Tercera entrega con Gerard Butler al frente
El infalible e incombustible agente Mike Banning con cicatrices, moratones y otras lesiones y males de salud producto de su agitada vida de agente del Servicio Secreto, vela por la integridad del presidente de los EE.UU., la persona más amenazada del planeta Tierra.
Fuego (enemigo y amigo) por doquier, música cañera de David Buckley para ir subiendo las pulsaciones, planos cortos que encubren algunas fallas (sobre todo de la coreografía), buena fotografía de Jules O’Loughlin, cámara lenta por la cosa del paladeo de golpes, buen ritmo, montaje preciso, disparos imposibles y al final todo un duelo en la cumbre.
Ric Roman Waugh, director de producciones de serie B, debuta en esta saga con clara vocación de ídem, una cinta en que Gerard Butler comanda de nuevo la perfecta salvaguarda del presidente del Gran Imperio americano (del norte). Lo hace muy bien por la envergadura del actor, su rostro que llena pantalla, la experiencia por puro training en el campo de combate y habilidades con las armas. Nadie mejor.
Cine de acción made in USA y Waugh siguiendo un libreto escrito a trío por Creighton Rothenberger, Katrin Benedikt y Robert Mark Kamen ensalzando la leyenda del macho heroico; un guión algo más trabado que en otras entregas.
La cosa es que una vez salvado por los pelos de la Casa Blanca por un plan trampa mortal (Objetivo: La Casa Blanca, 2013), y Londres asediado por los muy malos (Objetivo: Londres, 2016), de nuevo en faena, muchos peligros acechan al indestructible y ahora algo más obeso Banning.
La cosa es así. Cuando la felicidad y las notas de cánticos angelicales rodeaban su vida, en unas memorables y meritorias escenas de ciencia ficción que ya son muy reales, una legión de drones kamikaze se lanzan en picado a por el Gran Jefe yanqui que tranquilamente está pescando rodeado por cientos de policías, agentes y el protagonista a su lado en la misma embarcación.
La cosa se resuelve peor que bien para Banning y por más que él da mucho la cara y todo eso, resulta que los que mandan piensan que es él es el autor del tal atentado terrorista, quedando así convertido en puro villano a quienes quieren fulminar a toda costa. No en vano el título original del film es Angel has fallen, o sea, el ángel caído. Otro fugitivo más a la larga lista de tales.
El reparto está encabezado por un estupendo Gerard Butler que, como siempre, da el tipo con este personaje. Morgan Freeman pone la cara de nuevo como presidente USA y está convincente. Piper Peralbo pasa el corte como bonita esposa. Lance Reddick y Jada Pinkett Smith, él y ella, cumplen en sus roles de director de los Servicios Secretos y de oficial al mando de los agentes del FBI. Excelente Danny Huston como capo de la privatización mercenaria cara a la defensa norteamericana (nada que no se sepa). Muy eficiente un nostálgico, antisistema y de ánimo pirómano Nick Nolte, como el desaparecido padre del agente Banning. El resto de actores y actrices, pasables.
La conocida franquicia del guardaespaldas Banning cambia y ahora nuestro héroe, como fugitivo (inocente, pero esto sólo lo sabe el público), se las ha de ver con los suyos y, cómo no, con los rusos (faltaría más), como quien rememorara la vieja estela de la Guerra Fría y la antigua URSS, y también con la mafia mercenaria. Para colmo, sus perseguidores colegas de armas son tremendamente torpes.
La conclusión es el mensaje de que no sólo en la peli, sino en la vida real, las cosas siguen el mismo tenor y los conflictos, en vez de solucionarse de forma inteligente y sabia, no hacen más que generar nuevos problemas con fondo de disparos y explosiones, lo cual engendra más violencia: ¡vaya mundo!
Al final de la película, o casi, el presidente agradece al protagonista que «nunca se rindiera», pues eso le salvó la vida. Y esta reflexión, esta sentencia del seguir siempre adelante sin acobardarse, me ha recordado versos de dos poemas que yo recito a veces para insuflar ánimo.
Uno es del poeta argentino Almafuerte y su poema ¡Piu avanti!: «No te des por vencido, ni aun vencido, / no te sientas esclavo, ni aun esclavo; / trémulo de pavor, piénsate bravo, / y arremete feroz, ya mal herido». El otro es de nuestro poeta José Agustín Goytisolo, unos versos de su poema Palabras para Julia (a su hija): «Nunca te entregues ni te apartes / junto al camino, nunca digas / no puedo más y aquí me quedo». Así, bien mirada, la cinta puede tener su encanto y su mensaje.
Y cierro en este punto los comentarios a esta película de tinte crepuscular con unos personajes abatidos y cansados de tanto trajín entre balas y porrazos. Y la tercera vez que Butler se mete en la piel del «toro salvaje» Banning: todo un seguro de vida para el nervudo actor.
Escribe Enrique Fernández Lópiz