Se agota el filón
Sin duda los setenta y ochenta fueron años musicalmente pródigos. Peter Quill, el personaje conocido en el universo como Star-lord, no puede saberlo, porque apenas cuenta con par de cintas de casete para hacerles justicia. Sin embargo, hasta el hontanar de la época que vio nacer el punk, el metal y la música disco es limitado en sus creaciones y el mismo James Gunn se ha visto obligado a poner en la secuencia inicial de su tercera entrega de Guardianes de la galaxia una canción, Creep, que los británicos Radiohead publicaron en 1992.
La metáfora parece adecuada, porque del mismo modo que el número tolerable de escuchas de las cintas de Quill, el manantial creativo de la otrora originalísima saga también parece haberse agotado. Gunn, que nos sorprendió tan gratamente con las dos primeras entregas y sobre todo, con esa magnífica gamberrada que fue Escuadrón suicida –hecha para DC, la gran rival de Marvel–, transita aquí por cauces ya muy trillados.
Todo va bien al principio: la canción de los chicos de Thom Yorke acompaña a Rocket en una secuencia que muestra el retiro de los guerreros en Knowhere, una abigarrada ciudad a medio camino del Marte de Desafío total o de Los Ángeles de Blade runner inserta en el cráneo de un antiguo dios.
Tras una serie de presentaciones y acontecimientos, parece que va a desvelarse uno de los secretos mejor guardados de la franquicia: el origen –y la especie– de Rocket, y el porqué de su carácter tan agrio y desafiante. La película cumple en ese aspecto con su propósito haciendo referencia a su nacimiento, infancia y juventud, y dando cuenta del trauma que desgobierna sus mecanismos psicológicos. Paralelamente se desarrolla otro curso de acción que también tiene que ver con su vida, pero que implica al resto de sus compañeros.
Nada que decir, en este sentido, de la estructura del libreto; el problema son los ingredientes: la parte que narra la historia de Rocket cuenta con un villano megalómano sobreactuado, una familia algodonosa que destila azúcar en un escenario deprimente, y una historia de furia y venganza que forjan el carácter del –ahora lo sabemos con certeza– mapache antropomorfo.
Lo lamentable es que todas sus vicisitudes se pueden anticipar desde el principio: soledad, acogimiento, tragedia, venganza… y ni siquiera puede decirse que estén bien sazonadas con alguna dosis chispeante: el azúcar sobresatura nuestras papilas gustativas y no parece dejar lugar para apreciar nada más.
Con respecto al otro afluente de la narración, cabe decir que los personajes habituales del escuadrón galáctico aparecen estereotipados en su propio rol, y cuando los guionistas quieren ir más allá –como es el caso de Drax– su evolución resulta, sin ser del todo incongruente con la idiosincrasia del personaje, un tanto forzada, abrupta.
El fondo sobre el que se dibujan todas las aventuras es el mismo de siempre: secuestro, rescate, encierro, situación desesperada, liberación fallida, vuelta de tuerca y liberación exitosa. Los métodos no nos pueden resultar ajenos: disparos y mamporros, persecuciones y explosiones. Una fórmula que se agota y que, como una cinta escuchada muchas veces, nos agota también a nosotros.
No podemos negar que Guardianes de la galaxia sigue teniendo capacidad para hacer chistes ocurrentes e incluso para reírse de sí misma. Creo que no hay mayor logro metacinematográfico que el de hacer una broma sobre la más clásica representación de Dios –la creación de Adán en la Capilla Sixtina– para introducir un clamoroso Deus ex machina. Pero fuera de sus muy estimables personajes y algunos felices hallazgos, la película se ha vuelto, como casi todo en Marvel, groseramente rutinaria.
Todo apunta –la misma película lo hace– a una renovación de su elenco protagónico en futuras entregas. Mucho me temo que no será suficiente: el problema es la escritura, o quizá más concretamente las ganas de escribir de su creativo principal. Efectivamente, la letra de la canción de Radiohead con que se inicia la película parece un aviso a navegantes:
Soy un desgraciado. Soy raro ¿Qué diablos estoy haciendo aquí? No pertenezco aquí,
No sé si Gunn está más en DC que en Marvel, pero lo que parece claro es que esta cinta ya le aburre: el recurso a los tópicos narrativos es algo que nunca hubiéramos esperado de él; su oficio y sus ocasionales destellos de originalidad no salvan una franquicia que nació hace casi diez años, inaugurando una década prodigiosa.
Quizá sea el momento de encarar una nueva.
Escribe Ángel Vallejo | Imágenes Marvel España