«No me interesa el género si no es para contar algo humano»

El director y guionista Alejandro Suárez estrena su primer largometraje Kepler Sexto B; con guion del propio director, la película está protagonizada por Karra Elejalde, al que acompañan en el reparto Daniela Pezzotti, Jorge Bosch, Vicente Vergara y Pablo Molinero, entre otros.
Alejandro Suárez cuenta con una larga trayectoria en el cine, en el que se inició diseñando storyboards para directores como Achero Mañas o Daniel Monzón. Pero es en el terreno del cortometraje donde acredita un gran prestigio como escritor, director y productor con títulos como Hidden soldier (2010) y The fisherman (2015), dos cortos multipremiados en todo el mundo.
Para su debut en la pantalla grande, Suárez propone una fábula social que supone una mezcla de géneros a través de una historia centrada en dos personajes: Jonás, un viejo que vive solo y ha perdido la cabeza; y Zai, una niña inteligente, con mucha imaginación y sensibilidad a la que la vida le ha negado la infancia y el privilegio de tener una familia.
Kepler Sexto B es una producción de Turanga films SL, Pincheforn Producciones SL y Kepler-Sexto B AIE; en coproducción con Noodles Production y Quexito Films SL. La película, distribuida por Filmax, se estrena en cines de España el 16 de junio.
El director Alejandro Suárez y la actriz Daniela Pezzotti han estado en la Filmoteca de Valencia para presentar la película que es una producción valenciana rodada íntegramente en la Comunitat Valenciana. Con ambos hemos hablado sobre su experiencia con Kepler Sexto B.
Cuando te entrevistamos durante el rodaje de la película comentaste que el proyecto venía desde hace más de cinco años. Tú has trabajado en el cine elaborando storyboards y tienes dos cortometrajes multipremiados. ¿Tanta dificultad hay para levantar los proyectos, para dar el salto al largometraje?
Alejandro Suárez: Hay una dificultad evidente. Hacer cine es muy difícil, siempre lo ha sido; quizá ahora hay más accesibilidad para los nuevos directores, sobre todo por los medios digitales, pero al mismo tiempo hay mucha más competencia, con lo cual hacer la primera película siempre es complicado.
Requiere de años de hacer cortometrajes, tener premios, obtener reconocimiento, para que al final un productor confíe en ti y te dé la batuta para dirigir un proyecto. Una batuta que es compleja porque no solo tiene que confiar en tu historia sino que tiene que confiar en tu persona, en que vas a ser capaz de sacarlo adelante; una cosa es hacer cortos y otra cosa es meterte en un largometraje que dura más tiempo, que hay más manejo humano y que tiene mucho más presupuesto. Es algo que están poniendo en tus manos y que requiere una confianza plena. Es complicado.
Personalmente tenía varios proyectos, como se suele decir “no hay que poner todos los huevos en la misma cesta”, soy un culo inquieto y tenía varios proyectos antes de que saliese Kepler. Estaba trabajando paralelamente y vas un poco viendo cuál es el que sale. Y nunca lo sabes. De hecho tenía un proyecto en Asia bastante grande, que era la continuación de mi cortometraje The Fisherman, y resulta que con la pandemia se quedó varado.
Justo en ese momento tenía Kepler, que venía años trabajando en él, y me dieron el ok. Me vine para España y empezamos a desarrollarlo. Estas cosas pasan en el cine. Creo que al final es más una cuestión de perseverancia que de talento.
¿Cuándo surge la estructura que conjuga el género de ciencia ficción con el drama social?
Alejandro: Desde el principio. Es la base y el concepto de la película. En ningún momento pretendí hacer una película de ciencia ficción y luego dije: “Como no tengo presupuesto voy a hacer un cine social”. No, no. Desde el primer momento era la historia de un hombre que creía vivir en un planeta cuando está en su piso. Y el título estuvo desde la primera versión del guion, Kepler Sexto B, y ese fue el concepto desde el inicio. Y en todo ello estaba esa intención de esa especie de Quijote que en lugar de ver molinos y gigantes ve aliens y planetas inhóspitos, para hablar de algo más profundo que son ciertas carencias de la sociedad que tenemos y que a veces nos olvidamos.
Ese juego con el género que remite al cine americano combinado con un discurso social ya lo podíamos ver en tus cortos. Hidden soldier era un cine bélico bajo el que se escondía un problema de salud mental, y The fisherman, con una especie de alien o monstruo, marcaba las diferencias en una gran ciudad.
En el caso de The fisherman, fue rodado en Hong Kong y tenía clara cuál era la metáfora de esa historia porque yo siempre busco metáforas, no me interesa el género si no es para contar algo humano; como gracia no lo veo, incluso como espectador, cuando veo películas que me están contando algo sobre el ser humano es cuando me interesan, si es simplemente por el mero juego visual me pueden entretener, pero al final no se me queda en la retina.
En The fisherman yo hablaba de algo que está pasando ahora mismo, y esto fue hace casi 10 años, y era que el monstruo que se come a Hong Kong es China, aquello estaba presente y era una de las partes metafóricas del corto. Siempre busco hablar de algo que me preocupa. Y cuando me preocupa algo busco la metáfora como se hacía antiguamente, casi poniéndome en plan poético visual, busco ese recurso literario que en este caso es audiovisual para hablar de algo que tiene más poso.

