El insistente olvido de un luchador por la memoria de su país
La documentalista chilena Maite Alberdi nos regala un estudio dolorosamente tierno, de no ficción, un fragmento de la vida de un matrimonio. Ambos temen el día en que deje de reconocerla, y trabajan diariamente los recuerdos y otras formas de ejercitar la memoria. La película es una experiencia profundamente personal.
Alberdi inserta su cámara en la cotidianeidad, en la del enfermo y su mujer, la directora nos mostrará ese hogar para narrar los cambios que tienen lugar a través de los años, fruto de la demencia alzhéimer.
Documento de una extrema sensibilidad, perteneciente al subgénero del drama de las enfermedades neurodegenerativas, que nos acerca y acompaña en el difícil camino de la pérdida de la identidad de un hombre.
Haciendo un poco de historia
Augusto José Góngora Labbé (1952-2023) fue un periodista, documentalista y presentador de TV chileno. Durante su carrera estuvo a cargo del área cultural de la televisión nacional de su país, durante las décadas de 1990 y 2000, habiendo pertenecido a su directorio entre 2016 y 2017.
Tras un primer matrimonio, Augusto inicia una nueva relación en 1997 con la actriz Paulina Urrutia, con quien se casó en 2016.
Esta relación fue registrada por la documentalista Maite Alberdi en esta película, estrenada en enero de 2023 en el Festival de Cine de Sundance.
En 2014, con apenas sesenta y dos años, Góngora fue diagnosticado de una demencia tipo Alzheimer y fue en 2020 cuando su esposa Paulina dio a conocer un importante deterioro de sus funciones, hasta su muerte en 2023 con setenta y un años.
Documental excepcional de Alberdi, aborda el tema de la demencia y lo hace de una manera conmovedora y realista. Acompaña una magnífica música de José Miguel Tobar y Miguel Miranda, con suaves canciones de amor que marcan la BSO, como Burbujas de amor, de J. L. Guerra; A dónde van, de S. Rodríguez; Reptil sideral, Iguana Bollywood, Un recuerdo: Obertura, de la Iguana de Alessandra, de A. Miranda Raposo; The wonder of you, de B. Night; Piano Sonata Nº 8, Op. 13 Pathètique, de Beethoven, y otras. Buena fotografía de Pablo Valdés.
Hay en la película gran cantidad de material de archivo y vídeos domésticos familiares, todo lo cual ayuda a la historia y al pasado de los protagonistas.
La película se ve con agrado y desagrado, con pena y alegría, con ánimo y desánimo, toda una suerte de emociones encontradas que nos van viniendo mientras en la pantalla transcurre la biografía de una pareja y la Historia de un país.
Un relato de amor
Augusto y Paulina han vivido juntos y enamorados desde hace más de un cuarto de siglo. Cuando la memoria de Augusto empieza a debilitarse, aprenderán a reinventar su forma de relacionarse y la forma de mantener ese amor que va parejo a los recuerdos que pugnan por volar.
La historia del periodista Góngora y la actriz Paulina Urrutia (conocida como «la Pauli») sigue su curso en el celuloide. En la pantalla vemos cómo ambos repasan su relación mientras enfrentan los desafíos de la enfermedad.
Hay momentos de ternura, caricias, risas íntimas y también fases de desconcierto y agresividad. No evita la película mostrar la crudeza de la enfermedad, lo cual que obliga al espectador a mirarla directamente, de frente.
La mezcla de sentimientos y emociones es manifiesta en todo el metraje. Pero a pesar del dolor, la cinta es poliédrica, con muchos elementos y puntos que flotan en su decurso, lo cual impide que se pueda definir de forma unívoca.
Alberdi consigue transmitir amor, positividad, también pena y pesar, pero sobre todo frescura y gracia en un documental que desgarra y emociona, sirviendo de lección de vida e inspiración para todo el que vea la obra.
La determinación de Paulina
El motor de esta batalla es la mujer de Góngora durante un cuarto de siglo, la actriz convertida en ministra de Artes y Cultura Paulina Urrutia, con quien contrajo matrimonio en 2016, dos años después de su diagnóstico.
Hay determinación, devoción y un optimismo casi inagotable en Paulina, mientras guía amorosamente a su esposo a través de la creciente niebla de su pasado. Presenciamos sus vidas en común, el empuje de ella, sus ganas de retenerlo despierto y lúcido. Esto le confiere a la película una perspectiva esperanzadora, incluso cuando queda claro que la esperanza sólo los llevará hasta cierto punto, contra el muro de una enfermedad implacable.
Ese núcleo de sentimiento profundo y hermoso ricamente resonante asegura que el documental no se adentre en el melodrama en ningún momento, ni devenga tragedia fatal. Hay mejoras sentimentales, destellos suaves de una lucidez que asoma y se vuelve a esconder, hay un no querer rendirse.
