Beyond Utopia (3)

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Gran documental sobre un régimen despiadado

Sensacional documental dirigido por Madeleine Gavin que no tiene recreaciones ni ficción alguna. Hace un seguimiento a personas en su intento de huir de Corea del Norte, uno de los países más asfixiantes, angustiosos y peligrosos del mundo.

La película se vale de entrevistas con desertores y material de archivo, para ofrecer una semblanza sobre el estricto control que el aparato de seguridad de Corea del Norte tiene sobre sus habitantes, de cómo son bombardeados y controlados por la propaganda. Pero son las imágenes de cámaras ocultas y teléfonos móviles, tomadas por los propios desertores, las que dan el testimonio más aterrador de los horrores cometidos por un régimen dinástico cleptocrático.

Corea del Norte vive en la ficción de pretender crear el «paraíso» en la tierra. Pero la realidad es tan dura y cruda que más bien se parece a un «infierno» para cualquier espíritu mínimamente sano y libre. Familias que intentan escapar de la opresión revelan un mundo que mucha gente desconoce.

Un país y un régimen extraños

Este documento nos revela cómo Corea del Norte es un país realmente extraño, más bien un país surrealista y maligno. Es la única dinastía comunista, confuciana y hereditaria del mundo: el gran padre: Kim Il-Sung, 1948-1994 (presidente eterno de la República); gran hermano: Kim Jong-Il, 1994-2011; Son Kim Jong-Un, desde 2011.

Una dictadura criminal, una represión absoluta, el crimen de dirigentes es incesante, la recepción de emisoras de TV o radio externas impensable, solo un periódico adepto al régimen es permitido, e igual con la emisión radial y televisiva, no hay libertad religiosa, ni libertad de movimiento y algo sustancial, las autoridades quieren que la población viva en un estado de miedo constante: juicios sumarísimos públicos, ejecuciones públicas, tortura, abortos forzados, reclusión en gulag y, en fin, la violación de los Derechos Humanos sin parangón en la Historia Contemporánea (salvando el nazismo), como podemos ver y escuchar en este escalofriante filme.

Se ve también la enorme represión a que someten a los niños para las multitudinarias muestras de «juegos de masas». Más de cien mil niños en perfecta sincronía ejecutando movimientos, desfiles, bailes, mosaicos y acrobacias coreografiadas. No es posible esto sino por los enormes sacrificios con frío en invierno y calor en verano a que son sometidos los infantes, como se ve en el documental.

Copiando la Biblia

Incluso los mandamientos que el régimen se abroga como suyos, cuando uno de los ciudadanos del filme escapó y se encontró en el sur, comprobó que eran un calco de los mandamientos de la ley de Dios que transmitiera Moisés. Curioso el plagio y la poca imaginación: copiar la Biblia cristiana.

Lo que incluye también calcar episodios del Antiguo y del Nuevo testamento. Kim Gong es Dios. Hasta nació en una modesta cabaña de madera, equivalencia con el portal de Belén, su nacimiento anunciado por una estrella cual epifanía, y toda una imaginería conocida por cualquier cristiano. Por eso la Biblia está prohibida en el país.

Todo es un cierre absoluto para el espíritu, para ciudadanos que caminan con anteojeras y viven para rendir culto a Kim Jong-Un, el gran Líder, el one, lo más.

No hay herramientas, hay que cavar en las minas con las manos, una hambruna enorme con miles de muertes por inanición pues casi todo lo que general el país va para el ejército y para el gran líder.

Este documento nos revela cómo Corea del Norte es un país realmente extraño, surrealista y maligno.

Historia

No le falta al documental apuntes históricos que explican cómo Japón, después de la Guerra rusojaponesa, en 1905, había invadido y colonizado a Corea de forma brutal, borrando la lengua y la cultura de un país entonces unificado. Pero tras la derrota en la II Gran Guerra, cuando Japón se rindió y perdió su imperio, Corea quedó dividida por el paralelo 38 en dos partes: norte (URSS) y sur (EE. UU.).

El sur celebró prontamente elecciones públicas y salió presidente Syngman Rhee, educado en Norteamérica. En el norte, Stalin se encargó de buscar un simpatizante soviético y títere de Moscú, este es el origen de Kim Il-Sung, afiliado al Partido Comunista chino.

A esta división siguió una sangriente guerra en la cual participaron de nuevo las dos potencias. Los norcoreanos invadieron el sur con ayuda soviética y no tardó la ONU y los americanos en hacer acto de presencia, en una contienda que supuso millones de muertes. En 1953 se firmó el armisticio y el alto el fuego, aunque técnicamente la guerra nunca acabó y país quedó dividido, hasta hoy.

