Entrevista a Félix Viscarret, director de «Una vida no tan simple»

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«Creo que la vida tiene esas dos caras, cotidianidad y magia»

El director Félix Viscarret estrena el 23 de junio Una vida no tan simple. La película, tras su paso por el último Festival de Málaga, cuenta la historia de Isaías, un prometedor arquitecto de 40 años que se debate entre su estudio y el parque donde juegan sus hijos. Isaías siente que no está donde debería estar y su relación con su esposa Ainhoa muestra los desafíos y el agotamiento que conlleva la crianza de los hijos. Todo cambia cuando entabla una amistad con Sonia, madre de otro niño del colegio, quien le mostrará que la vida adulta y la crianza no son tan simples como parecen.

Félix Viscarret (Pamplona, 1975) recibió dos premios Goya por su opera prima Bajo las estrellas. Entre sus trabajos podemos destacar Vientos de La Habana, adaptación al cine de la novela de Leonardo Padura; en 2019 se convierte en el director responsable de la primera mitad de la serie Patria, primera producción de HBO para España, sobre el bestseller de Fernando Aramburu, a quien Viscarret ya adaptó en Bajo las estrellas. Y en 2022 presentó en el Festival de Valladolid su largometraje No mires a los ojos, basado en la novela de Juan José Millás.

Con motivo de su estreno, los cines Lys de Valencia han organizado la proyección de Una vida no tan simple y hemos podido contar con la presencia de Viscarret, con el que hemos mantenido una conversación sobre el origen, el tono y algunos aspectos de su último trabajo.

Frente a gran parte de tu cine, donde el origen se encuentra en la literatura con las novelas de Fernando Aramburu, Leonardo Padura o Juan José Millás, en este caso partes de un guion original tuyo. ¿Cómo surge la película?

Es una película con un elemento semiautobiográfico, o desde luego personal, que surge de cuando tienes hijos de dos o tres años y estás con ellos en un parque y tienes dudas porque preferirías estar escribiendo un guion, y sin embargo, cuando estás frente al ordenador escribiendo te entran dudas, piensas que esto ya se ha escrito millones de veces, y que te estás perdiendo la infancia de tus hijos. Entonces te planteas “qué hago con mi vida”. Y da igual que sea la crisis de los 40, de los 30 o de los 60, eso es lo de menos.

Me pareció que ahí había una película sobre cómo los seres humanos nos resistimos al cambio, parece que siempre nos cuesta el cambio, y mira que lo único que es constante en nuestra vida es el cambio. Y vi que toda historia en la que pasas de una fase anterior a una fase nueva conlleva una parte de ajuste, de pérdida de lo anterior, pero también puede haber una parte de aprendizaje. Y a lo mejor, esa fase de aprendizaje, pasa por reírnos un poco de nosotros mismos, de nuestras miserias, de nuestras neuras, etc.

Entonces pensé que ahí había una película especial de cómo entramos en lo que llamamos la vida adulta, esa vida que como dice el título a veces es una vida no tan simple.

La película mantiene un equilibrio entre el drama y la comedia. Una comedia que viene derivada de las situaciones cotidianas.

Como contador de historias me doy cuenta que hay algo muy valioso que es un estilo, una esencia, un tono que es nuestro y que a veces la tocamos y decimos: “Esto es algo especial”.  En este caso se podía hacer una comedia de algo que tenía un poso nostálgico, melancólico, de algo de pérdida porque él dice adiós a su juventud y alguien diría: “¡Qué cosa más melancólica!” pero yo sabía que algo había ahí de comedia. O que a través de la comedia nos redimíamos.

Para mí esa mezcla entre la nostalgia y una mirada de cariño, ternura o humor hacia los personajes donde los hiciéramos más cercanos, creo ahí está la esencia de esta historia. Esa llama que uno tiene dentro en cada película, en cada proyecto, es lo que tienes que ver en cada momento cuando surgen dudas durante el rodaje; hay que volver a esa llama, a esa esencia que es lo a mi me da la energía. Esto es una faceta, algo del ser humano, que merece la pena que lo observemos desde otro punto de vista; para mí la sonrisa –no es la risa– hacia estos personajes nos da ese puntito de distancia para entender que “Sí, esa es mi vida” y no es algo tan grave, compartimos con ellos los miedos, los desvelos, de tal forma que es más lo que uno que lo que nos separa.

El director Félix Viscarret estrena el 23 de junio Una vida no tan simple.

Junto a ese tono que va del drama a la comedia. En una película de mucho diálogo, compaginas ese diálogo con unos interludios de silencio, con escenas de la ciudad nocturnas, escenas incluso de tono onírico como esas escenas de las patinadoras que se repiten a lo largo de la película, y que da igual su significado,  porque lo importante es que aportan un contenido que cada espectador decidirá cuál es. ¿Te constó encontrar esa dualidad? ¿Ese tono entre real y onírico?

