Misterio en Venecia (1)

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Desenmascarar el mal

Parece que, por fin, Kenneth Branagh ha rodado Misterio en Venecia. O lo que viene a ser lo mismo, el capítulo final de la trilogía sobre el detective Hércules Poirot a quien, como sabemos, él mismo se permite el lujo de interpretar. Apuntemos que, para la abertura de esta trilogía, Branagh rodó una discreta, aunque fastuosa, enésima versión de Asesinato en el Orient Express y para el segundo jalón se basó también en la célebre Muerte en el Nilo y le salió la que probablemente tenga más energía expositiva de las tres.

Para este supuesto final de saga se sirve de un nuevo relato de Agatha Christie, como no podía ser de otra manera, pero esta vez basándose en un texto del que prácticamente nadie ha oído hablar, de título original Hallowe’en party, aunque en español se le conoce como Las manzanas. No deja de resultar acertado y una buena idea para el futuro, si es que lo hubiera, de que el cine explorara nuevas adaptaciones de la autora que aún no hayan resultado explotadas hasta la saciedad.

Si algo demostró Branagh en las dos entregas previas, especialmente en la segunda, es el hecho de que sabe crear un clímax sombrío y apropiado al relato y que lo sabe explotar. También ha demostrado con estas adaptaciones de la reina del misterio que su narrativa carece de la emoción necesaria para que el relato cale en el respetable. Pero vayamos por partes.

La acción arranca cuando Hércules Poirot, que ya vive retirado y sin aparentemente esperar resolver otro crimen en su vida en la Venecia posterior a la Segunda Guerra Mundial, recibe la invitación por parte de una amiga de asistir a una sesión de espiritismo que ésta le asegura que le dejada atónito por los poderes que desprende la médium. Aunque inicialmente Poirot no se muestre muy convencido de su asistencia a este acto, terminará por estar presente en la sesión, que se desarrolla dentro de un palacio de la ciudad italiana con más personajes invitados. Por supuesto, la sesión terminará en asesinato de uno de estos y Poirot tendrá que desvelar quién está detrás de esta muerte.

Desde luego, Branagh le saca todo el potencial tanto a la ciudad, a la que sólo vemos durante el inicio y el fin del filme, como a los ambientes que fotografía, así como a las circunstancias. De este modo, Misterio en Venecia se convierte en un desfile para los sentidos, plagado de máscaras venecianas, pasillos sobrecogedores, rincones sombríos, palazzos amenazantes, habitaciones de duermevela… Y es que aquí Branagh cambia de registro y apuesta por una fórmula más cercana al cuento gótico, al terror claustrofóbico con una atmosfera espeluznante, que hace que descubramos un talento de Branagh que desconocíamos por completo.

Apuesta por crear un a priori estimulante enredo de traumas, espíritus, condenaciones y muertes y, mediante la excelente fotografía de Haris Zambarloukos, desplegar un universo propio basado no sólo en Agatha Christie sino también en Edgar Allan Poe, aunque para ello deba deformar los planos, decantar los ángulos y jugar con las perspectivas y los travellings. Todo ellos recursos que aportan una estética insólita a una obra que parece beber de clásicos de serie B para erigir una identidad climática propia.

Para seguir con las listezas de la obra, ya sabemos que Branagh interpreta a Poirot, pero aquí Branagh es más Poirot que nunca. Quizás porque cada vez siente más a su personaje dentro de sí mismo o quizás porque la edad le siente mejor a su personaje que a sí mismo, Branagh es Poirot. Y por supuesto, como ya hiciera, el reparto es estelar y está a la altura de las circunstancias, aunque sea un preparto muy de él. En Belfast ya contó con la presencia de Jamie Dornan y Jude Hill. Aquí ambos repiten como padre e hijo y seguramente sea de los aciertos totales de la obra.

Ciertamente, por otro lado, el guion y su plasmación en la narrativa cinematográfica resultan desaprovechados. Es desconcertante que, con un arranque notable que se toma su tiempo en crear ese clima emponzoñado que logra envolver como si de un humo negro se tratara, cuando tiene que continuar con el desarrollo de la trama cae en una narración turbia, acelerada, confusa y decididamente extraña que hace que todo ese ambiente pergeñado de veneno se vuelva insulso y hasta peque de aburrido. Algo que no se le puede perdonar a una cinta de misterio.

También podríamos decir que, una vez se desvela toda la historia que encierra el misterio, este quizás sea el más endeble entuerto de los tres que hemos visto de la mano de Branagh. O, dicho de otra manera, tanto el primer episodio en el Orient Express como el segundo en el Nilo, no son celebérrimos porque sí, sino porque cuentan con tramas sorprendentes que han cautivado a generaciones de lectores y espectadores desde su misma creación.

Y por mucho que nos encante Venecia y toda esa explotación visual de la imaginería que posee la ciudad de los canales, la propia historia de base se queda en un misterio de empaque mucho menor. 

Escribe Ferran Ramírez | Fotos 20th Century Studios

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