Políticamente incorrectos (1)

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Un proyecto de sátira política que no da la talla

Comedia en la que Arantxa Echevarría pretende hacer satirizar (no siempre le sale) la escena política patria, fusionando las crispaciones ideológicas con otros capítulos como el amor, la amistad o la admiración.

Estamos en una España irritada, ideológicamente polarizada, donde las redes bullen a diario en enfrentamiento y confrontaciones sin límite. Los partidos Nueva Izquierda y España Liberal se darán cita en las elecciones generales que se avecinan.

Laura es una joven progre, netamente de izquierdas, amén de perroflauta; de otro lado está Pablo, un pijo vestido con prendas de marca, marcado acento andaluz y planta de señorito de derechas. Ambos están dispuestos a presentar batalla y colaborar con sus respectivos partidos políticos para conseguir la victoria de sus líderes. Pero este ahínco y el afán por ganar las elecciones se ve sometido y mediado por circunstancias azarosas. Finalmente, las cosas no salen como estaba previsto. Confusiones programáticas y amores prohibidos e inesperados acompañan a la maquinaria electoral en una carrera que acaba por desbocarse.

El reparto cumple su cometido. Bien y entrañable Adriana Torrebejano como Laura, la becaria de izquierdas comprometida con sus ideas pero también mujer enamorada y contenta de estarlo, aunque viviendo el conflicto por amar a un muchacho de derechas y rival; está sembradito Juanlu González como joven liberal y de buena familia que se afana en sus amores con Adriana; Gonzalo de Castro es Bravo, el líder socialista que en lo oculto admira a su contrincante; Elena Irureta está superlativa, quizá la mejor, como la líder del partido conservador, la presidenta, especie de sosias de Esperanza Aguirre; y acompañan de manera bien María Hervás, Raúl Cimas, Pepa Aniorte, Paula Malia, Belén Fabra, Pepe Ocio y Luís Fernández de Eribe. Estupenda la fotografía de Pilar Sánchez Díaz.

En un filme desequilibrado argumentalmente, pues fácilmente son parodiados y se reconocen los personajes de la derecha española, no así de la izquierda, pues bien, en este panorama, lo mejor son los trabajos actorales de su reparto

Cierto es que en los últimos tiempos nuestra política nacional parece una caricatura chistosa por demás, burda y más, «y ninguna era buena». No es de extrañar, pues, que el cine trate, aunque sin demasiado éxito, de reflejarlo en este ensortijado sainete, especie de despropósito o realidad bufa y por momentos delirante. Esta película pretende parodiar esta realidad deformando a sus personajes, contextos, situaciones y aconteceres, de modo que viene a dejar un retrato graciosillo en algunos puntos de la cinta, pero tan esquemático y simple que en general da todo el aspecto de ser una broma guasona.

No digo que en algún momento no pueda parecer fiel a lo que vemos y padecemos a diario, lo que pretendo aclarar es que carece de la mínima profundidad, análisis o reflejo social de lo que nos está sucediendo. Incluso pelis tan burlescas sobre nuestra Guerra Civil como La vaquilla (1985), de Berlanga, dejan un poso de historia y hermenéutica divertida que, más allá de su jocosidad, tiene también sustancia política.

Pero esta pretendida sátira de Arantxa Echevarria le viene a nuestra directora un poco grande. Con un libreto burlesco ma non troppo de Olatz Arroyo, esta cinta queda en un quiero y no puedo, apenas para soltar un par de risas a la mitad de la función, por algún golpe que suena a modo de chiste, pero que no forma parte central de una trama conjuntada ni de un propósito serio, ni de un ensamblaje que tenga mínimo fuste para el abordaje de asuntos de envergadura y actuales. La prueba es que no sugiere ningún debate mínimamente sensato, ni profundiza en la complejidad de la política nuestra.

Carece de mordiente, de ironía incisiva, de causticidad, en fin, que es de veras algo tan simple que uno sale del cine medio pasmado de tanta bobada.

Carece de mordiente, de ironía incisiva, de causticidad, en fin, que es algo muy simple.

Nada más al principio del filme, se gasta una buena tajada del metraje con pavadas tonto-amorosas entre los protagonistas, él y ella, becarios ambos, de derechas (él) y de izquierda (ella), que se han perdido en la sierra, o peor, han caído de un helicóptero, y de becarios han pasado a ser como los robinsones de los Mares del Sur, pero en tontuna suma. O sea, los primeros treinta minutos son infames, un poco penosos entre la montonera de chistes verbales y de gags físicos de los que como mucho, apenas un par de ellos son meritorios.

Cuando ya se han amigado, e incluso se han mirado y atraído, y besado, en el momento cumbre, cuando parece que van a unirse en carnal amorío, son sorprendidos por todas las fuerzas de rescate imaginables que andan en su búsqueda; este factor sorpresa ad terminum coital, se repetirá para que el espectador sufra esa especie de coitus interruptus entre los contendientes amorosos, el pijo de derechas y la belleza zurda.

Esta parodia del mundo político quiere reírse de todo y de todos (eso pretende). Para ello sus personajes se convierten en caricaturas de líderes y asesores. Pero estos no esperan que entre sus candidatos de izquierda y derecha fluyan inopinadamente los besos, los abrazos y más. Deviene, en fin, la cosa en especie de retrato de la política a modo de juego de espejos deformantes, donde podríamos reconocer por los pelos ciertas actitudes del momento, si bien de forma en exceso chancera y chusca.

Calificar esta cinta de sátira me parece un exceso pues apenas hay deliberación política ni cavilación sobre la sociedad, más allá de una cargazón de clichés y cuentos de medio pelo de los que bien podrían contarse en una barra de bar.

Calificar esta cinta de sátira me parece un exceso pues apenas hay deliberación política ni cavilación sobre la sociedad.

Más correcto sería decir que Echevarria pierde la oportunidad de haber construido una cinta con colmillo afilado y mayor agudeza de cuando sucede en nuestro panorama político.

Siendo que habría podido ser una película con gran causticidad y mordacidad para este país cada vez más polarizado, sin embargo, se decanta por un desarrollo buenista y mimoso, donde se apunta cuán deseable sería que la izquierda y la derecha se entendieran, en plan buenista; lo cual se acompaña de revolcones sexuales, bromas facilonas y gracias sine gracia.

Además, la idea que preside esta obra de hablar satíricamente de la política española no es en absoluto novedosa, no hay más que recordar filmes de Mariano Ozores como: Que vienen los socialistas (1982), conmoción por la predicción de que los socialistas van a ganar; Pelotazo nacional (1993), de corruptelas y otros; o recordar a Pedro Lazaga con Vota a Gundisalvo (1977), los chaqueteos de los principios de la Transición; a Eloy de la Iglesia con El diputado (1978), un congresista chantajeado; de Antonio Giménez Rico, El disputado voto del Sr. Cayo (1986), adaptación de la novela homónima de Miguel Delibes, etc.

Por cierto, en esta comedia sin demasiadas pretensiones, el final, el de la nalga tatuada al viento y la escena de después de los créditos, son elementos sorprendentes del filme, lo que no se podría creer en un contexto social y político normalito. Aunque quién sabe.

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos DeAPlaneta