Bob Marley: One Love (2)

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El encanto del reggae en un biopic ligero

Película de Reinaldo Marcus Green que quiere y acierta a celebrar la vida y la música de un personaje icónico que influyó e inspiró a generaciones con unas canciones cuyo mensaje central era el del amor y la unidad. Creo que es la primera vez que podemos ver en la gran pantalla la historia valiente, de riesgo y superación de la adversidad de Bob Marley. También de la travesía que subyace a una música universal, revolucionaria y espiritual.

A lo largo de su breve vida, Bob Marley logró mucho sin lugar a duda. Trajo a la música el reggae como corriente principal, grabó álbumes con más de setenta y cinco millones de copias vendidas, se convirtió en una súper estrella reconocida mundialmente y difundió un mensaje en aras a la unidad y a la paz.

Cuando un periodista preguntó a Marley sobre si había incursionado en el rock o el soul, nuestro protagonista, en tono pensativo y apartando la mirada de la cámara mientras consideraba la pregunta respondió: «No me gustaban mucho esas cosas, me gustaba mucho la música espiritual, ya sabes, porque se revoluciona cada vez más». Para Marley, la música era una experiencia trascendente con un enorme potencial social y político.

No hay que olvidar que Marley era seguidor de Haile Selassie (el último monarca en ocupar el trono imperial de Etiopía) a quien consideraba el profeta del movimiento Rastafari, por ser descendiente directo de Salomón, hijo de David, considerado por él como la tercera reencarnación –después de Melquisedec y Jesús– de Jah, el Mesías. Y descendiente directo de Jesús en la Tierra. Y aunque Selassie, devoto cristiano, negó ser el Mesías, los rastas como Marley lo consideraban un mensajero de Dios. Este es el fundamento de la vida cristiana de Marley que nunca fue apegado al dinero y sí a convertirse en una guía para sus seguidores.

No olvidemos que el rastafarismo es un movimiento social y espiritual panafricano nacido en el siglo XX, asentado en Jamaica y del cual Marley era un líder, que clama en favor de la bondad del hombre y el hermanamiento bajo una convivencia pacífica y en libertad.

Con apenas treinta y seis años Marley murió en la cima de su fama. Corría el año 1981. De manera que su figura, a estas alturas, está más que madura para una película biográfica. El director Reinaldo Marcus Green consigue una obra interesante, respetuosa y seria, contando elementos principales (es verdad que sin muchos matices) de la vida de Marley. Creo que consigue un relato aceptable y sincero, aunque sin profundizar en exceso. Claro que todo no puede ser.

Comienza el filme en 1976 cuando ya el personaje es muy conocido. Ha irrumpido en Estados Unidos y es un símbolo en su país natal, Jamaica, un lugar profundamente dividido políticamente y plagado de violencia. En un intento por unir apolíticamente a la gente, Marley desea dar un concierto en su país, pero en un intento de asesinato, Marley queda herido y su esposa Rita, hospitalizada. Pero Marley sigue adelante con el concierto.

Esta cinta habla de un Marley descubriendo su posición en el mundo, no sólo como cantante, sino como hombre que tiene una carga espiritual, un artista que puede unir a la gente, hacer por la paz, y cuya propia vida existe, no para sí mismo, sino para enriquecer la vida de los demás, según sus palabras.

Marcus Green nos va conduciendo a través de importantes momentos de Marley, con escenas entretenidas. En una de ellas, Marley y los Wailers encuentran el sonido de inspiración para su próximo álbum, Exodus, nada menos que en la música de Ernest Gold (Oscar, por cierto) de la película homónima de Otto Preminger, 1960; también nos relata la tensión en su matrimonio a medida que la fama empieza a pasar factura; o el choque cultural en el Londres punki de los años 70, como bienvenida de héroe en Jamaica.

Esta obra es ante todo una cronología de aconteceres, más que una exploración en profundidad del artista que fue Marley. Está bien rodada, buena puesta en escena y efectos especiales digitales para las grandes multitudes en los conciertos, como ya suele ser habitual en este tipo de pelis de cantantes o grupos rock: Rocketman, 2019; o Bohemian Rhapsody, 2019. Un bonito espectáculo en pantalla.

Hay cuatro escritores acreditados en el guion de la película: Terence Winter, el propio Marcus Green, Frank E. Flowers y Zach Baylin. Entre todos adaptan la biografía de Bob Marley, autoría de Winter y Flowers, con un libreto que apuesta por el dinamismo y pierde en hondura. Apenas roza las partes más complicadas de la vida de Marley.

