Interesante thriller policial italiano
Comienza la película con un asombroso y espectacular paseo aéreo y nocturno sobre la ciudad de Milán, un trazado de calles infinito, un barrido sensacional de la city desde el cielo nocturno, la catedral presidiendo el centro, un mar de edificios y casas sin fin, luces por doquier y vehículos por largas calles, carreteras y puentes. La cámara deslizándose sobre rascacielos, las cúpulas de las iglesias y las fábricas, la metrópolis cuadriculada, corazón empresarial y comercial del norte italiano, todo ello antes de descender para mirar a través de la ventana de un apartamento. Impresionante toma que incita a cierto entusiasmo por la grandeza de una ciudad extraordinaria y predispone a visionar la película con ánimo volandero.
Termina esta panorámica cerca de la estación central de la ciudad. La cámara desciende al interior de un pequeño apartamento lleno de gente inquieta, alegre, bulliciosa y un aire festivo que al poco adivinamos que es una celebración sorpresa: música, baile, bandejas de lasaña recién sacadas del horno, hombres y mujeres en pura diversión y jolgorio, bebidas a gogó y niños jugando y jorobando a los mayores con sus travesuras.
Son amigos, parientes y una mujer joven, presurosa esposa Viviana que lo coordina todo. Esperan al protagonista y centro de la fiesta, a Franco Amore en el último día trabajo antes de jubilarse después de 35 años de servicio honorable y meritorio dentro del cuerpo de la policía nacional italiana. Organizando y llevando adelante todo, su diligente, animosa y vivaz pareja.
Al llegar, Franco rompe a llorar, no puede contener la emoción ni las lágrimas, incluso parece pesaroso y disgustado. Su hija mayor está presente a través de una videollamada desde el extranjero. Parece que llora de emoción, tal vez desbordado por tanta gente y tanto tumulto agitado y feliz.
Pero hete aquí que recibe una inesperada llamada telefónica del comisario jefe, su superior, urgiéndole a que vaya. Nuestro oficial de policía abandona el festejo y parte presto. Nadie sabe qué ocurre, o si es cierto que antes de salir de su casa ha ido a correr por las inmediaciones, o a pasear y tomar el aire, como piensan los suyos, ni a ciencia cierta cuál es la razón por la que debe ausentarse tan deprisa y sin apenas mediar palabra.
Diez días antes, a Franco, un cuasi jubilado en ciernes ya, le ofrecen un «trabajito» aparentemente sencillo y sobre todo muy bien remunerado. El trabajo es para un clan chino; un regalito envenenado, como veremos luego. Pues horas atrás, Franco salvó la vida con masaje cardíaco y boca a boca al anciano jefe del clan, que se había excedido en una juerga con estupefacientes y prostitutas.
El policía Amore es un policía honrado, siempre actúa con honestidad y generosidad y jamás ha disparado a nadie; es un hombre querido y respetado por todos. Por su trayectoria y también por su manera de ser, se resiste a aceptar un negocio turbio, más aún poco antes de colgar el uniforme.
Pero el primo de su mujer, Cósimo, un calabrés que no rechaza negocios dudosos, y su compañero en el trabajito, su colega Dino, lo convencen. Dino le aclara a Franco que él ya trabaja como guardia de seguridad personal (se refiere al hecho de ser agente de policía, un sarcasmo) y que lo que hará no es más que una extensión de su oficio. Argumento que, aunque endeble, junto al olor de una bonificación interesante para su futuro y sus necesidades, para compensar su exigua nómina, anima a aceptar.
El honesto Franco, a través de su esposa Viviana, está emparentado con personas que gravitan en torno a la Ndrangheta (la mafia más poderosa de Italia con ramificaciones en el extranjero), un ejemplo es Cósimo. Esta situación ha provocado un conflicto de intereses que a lo largo de los años le ha llevado a ser excluido de importantes investigaciones, pues sus superiores temían que pudiera transmitir información confidencial a su mujer y esta a la mafia, lo cual ha impedido también que progresara en su carrera como agente de le ley.
Nos encontramos con un policía que, como personaje, dista del estereotipo de los filmes del género: policía arrojado, resolutivo, exitoso, sobrado de todo, etc. Contrariamente, Franco es más bien un hombre medio, sencillo, escrupuloso, timorato y corto, amén de disfrutar de un flaco salario que apenas le alcanza para llegar a fin de mes; un sueldo medio bajo y unas recompensas profesionales que no ha tenido nunca. Todo ello abona el terreno para que, el menos sospechoso de los agentes de policía de Turín se aparte del camino recto y derive en un trabajo dudoso y arriesgado.
A pesar de que Franco impone para el «negocio» sus estrictas normas al hijo del señor chino que es para quien va a trabajar como escolta junto a Dino (no transportar delincuentes, ni gente armada, ni drogas, etc.), acabará envuelto en una operación que, amén de no salir bien, lo mete en un atolladero del que malamente puede escapar. Y lo carga de sentimientos de culpa y problemas internos diversos, como antes jamás había tenido.
