Leyenda suburbana
El uso del metro como elemento simbólico para recrear un espacio que se convierte en un submundo alejado de la normalidad de la ciudad, de la vida que acontece en la superficie, ha tenido suficiente representación en el cine con diferentes adaptaciones según el género como el thriller, el drama o el terror. El hecho de descender hacia un lugar carente de luz natural, con pasillos muchas veces laberínticos e incluso con zonas interiores escondidas permite recrear atmósferas que se ajustan al relato fantástico.
Estación Rocafort, dirigida por Luis Prieto –que también escribe el guion junto a Iván Ledesma y Ángel Agudo–, parte de una leyenda urbana asociada a la estación de metro de Rocafort de Barcelona; un ejemplo más de tantas historias fantásticas asociadas a otros metros, estaciones o edificios.
Una leyenda que se fundamenta en hechos reales pues en su construcción, en los años 20 del pasado siglo, hubo un accidente con muertos, se usó como refugio en la Guerra Civil y durante los años 70 la estación fue protagonista de una serie de suicidios que llegaron a tener eco en la prensa de la época. Todo ello dio como resultado una serie de acontecimientos reales que se mezclaron con la imaginación popular dando pie a una leyenda relacionada con presencias extrañas que asustaban a los empleados del metro.
La película descarta el relato documental, utilizando la excusa de la leyenda urbana para desarrollar una narración fantástica apoyada en los elementos sobrenaturales que toma vuelo en el terreno puro de la ficción. Estación Rocafort comienza con un prólogo situado en 1999 en el que una pareja de policías intenta liberar a una familia de un peligroso asesino, en la resolución del suceso se producirá un hecho que tendrá consecuencias para uno de los policías. A partir de ahí, nos situamos en el año 2024 para encontrarnos con Laura (Natalia Azahara), una chica que acaba de entrar a trabajar en el metro, en la estación de Rocafort. El relato de la leyenda urbana asociada a la estación que le cuentan los compañeros a Laura, unido a un suicidio que se produce durante su turno, sirve de detonante para que Laura comience a experimentar sucesos extraños.
La trama se inscribe claramente dentro del terror psicológico cuyo detonante es el suceso traumático que contempla Laura en la estación. En este bloque, Estación Rocafort es un catálogo de todo aquello que debe suceder en un filme de estas características: aparición de figuras fantasmales, sustos que se anuncian y sustos producidos por los efectos de sonido, escenas oníricas que se superponen a la realidad, presencia de animales (un perro, una paloma), todo ello unido a la incredulidad que produce en el resto de personajes lo que Laura relata en relación con las apariciones y los suicidios, salvo una compañera de trabajo (Valèria Sorolla) que sí entiende lo que le sucede a Laura y la apoyará en su investigación para desentrañar lo que está pasando.
Junto a esta línea narrativa, derivada de la escena inicial asistimos al deambular por la vida de Román (Javier Gutiérrez), un ex policía que fue expulsado del cuerpo tras una investigación por el suceso del prólogo, y que carga con el peso del pasado por lo que nos encontramos ante un hombre solitario, alcohólico, en un estado físico lamentable y que malvive en una sucia casa. Al igual que ocurría en la trama de terror, el guion recurre a los arquetipos para dibujar la figura del perdedor, un hombre cansado de todo que gracias a Laura vuelve a investigar intentando superar los años en lado oscuro. Aquí la película se inscribe en el género policiaco, con una serie de investigaciones que proporcionan el MacGuffin para justificar de la forma más racional los sucesos fantásticos acudiendo a una explicación histórica.
En este cruce de líneas argumentales se cuela también un somero apunte sobre las condiciones sociales como parte de la sociedad actual a través de la necesidad de dedicar parte del sueldo de Laura, con su condición de inmigrante mexicana, para ayudar a un familiar o la dificultad de la vivienda que obliga a la protagonista a compartir el piso con su antigua pareja.
Estación Rocafort emplea un uso milimétrico de los elementos que provocan la tensión y se apoya en exceso en una serie de giros de guion necesarios –pero a veces muy forzados– para hacer avanzar la historia. Frente a esta debilidad que tiene su origen en la escritura de la película hay que quedarse con la capacidad del director para recrear la atmósfera del terror utilizando las localizaciones del metro, que además hacen del filme un producto que partiendo de lo local (la estación, Barcelona) es extensible a lo universal (la acción podría estar situada en cualquier ciudad o país y en entendible en cualquier contexto).
Luis Prieto estudió cine en California y ha participado en producciones internacionales como Ho voglia di te (2007) –la adaptación de la novela de Federico Moccia que fue todo un éxito en Italia– o la película Secuestrado (Kidnap, 2017) con Halle Berry. Su trabajo abarca también la dirección de numerosas series nacionales e internacionales (White Lines, Snatch, Toda la sangre, Honor).
Con esta experiencia, sí se aprecia en Estación Rocafort la factura técnica necesaria para crear la tensión y el ritmo interno de cada escena con una acertada planificación (el plano general en la estación solitaria, el uso del color virado rojo y azul, la presencia constante del sonido y la banda sonora como generadoras de tensión, el juego dentro del plano con las actrices) que termina recreando el ambiente de terror psicológico aprovechando los escenarios del metro de Barcelona que adquieren un protagonismo como soporte para acrecentar la tensión, el ahogo y la claustrofobia que sufren los personajes.
La película también se beneficia del trabajo actoral que compagina la veteranía de Javier Gutiérrez –en un papel de antihéroe alcohólico que termina mostrando su buena cara– y el siempre eficiente Cesar Bugallo como secundario, con la espontaneidad de las actrices jóvenes Natalia Azahara y Valèria Sorolla, que enmiendan parte de las deficiencias que arrastra el guion.
Estación Rocafort termina siendo un recopilatorio de escenas características de terror asociado a las películas de presencias sobrenaturales, combinado con una intriga policial; en el que cabe destacar la realización técnica puesta al servicio de la creación de una atmósfera terrorífica que da como resultado un filme de género para disfrutar por todas aquellas personas que les entusiasme los códigos del terror y del thriller psicológico.
Escribe Luis Tormo | Fotos Filmax