Puñales por la difunta

Juana Macías ganó en el año 2000 el premio Goya a mejor cortometraje por Siete cafés a la semana. Tendría que pasar una década para su debut en el largometraje con Planes para mañana (2010), una exploración del universo femenino a través de cuatro mujeres por la que fue nominada al Goya como Mejor Dirección Novel. En 2016 dirige Embarazados, una película claramente enclavada en el terreno de la comedia. Y a partir de ese momento sus películas se mueven en ese género con títulos como Bajo el mismo techo (2019), que abordaba la relación de un matrimonio en el contexto del boom inmobiliario, o Fuimos canciones (2021), la adaptación de las novelas de Elísabet Benavent para Netflix.
Con El favor (2023) la directora madrileña continúa abonada a la comedia con la historia de una rica familia, los Gallardo, que se reúnen en su masía de veraneo para el entierro de Amparito, la tata, que para los tres hermanos ha sido como una segunda madre. La presencia del hijo de Amparito, el deseo de la tata de ser enterrada en el panteón familiar y unas misteriosas cartas que ha dejado la difunta, complican lo que tenía que haber sido el mero trámite de la asistencia al funeral.
El guion, escrito por Cristóbal Garrido y Adolfo Valor, nos introduce en el ambiente familiar de una potentada familia, una saga de abogados, que exhibe sin pudor su poderío económico con tres hermanos que encarnan individualmente una serie de características peyorativas que los hacen insoportables. Toda una serie de tics reconocibles como el lenguaje pijo, el trato por encima del hombro hacia los demás y la falsedad de sus sentimientos, pues en el fondo terminna siendo obligados por el padre para ir al funeral, mientras este disfruta de su ocio.
Aquí la película tira de tópicos para acrecentar la comicidad de unos rasgos y unas actitudes que se exageran para meternos de lleno en la idiosincrasia de este grupo de privilegiados, contraponiendo esas características con otros personajes como el hijo de Amparito, antiguo compañero de juegos de los hermanos durante los veranos de infancia y juventud; la mujer del hermano y su hijo, descritos como personas más racionales; o el amante de la hija pequeña, un maduro seductor.
Una vez asentados en la lujosa casa de verano de la familia, donde transcurre toda la película, el guion introduce un elemento de intriga a través de una serie de secretos que se desvelan en unas misteriosas cartas dirigidas a cada uno de los hermanos y que la difunta ha dejado como venganza.
A partir de aquí la estructura de El favor remite a modelos ya conocidos –como podría ser el de Puñales por la espalda– para componer el retrato de unos personajes en el que todos tienen algo que ocultar. Actuando como resorte del guion, la presencia de las cartas va posibilitando una serie de situaciones en las que se despliega una serie de tramas previsibles basadas en las mentiras y en los malentendidos. Poco a poco las caretas van cayendo y cada hermano muestra su faceta más individualista donde se descubre que están más apegados a sus propios intereses económicos que a los lazos familiares. Por el camino una serie de enredos como el matrimonio en riesgo, la desacertada relación padre-hijo o un posible amor que se retoma desde la juventud.
La película avanza a golpe de equivocaciones, tergiversaciones y engaños, recomponiendo a modo de puzle toda la situación familiar conforme se van descubriendo todas las piezas, mientras la película discurre hacia un humor más grueso casi cercano al slapstick –el desenlace de la escena del funeral, la pelea entre los hermanos destrozando los muebles– para terminar mostrando el arco de cada personaje, que va pasando del odio inicial a cierto cariño por parte del espectador, a medida que las noticias y las novedades se van acumulando porque las sorpresas se producen de manera continuada hasta el final de la película.

Como viene siendo habitual en las comedias de Macías tenemos un ligero esbozo de crítica social, siempre dentro del tono blanco de la película, que en este caso apunta a la institución familiar y al clasismo más rancio propio de las clases elevadas; apenas unos dardos satíricos en un planteamiento discursivo en el que el espectador ya sabe cuál va a ser el resultado final, con la evolución del arco de los personajes absolutamente predecible.
Un tono blanco que se traduce en un relato amable que se extiende a todos los personajes. La película hubiera necesitado de una mayor mordacidad para que los personajes ricos y egoístas no quedaran exonerados por su actitud ante la vida pues todos ellos disfrutan de una segunda oportunidad para corregir sus defectos, diluyendo cualquier intento de ir más allá del uso de su pertenencia a una élite como elemento para generar la comicidad; de ahí el cierre humorístico de los personajes bailando frente a la cámara durante los títulos de crédito finales.
Lo que sí consigue El favor, al menos, es el objetivo de que la comedia provoque la risa en el espectador gracias a un reparto coral que transmite la naturalidad necesaria para hacer creíbles las situaciones. Los protagonistas Inma Cuesta, Diego Martín, Sara Sálamo, acompañados por toda una serie de secundarios (Pere Ponce, Betsy Túrnez, Gonzalo de Castro, Luisa Gavasa, Isabel Ordaz), mantienen el tono dentro de los límites sin que la película derive en la parodia ni que se vislumbre un desequilibrio entre los personajes.
La predisposición para la comedia del equipo de guionistas y directora se traduce en escenas bien planteadas y diálogos precisos que denotan todo el trabajo técnico que hay detrás de la cámara. Con un ritmo ágil propiciado por los sucesivos giros de guion que van desvelando los trapos sucios de la familia, El favor cumple con su objetivo que no es otro que entretener.
Escribe Luis Tormo | Fotos Universal Pictures España