Experimentación etnográfica
Naomi Uman es una cineasta estadounidense, afincada en México, conocida por sus trabajos experimentales centrados en la figura de la mujer y realizados habitualmente en 16 mm. La directora pasa largos periodos en comunidades rurales a las que retrata con un carácter etnográfico y de las que posteriormente se derivan algunos de sus trabajos.
Este es el caso de Three Sparks. Una producción albano-mexicana fruto del viaje realizado a Rabdisht, un enclave rural situado en el norte montañoso de Albania, donde la gente cultiva las tierras rocosas y se rigen por las costumbres basadas en los códigos tradicionales. La película se subdivide en tres partes: Jumping into the Clouds, Free Until Dawn y Xixa.
La primera parte se centra en la directora y en su propia experiencia, justificando su presencia en Rabdisht. Esta parte funciona como una introducción para el segundo y el tercer bloque. Esta primera parte es una combinación de un rodaje en 16 mm y en digital, aunque en el resultado final se impone el aspecto de 16mm.
El segundo bloque, filmado también en 16mm, en blanco y negro, es un retrato etnográfico de la vida del pueblo. Una grabación en la que no hay planificación ordenada –panorámicas, desenfoques, bucles– y que tiene un carácter testimonial. En este apartado no hay diálogos, siendo el sonido ambiente y la banda sonora, basada en la música folclórica albanesa, los que adquieren el protagonismo.
Las explicaciones referidas a las costumbres y a las tradiciones se realizan a través de unas cartelas negras con intertítulos que recuerdan al formato del cine mudo. La cámara de Uman recoge el modo de vida de los habitantes, su sustento económico basado en el cultivo de las tierras rocosas como se hacía en el siglo XIX y en la explotación de la ganadería. También hay espacio para entender que esta población del norte de Albania se rige por el Kanun –que significa «regla»–, un conjunto de leyes tradicionales que se han transmitido de generación en generación desde la Edad Media; las cartelas van aportado información sobre los matrimonios, sobre las mujeres que no se casan y viven como hombres, etc.
El blanco y negro destaca la dureza de un territorio a la vez que embellece el áspero paisaje albanés. La sensación es que, a pesar de que puede haber alguna planificación, la situación de la cámara y la planificación responde al deseo de captar de una forma natural lo que hay delante del objetivo. La fotografía parece reproducir la imagen de un modo semejante al de las viejas películas de inicios del siglo XX que muestran sus deficiencias o muescas como efecto del paso del tiempo. En este sentido la película conecta, tal y como se detalla en las cartelas informativas, con la vida de Edith Durham, una exploradora que en los inicios del siglo XX viajó por Albania y que en cierto modo sirve de inspiración a Naomi Uman para establecer un paralelismo entre el viaje de una y el de la otra.
Estos dos bloques están presididos por la elección formal de la película en 16mm, que establece un nexo de unión entre ambos, para lograr que las imágenes proporcionen una visión de la cultura albanesa tradicional, de un modo de vida que permanece anclado en el tiempo en ese territorio.
Esta unidad estética se rompe con el tercer bloque, Xixa (Chispa). Aquí la directora decide dar el protagonismo a los habitantes de Rabdisht con los que ha estado conviviendo a través de las imágenes obtenidas mediante una GoPro.
En color y con el uso del gran angular típico de este formato digital –que permite abrir el campo de visión y que todo esté enfocado– la cámara retrata las actividades cotidianas como puede ser la elaboración de una típica comida, el interior de las casas, la vida cotidiana, las conversaciones y los juegos de los niños que corretean por la aldea.
Si en la segunda parte el 16mm aportaba una apariencia estéticamente cercana a la visión romántica de la vida de pueblo con un carácter claramente etnográfico, la tercera parte establece una ruptura que nos devuelve a la realidad actual con una interacción de los habitantes con la cámara pues en muchas escenas son ellos los que deciden el emplazamiento de la cámara o los que aparecen realizando sus tareas cotidianas.
El conjunto deja un filme experimental que discurre entre la difusa frontera de la ficción y el documental, y que no termina de ensamblar correctamente las tres piezas en que estructura. Así, mientras las dos primeras parecen unificadas por el formato escogido –el 16 mm–, la tercera parte evidencia una ruptura que lastra el resultado final porque, tras visualizar este puzle narrativo, Uman no deja claro cuál es el objetivo de su trabajo, más allá del juego con el tratamiento formal del material filmado.
Escribe Luis Tormo | Fotos Mostra de València