Sorda (3)

Published on:

Debut emocionante

El reflejo de la discapacidad en el cine discurre habitualmente por el terreno del didactismo a través de la confección de relatos donde los protagonistas se convierten en modelos ejemplares que asumen la representación de la problemática de un colectivo.

El explícito título, Sorda, heredado del cortometraje anterior y que es el germen de este largometraje (aunque el largo toma vuelo para emprender un camino diferenciado del cortometraje), podría inducir a error sobre el tipo de propuesta que vamos a contemplar.

Afortunadamente, sin renunciar al hecho de que la sordera atraviesa todo el largometraje, desde el fondo a la forma, la directora Eva Libertad –que también escribe el guion– elabora un discurso dramático donde el personaje de Ángela es una mujer, madre, y, además, sorda.

La sinopsis de Sorda, la película triunfadora en la reciente edición del Festival de Málaga nos habla de Ángela (Miriam Garlo) es una mujer sorda que va a tener un hijo con Héctor (Álvaro Cervantes), su pareja oyente. Ambos se enfrentarán a la experiencia de ser padres con la inseguridad y la incerteza común a muchas parejas, pero en este caso acentuada por el hecho de que Ángela sea sorda.

Durante el primer tercio de la película, Sorda nos muestra la saludable convivencia de la pareja. Ángela y Héctor tienen su vida perfectamente organizada para que la discapacidad de Ángela se vea atenuada. Ella trabaja de alfarera, con unos compañeros que la entienden y comprenden, Héctor se comunica adaptándose a las necesidades de Ángela mediante la lengua de signos y, en ese entorno que funciona como una burbuja, se establece una convivencia entre el mundo de los sordos y el de los oyentes.

De hecho, la sordera tomará relevancia tras la introducción de la maternidad (con la significativa y aterradora escena del parto) como elemento disruptor de la comunicación provocada por la aparición de una tercera persona en ese núcleo hasta ahora cerrado.Los apuntes iniciales sobre una sociedad estandarizada que tiende a imponerse a la minoría (la condescendencia de los padres de Ángela hacia su discapacidad, cierta distancia cuando Héctor está con los amigos sordos de Ángela o ésta con los amigos oyentes de Héctor) se ponen de manifiesto ahora de una forma más visible con la irrupción de la pequeña Ona.

Se revela entonces la frustración que genera en Ángela la barrera comunicativa con su hija en comparación con la relación que los oyentes establecen con la pequeña. La elección entre la lengua de signos o la lengua oral, las relaciones en la guardería o los juegos en el parque despiertan en Ángela una inseguridad que aumenta su sensación de aislamiento. La película introduce aquí el tema de la incomunicación como resultado final de una suma de factores que une discapacidad y barreras sociales que penalizan lo minoritario hasta llegar al aislamiento de la persona sorda frente al resto del mundo oyente.

Hay que señalar que el valor temático de Sorda –la alerta sobre la problemática de la realidad del colectivo de personas sordas– no debe ocultar el trabajo formal que Eva Libertad realiza para imbricar la importancia de ese discurso con las imágenes. Así, la sordera adquiere su espacio en las decisiones estéticas del filme, siendo la más importante la necesidad de mostrar la lengua de signos. Una elección que impulsa el uso de una planificación basada en planos medios, la profundidad de campo (que respeta el valor de la mirada como elemento fundamental para la comunicación de las personas sordas) y una fotografía sin filtros que busca destacar la pureza de los colores.

En este sentido, cabe destacar que la decisión técnica que afecta al sonido en la parte final del filme es el mejor ejemplo de la unión del fondo y la forma para que el espectador comprenda la auténtica experiencia por la que atraviesa su protagonista. En el filme hay dos escenas donde Ángela se zambulle en el agua y la directora nos propone al final una zambullida metafórica en la realidad de las personas sordas, exponiendo el aislamiento que sufren del resto del mundo precisamente jugando con el sonido. Un último acto en el que se visibiliza que, en esta situación, a pesar de todas las personas que le rodean y acompañan, Ángela está en un lugar al que solo llega ella.

Álvaro Cervantes y Miriam Garlo en ‘Sorda’. Foto: A Contracorriente Films

El valor de Sorda se acrecienta al evitar el didactismo y la crítica fácil debido a una riqueza temática que envuelve las barreras de la sordera, la incomunicación y el egoísmo de la sociedad en una historia dramática de amor y desamor que se beneficia del excelente trabajo actoral de Miriam Garlo y Álvaro Cervantes.

Ángela no es un modelo estandarizado de persona sorda, no es ejemplar y muestra una complejidad que se aleja de la heroicidad pues, en el fondo, estamos ante una pareja que se va a enfrentar a una situación, la de la maternidad (en la distancia el referente de Cinco lobitos), que provoca el miedo y la inseguridad ante la llegada de la hija, la forma de criarla y la adaptación a una nueva vida; y donde la sordera de Ángela es un componente más del complejo contexto al que se enfrentan.

Sorda cumple el objetivo de poner el acento en las dificultades para llevar una vida normalizada de las personas sordas, visualiza su aislamiento, sin renunciar a la puesta en escena de una historia dramática que se abre a una variedad amplia de temas engarzados en torno a la inseguridad que provoca la maternidad, la incomunicación y el hecho de pertenecer a un colectivo minoritario y estigmatizado por la sociedad.

Escribe Luis Tormo