20 días en Mariúpol (3)

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Un documental que levanta acta del horror de una guerra

Con la sensacional dirección y libreto del periodista ucraniano Mstyslav Chernov, este documental narra veinte días en la asediada Mariúpol, desde el 21 de febrero de 2022, cuando empezó la invasión y guerra de Rusia contra Ucrania, contienda tan inesperada como letal y mortífera. Un equipo de periodistas ucranianos atrapados en la ciudad sitiada de Mariúpol lucha por continuar su trabajo documentando las atrocidades de la guerra.

Chernov permaneció en la estratégica ciudad portuaria, capturando imágenes de la escalada de espantos y enviándolas a un mundo que permanecía atónito y atento a los acontecimientos.

Esta extensa filmación se ha convertido en un testimonio en formato largometraje, que transmite el sufrimiento, la desgarrada sorpresa de los habitantes del lugar y la tragedia individual en el corazón de esta guerra brutal aún en curso.

El anuncio del gobierno de Ucrania es emitido por los medios de radio y TV, y mientras, el documento nos muestra calles deshabitadas y miedo, adultos y niños presurosos a esconderse en lugar seguro ante un ataque con bombas, también de los cañonazos de los tanques.

«Queridos ciudadanos de Ucrania. Se ha declarado la Ley Marcial en el Estado. Este es un paso necesario para la seguridad del país y nuestra victoria. Mantengan la calma. Sigan las instrucciones de las autoridades militares y locales de sus ciudades y no sucumban a la desinformación enemiga».

Aunque no hay orden de evacuar, muchos ciudadanos se van de todos modos. Y la verdad: ya empieza el cataclismo y el saqueo de las tropas rusas. Una mujer exclama: «He tenido que dejar mi casa. Todo lo que tengo ¿Qué es esto?». Las preguntas de los reporteros del documento son rechazadas airadamente por la gente. Los reporteros dicen que comprenden su enfado porque el país está siendo atacado.

La película tiene estructura similar a un thriller. Comienza cuando el primer tanque ruso entra en Mariúpol con la letra Z en su costado. Luego volvemos al 24 de febrero de 2022, el último día de normalidad, antes de comenzar la invasión rusa. «Las guerras no empiezan con bombas, sino con silencio», observa Chernov reflexiva y elocuentemente. Cierto, hay un inquietante silencio por doquier y, a medida que transcurren los días, comienza la auténtica pesadilla, el filme es el relato de una cuenta regresiva hacia el olvido.

Chernov y sus colegas Evgeniy Maloletka y Vasilisa Stepanenko transmiten la experiencia pavorosa de una ciudad acorralada. A toda prisa deben refugiarse, con gran riesgo de las bombas aéreas. Hablan con testigos y soldados y temen morir, como tantos. Pero sienten que deben dar fe de cuanto sucede. Por ejemplo, mientras se evacuan los edificios de apartamentos. Los soldados ucranianos, a los que cortésmente se refiere como «tímidos», le piden a Chernov que «apague las cámaras». Él responde: «Esta es una guerra histórica».

Los médicos y enfermeras de Mariúpol son menos apocados y captan rápidamente la idea. El último cirujano del hospital general de Mariúpol, sacudido emocionalmente por cuanto está viendo y ante tanta masacre, grita en un interludio entre los adolescentes que son arrojados a la mesa de operaciones: «Muestren lo que estos hijos de puta les están haciendo a los civiles».

La cámara se centra de forma importante en el bombardeo del Hospital Maternal el 9 de marzo. Las imágenes de una madre dando a luz mientras la sacaban en camilla de los escombros fueron portada de los noticiarios. La foto más vista fue la de Maloletka, una madre desolada que sabía que su bebé ya había muerto y rogó a los médicos: «Mátenme». Sobrecogedor.

Así lo , registrando escenas muy fuertes de jóvenes heridos o muertos. Además, el documental muestra que ellos viven la misma guerra que la población, y Chernov manifiesta su espanto y su incredulidad ante lo que sucede en pleno continente europeo y en pleno siglo XXI.

Se ve en pantalla una escalada cruel a objetivos civiles y hay imágenes angustiosas, como las de un niño que llora y dice: «No quiero morir», hay un jovencito que jugaba al fútbol y ha sido despedazado por un misil, una mujer encinta corre hacia el hospital para salvar su vida y la del hijo que espera. Víctimas de ataques para destruir las infraestructuras y acabar con toda esperanza.