No hace una exploración más rica de Marley como persona cuyos defectos, en última instancia, no dominaron su vida como músico.

Por ejemplo, Bob tuvo como padre a un hombre blanco con diversos hijos fuera de su matrimonio, su crianza apenas se narra y lo demás se ignora prácticamente. Su infancia y juventud, que es la mayor parte de su vida, se cuentan en flashbacks fugaces que apuntan someramente su biografía. Algunos de ellos brindan imágenes de su familia, incluidos su madre y su padre que no estuvieron muy presentes en su vida; también apuntan sus primeros años con Rita; igualmente captan la tensión que sus aventuras tuvieron en su matrimonio.

Pero al pasar por alto elementos sustanciales (todo no se puede, repito), la cinta no hace una exploración más rica de Marley como persona cuyos defectos, en última instancia, no dominaron su vida como músico, aunque sí lo afectaron a él y a quienes lo rodeaban más de lo que esta película deja entrever.

En el reparto es magnífica la actuación de Kingsley Ben-Adir como Marley. Aunque tenga poco parecido al artista real, tiene una presencia tranquila, lánguida y una personalidad eléctrica y enérgica en el escenario; además, acierta a capturar los gestos, el habla y la presencia del músico. Pero la actuación de Ben-Adir no es mera copia; a través del lenguaje corporal y diversas expresiones emotivas, ofrece también profundidad y humanización al personaje, transmitiendo amor, frustración, calma, enojo y una tristeza aleccionadora, todo al mismo tiempo. El trabajo de Ben-Adir hace que el filme merezca la pena verse.

Ben-Adir resulta muy creíble como el hombre y artista que anhela y rechaza la fama al mismo tiempo, sabiendo lo bueno que puede hacer a los demás y lo malo que puede hacerse a sí mismo si no sigue su propio camino. Así, mantiene el pulso firme incluso cuando otros a su entorno están perdiendo consistencia.

Acompañan en el reparto la rotunda Lashama Lynch, muy bien como la señora Marley (Nia Ashi como Rita adolescente); Lynch alterna el cariño y la paciencia con la ferocidad y la iracundia en sus ojos, y sabe transmitir muy bien una diversa gamas de emociones con su expresiva y modulada mirada. James Norton bien como Chris Blackwell; y otros artistas secundarios hacen de miembros del grupo The Wailers, todos bien, conjuntados, como Anthony Welsh, Umii Myers, Aston Barrett Jr., Naomi Cowan o Michael Gandolfini como el publicista musical, entre otros.

Desde luego es una película dirigida a los amantes de los biopics más al uso, más convencionales.

Kris Bowers compuso la banda sonora de la película, después de trabajar con Green y King Richard, aunque el grueso y lo más llamativo de las notas musicales y la letra pertenecen a Bob Marley y sus muy conocidas y eternas canciones reggae, su singular cadencia y ritmo, y sus sugerentes contenidos.

En este sentido, la película de Marcus Green tiene en cuenta el embriagador sabor de la música donde están los temas de rigor: No Woman No Cry, Concrete Jungle, “One Love/People Get Ready, etc. Muy bien igualmente la fotografía de Robert Elswit.

La música en sí es tan conmovedora ahora como lo era cuando se lanzó por primera vez, por lo cual uno se siente atraído por las fantásticas interpretaciones centrales y el entusiasmo con el que Marcus captura a Marley cuando interpreta sus canciones, tanto en la privacidad de su casa como en los macroconciertos.

Desde luego es una película dirigida a los amantes de los biopics más al uso, más convencionales y sobre todo a los amantes de la música y la «presencia» de Bob Marley cuya personalidad y vigor musical, político y social de sus canciones, dan solidez al filme; son las canciones las que finalmente sobresalen en pantalla, las que dominan, aunque en pugna con una puesta en escena admisible.

Hay también microhistorias de amor, revolución y amistad en tiempos de guerra, la valentía de Marley para frenar los enfrentamientos en Jamaica y la sensación constante de amenaza física, amenaza muy real pues había complots subterráneos para acabar con la vida de Bob.

Cierto es que la película se centra sobre todo en la música de Marley y su impacto, y está falta de profundizar en su vida personal y política. Pero en mi caso valoro lo que tiene, no lo que le falta. Entiendo que One Love es una obra bien elaborada que ofrece una experiencia visual bonita, impulsada por la música y las actuaciones sobresalientes de Ben-Adir-Marley.

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Paramount Pictures Spain