Segundo premio (3)

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Granada en un tiempo de cultura y vanguardia

Estamos en los años 90 del pasado siglo en Granada, recuerdo bien ese tiempo en que se salía de noche por los pubs de la calle Pedro Antonio de Alarcón, también por Plaza Nueva, y algunas discotecas o tugurios como el Planta Baja o el Pata de Palo donde se fumaban muchos porros y se bebían combinados a gogó.

Era un tiempo de fulgor y efervescencia artística y cultural en la ciudad; también de muchos estudiantes que venían a la Universidad de Granada a estudiar cualquier titulación que no hubiera en su ciudad, para no perderse la fiesta.

En esos años, según nos muestra la película, un grupo de música vive sobre el filo de la navaja. Mediaba la década de 1990, nacían Los Planetas, banda indie rock granadina. Melodías dulces, guitarras grunge, amateurismo retador y letras opacamente introspectivas, que acarrean su crisis. Su primer disco ha sido un éxito, pero el segundo no tanto; su sello discográfico exige una vuelta a las formas.

Pero no pintan bien las cartas: la bajista May ha decidido dejar tanto a su novio, el cantante, como a la banda para volver a la universidad, mi querida Universidad. Aquí encaja la letra de la canción que da título a la peli, Segundo Premio: «Los días cada vez van más despacio / Y solamente puedo esperar / Que vengas a explicar que todo ha terminado / Que tengas que decir que no me quieres ver / Y es imposible que hayas olvidado / Lo que los dos podíamos hacer».

El grupo también necesita un nuevo batería; y mientras el cantante atraviesa una crisis artística ante el complicado proceso de escritura y grabación de su tercer disco; su mejor amigo, el guitarrista se autolesiona y se pasa de la raya, nunca mejor dicho, con los estupefacientes, al modo de estrella rock descarriada, ¡en plan suicida!

El sueño de la banda es ir a Nueva York a grabar, pero el sello discográfico no aportará el dinero. No es ninguna revelación decir que Los Planetas finalmente llegan allí y que el álbum resultante, Una semana dentro del motor de un autobús de 1998, es un clásico de la música indie española. Canciones como Segundo premio, Desaparecer, La playa, Parte de lo que me debes o Montañas de basura, son ya clásicos entre los aficionados.

Los Planetas en plena ebullición, un grupo que comenzó en 1993, una derivación de Los Subterráneos, y que aún siguen activos. Un grupo con influencias diversas: los Mercury Rev, Spacemen 3 o Joy Division.

Cuenta la peli lo que le pasó al grupo de rock granadino mientras confeccionaba su disco estrella (llamémoslo así) Una semana en el motor de un autobús. Mientras lo hacían, está documentado, se pelearon, se partieron en dos, y en tres, y en cuatro; la bajista se fue; el batería se perdió; el guitarrista se perdió aún más, y el cantante no se encontró.

Dirección, guion y otros aspectos técnicos

La cosa es que la dirección Isaki de Lacuesta y Pol Rodríguez resulta, amén de atrevida, muy reconfortante, conducida por el guion del propio Lacuesta y Fernando Navarro (biografía sobre Los Planetas). Lacuesta es un director atrevido en el actual panorama del cine español, amén de original, capaz de arriesgar; sus productos no pasan desapercibidos (me viene a la memoria Entre dos aguas, 2018).

Lacuesta, que durante el rodaje pasaba por un momento delicado, declaró: «Todo el rodaje ha estado muy mediatizado por la enfermedad de mi hija, por lo que los problemas que hayamos podido tener filmando quedan en nada. (…) Queríamos captar ese momento de ambición absoluta del grupo, cuando estaban deseando irse a Nueva York a grabar su nuevo disco mientrasla banda se caía a pedazos. Ese es, para mí, el paralelismo con nosotros, el de intentar atrapar un momento concreto, sacar adelante el arte, cuando los cimientos todavía no están asentados. Cada película tiene sus problemas; y si no los hubiera, los inventaría», dice Lacuesta que firma su nuevo filme a cuatro manos junto a Pol Rodríguez. La cosa es que consiguen lo que dicen.

El reparto está compuesto por actores, la mayoría varones, que en la realidad son músicos.

Por desgracia, la razón principal por la que Lacuesta trabajara junto a Rodríguez es porque en gran medida tuvo que dirigir la película de forma remota, desde el hospital donde su hija Luna murió de leucemia hace varios meses. La película está dedicada a ella.

El reparto está compuesto por actores, la mayoría varones, que en la realidad son músicos pues, como Lacuesta y Rodríguez dicen, era muy difícil captar escenas de ensayos y conciertos con actores que no conocen los instrumentos ni el oficio. Las sesiones de ensayo se sienten muy auténticas, y hay muchas que los fanáticos de Los Planetas disfrutarán viendo. En una película de homenaje al rock como esta, hay mucha música de la banda, que algunos puede que encuentren un poco repetitiva, a pesar de su atractivo y sus letras oscuras.