Misión Caleb: la iglesia del Pastor Kim

Corea del Norte linda con China, Rusia y Corea del Sur. En la frontera de Corea del Sur hay dos millones de minas terrestres, y la mayoría de los desertores tienen que huir a China, por una frontera de 1300 kilómetros que se extiende a lo largo del río. Pero, aunque logren escapar, el viaje posterior es muy largo, por varios países. A menudo las jóvenes acaban siendo víctimas de la prostitución en China o vendidas a hombres solteros que viven en el campo. Drogas, tráfico de personas. También se da el tráfico de órganos. La huida conlleva un gran riesgo.

Seungeun Kim es un conocido pastor que, con mínimos recursos, ha conseguido ayudar a muchas personas a huir de Corea del Norte. Kim nos dice en el documental que los desertores sufren mucho, tanto cuando están dentro como durante su deserción del país. A veces, cuando se trata de familias con ancianos y niños, estos grupos no son de interés para los traficantes y entonces los intermediarios se ponen en contacto con Kim. Son organizaciones cristianas que le dan a las personas a cambio de dinero. Entonces, el pastor tiene que hablar este extremo con la Junta de la iglesia.

La realidad es que los desertores no son vistos por los chinos como personas, sino como plata, pues el gobierno les paga el equivalente a seis meses de salario si los denuncian. Por eso los intermediarios del padre Kim deben ser de confianza, si hay alguna traición, el padre Kim borra de su lista a estos intermediarios especuladores para el futuro.

En la frontera de Corea del Sur hay dos millones de minas terrestres, y la mayoría de los desertores tienen que huir a China.

Cuenta Kim que cuando estudiaba para pastor fue a China como misionero y que fue allí donde vio por vez primera a varios kotjebis (huérfanos norcoreanos huidos; la palabra indica «flor» y «golondrina», debido a la situación de buscar comida y espacio continuamente). Hasta entonces, nuestro hombre no había reflexionado mucho sobre el pueblo norcoreano.

Pero entendió que son el mismo pueblo, con la misma lengua, las mismas raíces. Ver a esa gente, incluidos los niños que pedían limosna tras haber cruzado la frontera, le rompió el corazón. Ahí tomó la decisión de ayudar cuanto pudiera.

Estando en Corea del Norte conoció a su mujer, que se enamoró de él inmediatamente por su aspecto fornido que le recordaba a Kim Jong-Il. Entonces, empezó a planear las diferentes maneras para sacar de allí a la mujer.

Estas indagaciones de formas, rutas, etc., le servirían luego para ayudar a muchos otros ciudadanos del pobre país hermano y llevarlos Corea del Sur. En sus operaciones de liberación se rompió el cuello, costillas y tuvo que se operado en diversas ocasiones. Su salud está resentida, no así su ánimo y voluntad de ayuda.

En un viaje para salvar refugiados, el hijo de Kim falleció por unos vómitos. Y en la incineración del cuerpo de su hijo, en un estado de gran desolación, su esposa y él se propusieron, frente al cadáver, rescatar a más norcoreanos huidos.

Ello, a pesar de que también Kim dice estar agotado de tantas emociones y riesgos como corre en sus largos viajes para los rescates. El padre Kim ha ayudado a rescatar a más de mil personas huidas de Corea del Norte, desde que su hijo muriera. Considera Kim que, desde el punto de vista cristiano, su hijo fue el grano de trigo que debió morir para que otros vivan.

La película se centra en dos desertores que trabajan para liberar a sus familiares de Corea del Norte.

Diferentes casos

La película se centra en dos desertores que trabajan para liberar a sus familiares de Corea del Norte. Después de un difícil viaje fuera de su país de origen, Soyeon Lee espera ayudar a liberar al hijo que dejó atrás diez años atrás. En el documental vemos a la señora Lee que espera ansiosamente, desde Seúl, el reencuentro con su hijo. De otro lado vemos a la familia de Hyukchang, los Wu, que han huido espontáneamente a la frontera con China tras celebrar un funeral ritual, y allá se esconden en busca de ayuda.

En ambos casos recurren al pastor Seungeun, un cristiano auténtico que aprendió a ayudar a los ciudadanos que desertan de Corea del Norte, un hombre que aparece en la pantalla como si tal cosa, siendo que arriesga su vida y su paz familiar en el sur, al frente de su iglesia.

