El hombre del saco: El origen del mito (1)

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Entre el terror y la aventura

El nombre de Ángel Gómez Hernández empezó a ser conocido gracias a su excelente cortometraje de terror Behind (2016), un trabajo que llamó la atención de Sam Raimi quien le propuso transformarlo en largometraje para rodarlo en Hollywood, aunque de momento este rodaje permanece aparcado. En 2019 debutó con la película Voces, un filme adscrito al género de terror sobrenatural que obtuvo una meritoria acogida crítica.

Ahora estrena su segundo largometraje El hombre del saco: El origen del mito (2023) en el que contextualiza la leyenda del hombre del saco, uno de los monstruos que provoca el terror infantil universalizado en multitud de países, acudiendo a su origen hispano a través de la historia ocurrida a principios del siglo pasado en la que un almeriense enfermo de tuberculosis dispuesto a cualquier cosa para curarse, incluso a beberse la sangre de los niños que secuestra en un saco.

Resituada en el contexto moderno, tras un prólogo de carácter histórico, la acción comienza cuando tres hermanos se mudan con su madre a un pequeño pueblo tras la muerte de su padre; pronto descubren que en los últimos meses allí se han producido misteriosas desapariciones de varios niños y se embarcarán en una aventura para descubrir qué está ocurriendo.

Tras las escenas iniciales en las que El hombre del saco parece que va a explotar todos los resortes del terror con el objetivo de provocar la angustia en el espectador –un terreno que Ángel Gómez conoce y domina a la perfección– la película deriva rápidamente hacia el género de aventuras adolescentes siguiendo el modelo de Stranger Things que fija su mirada en el cine de los años 80. De ahí que la película recuerde títulos como Los Gonnies, E.T. o Cuenta conmigo en las que planteaba una dicotomía entre la infancia o adolescencia y el mundo adulto.

La figura del hombre del saco, que establece la conexión con el cine de terror a lo largo de todo el filme,  sirve como elemento detonante de un conflicto existente entre adultos –padres y madres– y los personajes que transitan por la infancia y la juventud; unos adultos definidos con una serie de carencias afectivas debidas a variadas razones que van desde la pérdida de un ser querido, las obligaciones laborales o la barrera generacional. Un mundo adulto que se encuentra en el embrión de todas las pesadillas infantiles que actúan como una coartada amenazante de tal forma que el miedo es generado y espoleado por el sentimiento de culpa.

Frente a ese mundo adulto, los niños y adolescentes se agrupan para luchar contra el monstruo que no deja de ser una metáfora de la dificultad de entendimiento entre padres e hijos, de una incomunicación intergeneracional que genera el conflicto. Al igual que ocurría en los referentes fílmicos que hemos mencionado con anterioridad se destaca el valor de la amistad como fuerza que une al grupo.

A partir de esta premisa el guion frustra la posibilidad de que la película llegue a buen puerto al no ser capaz de solventar dos elementos claves. En primer lugar, la posibilidad de explorar una leyenda de terror ibérico como es la historia del hombre del saco, relacionándola con el hecho verídico del crimen acaecido en el pueblo de Gádor, queda supeditada al esquema narrativo del cine americano de tal forma que el localismo queda supeditado a referencias o imágenes icónicas que remiten a una globalización del terror juvenil en la que apenas distinguimos una obra de otra.

Los intérpretes adolescentes e infantiles cumplen con su papel.

En segundo lugar, la película adolece de una indefinición en cuanto a la elección del género lo que provoca que no se profundice ni como una obra de terror juvenil ni tampoco como película de aventuras, confundiendo el posible interés de un público adulto adicto al terror con aquel que busque un cine más familiar.

Tampoco ayuda que determinadas situaciones parezcan poco creíbles –el cine fantástico dentro de su irrealidad tiene que ser creíble– como la extraña presencia del personaje de Manolo Solo, el hecho de que la Guardia Civil no investigue o el ajuste temporal que condiciona la aparición del hombre del saco.

En la parte positiva destaca la presencia en el reparto de Macarena Gómez –una actriz que se está haciendo imprescindible en el cine de terror y que ya había trabajado con anterioridad en los cortometrajes de Ángel Gómez–  y el siempre solvente Manolo Solo, capaz de insuflar cierta ironía a un personaje que hace de bisagra entre el mundo infantil y el mundo adulto. Y Javier Botet ya tiene en su haber un monstruo más para añadir a su amplia recreación de personajes de terror.

Macarena Gómez ya trabajó como actriz en los cortos del director… y ahora también produce.

Como suele ser habitual en este tipo de filmes, los personajes infantiles y adolescentes, con interpretaciones desiguales en las que cabe destacar a Carla Tous en el papel de adolescente rebelde, aportan frescura para recrear ese microcosmos juvenil que lucha para resolver el misterio de las desapariciones.

El hombre del saco contiene algunas ideas interesantes, como son la recreación de una leyenda española como origen de uno de los terrores universales, la atribución de la responsabilidad al mundo adulto en la trasmisión de los miedos infantiles generación tras generación o la necesidad de verbalizar la situación –la comunicación entre niños y adultos– como un instrumento para solucionar el conflicto, ideas que se diluyen al no tener claro la elección del género que debe vehicular la historia por lo que al final nos queda un producto que desaprovecha profundizar en un contexto más local.

Escribe Luis Tormo | Fotos: Filmax

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