Además de músicos son actores, algunos muy granadinos, con el acento de Graná, abriendo las vocales, cortando las eses y siempre con la «polla» en la boca: «Cállate, polla»; «¡Qué dices, polla!»; y así todo, incluida una expresión difícil de entender para el foráneo: «Vamos a empezar los ensayos, ni polla», y lo que parece una negación es todo lo contrario.

Muchachos con trabajos sorprendentes y muy naturales, como Daniel Ibáñez, Stephanie Magnin, Cristalino, Mafo, Eduardo Rejón, Chesco Ruiz y los propios Planetas. Aunque el guion pone a los miembros de la banda unos nombres abstractos en lugar de usar los nombres de los miembros reales de Los Planetas, los fans sabrán exactamente a quién se hace referencia.

La puesta en escena y la recreación de locales y ambientes de la Granada de aquella época son admirables, la terraza de la cafetería de la Facultad de Filosofía y Letras, algunos rincones del Albaicín, tugurios de aquellos entonces, es asombroso, pues no son documentos antiguos sino rodados en la actualidad.

La sensacional fotografía cuasi sepia de Takuro Takeuchi nos devuelve a ese tiempo y, además, el trabajo de cámara Takeuchi es inquieto y fluido, como el estilo general de la película, lo que indica sensación de nerviosismo y ansiedad, que es el sello tonal de la película. Envolvente y sensacional la música de Susana Hernández Ylia, y, por supuesto, las canciones de Los Planetas.

Se advierte desde el principio que no veremos una película sobre Los Planetas sino sobre su leyenda.

La leyenda de Los Planetas

Se advierte desde el principio que no veremos una película sobre Los Planetas sino sobre su leyenda. Pero el interés radica en lo que Lacuesta y Rodríguez hacen con esta temática, esto es que desarman la historia del grupo y la devuelven en forma fragmentada y con una tintura onírica, a la vez que muy interesante y convincente.

Cada uno de los componentes de la banda cuenta, en off, sus propios recuerdos de esta historia, cada uno parece desafiar la verdad de los recuerdos de los demás. Escenas del pasado, presente y futuro chocan, restallan y resuenan. Encuadrado todo en un marco de poesía visual que atrae y seduce.

En pantalla, todo lo que se oculta detrás de su leyenda, las complicadas relaciones entre ellos, sus acuerdos y discrepancias, sus tensiones, sus heridas, sus divisiones, conflictos no resueltos, algunos misterios, buenos y malos momentos como grupo y como amigos, luchas juntos, solos y a veces unos contra otros. Todo esto a través de una narrativa que se atreve a ir más allá del biopic convencional.

La forma en la que se cuenta la relación de los tres protagonistas es respetuosa y sin atisbo de sensacionalismo. Hay también magia y sensualidad, reconstruyendo sus piezas a través del tiempo, vinculando las imágenes y testimonios de un pasado y presente ficticio con una música atemporal, donde reside la verdad de la historia. 

Esto, a pesar de que los personajes, tomados de uno en uno, no son especialmente interesantes ni tienen tonalidades atrayentes; no hacen cosas extraordinarias ni emprenden viajes interesantes, aunque curiosamente se hallan en un estado de desencuentro y dislocación caótica.

Si tomamos el cantante vemos a una persona egocéntrica cuyas únicas conversaciones, como señala May, son consigo mismo. Tampoco se exploran las razones que hay detrás del impulso autodestructivo del grupo. Lo que sí está en el foco es la relación intermitente entre la pareja, lo hace a la estructura de la cinta. Porque estamos ante una película sobre la amistad, sobre una dependencia mutua que roza en ocasiones el amor homo.

El guion de Lacuesta y Navarro encuentra espacio para pequeños y grandes homenajes a Granada.

Más allá de Granada

Uno de los personajes exclama que Granada es la única ciudad española con el nombre de un explosivo. También se dice que de Granada sólo se puede salir por el cielo (en alusión a Lorca). De otro lado, el espectador no tarda en apercibirse del contraste con esta ciudad antigua, nada explosiva, de calles estrechas y una atmósfera de piedra y monumento, lo que provoca un extraño contraste con la vanguardista música del grupo.

Una escena asombrosa muestra a los músicos mirando con admiración y espiritualidad la imagen de un Cristo (el de los gitanos) durante las procesiones de Semana Santa, y dando la sensación de que, a la vez que están tratando de escapar y volar a Nueva York, son también esclavos del peso de las tradiciones de la ciudad.

El guion de Lacuesta y Navarro encuentra espacio para pequeños y grandes homenajes a Granada, bien por el poeta Federico García Lorca —quien también soñó con Nueva York— o del cantaor de flamenco Enrique Morente (con una obra maestra de fusión entre rock y flamenco que influyó a la banda); y, en fin, un libreto lleno de matices granadinos evidentes.

Pero, aunquela película toma sus referentes de Granada, la ciudad natal de la banda, y su cultura, las muchas virtudes de esta obra viajarán seguro más allá de una audiencia nacional. Trayectoria que se verá favorecida por los premios que ha conseguido en el Festival de Cine de Málaga: Biznaga de Oro (mejor película), y Biznagas de Plata a Dirección (Lacuesta-Rodríguez) y Montaje (Javier Frutos) en su estreno mundial.

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos BTeam pictures