Editorial agosto 2024

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Todos al infierno

Si a fecha de hoy está usted leyendo este editorial, es que el 4 de agosto de 2024 Skynet tampoco adquirió consciencia de sí misma y decidió exterminarnos el 29 del mismo mes. Aunque lo que aseguraba Kyle Reese a Sarah Connor en 1984 y fue confirmado por un T-800 con el rostro de Arnold Schwarzenegger a John, el hijo de Sarah, es que la fecha fatídica era la de 1997, lo cierto es que las idas y venidas de la franquicia han llegado a postular que en cualquiera de los universos posibles el día 29 de agosto es el señalado, sin importar tanto el año en que se produzca. Por eso las redes se han llenado de mensajes anunciando el apocalipsis, teniendo en cuenta que el reino de la Inteligencia Artificial parece ya ser de este mundo.

Todo esto no es sino una excusa, claro, para la presentación de la nueva serie de animación sobre Terminator que ha estrenado Netflix y que se desarrolla en Japón. Se llama Terminator zero y pretende ser el enésimo reinicio de la saga. De momento ha cosechado críticas desiguales, pero yo me quedo con la frase de un crítico estadounidense: «no esperes que te lleve de vuelta a impresionante época de las dos primeras entregas de Cameron; esa magia ya no volverá».

La amenaza rusa tampoco es ya para tanto, se sugiere: es cierto que en la segunda entrega de la saga el John Connor interpretado por Edward Furlong dijo que no había nada que temer de los rusos, que ahora eran sus amigos, a lo que el T-800 respondió que eso no importaba, pues la respuesta automática de la agresión de Skynet pulverizaría a los EE. UU. sin necesidad de intervención humana.

Lo que sucede es que, a raíz de la ignominiosa y larga guerra con Ucrania, las costuras militares se le están viendo al oso eslavo y hay algunos que afirman que muchos de sus misiles intercontinentales no están en disposición de volar por la falta de mantenimiento –atribuible a la corrupción– de su combustible líquido. La verdad, dejando a un lado que a Rusia aún le quedan submarinos y bombarderos con carga suficiente para rustir a gran parte del mundo, no nos apetece comprobar qué «pequeña» parte del planeta acabaría al ast en caso de conflicto nuclear.

Todos al cielo

Este mes ha sido nefasto para las grandes glorias de la interpretación que brillaron con luz propia a lo largo del pasado siglo. Gena Rowlands, a quien Juan de Pablos Pons le ha dedicado un homenaje en Encadenados, nos dejó el pasado 14 de agosto. Cuatro días después, Alain Delon se encaminaba hacia los Campos Elíseos y de nuevo nuestro amigo Juan se encargó de redactar su semblanza.

El trabajo que Juan desempeña no solo es un necesario homenaje a dos monstruos de la interpretación… también me ahorra un trabajo ingente en este editorial y hace que no se parezca a una necrológica.

Todos a París

Y ya que hablamos de los Campos Elíseos, no podemos olvidar que el 25 de agosto de 2024, es decir, justo hace ochenta años, la capital francesa fue liberada de la ocupación nazi por las tropas aliadas.

A la cabeza de estas desfiló La Nueve, la compañía española que comandó heroicamente la liberación parisién. Su memoria ha sido bastante maltratada por el ninguneo y por cierto exceso de chauvinismo, y su destino fue trágico después de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue aplastada en su intento de librar a España del último reducto del fascismo.

Sin embargo, es justo reconocer que uno de los mejores homenajes que se le rindieron fue el de un documental de producción francesa: La Nueve, los olvidados de la victoria, aunque dirigida por el argentino Alberto Marquardt.

La Nueve, la compañía española que comandó heroicamente la liberación parisién.

Todos a su casa

Un nuevo fantasma recorre Europa y es el de la inmigración y su catalogación de legal o ilegal, según una dicotomía difusa y a veces injusta u opaca. Este es un problema de largo recorrido histórico y no parece que tenga solución fácil ni en el aperturismo casi total de los países del norte de Europa, ni en el cierre absoluto de fronteras de los gobiernos de cada vez más latitudes.