Todo a un paso de su jubilación, momento para el cual está preparando y escribe afanosamente un discurso de despedida. Además, los sucesos hacen que corra peligro el cobro de su pensión jubilatoria destinada a él y a su familia.
Así es esta nueva cinta de Andrea Di Stefano, presentada en el 73. ª Festival Internacional de Cine de Berlín (la Berlinale) como parte de la sección Berlinale Special. Anteriormente conocido por sus papeles actorales, Di Stefano se dedicó por primera vez a la dirección con Escobar: Paraíso perdido (2014), excelente ópera prima protagonizada por Benicio del Toro, antes de dirigir el thriller policial británico de The Informer (2019), su primera película rodada en Italia, que aporta una sensibilidad de género más hollywoodiense que de Cinecittà.
Di Stefano dirige este thriller dramático con pulso firme, consiguiendo transmitir la dosis adecuada de acción, sentimientos, suspense y tensión. Mantiene un buen ritmo narrativo (él mismo firma el guion), utilizando eficazmente el recurso de recrear las mismas escenas desde distintos puntos de vista (tras el visionado podemos entender, es un ejemplo, que la emoción y las lágrimas de Franco en su casa, al inicio, no son de emoción sino debidas a la operación truncada con los chinos y sus nefastas consecuencias).
El reparto está muy bien: Pierfrancesco Favino, cuyo talento interpretativo es palmario, con registros variados muy conseguidos, mirando de cara a la cámara, un actor al que se le ve proyección y que ya es muy reconocible fuera de Italia (Norteamérica, Francia o Inglaterra), un intérprete que en esta cinta aporta un tierno fatalismo al papel central protagonista; destaca también el trabajo de Linda Caridi, que da vida y encarna con gracia y soltura a un personaje femenino complejo y polifacético, que al comienzo parece que es la cómplice de su marido, pero lo que ocurre es que es quien lleva las riendas de todo en la casa, en la familia, los asuntos de intendencia etcétera, o sea, una auténtica mujer orquesta que le salvará el tipo a su marido.
Reseñable también es el actor Francesco Di Leva, en el papel de Dino, amigo y compañero de Franco, otro agente y buen hombre, una persona cabal para la que los trabajos irregulares, o sea la corrupción, son un pluriempleo necesario y casi una opción obligatoria para sacar a flote a su familia. Acompañan buenos actores y actrices como Antonio Gerardi (estupendo como Cósimo, el primo mafioso y delincuente), Martín Francisco Montero Báez, Mauro Milone, Katia Mironova, Carlo Gallo, Chandra Perkins, Mauro Negri, Fabrizio Rocchi, Edoardo Spina y Matilde Vigna.
Historia que presenta a Franco como una especie de reliquia, un policía honorable a la par que ingenuo, de la vieja escuela que, resentido por sus magros haberes y no haber sido ascendido nunca en el cuerpo, es persuadido a cruzar una línea roja en su última noche, trabajo para el jefe de un poderoso emporio empresarial chino-italiano, que más se parece al sindicato del crimen. Ello a cambio de una remuneración dineraria extra. Un policía, en fin, del que nos podemos compadecer fácilmente.
La película va remontando vuelo conforme avanza el metraje, en gran medida por la forma en que Di Stefano juega con el suspense. Y por del desarrollo de un drama humano sostenido por los lazos que unen a las personas. Como decía, se trasluce en la historia que el bajo rango de Franco tras una vida de servicio a la justicia se debe a los dudosos parientes calabreses de su esposa, como Cósimo, el joyero jovial y desenvuelto, impecablemente vestido, cuyos robos y estafas de poca monta vendiendo relojes Rolex y otras joyas a futbolistas profesionales, resultan ser la punta de un iceberg que oculta dimensiones importantes de delincuencia y delitos criminales de diversa índole.
A estos lazos familiares se añaden los fuertes vínculos de lealtad que unen a Franco con los colegas de la fuerza policial, como su compañero de patrulla habitual Dino. Pero la relación central entre Franco y su joven esposa es el núcleo emocional de la película. Como dos tórtolos y amatoriamente como novios cuasi adolescentes, pero que están casados, su tierna relación se ve enriquecida por sendas actuaciones y la química entre Farino (un hombre cuyos ojos y triste sonrisa adelantan desde el principio cómo va a terminar todo) y una Cavidi que finalmente da el do de pecho para aliviar a su esposo.
Buena puesta en escena con una estupenda música burbujeante y jazzística de Santi Pulvirenti y una fotografía de escenas nocturnas (toda la historia se desarrolla por la noche) muy conseguida de Guido Michelotti. Todo lo cual da lugar a un thriller policial con estilo propio, entretenido, dinámico y muy adecuado para disfrutarlo en la noche.
Atención a este título que se ha estrenado en Filmin sin pasar por las pantallas de cine españolas, pues posee un nivel de tensión muy conseguido y ha sido de las películas más taquilleras en Italia. Obra que ofrece suficientes giros para mantener el interés, una filmación efectiva y elegante donde todo, atmósfera nocturna (todo acontece durante una noche milanesa de infarto) y estructura clásica de corrupción policial y mafias, la hacen aconsejable.
Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Alfa Pictures