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Another brick in the wall
Escribe Luis Tormo
Vivir de pie. Las guerras de Cipriano Mera es un documental militante, es un trabajo que desde su producción, guión y dirección deja patente su adscripción ideológica. Bien. A estas alturas no vamos a plantearnos la supuesta objetividad de la propuesta pues no parece que sea esa la línea expositiva que el largometraje quiere trazar en relación con la vida de Cipriano Mera.
En 1937, el año en que Mera se batía el cobre como comandante de la XIV división del ejercito popular por la zona cercana a Guadalajara, el gran documentalista Robert J. Flaherty (Nanouk el esquimal, El hombre de Arán) escribía acerca de la función del documental: "La finalidad del documental (…) es representar la vida bajo la forma en que se vive. Esto no implica en absoluto lo que algunos podrían creer; a saber, que la función del director del documental sea filmar, sin ninguna selección, una serie gris y monótona de hechos. La selección subsiste, y tal vez, de forma más rígida que en los mismos filmes de espectáculo" (1). Es decir, el mero hecho de proceder a la selección ya implica una manipulación del original, y eso es lo que Vivir de pie, dirigido por Valentí Figueres, se propone desde el principio, seleccionando aquellas imágenes, comentarios o testimonios que permitan poner de relieve a un personaje que la historiografía sobre el movimiento anarquista, y la Guerra Civil española, ha mantenido en un discreto segundo plano.
El año de nacimiento de Mera, 1897, es el mismo año en que Méliès abre el primer estudio de cine en Europa y donde rodará más de 400 cortos que constituyen el primer corpus cinematográfico que intenta hacer realidad la imaginación con técnicas como la sustitución, la sobreimpresión y el coloreado a mano de fotogramas. Tras los títulos de crédito, unos fragmentos del cineasta francés se cuelan como testimonio de la época que vio nacer a Mera y cuando, al final del documental, asistamos a la muerte del dirigente anarquista, la imagen escogida será la de una bovina de proyección girando con el rollo de metraje finalizado. Parece que hay un deseo de mostrar la vida de Mera como una vida de cine, no en el sentido de magnificar su biografía o atribuirle un matiz heroico sino más bien como un planteamiento argumental que le asigna un recurso temático del cine clásico de los años 40 y 50 y que es la idea del perdedor, ese personaje cuya trayectoria vital es una lucha sin cesar por los ideales que cree, aunque sea sabedor de la escasa fortuna de su empeño, estamos casi ante un perfil vital que podría firmar un Hemingway en literatura o un John Huston en el cine.
Y es que Cipriano Mera sigue de manera fiel el arquetipo del perdedor, del doble perdedor. Por un lado, el hombre, el albañil analfabeto que se reconvierte en líder sindical, que aprende y abraza la ideología anarquista. El hombre que durante la República y el periodo de la Guerra Civil ve la oportunidad de poner en práctica sus ideas marcándose como objetivo la necesidad de hacer la revolución para transformar la sociedad y ganar la contienda. Hasta que la propia dinámica de la guerra, con el debilitamiento del gobierno de la República le obliga a centrarse en la lucha y finalmente la derrota, el exilio en Orán, la extradición, la condena a muerte y el posterior indulto, y finalmente el exilio en Francia, de donde ya nunca volvió.
Y por otra lado, el perdedor frente a la Historia. Como tantos otros exiliados, la pérdida encarnada en el olvido histórico de las generaciones posteriores y que llega hasta nuestros días, en una sociedad y un país incapaz de asumir su propio pasado, eso que llamamos memoria histórica y que en la película se representa con la dualidad que marca el contraste entre el blanco y negro de las imágenes que dejan paso al color de los paisajes actuales, esos campos y ese cielo que se nos antojan, ahora, grandes, espaciosos y libres.