Los problemas del desamparo, de la creación de guetos, de la delincuencia, del trabajo sumergido o casi esclavo y del consecuente impacto en la hacienda pública y en la contratación de los nativos, son aristas de un mismo poliedro que no cabe enfrentar con populismos. Meloni y Sánchez, Scholz y Le Pen, Frederiksen y Orbán parecen dos caras de la misma moneda, que por cierto gira como si alguien la hiciera bailar sobre una mesa ofreciendo cada vez una de ellas.

En el caso de nuestro presidente, de viaje en Mauritania y Marruecos lo que sorprende a sus propios socios de Gobierno es cómo se ha descolgado con unas declaraciones en las que habla de deportar a los inmigrantes irregulares mientras fomenta la contratación en origen de 250.000 trabajadores. No parece haber contradicción en tales medidas, aunque sí un cambio de opinión con respecto al discurso de la izquierda tradicional en el hecho de hablar de devoluciones o deportaciones.

El Partido Popular se ha aprestado a señalar que esa es también su política, y que antaño fue criticado por ella, lo que a todas luces se aprecia como un pataleo que de ser coherentes con su propia política debería trocarse en aplauso.

Sea como fuese, la cuestión sigue siendo compleja y refractaria a soluciones simples y vistosas. Nosotros no tenemos tampoco una idea clara sobre qué quepa hacer ante tal problema, pero sí dedicamos un Rashomon a la pobreza que incluía algunas piezas sobre inmigración. Véase aquí.

Nuestro Rashomon sobre la Pobreza, con portada diseñada por Ana Císcar.

Todos a la cárcel

Parece frívolo recordar la estupenda comedia de Berlanga al referirse a estos temas, pero resulta que este mes ha sido noticia la esperada sentencia de Daniel Sancho con respecto al asesinato de Edwin Arrieta. Cadena perpetua, eludiendo la condena a muerte que pesaba sobre sus hombros, es lo que al final ha escuchado el hijo de Rodolfo y nieto de Sancho de boca del juez.

Ignoramos el procedimiento que seguirá ahora su defensa en la apelación, y si es posible que tras ocho años el reo pueda cumplir condena en España tras su extradición. Lo cierto es que va a ser trasladado a una prisión infecta y no se las promete muy felices para los próximos tiempos. Una lamentable conclusión para un hecho sin duda también lamentable y absolutamente condenable.

No redundaremos más en ello, porque esto no es Sálvame ni un tribunal de justicia. A lo noticioso del suceso se le puede añadir que la estatua de Sancho Gracia, el abuelo del reo, ha sido vandalizada en Mondariz, Pontevedra. No entendemos en qué cabeza cabe que un abuelo, ya fallecido, pueda tener algo que ver con los nefandos actos de su irresponsable nieto. No lo entendemos a menos que acudamos a la culpa bíblica con carácter retroactivo… o quizá mejor a la infinita estupidez humana.

Esa misma estupidez, hija del pensamiento mágico de la mímesis, parece hallarse a la base del hecho de confundir a persona y personaje. Por ese motivo fueron acosados o se vieron arrinconados por la industria el joven actor Jack Gleeson, que interpretó a Joffrey en Juego de Tronos, Steve Railsback que dio vida a Charles Manson en Helter Skelter, Imelda Stauton como Dolores Umbridge o Tom Felton como Draco Malfoy en Harry Potter, Kathy Bates como Annie Wilkes en Misery u Óscar Jaenada por su papel de Luisito Rey, padre de Luis Miguel en su serie biográfica.

Algunos, como Louise Fletcher, que encarnó a la odiada enfermera Ratched en Alguien voló sobre el nido del cuco, o el ya mencionado Jaenada, se enorgullecen de ser odiados por el público, pues se lo toman como una recompensa a su actuación. Pero otros se ven obligados a dejar la interpretación, como Railsback o Gleeson, que tras no poder salir a la calle sin ser insultado decidió dedicarse a algo tan poco consolador como la filosofía.