Una película sobre el día a día de un corresponsal de guerra que intenta aprehender con su cámara aquello de lo que otros huyen desesperados: hay que capturar la verdad de esos momentos.

Una película sobre el día a día de un corresponsal de guerra que intenta aprehender con su cámara aquello de lo que otros huyen desesperados.

Hay igualmente mucho de la ética de tal trabajo. Mostrar respeto por los que están muriendo, hay una realidad de cadáveres amontonados en fosas comunes o la muerte de un niño en una mesa de operaciones improvisada. Todo ello pesa en la conciencia de Chernov. Hay aún mucho más terror que presenciar.

Pero Chernov toma valor e inspiración de los propios ciudadanos ucranianos que le piden que cuente su historia al mundo entero. También encuentra fuerza para contrarrestar las ridículas afirmaciones rusas de que todo son «noticias falsas» y «terrorismo informativo». Pues el valor principal de esta cinta es la autenticidad y verismo propios de quien rueda en primera línea de fuego.

A propósito, cuando el embajador del Kremlin en la ONU es preguntado por un periodista británico que lo confronta con los informes de Chernov, este responde siniestramente: «Quien gana la guerra de la información gana la guerra». Por todo esto, había que seguir rodando.

Hay un momento en que Chernov y su equipo tienen que ser rescatados por soldados ucranianos de un hospital donde han quedado atrapados por francotiradores. Los soldados son enviados a rescatar a los periodistas para evitar que sean capturados por las fuerzas rusas y torturados para hacer confesiones falsas acerca de que sus imágenes eran falsificadas. Vemos soldados y periodistas corriendo por las calles bajo intensos disparos, desgarradoras imágenes que parecen sacadas de una película de guerra y acción. Pero son el reflejo de lo sucedido.

La productora y editora de cine estadounidense Michelle Mizner hizo un trabajo y una labor encomiables al editar el metraje en forma de narración llena de historias convincentes y momentos patéticos. Vemos igualmente que las emisoras de todo el mundo utilizan las valiosas imágenes que han capturado Chernov y el equipo. Pensemos que Chernov y sus colegas son los únicos reporteros que quedan en Mariúpol cuando llegan los rusos.

Una obra que intenta —y yo diría que lo consigue en gran medida— capturar la complejidad de una guerra, que alumbra lo mejor y lo peor de la población.

Entre tanta barbarie y muerte, entre tanto horror y supervivencia, late la idea de que la guerra saca de la gente buena lo mejor

Incluye Chernov el desprecio de Rusia de los informes y noticias provenientes de occidente. Pero también hay imágenes de saqueos de los habitantes del lugar, para estupefacción y horror de los propietarios de las tiendas y comercios. Los propios soldados se asquean de los robos y rotura de escaparates de quienes son sus vecinos.

Entre tanta barbarie y muerte, entre tanto horror y supervivencia, entre tantas personas, late la idea de que la guerra saca de la gente buena lo mejor, lo aún más bueno, empático o prosocial; pero que los canallas toman la deriva opuesta manifestando su parte peor y maléfica, la que no repara más que en su propio beneficio y en aras a su supervivencia sin importarles un comino el sufrimiento ajeno. Es terrible lo que digo, pero el documental nos muestra imágenes concluyentes, escenas tomadas de la cruda realidad del momento.

Cuando han transcurrido dos semanas y media, Chernov, el fotógrafo Evgeniy Maloletka y la productora de campo Vasilisa Stepanenko reciben una escolta personal de altos oficiales ucranianos. Tan importantes son sus hallazgos (y garantizar que vivan para contarlo) que el equipo finalmente es evacuado fuera de la ciudad en el automóvil familiar de un general, con su hija envuelta en una manta junto a Chernov.

La narración de Chernov es estridentemente estoica y la espeluznante música electrónica de Jordan Dykstra, que fácilmente podría ser apropiada para una película de terror, inquietante música, aumenta la sensación de que, en Mariúpol, no queda nada.

Al final del filme, los títulos de crédito nos cuentan que Mariúpol cayó el día 86 del conflicto y que 25.000 personas murieron en el asedio. De manera que la película de Chernov es un registro innegable y veraz de cuanta destrucción y muerte sin sentido hubo.

Ultima este documental en homenaje a la resistencia de un pueblo que se negó a entregar su tierra, su ciudad y sus hogares al invasor.

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Filmin