martirio de 51 miembros de la comunidad claretiana de Barbastro.

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Este fenómeno de recuperación de la memoria histórica lógicamente no solo afecta al cine español. Tenemos ejemplos recientes, como es el caso de Argentina, 1985 (2022), dirigida por Santiago Mitre, película inspirada en la historia real del fiscal Julio Strassera y su joven equipo jurídico que se atrevieron a acusar a contrarreloj y bajo graves amenazas, a la más sangrienta dictadura militar argentina.

También cabe citar el reciente documental El caso Padilla (2022), de Pavel Giroud, un ejemplo estremecedor de cinema verité que recupera la auténtica declaración de autoinculpación del poeta disidente cubano Heberto Padilla realizada en 1971. En ella, después de estar un mes en prisión, se declara agente contrarrevolucionario y acusa de complicidad a muchos de sus colegas, entre ellos, su propia esposa. Un caso que revela el lado más oscuro de la Revolución Cubana.

En España la cuestión de la memoria y de manera particular lo relativo a la Guerra Civil y la dictadura franquista ha tenido diferentes visiones para distintas generaciones a lo largo de la democracia. La importancia del control del relato y, por tanto, el interés de su estudio y divulgación es una cuestión fundamental. La llegada de la democracia supuso conocer otros relatos alternativos a la versión autorizada por el régimen franquista, a lo que contribuyó de manera significativa el cine.

El historiador e hispanista Ian Gibson, en su intervención en el documental Donde acaba la memoria (Pablo Romero-Fresco, 2022) afirma que el cine es «un instrumento muy eficaz y necesario para afrontar el dolor de un país que parece no querer recordar su propia historia. (…) La historia comienza donde acaba la memoria. Sin ella no somos nada».

Escribe Juan de Pablos Pons

Notas

[1] Foucault, M., (1969). La arqueología del saber. México, D.F.: Siglo XXI Ediciones.

[2] Crusells, M. (2006). Cine y Guerra Civil Española. Imágenes para la memoria. Madrid: Editorial Distrifer.

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