La sociedad es el verdadero monstruo

Esta película danesa, una coproducción entre Dinamarca, Suecia y Polonia de 2024, ha tenido un recorrido exitoso en su paso por las secciones oficiales de Cannes, Toronto, Karlovy Vary o Sevilla, antes de su estreno comercial. También ha representado a Dinamarca en la última edición de los premios Oscar. En el Festival de Cine de Sevilla ha obtenido cuatro premios de la Sección Oficial, entre los que destaca el de mejor dirección para el sueco Magnus von Horn.
El filme incorpora grandes interpretaciones de las actrices Vic Carmen Sonne y la veterana Trine Dyrholm; el trabajo de esta última resulta impresionante, por su encarnación de un trasunto de la asesina en serie Dagmar Overbye, el cual ha sido premiado por el jurado del festival sevillano como mejor actriz.
Michał Dymek también ha recibido el premio a la mejor fotografía plasmada en un espectacular blanco y negro, y caracterizada por una cuidada estética, que nos remite al terror gótico. Jagna Dobesz ha obtenido el premio a la mejor dirección artística de un filme ambientado en la Copenhague de 1918, en vísperas del armisticio de la Primera Guerra Mundial.
La deslumbrante fotografía de aires expresionistas y el formato 1,66:1 (utilizado por Stanley Kubrick en La naranja mecánica) aportan un contraste llamativo entre la belleza formal de los encuadres y un realismo cruel y perturbador.
La historia está protagonizada por Vic Carmen Sonne que interpreta a Karoline, una joven costurera en una fábrica textil de Copenhague que acaba de ser desalojada de su lúgubre buhardilla. Su esposo soldado, Peter (Besir Zeciri), parece estar desaparecido o haber muerto en combate. No queda claro para quién lucha Peter; aunque Dinamarca permaneció neutral durante la guerra, se sabe que algunos daneses lucharon a favor de Alemania.
Y a las empresas danesas se les permitió vender productos a ambos bandos, lo que aparentemente llevó al auge en la producción de uniformes militares, generando beneficios a las empresas del ramo, en una de las cuales trabaja Karoline.
En la primera parte de la historia, su protagonista queda embarazada de su jefe (Joachim Fjelstrup), cuya altiva madre (Benedikte Hansen) le prohíbe casarse por debajo de su estatus social y económico. Despedida de la fábrica, empobrecida y sola, Karoline no ve otra posibilidad que abortar. Su instrumento, una larga aguja de tejer, que inspira el título de la película.
En esa tesitura, Karoline se entera de que su marido herido ha regresado de la guerra, con una desfiguración facial horrible, que esconde con una prótesis facial en forma de máscara. Al conocer su situación, el marido la repudia.
Entonces, la historia da un giro de guion, abriendo una segunda parte con la presencia de Dagmar Overbye (Trine Dyrholm), una mujer mayor que dirige una tienda de dulces que enmascara un centro de adopción clandestina de bebés. Ella no permite abortar a Karoline, prometiendo encontrar un buen hogar para su hijo. Termina amparando a la desconsolada mujer como nodriza de los bebés de acogida y para cuidar a la niña de 7 años con la que Dagmar convive (Ava Knox Martin), que puede o no ser hija de esta.
Casi todos los hombres que aparecen en el desarrollo de la trama —el casero de Karoline, el dueño de la fábrica, el médico que le realiza un examen pélvico y el lascivo novio de Dagmar— son despreciables. Solo Peter, el desfigurado marido, muestra un rasgo de compasión cuando inicialmente se ofrece a criar al bebé de Karoline como suyo.
Lo que impacta aquí es la perversa respuesta de Dagmar al sufrimiento de Karoline y de otras jóvenes, proponiendo ayudarles con sus bebés no deseados. «El mundo es un lugar horrible», afirma en un momento dado. «Pero necesitamos creer que no lo es». Progresivamente vamos descubriendo que ella es parte de ese mundo horrible.
La historia de Karoline está inspirada en la de una mujer que, de acuerdo con la revista Time, fue quien ayudó a identificar y a detener a la verdadera Dagmar Overbye, quien fue acusada de asesinar a 26 bebés, incluyendo a uno de sus hijos y usando métodos como el ahogamiento y el estrangulamiento, durante más de 5 años, entre 1915 y 1921.

En 1921, después de ser detenida y acusada de varios casos de asesinato, Dagmar fue condenada a muerte, y su caso se convirtió en uno de los más siniestros en la historia de Dinamarca,
La película plantea, mediante una perturbadora historia, una cuestión clave para nuestra propia humanidad: si el ejercicio del mal es consustancial a nuestra especie. Parece arrojar a los espectadores la pregunta: ¿Cuál es el origen de la violencia extrema que ejercemos sobre individuos de nuestra propia especie? La respuesta que nos da resulta desoladora. Pero no parece una respuesta aleatoria.
El conocido paleontólogo José María Bermúdez de Castro, codirector de las excavaciones de la sierra de Atapuerca, en su libro Dioses y Mendigos: La gran odisea de la evolución humana (Editorial Crítica, 2021) trata de dar una respuesta científica a esta cuestión. Estudiando a nuestros ancestros, este investigador llega a la conclusión de que la violencia ha estado y está presente de manera muy cruel en la historia de la humanidad. El estudio de los restos de nuestros antepasados así lo demuestra. La tendencia a la violencia con nuestros semejantes está presente de alguna manera en nuestro patrimonio genético. Entrado ya el siglo XXI, seguimos viendo muestras de extrema violencia entre nuestros semejantes a la hora de resolver conflictos. Parece que estamos destinados a matarnos unos a otros.
Esta terrible realidad es la que nos hace ver esta extraordinaria película de manera impactante. Por ella transitan personajes malvados y depravados (es una historia basada en hechos reales) en una Europa recién salida de un enfrentamiento fratricida y un contexto dominado por la depresión y la pobreza. Tras su visionado, llegamos a la conclusión de que es la propia sociedad la que se revela como el verdadero monstruo.
Escribe Juan de Pablos Pons | Fotos Adso Films