No sabemos qué opinaría Sancho Gracia de su rojo embadurnamiento en efigie. Probablemente el hecho le pareciera una minucia al lado de la tragedia que supone el encarcelamiento por asesinato de su nieto.   

Pero como bien sabría Pepe Sancho, compañero de Gracia en Curro Jiménez y protagonista de Crematorio, la cárcel no aguarda solo a los asesinos. Últimamente en nuestro país la corrupción y el bandolerismo vuelven a florecer por terrenos que se suponían baldíos. Resulta que los que venían a acabar con ella no parecen librarse de su fangosa mano, y a raíz de la oscura época pandémica resurgieron las flores del mal en el comercio con las mascarillas.

El caso Koldo crece hasta estar en condiciones de llevarse por delante al exministro Ábalos, y este, en la mejor tradición retratada por Sorogoyen en El reino, amenaza con tirar de la manta o someter a lenta tortura la legislatura de Sánchez, acosado también por la judicatura por presuntos casos de nepotismo conyugal y fraterno.

De nuevo en Encadenados nos sentimos incapaces de emitir un dictamen sobre los casos de corrupción en nuestro país, que van del blanco al violeta. Pero también hicimos un Rashomon dedicado a la corrupción, que pueden encontrar en este enlace.

Louise Fletcher, que encarnó a la odiada enfermera Ratched en Alguien voló sobre el nido del cuco.

Todos al cine

Pero no todo es tan desagradable. El ministro Urtasun ha sugerido otra idea, y esta, aparentemente, no es una ocurrencia. Ha tenido esta vez la loable intención de poner su granito de arena para salvar la industria cinematográfica, y de paso ilustrar al alumnado mediante ocasionales excursiones a las salas de cine. 

En realidad, su propuesta está inspirada en el programa francés École et Cinéma que se implementó en el país vecino en 1994, y que consistía en realizar al menos tres excursiones al cine matinal durante el curso. El programa se implementó en primaria, para edades entre 6 y 9 años, y más tarde se amplió para franjas de edad más tempranas, de cinco a seis.

No seremos nosotros quienes objetemos la iniciativa de un modo total: fomentar la asistencia al cine siempre es interesante. No obstante, la juzgamos insuficiente o incompleta por varios aspectos.

El menor de ellos es sin duda el de la pérdida de horas lectivas: no parece una crítica demasiado fundada el decir que niños tan jóvenes pierden algo esencial al acudir al cine tres o cuatro veces al año en lugar de dar matemáticas, lengua o historia. La cinematografía también es un vector de aprendizaje, señoras y señores, y bien orientado, lo es de enorme potencial didáctico en casi todos los ámbitos educativos.

Pero precisamente por esto, acudir al cine sin más, y sobre todo con la intención de «salvar a la industria» nos parece un mal enfoque del asunto. El programa francés parece haberse orientado a dar al joven público aquello a lo que ya está acostumbrado a ver en casa, sin más: películas infantiles en una sala grande, que, por supuesto hace que mantengan toda su atención, y esto no es poco en una época como la nuestra.

Pero programas de rancio abolengo como los del cineclub de las Universidades Laborales no se limitaban simplemente a eso: al alumnado se le enseñaba a ver cine, a descifrar los sentidos de cada filme, a apreciar los detalles técnicos, a componer sus propias obras cinematográficas…

Todo esto puede sonar muy ambicioso hoy día, porque no faltará quien oponga de nuevo como excusa la pérdida de tiempo; sin embargo, a nosotros nos parece enormemente fructífero dedicar espacios de atención en el aula, desarrollos de la capacidad hermenéutica del alumnado, fomento de la creatividad, descubrimiento de un arte. Ver cine no es solo acudir a una sala.

Nos ponemos a disposición del señor Urtasun para contar nuestra historia de éxito educativo. Quizá podamos iluminarlo con una nueva ocurrencia.

Escribe Ángel Vallejo

La antigua Universidad Laboral de Cheste, donde se formaron los creadores de la revista de cine «Encadenados».