Efectivamente. Yo suelto esas pistas y la intención es que evoque lo que cada uno pueda entender.

¿Y el tono de esas imágenes nocturnas que crean como un entorno casi mágico?

Viene en un momento inicial de la creación de la película. Creo que la vida tiene un poco esas dos caras, tiene cotidianidad y tiene magia, tiene la batalla del día y tiene el misterio de qué son exactamente nuestras vidas, qué es el tiempo, qué se nos escapa, qué rige nuestros encuentros o desencuentros, las conexiones con otros seres humanos.

Hay muchas cosas ahí que no son tangibles y que compensa como tú dices, que es un contrapunto. Ni todo es la cotidianidad de la batalla ni todo etéreo o místico. En la vida hay un poco de magia y un poco del día a día.

El personaje de Rascafría que interpreta Julián Villagrán es un respiro dentro de la película.

Sí, es el contrapunto más cómico. Es un cantamañanas. En todas las profesiones tenemos ese cantamañanas que dedica más energía a venderse a sí mismo que a hacer las cosas bien., y que a veces le va mejor, sientes que tú tienes más talento y ese jeta sabe venderse a sí mismo y le van mejor las cosas.

Pero hasta en ese personaje me apetecía que fuera entrañable y viéramos incluso que el protagonista, al final,  fuera con humildad y le dijera que ya que nos estamos hundiendo, deberíamos ayudarnos. Ahí hay algo que me emociona de esos tipos tan derechos, con tod su ego y su vanidad, de repente se descubran en toda su sinceridad. Me parecía que el contrapunto más cómico como el de Villagrán podía aportar su puntito de humanidad.

Una vida no tan simple. Foto película David Herranz / A Contracorriente Films

De hecho, hay  una comprensión hacia todos los personajes de la película, tienen un arco emocional que les lleva a conocerse mejor. Incluso hay muchas escenas con los personajes reflejados en el espejo, reflexionando.

Lo del espejo si os he de decir la verdad no era consciente. Son de esas cosas que uno nutre en sus historias pero no es plenamente consciente.

Pero lo de la comprensión de los personajes sí es verdad. Es algo que me gusta trabajarlo incluso cuando las historias no son originales mías como es el caso de las novelas de Juan José Millás, Aramburu o Padura, pero lógicamente cuando tu creas los personajes los utilizas de una forma mucho más rica, a mí eso me da mucha energía, tenemos que entender muy bien en qué momento está cada uno de esos personajes que se está mirando al espejo, el espejo literal o el espejo mirándose al interior.

El protagonista es arquitecto. Y en el inicio, con la pantalla en negro donde solo se oye la locución, parece que estamos ante unos premios cinematográficos; luego nos damos cuenta que es un premio arquitectónico. ¿Te planteaste que en lugar de ser arquitecto fuera un director de cine?

En algún momento, cuando esto era un guion que estaba evolucionando  me llegó a plantear a mí: “¿No quieres hacer que sean guionistas o directores de cine que es algo que tú conoces muy bien?”. Pero no me apetecía que derivara en cómo es la vida de los directores o guionistas, que fuera un “cine dentro del cine”, que pareciera algo así como “ya están los del cine mirándose el ombligo” o vendiendo “¡qué difícil es ser padre y director de cine!”.

El debate era cómo lidiamos entre nuestra vida familiar y ese monstruo que nos chupa todo lo que podamos darle que es nuestra vida profesional, cuando tenemos una disciplina creativa pero que también que lidiar con la industria, por ejemplo, los arquitectos. Cualquier autónomo puede entender esto porque parece que cuando más tiempo le dedicas a tu profesión paree que mejor te va a ir, si tú tienes el miedo de que se te está pasando el arroz y no vas a llegar a fin de mes tienes que echar más gasolina a esa máquina; y cuando tienes una vida familiar y los niños son pequeños, también te van ha chupar todo el tiempo que quieras darles.

Esta especie de ser humano dividido entre estas dos corrientes, cada una en una dirección opuesta, me parecía que si decíamos que es arquitecto todo el mundo sabe qué hace un arquitecto, qué hace un aparejador o qué hace un constructor; y puede establecer un paralelismo con su propia disciplina, puede decir: “Ah, sí. A mí me pasa exactamente lo mismo”. Si cuento la historia hablando de la vida del cine la película se recibiría de otra  forma, pero efectivamente, esto es un trasunto de mi vida, de la vida de la gente que está cercana a mí, de la gente que empeña mucho tiempo en proyecto y luego, a lo mejor, no sale; como los arquitectos que se centran mucho en un concurso que luego puede salir o no.

Escribe Luis Tormo | Foto película David Herranz / A Contracorriente Films

Luis Tormo con el director Félix Viscarret.