La vida sin aditamentos
El cine de Hong Sangsoo es como un mecano. Combinando un número limitado de piezas va consiguiendo formas nuevas, las cuales poseen, como no podría ser de otra forma, un aire de familia entre sí, pero introduciendo siempre matices y perspectivas novedosas. Propuestas que va armando, además, a una velocidad de vértigo, dando como resultado películas que se superponen, en su rodaje, unas a otras, y que le llevan a estrenar, en sus épocas de mayor productividad, varios filmes al año.
Para los seguidores de la obra del director coreano son bien reconocibles esas piezas de las que hablamos. Personajes que mantienen largas charlas, muchas veces sobre temas intrascendentes, aunque entre ellos van apuntándose rimas que acaban construyendo la trama del relato. Charlas que casi siempre se organizan alrededor de la mesa. Los personajes comen y beben constantemente, teniendo el alcohol un protagonismo central. El alcohol no sólo desempeña una función social, sino que conduce en muchas ocasiones a la ebriedad, componiendo una mirada un tanto apiadada hacia quienes lo llevan a ese extremo, y permitiendo una transparencia de otra forma mucho más difícil de conseguir.
Por su parte, el tabaco también está presente en todas sus películas. Los personajes fuman o desean hacerlo, o intentan evitarlo, y ese señuelo sirve para establecer conversaciones entre ellos al margen del grupo. Como el alcohol, el tabaco apunta a una dependencia que hace que los personajes no sean dueños de sí mismos.
El cine de Sangsoo siempre ha hablado de cine. Sus películas están pobladas de cineastas, actores, aspirantes a actrices o directores, guionistas, novelistas que quieren rodar su primera película… El director muestra la vida cotidiana de unos personajes sobre los que se sitúa el artificio artístico, y en esa tensión se desarrolla su mirada. El cine es la principal manifestación, pero también podemos encontrar escritores, poetas y hasta músicos, con esa tendencia casi siempre elidida a mostrar las cualidades musicales de algunos de los protagonistas.
Los actores son otras de las piezas del mecano. Sangsoo se ha rodeado de una tropa fiel que repite una y otra vez en sus propuestas, casi siempre en papeles similares, estableciendo una sensación de continuidad que se agudiza al detectar el paso del tiempo inevitable en su aspecto.
El resultado de todo ello no es una mera recombinación de piezas azarosa. Vistas en su conjunto, las películas del director coreano apuntan a un propósito que, si bien no ha sido diseñado desde el principio, sí que se ha ido constituyendo a medida que su obra se ha ido desarrollando. Incluso sus característicos recursos formales han sufrido una apreciable evolución. Así, por ejemplo, el constante uso del zoom violento que caracterizaba a sus primeras obras está ya muy atenuado, y en esta película sólo aparece en una ocasión, para marcar un cambio de registro en la conversación entre el poeta y sus interlocutores.
Esa línea general está dirigida hacia un trabajo de despojamiento. Las películas de Sangsoo son cada vez más abstractas. Sin abandonar sus constantes temáticas, el director parece renunciar a cualquier alarde narrativo y centrarse en lo esencial. La cámara se estabiliza y tiende a desaparecer, dejando que aflore, sin más, lo que acontece ante ella. La realidad parece ser de por sí lo suficientemente expresiva, sin que necesite subrayados o simbologías que la realcen.
Nuestro día se estructura alrededor de dos conversaciones independientes entre personajes sin contacto entre sí, más allá de alguna levísima sugerencia que puede establecer un mínimo puente entre ellos.
Lo que dicen, sin embargo, sí que es común, aunque la óptica sea diferente. El planteamiento general gira en torno a la oposición entre la realidad, lo cotidiano, y el poder que posee el arte para modificar esa realidad. Sin embargo, no se trata de una mera descripción de un hecho que, por otra parte, no estaría diciendo nada que no fuera obvio, sino que la película se cuestiona la validez de la colisión, sus límites. Y el resultado es mucho más desencantado del que el joven Sangsoo nos planteaba en sus obras primerizas.
El comienzo de la película nos muestra a una joven cuyo mayor disfrute es dormir. Después alimentará a un gato, y ella misma y su anfitriona disfrutarán de su propia comida. Todas ellas tareas básicas, elementales, destinadas a satisfacer las necesidades primarias. Después veremos a la joven que está rodando el documental sobre el maduro poeta indicarle que lo que necesita son imágenes de su vida cotidiana, y no más reflexiones sobre su poesía, tras lo cual lo vemos sentarse en su cama.
En las múltiples conversaciones a las que asistimos estará presente siempre la necesidad de salvaguardar esta realidad, y la desconfianza hacia lo que quiere ocultarla. Como un intento por ser consecuente con semejante propósito, la cámara asiste muda a lo que allí ocurre, intenta captar la cotidianidad en la que se mueven los actores. Y, así, vemos cómo la actriz reniega de esa necesidad de fingir y no poder ser ella misma, o al poeta intentando resistirse sin éxito a sus inclinaciones hacia el tabaco y el alcohol, o, cuando es interpelado sobre el sentido de la vida o el amor, renunciando a lo pertinente de cualquier explicación, por cuanto el sentimiento de estar enamorado la hace superflua. La escena en la que los dos jóvenes abandonan la casa, insinuando una proximidad entre ellos, sin explicación ninguna sobre su significado, es una puesta en obra de esa naturalidad.
Ni que decir tiene que esta reflexión atañe al propio cine de Sangsoo, por cuanto este no deja de ser un artificio artístico impuesto sobre la realidad, el cual, aunque pretenda estar atento a lo que ocurre sin inmiscuirse en ello, lo desvirtúa. El director coreano, en este paulatino proceso de distanciamiento de los procesos narrativos, parece abocado a un callejón sin salida, pero determinado por su honestidad como cineasta.
El último paso, que esperamos que tarde mucho en dar, sería renunciar a teorizar, a representar, a analizar para, simplemente, vivir.
Escribe Marcial Moreno | Fotos Atalante