Pero también, Alberdi presenta la terrible experiencia diaria que enfrenta a Urrutia cuando despierta a Augusto por la mañana y le explica pacientemente y con dulzura los detalles elementales que ha perdido desde la noche anterior: su nombre, el de ella, su relación, el hogar que construyeron juntos…
Ella lo convence para que rellene el mismo lienzo en blanco una y otra vez. Algunos días recuerda más que otros. Y algunos días cae en la desesperación, llorando por cuán inaccesibles se le hacen los libros, tan preciados para él. Libros que ahora quedan quietos y sin sentido en los estantes.
Vemos a Pauli leyéndole a Augusto, caminando con él por el parque, haciendo fisioterapia, observando protectoramente cómo él hace un tambaleante intento de andar en bicicleta, incluyéndolo en sus ensayos para una obra de teatro.
Debido a que ambos sujetos han sido figuras públicas en Chile durante décadas, hay una gran cantidad de imágenes que documentan sus vidas y trabajos.
Ver a Augusto como guapo reportero de televisión, atractivo y confiado, con su glorioso bigote de juventud, resalta la brecha con el hombre prematuramente envejecido que frecuentemente se siente abrumado y alicaído por una confusión abyecta.
El olvido de un hombre que luchó contra el olvido
Visionamos los vídeos de archivo de los informes de Góngora en las noticias, sobre todo los de una red clandestina cuando la dictadura de Pinochet tomó el control de la televisión pública, tras el golpe de mano del 11 de septiembre de 1973.
Pues la paradoja, el absurdo vital y sustancial de esta cinta es ver que el hombre que luchó para preservar la conciencia de su país en aquellos momentos no puede ahora salvar su propia memoria.
Las imágenes de él al frente de protestas amplifican este extremo. Lo mismo que los recuerdos de su asociación con el iconoclasta cineasta chileno y teórico del cine Raúl Ruiz, vistos en una entrevista con Góngora, en la que hablan de la fascinación de Ruiz por resucitar los muertos.
El contrasentido de ver a Augusto, un gran valedor y luchador para mantener vivos los dolorosos recuerdos de la dictadura. Curiosa y significativamente, una de las publicaciones más conocidas en la que colaboró con otros periodistas y escritores es Chile: La memoria prohibida. Crónica de los años sin olvido (1989), que relata hechos ocurridos entre 1973 y 1975, desde el «Tanquetazo» del 29 de junio, el golpe de Estado y la posterior formación de la DINA, la «Caravana de la muerte» y los primeros casos de detenidos desaparecidos. Y esta cinta es una batalla día a día, librada para conservar su propia memoria en retirada. El resultado es, por momentos, desgarrador.
Augusto Góngora, además de su papel como periodista en el libro, se convirtió en uno de los lideres del equipo investigación que lo componían: Eugenio Ahumada, Javier Luis Egaña, Carmen Quesney, Gustavo Saball y Gustavo Villalobos, además de Rodrigo Atria, quien da vida al texto del libro. Todos guardianes de la memoria colectiva de Chile.
Estos amplios recuerdos de la vida profesional de Augusto y su apasionado compromiso con la resistencia y el recuerdo son delicadamente tejidos por la directora de montaje Carolina Siraqyan, en el telar de sus años con Pauli, para crear un retrato poderosamente emocional, cálido, romántico y rico en matices.
Hay imágenes de la presentación del libro; también imágenes de un ejemplar dedicado a Paulina, quien le lee a su marido la dedicatoria («los que tienen memoria tienen coraje (…) sin memoria no sabemos quiénes somos, divagamos sin saber a dónde ir, sin memoria no hay identidad»), aunque ya Augusto apenas entiende…
Tensión y padecer
La tensión se muestra a menudo en ambos rostros. El dolor del olvido es muy profundo. Pero la fuerza del vínculo, de su relación y los destellos del hombre vibrante e inteligente todavía allí, bajo la bruma, hacen que esta película sea tan inesperadamente conmovedora como triste.
Es una obra cruda y emotiva pues, aunque esté cuidadosamente preparada, hay momentos en los que un brote de la enfermedad obliga a encender la cámara. Estos momentos están llenos de pura aspereza y desabrimiento.
Elogios y reconocimientos
La película ha sido elogiada por su enfoque y su habilidad para transmitir amor y positividad en medio del drama de la enfermedad. Para el Rotten Tomatoes, que recoge y sintetiza reseñas de críticos y audiencia para ofrecer una puntuación en el conocido como «“Tomatómetro», el filme es calificado con un 92%, lo que refleja su impacto en la audiencia. Fue galardonada con el Premio Goya a Mejor Película Iberoamericana y nominada a Mejor Documental en los Oscar 2024.
Documental que aborda el miedo al olvido desde una perspectiva emotiva y realista. Su enfoque en la relación entre Augusto y Paulina, lo convierte en un documento pleno de sensibilidad, perseverancia, valentía y corazón.
Un testimonio poderoso sobre la fragilidad de la memoria y la fuerza del amor en tiempos difíciles: el verdadero «amor en los tiempos del cólera» del que hablara García Márquez.
Maite Alberdi nos invita a reflexionar sobre la importancia de recordar y valorar cada momento. Este documental es una experiencia inolvidable que trasciende las barreras del género.
Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos BTeam pictures