Viaje al centro del genuino ser

Habla esta película de Mauricio Aznar Müller, nacido en Zaragoza en 1964. Mauricio fue poeta y músico liderando bandas como Golden Zippers, Más Birras y Almagato, joven sensible y peligrosamente tentado por las adicciones. Tuvo sus momentos de gloria y destacaron diversas canciones que pasaron a formar parte del acervo cultural del rock hecho en Aragón. Falleció en 2000 en Zaragoza por una sobredosis de droga, una semana después del fallecimiento por suicidio de su hermano mayor, Pedro.
Mauricio comenzó su carrera en con la fundación del grupo Golden Zippers, años 80, con un estilo rocker y música rockabilly. En 1983 crea Más Birras, grupo con el que alcanzó notoriedad y prestigio al ser lanzado en Radio 3 por el tema Apuesta por el rock and roll, que se incluyó en un maxi single titulado Al este del Moncayo y popularizado luego por Héroes del Silencio, que lo convirtió en un clásico del rock zaragozano. Más Birra editaría luego los elepés Otra ronda (1988), La última traición (1990) y Tierra quemada (1992).
Pero hete aquí que Mauricio Aznar empezó a interesarse primero por el tango de Argentina y sobre todo por otras maneras de su folclore, lo cual, unido al fracaso de su último disco le llevó a disolver su grupo en 1993.
En sus últimos años, con el grupo Almagato, junto con Jaime González, hizo una labor de difusión del folclore de Santiago del Estero (la denominada Madre de Ciudades, porque de ella partieron las expediciones que fundaron las ciudades de Córdoba, Tucumán, la Rioja, Salta y otras regiones del noroeste del país). Cultivó géneros como chacareras, zambas o vidalas y tomó contacto con la familia Carabajal, y más concretamente, con Carlos Carabajal, llegó a dar algunos conciertos formando un curioso dúo.
Poco antes de morir entregó a Javier Barreiro un libro con poemas, y dejó también veinte canciones inéditas compuestas junto a su íntimo amigo y colaborador Gabriel Sopeña.
En homenaje a su persona Zaragoza puso nombre a una calle y a su barrio, Casablanca, y en 2004 le dedicó un busto.
Entre 2020 y 2023, Javier Macipe dirige la película La estrella azul que se presentó en la 71ª edición del Festival de Cine de San Sebastián en septiembre de 2023, alzándose con el premio del Jurado Joven y el premio de la Cooperación Española. En 2024 se presentó el libro Mauricio Aznar y Almagato, historia de Jaime González y prólogo de Javier Macipe, que recoge anécdotas, revelaciones y fotografías inéditas.
Algunas reflexiones personales
Esta historia me ha conmovido especialmente, no sólo por la calidad y sensibilidad de la obra de Macipe, sino porque, aunque no pertenezca yo al mundo de la música, sí puedo decir que al igual que en esta historia, me sentí muy atraído desde joven por la cultura y el folclore argentino.
Las razones son diversas y algunas misteriosas. Es cierto que mi madre hablaba del país austral, que una buena amiga de la familia había ido allí a hacer fortuna y, sobre todo, porque una hermana mayor, trajo en su momento a casa tras un viaje por tierras bolivianas, diferentes discos de Atahualpa Yupanqui, Jorge Cafrune, Eduardo Falú, José Larralde, Horacio Guarany, Peteco Carabajal y tantos otros, amén de grupos como Los Chalchaleros de Salta o Los Nocheros.
Recuerdo especialmente un disco, que fue el único que tuvo tiempo de grabar su intérprete, de un cantor santiagueño emigrado a Bolivia llamado Benjo Cruz, que fue muerto en el tiempo de las guerrillas lideradas por Che Guevara en ese país.
Todo un universo de música, letras y folclore del país andino.
Desde entonces mi afición por el folclore argentino fue creciendo y con los años, ya por motivos profesionales, me cupo la satisfacción de haber sido invitado como ponente a diferentes universidades como Córdoba, Catamarca, Jujuy, Tucumán (en la zona norte) y Entre Ríos, Mar del Plata, La Plata y Buenos Aires, entre otras partes, lo cual, amén de divulgar mis trabajos académicos, me dio la oportunidad única de asistir a conciertos, veladas y recitales diversos de aquel, querido para mí, folclore argentino.
Recuerdo con grata satisfacción haber asistido a un recital del gran guitarrista, compositor y cantor Falú, en un teatro de Córdoba, poco antes de su muerte, cuando ya había rebasado los 90 años. Y recuerdo igualmente, por mencionar dos anécdotas, mi estadía en Santiago del Estero, invitado por una querida colega y donde pude disfrutar de sus canciones y bailes oriundos; ahora hablaré de esto, con relación a la película.