De esa doble perdida, de ese doble dolor es de donde se alimenta Vivir de pie, con el objetivo de extraer a Cipriano Mera del anonimato. Para ello, el documental juega con diferentes mecanismos: una voz en off que reitera a lo largo de todos los minutos la carga ideológica, fragmentos de entrevistas de compañeros y seguidores del partido y las imágenes. Imágenes que debido a ese carácter secundario del personaje se limitan a testimonios fotográficos pues curiosamente las únicas filmaciones corresponden al entierro de Mera en 1975. En este sentido, y para rescatar al personaje de ese anonimato que impone la fotografía en blanco y negro, el documental explota el coloreado de la imagen del personaje (otra vez Méliès), lo entresaca del resto de los acompañantes o lo muestra en relieve, con el fin de incrementar su presencia.

En la trayectoria de Cipriano mera, Vivir de pie se estructura en dos fases: una primera donde se muestra la relevancia del protagonista desde el punto de vista político, haciendo hincapié en su pasado como líder sindical y, ya durante la Guerra Civil, en su ascenso como miembro del ejercito popular, primero como comandante y después como teniente coronel, detallando su importante papel en las batallas de contención del frente de Madrid y su papel esencial en la entrega del gobierno de la República a las tropas franquistas. Y una segunda parte, a partir de su exilio en el norte de África y sus posteriores vicisitudes: extradición, cárcel y condena, indulto y exilio, la lucha fraticida con sus compañeros de partido, que nos es mostrado desde el punto de vista personal, íntimo, incidiendo en su capacidad de lucha desde todos los lugares y situaciones, aunque esta lucha vuelva a suponer una derrota, esta vez frente a sus propios compañeros, y que le supuso a la postre la expulsión de la CNT en 1963.
Conscientes de la dificultad de recrear un personaje a través de un puñado de fotografías, director y guionista apuestan por plasmar las ideas de Mera recurriendo a dos metáforas o dos ideas que salpican todo el metraje reforzando el discurso: los libros y la necesidad de provocar una grieta en el muro.
Los libros significan el acceso a la cultura como primer paso para romper la barrera del analfabetismo, pero son también la representación de los diferentes acontecimientos que se suceden en la vida del militante anarquista, así los momentos de libertad, represión o amenaza tienen su reflejo en las imágenes de libros anudados a los árboles, libros que construyen un muro, libros que son quemados o libros que se hunden en el agua.

Asimismo, el concepto de grieta en el muro también se utiliza a lo largo del filme para plasmar la lucha continua de Mera y lo que Mera representa, ese muro que significa el totalitarismo y el sistema capitalista, sufre embates y se resquebraja y restituye conforme avanzan los acontecimientos; es un muro que se agrieta con la proclamación de la II República y también es un muro que se hace fuerte durante la dictadura de Franco. La vida de Mera es, entonces, esa lucha contra ese muro, ese impedimento que aparece frontal, perenne y que tan sólo en contadas ocasiones es posible agrietarlo, producir un agujero por donde se vea otra realidad; la lucha contra este muro es además permanente, de por vida, y Mera lo vivirá en diferentes ocasiones, la última ya en sus últimos años en París con la revuelta de mayo del 68, donde el viejo dirigente ve la posibilidad de un retorno del ideario anarquista.
Vivir de pie es un homenaje al espíritu libertario, a la lucha individual y colectiva, a los hombres que por determinadas circunstancias de la vida tuvieron que dar un paso al frente y que perdieron en todos los terrenos salvo en el de su propia ética personal. El documental de Valentí Figueres es una interesante reflexión sobre el personaje y sobre el valor de recuperación de nuestra historia, al que sólo le falta para ser un excelente material histórico el espíritu crítico necesario que frene el exceso de militancia que aboca el filme a terrenos autocomplacientes.
En cualquier caso, para los tiempos que corren, no es una mala experiencia acercarse a esta revisión histórica de un personaje y una época difícil para la historia contemporánea de nuestro país, aunque de momento, sólo ha sido posible verlo en festivales, siendo el esfuerzo personal de sus propios creadores y responsables la única garantía de difusión pública de las imágenes.
(1) Romaguera i Ramio, Joaquim; Alsina Thevenet, Homero. Textos y manifiestos del cine. Cátedra. Madrid, 1989. Página 152.
