Supervivencia y dignidad
En 2001 Nevenka Fernández, concejala del ayuntamiento de Ponferrada, denunció públicamente el acoso sexual al que era sometida por Ismael Álvarez, el alcalde de la población. El comunicado público no era más que la consecuencia de un tormentoso episodio de acoso sexual sufrido durante meses y la única vía de solución capaz de hacer frente al muro de silencio de su partido, el Partido Popular, del grupo municipal y de las personas del municipio, en un tiempo en el que la sociedad estaba muy alejada de la sensibilización actual frente a este tipo de abusos.
De hecho, incluso con una sentencia favorable que condenaba al alcalde acosador, en Ponferrada se produjeron manifestaciones de apoyo Ismael Álvarez y en contra de Nevenka, a quien no perdonaban que hubiera tenido una aventura sentimental con el alcalde y, posteriormente, decidiera de una forma libre romper esa relación.
La voz de Nevenka Fernández, frente al oscurantismo de la época, fue rescatada a través del libro de Juan José Millás titulado Hay algo que no es como me dicen: el caso de Nevenka Fernández contra la realidad (2004) y el documental Nevenka estrenado en Netflix en el año 2021.
Inspirándose en estos antecedentes, Bollaín afronta un relato de corte clásico en el que a través de la conversación inicial con su abogado vamos asistiendo a todos los acontecimientos de una forma cronológica. Nevenka es una joven economista con un expediente brillante que es tentada por el alcalde para formar parte de la lista en una posición muy alta para ser una persona independiente. Tras ganar las elecciones la joven desempañará una importante concejalía. En esa primera parte la película muestra el populismo y el carisma que desprende el alcalde. Un hombre hecho a sí mismo, con fama de mujeriego y muy carismático con los vecinos de la ciudad.
Con un guion escrito por Bollaín e Isa Campos –guionista habitual de Isaki Lacuesta y con quien ya trabajó en Maixabel–, la directora vasca deja bien claro desde el principio que nos encontramos ante un filme de mensaje; lejos de la reflexión de su anterior película, aquí se opta por una realización clásica con el objetivo de no oculte un discurso contundente frente al abuso sexual. Soy Nevenka es un filme didáctico que va mostrando la deconstrucción de Nevenka como persona, la anulación de una mujer, de una profesional, en manos de un hombre amoral que maneja los instrumentos del poder (red caciquil de ayudas y subvenciones, influencia política, populismo mal entendido) para llevar adelante sus deseos.
La película es incisiva en la descripción del ambiente provinciano de una ciudad asfixiante, donde todo el mundo se conoce y en el que se hacen visibles los lazos que envuelven las relaciones amistosas y profesionales hasta hacerlas indisolubles en la marmita del clientelismo político local. Un entorno machista, socialmente casposo, que sabe, consiente y permite esta clase de abusos blanqueados con comentarios como “mujeriego” o “ya sabes cómo es” y que termina propiciando un descenso a los infiernos en el que Nevenka toca fondo. Una aproximación que remite a Te doy mis ojos, la película del año 2003 en la que Icíar Bollaín situaba en primer plano la violencia de género –en un momento en que no se hablaba tanto del tema– precisamente en un entorno de provincias.
Bollaín tiene cuidado de no presentar a Nevenka como una heroína, como una mujer valiente, pues al final lo que vemos en la pantalla es un relato de supervivencia, una lucha desigual entre abusador y víctima. Merece la pena destacar el trabajo actoral de Mireia Oriol y UrkoOlazabal que afrontan el reto de hacer creíbles sus personajes en la ficción más allá del cliché imitativo de las personas reales.
Asentado en la recreación fidedigna de lo acontecido, la película adquiere en su segunda parte un relato de terror psicológico en el que la víctima sucumbe al monstruo con las constantes llamadas con el característico tono del Nokia de la época, la presencia corpórea del hombre frente a la mujer y la incomprensión de un entorno que blanquea el acoso. Un terror que se materializa no solo en un despacho o en la habitación de un hotel sino también a plena luz del día (en el salón del ayuntamiento, en compañía del resto de concejales o en la calle).
En ese afán didáctico por denunciar la sociedad española de comienzos de siglo XXI, aunque muy anclada todavía en el siglo anterior, Bollaín intercala en la recreación ficcional las imágenes reales de periodistas del momento como Urdaci o Ana Rosa Quintana en la que minimizan o ponen en duda el acoso, o la manifestación de apoyo al alcalde por parte de los vecinos de Ponferrada, con el objetivo de trasladarnos a la mentalidad de una época en la que se ponía en duda el acto delictivo.
En este sentido, la crítica se amplifica en el tiempo al incorporar la figura del consentimiento en unos años en que ese concepto no existía en la conciencia de la sociedad. Nevenka, en un estadio inicial, mantiene una aventura con el alcalde hasta que decide terminar con esa relación. La desasosegante escena en la habitación del hotel en la que Nevenka sufre el abuso sexual y es incapaz de moverse, paralizada por el terror, une dos sociedades, dos épocas, para reafirmar el discurso de la capacidad de la mujer para manifestar libremente su voluntad, poniendo de actualidad la Ley del Solo sí es sí.
Es cierto que la sociedad ha tomado conciencia de la violencia sexual en estas dos décadas pero también hay que constatar la persistencia de un discurso retrógrado que justifica los hechos poniendo el foco en la víctima y no en el abusador o que intenta pasar página invisibilizando el suceso (hay que recordar que Nevenka tuvo que fijar su residencia fuera de España a pesar de ganar el juicio o que el ayuntamiento de Ponferrada no atendió la solicitud para localizar la película en esa ciudad teniendo que trasladar la producción a Zamora.
Siendo fiel a su estilo, Icíar Bollaín combina escenas muy sutiles, como la panorámica en la habitación familiar de Nevenka donde se acumulan los recuerdos juveniles que nos hablan de una adolescente esforzada o la escena del karaoke donde el alcalde apela directamente a Nevenka recitando un poema de Antonio Machado –contrastando su amable cara externa con su monstruoso interior–, con otros momentos en los que el mensaje se reitera en exceso –la procesión que remite a un mundo feudal o el esquema simplista de buenos y malos–.
Enlazando con su película anterior, Soy Nevenka acude a un hecho real para ficcionar el retrato de una mujer que tuvo que luchar contra su entorno para sobrevivir, para recuperar una vida destruida y que en su momento significó una ruptura, una huida contracorriente, apostando por un camino que dos décadas más tarde terminaría calando en la sociedad.
El mérito de Soy Nevenka estriba en ser capaz de ir más allá de la recreación histórica para describir el viaje destructivo de una mujer que termina recuperando la dignidad arrebatada; un retrato doloroso en el que emerge la identidad femenina, un tema que está presente a lo largo de la filmografía de Icíar Bollaín.
Escribe Luis Tormo | Fotos Buenavista International