La película de Macipe
Corren los años noventa cuando Mauricio, rockero aragonés en horas bajas viaja por Latinoamérica para dejar atrás su dependencia de las drogas y un desengaño sentimental. Sigue buscando una estela musical desde la que poder alzar de nuevo el vuelo. Conoce a Don Carlos, un popular y admirado músico de Santiago del Estero que lo acoge en su pueblo, en su casa, con la generosidad propia de los santiagueños. Ambos acaban por formar un singular dúo.
Esto es, en síntesis, la historia que cuenta esta ópera prima del zaragozano Javier Macipe, que incluye en su reparto a Pepe Lorente acompañado por Cuti Carabajal, Bruna Cusí, Marc Rodríguez, Mariela Carabajal, Catalina Sopelana o Noelia Verenice.
En esta época de profundas crisis personales, el viaje emprendido por Mauricio y su aterrizaje en tierras santiagueñas le abre las puertas a otra manera de ver la música y la vida; una manera llana, popular, de amigos e incluso hermanos que le abren el corazón, las puertas de sus hogares y le enseñan los misterios del genuino folclore de lugar. Esta cinta no es un biopic, sino una ficción que quiere distinguir y rendir homenaje a una figura olvidada de la música española.
Así que, en puridad, podemos decir que no estamos ante película biográfica, pues no cuenta la historia del grupo Más Birras que lideró Mauricio. No cuenta de sus giras y actuaciones diversas. No habla de esa realidad de viajes, actuaciones, desavenencias y pugnas entre sus miembros.
Empieza cuando Mauricio tiene una crisis vital, existencial en sentido amplio. Una especie de explosión con su grupo, su novia, el público y la propia industria discográfica. Este es el punto en el cual toma la decisión de romper con todo y partir hacia lo más profundo de Argentina, siguiendo inicialmente el rastro de Yupanqui.
La cinta está más cerca de una road movie que sigue al protagonista a lo largo de su itinerario, de sus encuentros con gente muy diversa y cercana a la vez. De cómo Mauricio se va encontrando a sí mismo poco a poco, a miles de kilómetros de su Aragón natal y de su ambiente fatal.
Cuenta muy bien el aprendizaje musical, el aprendizaje del ritmo, pues antes de tocar a la guitarra una chacarera hay que entender el ritmo tocando la percusión, interiorizándose de un compás, de una cadencia y de unas melodías que no se aprenden de memoria, sino que hay que vivirlas e incorporarlas.
La trama relata muy bien y de manera entrañable a un Mauricio que va introyectando, metiendo dentro afectivamente, lo que es propio de la cultura de Santiago del Estero. La narración destila una perspicaz ironía, jugando con los propios elementos documentales e incluso recreando las pruebas de casting y el viaje que hubo que hacer para filmar de nuevo a los que intervinieron en el filme.
Tiene una puesta en escena propia de un director ya hecho, no presume de cine de autor, y sabe dirigir a actores (Pepe Lorente y el que hace de su hermano, Marc Rodríguez). Estamos ante un cine lleno de naturalidad y dramatismo, que a la vez impregna historia de una socarronería que inspira cariño por los protagonistas.

Road movie
Esta obra está lejos de ese biopic sobre la típica estrella rock con trágico final, aunque la realidad fuera dramática. Pero no es biográfico, porque lo sustancial de la cinta no es conocer a Más Birras y su cantante. La película se alza sobre Mauricio para crear una historia diferente ya en Argentina, con nativos, mujeres, niños y adultos que han sembrado en el protagonista la semilla de cierta esperanza que en España había perdido.
El filme es sencillo, no es pretencioso ni recurre a truco alguno. Más bien utiliza recursos próximos al documental: personas que beben vino, que ríen, mucho sonido, imágenes del paisaje, bailes folclóricos, el bonito taconeo de los varones y los hermosos y pausados giros de las mujeres. Lugares y personajes que formaron parte de la vida de Mauricio durante un tiempo feliz para él.
Magnífico y muy creíble trabajo interpretativo de Pepe Lorente, que acierta a trasladar al espectador la etapa vital del cantante con sus tristezas que le persiguieron e incluso le atormentaron, pero también de sus días felices, de muchas cosas y experiencias que le llevaron a la conclusión de que valía la pena vivir, y vivir intensamente.
Todo ello transcurre en un entorno receptivo y cariñoso que envuelve con su música; pero también con el vino de la zona, la amistad de Carlos Carabajal, maestro para Mauricio, las hermosas, naturales, sonrientes y candorosas chicas que le rodean, y los nenes que antes de hablar ya conocen el ritmo de su tradición musical.
Entre el documental y la ficción
Con este estilo entre el documental y la ficción, queda reflejado con naturalidad y sentimiento, el espíritu y el alma santiagueña que, doy fe porque he vivido allí, es tal cual lo cuenta la película. Momentos concretos de felicidad, la idiosincrasia de unas gentes receptivas, su forma de ser y de vivir. Mauricio empapándose de todo eso, que es mucho.
La película está llena imágenes que retratan vívidamente el viaje del protagonista, cómo se enamoró perdidamente de los lugares que conoció, de una cultura diferente a la europea, de una forma distinta de entender el mundo, de la sencillez, y de lo que significó para impulsar su ser genuino en ese descubrimiento. Desde luego, cuanto vemos refleja la sentida verdad de un descubrimiento, y eso emociona.
Pero hay más, porque no es sólo el cuento de Mauricio, es también la narración de una historia que es general, universal: el esfuerzo y el impulso que guía el encuentro con los sueños y con las ilusiones.
En lo personal, este largometraje habla del sentido de la identidad, de las heridas y menoscabos que dejan profunda huella y que nos acompañan siempre: angustia, desaliento, soledad, y la importancia y la necesidad de la memoria y de la amistad.
También, de cómo todo ello tiene un remedio: el indestructible vínculo con la música como refugio y compañero de viaje.
Junto con los buenos amigos que conducen por el camino de la biofilia, del amor a la vida. Las músicas que se suceden y transmiten la hermosura y a la vez un dolor que está en la recámara del protagonista, entre bambalinas, de lo cual habla también la trama.

