La lluvia ha traído una buena cosecha de cine

El pasado viernes 14 de marzo arrancaba, bajo la lluvia en la capital de la costa del Sol la edición número 28 del Festival de Málaga de Cine Español y en Español, con más oferta y más presencia femenina en la dirección de las proyecciones que nunca.
Con la tradicional gala hasta la bandera, tras esta se proyectó La deuda, de Daniel Guzmán, antiguo ganador de Biznagas de Oro, pero que esta vez estrenaba fuera de concurso. Con esta cinta y como decían los colegas de El País, Guzmán completa su trilogía callejera, iniciada en Málaga con A cambio de nada y Canallas, y logra llenar salas en todos sus pases. Nos la anotamos como pendiente.
Si la de Guzmán ha sido una de las películas más demandadas por el público malagueño estos primeros días, no se ha quedado atrás, especialmente esperado entre la crítica, Julio Medem, que tras elegir Málaga para estrenar en primicia 8, colgó el cartel de agotado minutos después de ponerse a la venta. Por suerte, pudimos verla.
90 años de vidas entrecruzadas, como un ocho, en 126 minutos de metraje, al más puro estilo poético Medem, en una cinta que va de política, pero sobre todo de amor y de perdón, que recorre la historia de España y que, pese a lo que muchos digan, no se queda en la guerra civil, sino que avanza para mostrar cómo hemos avanzado y retrocedido desde entonces, y cómo por encima de la pandemia uno de los mayores peligros a los que nos enfrentamos recientemente es la polarización. Decía Medem, al presentarla el domingo 16 de marzo ante público y medios, que no viéramos la cinta con pretensión de encontrar un fiel reflejo de los hechos, sino que disfrutáramos de este alumbramiento. Y así lo hicimos.
Otro de los estrenos más especiales que ha caído por Málaga este fin de semana —y que explica nuestra ausencia a la gala de inauguración de este año— es Sorda, primer largometraje de Eva Libertad que ha triunfado en la sección Panorama del Festival de Berlín, un festival por el que pasaron también antes muchas de las ganadoras de Málaga de los últimos años, también por cierto, óperas primas dirigidas por mujeres: Verano 1993, Las niñas, Cinco lobitos y 20.000 especies de abejas.
Sorda es toda una apuesta, como relato que aborda dos temas que ya aislados son complejos: la diversidad funcional, en este caso, la sordera, desde el punto de vista personal y social, por un lado, y la maternidad y su reflejo sobre mujer y pareja, por otro. Con un enfoque cercano, tierno y al tiempo rotundo, la cinta está compuesta de momentos cotidianos y aparentemente nimios que juntos componen un mensaje universal: qué importante es la empatía, el sentirse útil y qué mal pueden hacer las barreras de comunicación, del tipo que sean o por el motivo que sea, con quienes más queremos, sean hijos, parejas, padres…
Los actores protagonistas, Miriam Garlo y Álvaro Cervantes, también están de premio y el guion muy pulido, sin excesos e incluso optimista en cuanto a integración se refiere. Quizás por ser un tema que he vivido bien de cerca siendo joven, el caso es que Sorda me «cogió pellizquito», como decimos por aquí, desde el principio. Y emoción es sinónimo de Biznaga en Málaga.

