Siempre nos quedará mañana (2)

Published on:

El neorrealismo no era esto

Nada más comenzar el filme el marido de la protagonista Delia da un gran bofetón a su mujer que, acostumbrada a las palizas, lo recibe sin inmutarse. Luego sale a la calle para entregar en diversos sitios aquellas tareas que lleva a cabo, entre otras poner inyecciones o arreglar prendas para una tienda de ropa, con lo que recibe un dinero que divide en dos partes: una se la entrega al marido y la otra se la guarda para ella, por si en el mañana necesita comprar algo o debe resolver un problema. El marido, cuando le entregan el dinero, le dice que cómo le pagan tan poco, pero acepta que sea así.

El tema principal de la película queda claro desde el primer momento: es el trato que Delia recibe de su marido. Estamos, pues, ante un filme que pone en evidencia el maltrato domestico, la sumisión pasiva de una mujer a un hombre. Y, lo que es peor, hecho que es ocultado por la mujer, que hace lo imposible para que fuera de su casa nadie sepa las palizas que recibe, ocultando sus brazos, por ejemplo, para que no se vean las señales del maltrato recibido.

Lo insólito es que luego, como en la primera secuencia, salga alegre a la calle. Claro, una canción, quizá como contrapunto, habla del comienzo de la primavera. Un largo trávelin siguiendo a Delia, nos deja ver la larga calle por la que transita con sus gentes ociosas o trabajadoras… el movimiento, en resumen, de la vida en un barrio romano repleto de carteles que invitan al referéndum que va a tener lugar en Italia: el pueblo debe escoger el sistema que regirá en Italia al termino de la II Guerra Mundial.

Curiosamente, sin un sentido lógico, a veces, en esa secuencia se utiliza la cámara lenta. Lo más curioso es que en ningún sitio por donde pasan los personajes se encuentre ningún destrozo sufrido en la guerra recién acabada.

Las canciones que acompañan algunos momentos de la película tampoco tienen sentido, ya que lo único que hacen es insistir en lo que vemos, cuando no en dar un sentido equivocado al momento como ocurre cuando la inmensa paliza que Delia recibe de su marido es narrada como un baile.

La presencia de la reciente guerra (insisto que en la ciudad romana no hay nada que haga alusión al reciente conflicto cuando fue intensamente bombardeada por los aliados en 1943 y 1944 y también por aviones del Eje) se materializa exclusivamente en unos aburridos soldados y en las tanquetas con las que cierran un determinado paso, atravesado por las personas sin inmutarse ni unos, ni otros.

Y, para remate, parece que son los únicos soldados que hay en la ciudad, ya que las diversas veces en que salen son siempre los mismos. Uno de esos soldados es de color. Y mira por dónde Delia encuentra, muy cerca de donde se encuentran los soldados, una foto tan bien dispuesta en el suelo, que uno se pregunta de dónde puede haber salido, si no es para biende la película.

La siempre alegre protagonista, al ver, que en ella aparece una persona de color, se acerca al soldado de color (ya está adelantado respecto a los compañeros, sin duda para ahorrar planos y metraje) para saber si esa foto le pertenece. Como ambos hablan distinto idioma, al principio el soldado no comprende lo que trata de enseñarle la mujer, hasta que se da cuenta que es una foto donde aparece su madre. No la ha perdido (no se sabe cómo no la ha visto en el suelo), sino que está ahí. En ingles, incluyendo palabras sueltas italianas, el soldado da las gracias a la protagonista, que quiere marcharse cuanto antes. No entiende lo que le dice, tampoco él comprende las palabras de ella, lo único que ha captado es la alegría de aquel militar.

Días después, al pasar por el mimo lugar, el soldado la reconoce y le dice que para siempre estará en deuda con ella. Sigue sin entenderle, pero tanto encuentro con ese personaje pensamos que será para algo… y así es, nada menos que para destruir con dinamita, sí, con dinamita de su ejército, el bar de los odiosos burgueses, cuyo hijo quiere casarse con Marcella, la hija de Delia, a lo que se opone porque el que será marido de su hija —imagina en una escena donde ambos hacen carantoñas— en el futuro su relación será igual a la que ella mantiene con su marido.