Chacarera y nostalgia
La película acaba en Santiago, con el actor protagonista mirando quién sabe dónde, cuyo personaje ya ha fallecido, pero que reaparece con la mirada perdida, como haciendo un repaso a cuanto ha sucedido. Mirada misteriosa.
La nostalgia como esfera que es siempre aledaña a las propias raíces, muy propia de este bello lugar. Carabajal llega a decir que el santiagueño ya siente la añoranza de su tierra antes de partir. Lo cual yo he oído decir muchas veces en esa bonita y calurosa geografía.
Calor que es más cuando nos referimos al ritmo por antonomasia de allá: la chacarera. De la cual se dice que algo ha de tener, pues «hace alegrar? / A los viejos zapatear, los mudos la tralalean. (…) Es tristeza, es alegría / Es una danza, es canción / Es alma de una región que evoca la raza mía / Ella es rara melodía nacida del corazón».
Quiero añadir algo de lo que sin duda Mauricio sintió cuando tuvo que dejar esos paisajes y a sus gentes que tanto le dieron y que él agradece con total franqueza al final del filme. Se trata de una conocida chacarera que dice así:
Cuando salí de Santiago, todo el camino lloré
Lloré sin saber por qué, pero yo les aseguro
Que mi corazón es duro, pero aquel día aflojé (…)
Los años ni las distancias jamás pudieron lograr
De mi memoria apartar y hacer que te eche al olvido
Ay, mi Santiago querido, añoro tu quebrachal!
Mañana, cuando yo muera, si alguien se acuerda de mí,
Llévenme donde nací si quieren darme la gloria
Y toquen a mi memoria la doble que canto aquí. (…)
La otra noche, a mis almohadas mojadas las encontré.
Más, ignoro si soñé o es que despierto lloraba:
O en lontananza miraba el rancho aquel que dejé.
Tal vez, en el campo santo no haya un lugar para mí.
Paisanos, voy a pedir antes que llegue el momento,
Tírenme en campo abierto, pero allá donde nací.

Encuentro con el «verdadero self» (sí mismo)
Película pequeña a la vez que grande, conmovedora, honesta, un viaje en la vida de un personaje que esquivó a propósito la fama para ser más auténtico. En un mundo que rinde culto a la fama, esta obra invoca la luz propia de los caminos secundarios, alejados de la idea dominante del éxito que hoy impera.
Está el mensaje y la sugerencia de lo que tendríamos que hacer para encontrar en nosotros lo que verdaderamente somos, encontrar nuestro verdadero sí mismo o self verdadero frente al falso self; encontrar lo natural, y poder mirar y rechazar o compensar de algún modo, esa parte impostada de artificios y artilugios inútiles que llevan a la infelicidad.
Ese verdadero self que encarna la experiencia de sentirse vivo, el núcleo de la autenticidad que evoluciona hacia la gestación de un mundo personal original, relacionado con el sentido de integridad y de continuidad. Cuidado con el falso self que aparece bajo la apariencia de la vanidad, de la fama vana y del triunfo social, pues es semillero de irrealidad, de infelicidad, de vanidad, de no existir verdaderamente.
Mauricio, con su decisión de peregrinar a la tierra del afecto natural, encontró, al menos por algún tiempo, el vivero de la felicidad y de lo genuino.
Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Wanda visión