La película es un compendio de dificultades sociales que persisten en el tiempo y que se han agudizado estos últimos años como son los desahucios o el maltrato.
Alejandro: Efectivamente, el origen es la crisis del 2008 que puso en evidencia problemas sociales que ya existían, la crisis ha seguido coleando y, de repente, ha llegado la pandemia y todavía ha quedado más en evidencia. Resulta que esa sociedad de la que presumimos con una base social muy buena, y la tenemos si comparas con otros países, pero se ha ido deteriorando porque la sociedad (y esto no es particular de España) se ha hecho egoísta. Empezamos a mirar más hacia dentro y menos hacia fuera, importa lo que me pase a mí, a mis amigos, a mi familia, pero lo que le pase al resto…
Trabajar con Karra Elejalde es una garantía. No sé si cuando elaborabas el guion ya estabas pensando en el actor, pero el personaje de Zaida viene de un casting y podía ser un riesgo porque supone el 50% de la película.
Alejandro: Ese era uno de los mayores riesgos de la película. Cuando escribo intento no tener a nadie en la cabeza, prefiero hacerlo literario, es un personaje que está en mi cabeza, parte de algunas cosas, pero no es nadie todavía.
Luego cuando me pongo el sombrero de director ahí sí que Karra fue la primea opción; y no te diría que la única, pero desde luego la mejor porque para interpretar a ese Quijote espacial tiene que ser alguien como Karra que tiene esa locura con ese componente tierno y humano, y por supuesto, su calidad interpretativa, le da al personaje el factor que debe tener.
Al mismo tiempo, con el personaje de Zaida, que interpreta Daniel Pezzotti, lo que quería era contrarrestar la experiencia, el método que aportaba Karra, esa cara conocida: traer a alguien fresco que levantase en el espectador una sensación de realidad, que no es alguien que has visto en una serie.
Eso implica un riesgo porque puedes no encontrarlo. Afortunadamente tuvimos la suerte que la encontramos aquí en Valencia y ha sido un viaje fantástico, maravilloso. Daniela tiene un futuro muy prometedor, en el set saltaron las chispas emocionales, nos emocionamos todos.
Es una película muy trabajada a nivel formal para mostrar ese juego con la fantasía y la realidad. ¿Cómo has elaborado ese aspecto visualmente?
Alejandro: He sido diseñador gráfico antes de director, he trabajado muchos años haciendo storyboards para otros directores como Daniel Monzón o Achero Mañas, y vengo de ese punto visual que me gusta trabajar. Y lo trabajo desde el principio. Con el guion empiezo a trabajar los colores, la profundidad, la textura y hago un storyboard que es el 90% de la película. Y ya no es el storyboard, hice un guion gráfico, un comic de la película que sirvió como guía visual para todo el equipo. Al final se ha respetado bastante y creo que ayuda a que la película tenga una coherencia visual.
Daniela Pezzotti encarna al personaje de Zaida, la niña que vive en la misma escalera que Jonás (Karra Elejalde). Rodó la película con 12 años en lo que ha sido su primer papel para el cine. En televisión ha participado en la última temporada de Hit.

¿Cómo llegas a la película? ¿Te interesaba este mundo de la interpretación?
Daniela Pezzotti: Gracias a mi madre que vio el anuncio por Linkedin y envío mis fotos sin yo saber nada. Y un día me dijo: “Escucha, que he enviado unas fotos tuyas para un casting y te quieren ver actuar”. Y eso fue el principio de todo.
Yo desde pequeña he sido una niña de hacer muchas extraescolares y durante un curso hice un año de teatro, pero lo típico del colegio, nunca me había fascinado.
Una vez estás elegida y tienes el guion. ¿Cómo te quedas al leerlo?
Daniela: Al principio, antes de los ensayos, estuve haciendo unas videollamadas con Alejandro. Y él me dijo que me lo leyera como si fuera un cuento, que no tuviera en cuenta que yo iba a actuar. Cuando me lo acabé de leer lo comentamos y yo rodé el guion con 12 años, y al final hay mensajes que a los 12 años te cuesta más entender, y es por eso que Alejandro me ayudó a entender, a procesar todo lo que estaba pasando. Además me dio mucha libertad para actuar y eso lo agradezco mucho.
Claro porque la película tiene situaciones que tú, afortunadamente, no has vivido.
Sí. Lo veía difícil pero al tener tanta ayuda me lo facilitó mucho.
¿Cómo ha sido trabajar con Karra Elejalde? ¿Habías visto alguna película de él?
Cuando lo supe, que fue después de que me cogieran, a mí me hizo mucha ilusión pero a quien les hizo mucha ilusión fue a mi familia. Pero yo desde el primer momento que me reuní con Karra estuve muy bien, es muy divertido trabajar con él, es muy cariñoso, para mí fue un compañero más, un amigo más y tenemos una amistad muy bonita.
¿Qué fue lo más difícil para ti a la hora de hacer el personaje?
Todo el mundo me pregunta por las escenas más difíciles, pero para mí las más complicadas son las del día a día. Son escenas que no hay que llorar mucho, no hay que hacer mucho esfuerzo emocional, pero al final tienes que controlar más tus emociones, saber exactamente lo que tienes que hacer.
A mí me gusta sonreír, yo me considero una niña muy alegre, y Zai [el personaje de Zaida] es todo lo contrario, es muy triste; y había un momento en que tenía que sonreír, una sonrisa muy justa, y es una chorradita pero estuvimos cinco minutos para encontrarlo: “un poco más”, “un poco menos”… Al final Zai y yo somos muy diferentes en cuanto a carácter y creo que eso fue lo más difícil.
¿Qué es lo que más te gusta del personaje de Zaida?
El hecho de que Zai, aunque haya sufrido mucho, no le desea el mal a nadie, es muy empática porque al final es lo que yo digo siempre, pasamos por la vida muy rápido pero no te paras a pensar lo que le está pasando al que está delante de ti y a lo mejor necesita ayuda. El hecho de que Zai quiera ayudar a Jonás me parece muy bonito.
Escribe Luis Tormo | Foto película Filmax
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