Las carantoñas no serán tales y se convertirán en el futuro en bofetadas y en el maltrato igual que el que ella recibe por parte de su marido (imposible adivinar cómo se han conocido el chico y la chica, ya que no viven cerca, la hija carece de cultura ya que no ha ido al colegio y el chico es un joven burgués de manual). Para evitar la boda cuenta, pues, con la ayuda del soldado negro que (a saber cómo) es quien pone la dinamita en el bar propiedad de los padres del chico con el fin que se vayan al pueblo del que ha venido.

Es indiscutible que esta película tiene buenas intenciones al condenar el maltrato, pero deja en interrogante el conocimiento de los personajes, ya sean principales o secundarios, y además se repiten e insisten determinados momentos. Eso sí, comercialmente, su engañoso planteamiento ha convertido al filme en el más visto en Italia, optando además a diversos premios en el cine italiano. Éxito de público, que no dudamos sucederá lo mismo allí donde se estrene.

Siempre nos quedara mañana, con sus mentiras, se acerca a Roberto Benigni y La vida es bella.

En este sentido, sin que ambos filmes tengan nada que ver, Siempre nos quedara mañana, con sus mentiras y un desarrollo equivocado, se acerca a otro gran éxito del cine italiano como fue (con Oscar incluido) La vida es bella, de Roberto Benigni. Prefiero el filme actual por parecerme menos engañoso y por ser la primera película realizada, escrita e interpretada por Paola Cortellesi, intérprete en muchas películas y obras teatrales, cantante, cómica y ahora directora de cine. Al menos Paola, aun siéndolo, es menos tramposa que Benigni.

Cabría preguntarse en esta película cuál es el trabajo del marido de la protagonista, cómo es la vida de las mujeres del relato, siempre sentadas en el exterior de la casa, cosiendo, mientras chismorrean o qué papel tiene de la patrulla de soldados. No son personajes, sino que actúan de acuerdo al designio de la directora, que a veces insiste en cosas tan elocuentes como en la escena en que llega a casa el marido de Delia y al parecer viene del trabajo. La cámara nos muestra que ha entrado en la casa con los zapatos sucios. Luego sube la cámara y el marido empieza a chillar que la casa está hecha una pocilga. Didactismo barato, se llama a eso.

Fuera de lugar están todas las escenas de Dalia con su antiguo amor, que tiene un garaje y decide marcharse al norte donde hay trabajo. Y es inadmisible todo el suspense del final, cuando el espectador (felizmente engañado ante el afán embaucador de la directora) cree, al verla preparar una maleta y escribir una nota, que se va a fugar con tal personaje y dejar a la familia (¿será posible tal acción vergonzante que supone el abandono de su hija e hijos?) desamparada frente al bruto de su padre.

Por ese afán de la directora en que sus personajes sean tan descuidados, de sus bolsillos caen (¡ya se sabe de lo que es capaz el caprichoso destino!) importantes objetos ya sean fotos o una especie de papel doblado… en este caso para que lo encuentre el marido en primer lugar. Naturalmente lee lo que ha dejado escrito su mujer (su clase social, faltaría más, escribe y lee muy bien), que para mayor engaño del espectador verá cómo Delia corre y corre, pasando por delante del garaje ya cerrado de su antiguo novio. Lo lógico es que vaya a una estación donde se irá con quien debería haber sido su marido para ser por y para siempre felices.

El marido lee el papel que ha dejado caer la mujer, pone cara de pocos amigos y va a buscarla. No, no romperá el papel, sino que lao volverá a dejar caer al suelo para… que lo recoja la hija, lo lea, al tiempo que ha encontrado un sobre con el dinero que su madre había ido escondiendo de sus trabajos, con unas palabras: «Para que vayas al colegio».

Fuera de lugar están todas las escenas de Dalia con su antiguo amor, que tiene un garaje y decide marcharse.

Después de tener todo en las manos, Marcella deja el dinero, coge el papel y sale corriendo. El espectador da por hecho que ahora sí, menudo follón se va a preparar.