Mientras Lee espera ansiosamente noticias de su hijo, la familia de Wu se embarca en un largo, arriesgado y penoso viaje. Gavin, quien también editó la película, intercala sus historias con información sobre la cultura y la política de Corea del Norte.

Destaca la odisea de pánico de más de 2000 millas, de la familia Wu. Fue realmente terrible. Y hay un punto revelador cuando la madre de Hyukchang dice que «nada estaba mal» en Corea del Norte, mientras sus dos nietos proclaman alegremente que Kim Jong-Un es «la mejor persona del mundo». Aquí se entiende perfectamente la escalofriante y perversa atracción que las tácticas de lavado de cerebro del régimen pueden tener incluso sobre aquellos que intentan escapar de sus garras y malignidades.

A propósito, vemos también en el filme el testimonio de un desertor que describe su horrible experiencia en un gulag. Gavin ilustra esta tremenda y horrible experiencia con escalofriantes dibujos de Kwon Hyo Jin. Hyeonseo Lee, una desertora cuyas memorias —The Girl with Seven Names— se convirtieron en un superventas del New York Times, habla sobre su crianza y su educación primaria cargada de propaganda. La película explica por qué a los norcoreanos se les enseña a vilipendiar a los estadounidenses, surcoreanos y japoneses. Y, al contrario, a «adorar» a su líder máximo.

La película explica por qué a los norcoreanos se les enseña a vilipendiar a los estadounidenses.

La paradoja y el delirio

Hay una canción popular en Corea del Norte —titulada Nada que envidiar—, que cantan los niños en la escuela, en la que se dice: «¿Quién podrá jamás quebrar nuestra fuerza? / No tememos ninguna tormenta ni estrés. (…) Nuestra casa es el seno del Partido / Todos somos hermanos y hermanas / No envidiamos nada en el mundo». Lo que va a acompañado de documentos de pobres en Wisconsin o la idea de millones de niños desamparados en los EE. UU. Esa comparación produce una rara felicidad entre los pequeños norcoreanos.

Esto, a pesar de que no hay agua corriente, tuberías domésticas, libertad básica de pensamiento ni opción alguna que no venga ordenada desde arriba. A los norcoreanos se les inculca que realmente tienen todo mejor que cualquier otro país del mundo.

Pero lo que vemos es que los habitantes del norte coreano viven en una cárcel virtual y prácticamente desconocen otras maneras de vida fuera de su país.

Es más que sorpresivo ver a los desertores norcoreanos, en este documental de Madeleine Gavin, descubrir las mentiras en las que fueron criados y educados. Gavin acierta a entrelazar imágenes de archivo, animaciones, videos con cámaras ocultas, entrevistas originales o imágenes de desertores y sus aliados, mostrando la desgarradora realidad a la que se enfrentan quienes viven en uno de los países más opresivos del mundo.

Gavin logra una historia tan interesante como inquietante: un documental tan informativo como emotivo.

Interesante obra de Gavin

Gavin ha logrado una historia tan interesante como inquietante, creando un documental que es tan informativo como emotivo y ansiógeno. Tanto sientes perplejidad y espanto, como enorme penar. Tiene una estupenda música de Adam Taylor y una meritoria fotografía de Kim Hyunseok, que capta aspectos e incluso resquicios sugerentes, con gran maestría.

La película está contada desde una perspectiva comprometida, con una panorámica tan atroz, que difícilmente se puede dudar de él. Sobre todo, teniendo en cuenta que todos los relatos e imágenes son de primera mano y fieles testigos de lo que ocurre realmente.

Lo más increíble es que es un documental, no un thriller. Un logro asombroso, el tipo de proyecto de no ficción que requiere agallas y habilidades insondables, pues no rehúye la atrocidad, pero su mayor activo es su empatía y su espíritu de ayuda y de amor.

Sería demasiado fácil descartar a los norcoreanos, que han sido educados desde su nacimiento para pensar que los extranjeros son gente detestable y mala. Gavin se niega a caer en esa trampa y, como resultado, los espectadores pueden ver todas las facetas de la experiencia de quienes desertan: confusión, gratitud, azoramiento, ira, perplejidad o culpa.

Es un documento muy interesante para quienes son ignorantes de la opresión que existe en Corea del Norte sobre sus súbditos (más que ciudadanos), pero también será de interés para quienes sean conocedores de la realidad en este país infernal capaz de matar en vida el florecer del espíritu humano.

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Filmin