La zona de interés (4)

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La insoportable indiferencia frente al mal

La zona de interés es en origen una novela de Martin Amis publicada el año 2015. Una obra elogiada por la crítica en Gran Bretaña y EE. UU., a pesar del conflictivo tema que aborda: el Holocausto. Y, además, al afrontarlo desde la perspectiva de la sátira y la comedia negra, algo casi insoportable cuando hablamos de una de las atrocidades más abominables de la humanidad.

Ahora llega a los cines españoles la adaptación libre de la novela citada, del director inglés Jonathan Glazer, como una de las mejores películas del año 2023, ganadora del Premio Especial del Jurado y el Fipresci en el pasado Festival de Cannes.

La película ha sido nominada para los premios Oscar en los siguientes apartados: película, dirección (Jonathan Glazer), guion adaptado (Jonathan Glazer), sonido y película internacional.

Jonathan Glazer tiene una corta filmografía, solo cuatro largometrajes hasta ahora. Inicialmente, se popularizó su trabajo en el campo de los videoclips (Radiohead). Recuerdo haber visto no hace mucho en televisión Sexy Beast (Bestia salvaje, 2000), un noir rodado en España con Ray Winstone y Ben Kingsley como protagonistas.

La zona de interés (2024) se caracteriza por el tratamiento sobre el Holocausto que propone Jonathan Glazer, en la estela de la novela de Martin Amis. Consiste en seguir el día a día de la familia de Rudolf Höss (Christian Friedel), teniente coronel de las Schutzstaffel (SS), que fue el responsable que más tiempo estuvo al frente del campo de concentración de Auschwitz.

Rudolf Höss existió en la vida real. Declaró en los juicios de Núremberg, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, fue declarado culpable del asesinato de tres millones de judíos y fue ejecutado.

La zona de interés nos muestra la casa de campo, reconstruida para la película de manera fiel a la original, situada en el escenario real, junto al campo de concentración de Auschwitz (Polonia). En ella la familia del responsable nazi desarrolla su vida cotidiana. La mansión y el campo de exterminio están apenas separados por un muro que tapa en gran medida su vista, pero que no evita el sonido terrible de los hornos crematorios en permanente funcionamiento, tampoco el humo de sus chimeneas, o el sonido de los gritos de las víctimas y los disparos. Y tampoco su olor, por lo que las ventanas están siempre cerradas.

El diseñador de sonido Johnnie Burn construyó una biblioteca de sonidos de maquinaria de fábricas, crematorios, hornos, botas, disparos con precisión de época y sonidos humanos de dolor, que constituyen el permanente paisaje sonoro de la película.

Sandra Hüller, la actriz alemana que interpreta el papel de Hedwig Hüller, la esposa del comandante del campo de concentración, ha declarado (Vanity Fair) que inicialmente rechazó el papel: «Tuve una reacción física: me sentí mal, como si tuviera ganas de vomitar, porque me daba mucho miedo este tema».

La familia Höss desarrolla su actividad cotidiana totalmente al margen del horror que se vive al otro lado del muro del que llega un rumor sonoro insoportable, pero que ignoran. El matrimonio y sus cinco hijos, atendidos por sirvientes provenientes del campo de concentración, disfrutan de la mansión, de los jardines y el entorno idílico del río cercano.

Lo realmente insoportable es la indiferencia de la familia frente a la tragedia que se produce justo a su lado. El teniente coronel Höss está centrado en su trabajo, buscando mejorar la eficiencia del campo de exterminio (eliminar más cantidad de judíos en menos tiempo y con menores costes). Los hijos juegan con los dientes de las calaveras.

Lo realmente insoportable es la indiferencia de la familia frente a la tragedia que se produce justo a su lado.

La esposa, lleva hasta el extremo su frialdad y ausencia de empatía, en el trato con su familia y sus sirvientes. Ajena a las tragedias que la rodean. De hecho, el anuncio de que su marido va a ser trasladado a otro destino, al ser ascendido, porque su trabajo es reconocido por sus superiores, supone para ella un motivo de gran infelicidad que exterioriza visiblemente (excelente Sandra Hüller en su interpretación).

Ese distanciamiento realista frente a la tragedia lo materializa Jonathan Glazer mediante un tratamiento visual basado en planos fijos y generales, al modo del formato televisivo de Gran Hermano. No hay apenas primeros planos. El director instaló videocámaras por el set de la casa en la que se rodó la película.

El director ha optado por un tratamiento visual naturalista. Se ha trabajado sin luz artificial, utilizando imagen digital en 6K, con una sensibilidad de 3200 ISO, procurando que en las tomas todo estuviese en foco. Sin embargo, el realismo se rompe con algunas escenas casi oníricas, rodadas con cámara térmica, de noche y sin luz. De esa manera, Glazer y su director de fotografía, el polaco Łukasz Żal, consiguen, por contraste, un efecto muy dramático.

La utilización del fuera de campo para subrayar ese distanciamiento de los protagonistas con el horror es un aspecto fundamental de la película. Nos transmite la idea de que ser un monstruo puede ser sencillo. Para ello, solo hace falta un contexto adecuado y la complicidad del que consiente. Y se puede ser responsable del horror por obra o por omisión.

Glazer no fuerza tanto el tono de sátira como Martin Amis en su novela, pero busca incomodar al espectador actual.

Cabe señalar que algunas decisiones formales del director, como la de mantener la pantalla en negro durante varios minutos al principio y al final de la película acompañada únicamente de un collage sonoro, suponen una boutade con la finalidad de epatar al espectador, tan llamativa como prescindible.

La zona de interés es una película en la que el discurso moral se lleva a una radicalidad extrema. Glazer no fuerza tanto el tono de sátira como Martin Amis en su novela, pero busca incomodar al espectador actual. Es imposible no encontrar la identificación de la barbarie que se nos muestra en este filme con el genocidio que se está llevado a cabo en Gaza.

En definitiva, se nos visibiliza la terrible realidad del Holocausto, presentada desde el punto de vista de los torturadores. Su conciencia (o la falta de ella) es el argumento. En unos planos finales, se nos ofrecen imágenes actuales del Museo del Campo de Concentración de Auschwitz, donde unos empleados limpian las estancias en las que los visitantes pueden ver lo que ocurrió con las víctimas. Es fundamental no olvidar.

El escritor de origen sefardí, Primo Levi, superviviente del Holocausto, acuñó la expresión «la zona gris» para referirse a la penumbra moral de los campos de concentración del Tercer Reich. Como título, La zona de interés añade un matiz a la fórmula de Levi, según el cual los actos morales se deslizan hacia la ambivalencia cuando en nuestra vida aparecen circunstancias marcadas por el azar, la violencia o el afán de sobrevivir. Descubrir en situaciones extremas quienes somos realmente constituye para Martin Amis «la zona de interés».

Escribe Juan de Pablos Pons | Fotos Elástica Films