La nieve, la luz y Sunny

La nieve cubrió con su manto blanco las calles de Berlín, proporcionando al primer día del festival una estampa de gran belleza que no se había visto desde hacía muchas ediciones de la Berlinale.
No obstante, con el paso de los días, esa nieve inevitablemente se oscurece, convirtiéndose en hielo y escarcha, y el paisaje romántico se transforma en uno más grisáceo. Aun así, prefiero aferrarme a esa imagen inicial llena de belleza, que reflejaba la expectación que se sentía por las películas que estaban por venir.
Comenzaré hablando de la película de inauguración del festival, Das Licht (The light), de Tom Tykwer. Siento cierta debilidad por algunos de los personajes que Tykwer crea en sus películas. En Das Licht, Farrah, una inmigrante siria, entra en la vida de la familia Engels como empleada doméstica. Viviendo en el vibrante pero a la vez aislador corazón de Berlín, los Engels forman una familia fragmentada y bastante desestructurada, compuesta por tres hijos y padres que rondan la cuarentena.
La película parece construida a partir de pedacitos íntimos de Berlín, lugares que son importantes para el propio director. Estos fragmentos reúnen historias que en algunos momentos se sienten forzadas y siguen caminos contradictorios. Esto me suscitó algunas preguntas que planteé al director al final de la rueda de prensa, pues no logré entender completamente su mensaje.
Disfruté mucho de esos momentos de la película que llamé Tagträume, ya que los percibí como una especie de ensoñación imaginativa que, en ocasiones, se prolonga en la realidad. No estoy segura si existe una palabra en español que capture esta idea. Interpreté estos instantes como una apertura del personaje o de algo que está por venir, acompañados de música, baile y movimiento.
Tykwer me respondió que encontraba la denominación Tagtraum bonita, aunque no la había considerado de esa manera hasta ese momento. Procedió a explicar y desarrollar la importancia de estas escenas o momentos: «En la realización de películas y el cine hay muchos estándares, y uno de ellos es que cada protagonista tiene un momento en el que cuenta una historia que le toca en lo más profundo. Nosotros reflexionamos sobre lo bueno y, a veces, lo deficiente de esto. El cine puede lograr mucho sin necesidad de hablar en exceso, pues los estados que nos afectan a menudo trascienden el texto. Nos dimos cuenta que la música, la danza y el movimiento también pueden ser narrativos y ser expresión de quienes somos, lo cual considero mucho más enriquecedor. Quería que la película aprovechara esto, ofreciendo un punto de partida, pudiendo ser ideas locas (…), o un estado de energía donde uno podría sumirse en sus anhelos y donde la pesadumbre se disipara o desaparezca».
Lars Eidinger, actor que interpreta al padre, respondió a la parte de mi pregunta que abordaba las contradicciones de los personajes y la historia, señalando que estas contradicciones implican un riesgo, pero al mismo tiempo son valientes y tienen el potencial de debatir aspectos que nos afectan hoy en día, aspectos que no pueden clasificarse simplemente en blanco y negro, pues las transiciones y matices siempre están presentes.
Me temo que precisamente eso fue lo que no acabó de gustar a la crítica alemana, ya que la complejidad de la historia y sus contradicciones no fueron bien recibidas. Personalmente, aprecio la sinceridad de visualizar momentos intensos de expresión y emoción, con el riesgo inherente de parecer ridículo, ingenuo o incluso infantil; eso es algo que aunque no salga del todo bien, me gusta.

Sheng Xi Zhi Di (Living the Land), del realizador Huo Meng, me atrapó totalmente: explora la adaptación industrial y la modernización de una China rural retratada en los años 90, mientras permanece sumida en tradiciones que arrastran a sus personajes a la vida extremadamente dura del campo.
Me fascinó cómo, a pesar de las múltiples voces y dialectos provenientes de antiguas tradiciones, a menudo estridentes, emergen otras más silenciosas que sin necesidad de muchas palabras señalaban su renuncia y su dolor. La triada familiar de la abuela, la tía y el niño mantienen en la historia un vínculo muy especial. Los entierros y sus tradiciones abren y cierran la película. A medida que avanzae, la cámara va adquiriendo un enfoque más poético, y es al final cuando la vemos elevarse, acompañando los sueños de viaje de uno de los personajes.
La película Ari, de la directora Léonor Serraille, quien ganó la Cámara de Oro al mejor debut en Cannes en 2017, también me cautivó. Su frágil protagonista colapsa y desarrolla una perspectiva inquisitiva hacia el mundo y las relaciones, oscilando entre la incomodidad y la dulzura.
Me sorprendió descubrir que tanto el tema como el equipo surgieron antes del desarrollo de la historia en sí. Por eso, no creo que la película trate principalmente de mostrar las dificultades de los jóvenes profesores, sino más bien de lo que emerge a partir de esta idea. Me gustó cómo Andranic Manet (Ari) iba redescubriendo el mundo. Su interpretación es hipnótica.

Por último, una película muy especial, se trata de Solo Sunny (RDA, 1980),de Konrad Wolf, en su versión restaurada, que inauguró la sección de clásicos de la Berlinale. Esta película es única en su tipo y forma, y, en mi opinión, es una de las dos películas más importantes de este festival.
Me enamoré de Sunny la primera vez que la vi, de su personaje, de su narrativa visual, su melodía y sus colores. Es una película única. No solo lo es por la historia, ni por el momento o lugar en el que fue realizada, sino principalmente por la mano de su creador, una figura controvertida, quien con esta su última obra, celebrando además su centenario, logró conectar con el público de todas las generaciones, del este y del oeste, ofreciendo una visión única y un personaje inolvidable.
Fue emocionante poder disfrutarla en la pantalla grande junto a un público diverso, escuchar sus risas en momentos inesperados y ver cómo se enamoraban de Sunny escena tras escena. También fue especial compartir mi entusiasmo con Eberhard Geick, el cámara de la película, y tener la oportunidad de preguntarle, dado que su testimonio y ayuda fueron clave para llevar a cabo la restauración.
Escribe: Laura Bondía | Fotos Berlinale 2025