Pero, la inteligente directora engaña a todo el mundo: Delia acude a votar a favor de la implantación de la República en Italia, porque las mujeres pudieron votar, y votaron más que los hombres. Teniendo en cuenta que jamás se ha hablado de cuestiones políticas en el filme, tal momento final y apoteósico supone una ¿liberación? de la mujer, pero no tiene sentido en el desarrollo de la historia.  

Concluye el filme, pues, con una realidad no dicha del todo. Porque el partido que tenía que haber subido al poder debería haber sido el que había luchado desde la clandestinidad contra los alemanas, es decir el Partido Comunista italiano, que no subió al poder ante los manejos de los norteamericanos, quienes con la ayuda de la mafia (alguno de los principales mafiosos fueron trasladados de América a Italia) hicieron una neutral campaña a favor de la Democracia Cristiana, que de demócrata tenía tan poco como de cristiana, como quedó demostrado años después al conocerse la relación entre la Democracia Cristiana y la mafia.

Pero ahora no hablamos de eso, sino de la victoria de la Republica y del ¿triunfo? de las mujeres y en especial de Delia que en el último momento comprueba que no tiene el papel para votar. Y para colmo llega al lugar, el marido con cara de pocos amigos, abriéndose paso entre decenas y decenas de mujeres para ponerse frente a Delia. No da tiempo a nada porque detrás llega la hija con la hoja, o los documentos, necesarios para votar. Ante el cariz que toman los hechos, el marido baja la cabeza y se aleja.

La República ganará, las mujeres votarán, pero la pregunta es si eso es bastante para que cese el maltrato de la mujer. El engaño de ese final es claro, la deriva del filme también. El futuro no está en una papeleta sino en una sociedad concienciada. Y a eso se añade otra pregunta ¿dónde iba Delia con la maleta? ¿Volverá a casa y, por su parte, el marido ante el triunfo de la Republica se convertirá en un cordero?

Creo que ha quedado claro que la directora, a pesar de su empeño, ha realizado una película a una distancia sideral del neorrealismo.

Quedan en el filme algunos personajes curiosos, como el del abuelo, siempre encamado, pero, como en cualquier filme italiano, desde la cama, cuando entra Delia en el cuarto donde se encuentra, su mano busca acariciar el culo de la mujer. O el tontito del lugar que dice tener grandes conversaciones con el abuelo,

También hay una secuencia sobre el guion muy destacable, pero en la que la directora no consigue sacar toda la gracia y la crítica que hay en ese momento. Me refiero a la cena de pedida de Giulio, donde sus padres acuden a la casa de la novia. Dos clases aparentemente distintas, pero con más puntos en común que lo que ellos creen. Una secuencia que podía recordar al cine de Monicelli, pero está claro que Paloma no es, hoy por hoy, ni la sombra del autor de Rufufú.

Creo que ha quedado claro que la directora, a pesar de su empeño, ha realizado una película a una distancia sideral del neorrealismo y del actual cine italiano de calidad que nos llega con cuentagotas:  Bellocchio, Rohrwacher, Pietro Marcello o, no nos olvidemos, Nanni Moretti… que no se sabe la razón por la que la directora pone al bar el nombre de Moretti. ¿Homenaje? Vete a saber, pero casi seguro que eso no le ha gustado al director de La habitación del hijo, aunque la directora esté muy contenta porque quien detesta la película es la primera ministra Italia, o sea Meloni. Para eso no hay que correr mucho porque si fuera por esta señora todas las películas neorrealistas deberían ser, más o menos, destruidas.

Para terminar: si aún no ha quedado claro porque este filme irregular nada tiene que ver con el neorrealismo, diré que tan maravillosa y brillante fotografía en blanco y negro sería descartada por cualquier película neorrealista. Su gran calidad está en contra de lo narrado, como ocurre en cualquier película neorrealista pura o en cualquiera de las maravillosas comedias italianas, con toques neorrealistas, que rodaron hacia finales de los años cincuenta y a lo largo de los sesenta.

Seguro que la nueva directora puede dar mucho más de sí, pero, por favor, que no opte por convertirse en la Benigni femenina.  

Escribe Adolfo Bellido López | Fotos BTeam pictures