Algo parecido me ocurrió también con Los tortuga, de Belén Funes, estrenada el domingo 16 de marzo como parte de la sección oficial de Largometrajes del Festival. Una cinta de nombre curioso (así se les llamaba a los que salían del pueblo con las mochilas para buscarse la vida fuera) que hace un guiño a mi tierra, Jaén, y a sus olivos, donde se ubica parte de la historia.
Con un arranque próximo al documental y a medio caballo entre campo y ciudad (Barcelona), como también ha vivido su propia directora, la película, coproducción hispano-chilena, narra con mucha sensibilidad e incluso con toques de humor negro el camino que implica superar la muerte inesperada de un ser querido, manteniendo la emoción de principio a fin.
La mayoría de los personajes son femeninos, mujeres muy diversas en cuanto a edad y forma de pensar, cuyas visiones dispares ante el duelo las enfrenta en ocasiones, pero que comparten su fortaleza. Empezando por madre e hija, dúo protagonista al que dan vida unas magistrales Antonia Zegers y Elvira Lara, y continuando por personajes que, como la tía (Mamen Camacho), representan la tradición y el poder de refugio de lo espiritual, o las niñas pequeñas que, con su inocencia y entre juegos, son capaces de abrir los ojos al resto en la escena final de la película.
Es el segundo largometraje de Belén Funes, tras La hija de un ladrón, que consiguió el Goya a mejor dirección novel, y su segundo estreno en Málaga: su cortometraje Sara a la fuga (2015), fue ganador de la Biznaga de Plata a la mejor dirección y mejor cortometraje.
Y hablando de finales y sin ánimo de hacer spoiler, encontré paralelismos, por su apertura, en otras dos de las películas de la sección de largometrajes a concurso que hemos podido ver también durante el primer fin de semana de festival, La buena suerte y Molt Iluny (Muy lejos). Ambas parten también, cada una en su estilo, de viajes con destinos inesperados, también en lo figurado, de sus protagonistas, Hugo Silva y Mario Casas respectivamente.
Sin ánimo de hacer comparaciones, lo cierto es que en ambas cintas parece prevalecer el proceso y no el desenlace o destino final, aunque en opinión de la que escribe les falte a ambas quizás también unos personajes y un guion más sólidos.
La primera, a cargo de Gracia Querejeta —doble ganadora del festival, hace ya unos años, con Héctor y 15 años y un día—, nos sitúa en un ambiente rural que sirve a un padre desgraciado para esconderse de su hijo y de sí mismo para no aceptar una realidad. Se encuentra, en este camino, con una chica de origen difícil, pero de actitud positiva y cuya bondad parece hacer cambiar tanto su propia suerte como la de quiénes la rodean.
Mientras que en Molt Iluny (Muy lejos), de Gerard Oms —en este caso, su ópera prima—, será un joven barcelonés quien decida tirar a una papelera del aeropuerto de Utrecht su cartera y perder así su vuelo de vuelta y su identidad, en el más sentido pleno de la palabra, para aventurarse a (re)encontrarse en medio de una ciudad hostil en la que es un migrante con lo puesto.

Tierras en las que no somos nadie. Y Tierra de nadie es el título de otra cinta estrenada el mismo día, el sábado 15 de marzo, en esta ocasión en la Sección Oficial fuera de concurso del festival.
Una película de acción con sello andaluz, y más concretamente gaditano, dirigida por el barbateño Álvaro Ariza, que habla de lucha contra narcotráfico y de la guerra que ello genera: entre mafias locales y nuevas mafias, pero también entre quienes se conocen de toda la vida.
En una entrevista a Europa Press el propio realizador relataba el modo en que invitó al propio guionista, Fernando Navarro, a Cádiz, donde se ambienta la historia, y pudieron comprobar sobre el terreno cómo se dan situaciones surrealistas del tipo policías o guardias civiles que detienen a traficantes que son amigos, u oriundos que, abocados al desempleo, están siempre en la fina línea que separa el bien y el mal, lo legal y el crimen, como en efecto ocurre con uno de los personajes.
Tras cinco años de trabajo, muchas conversaciones con gente de la tierra y la búsqueda de localizaciones antológicas para escenas clave como el puente de la Constitución de 1812 o la playa de La Caleta, ha visto la luz una cinta con un gran guion y una producción que recuerda, por momentos, a películas andaluzas como La isla mínima. El trío de amigos protagonista, encarnados por Luis Zahera (firme candidato a otra Biznaga, que ya tiene varias), Karla Errejalde y Jesús Carroza, y cuyas decisiones que los separan y ponen a prueba si «vale más la amistad o el camino que escogido por cada uno», ponen la guinda a Tierra de nadie.

Otro thriller policial estrenado en Málaga, en este caso como parte de la sección oficial de largometraje a concurso, ha sido La huella del mal, debut en la dirección y guion del escritor Manuel Ríos San Martín, y basado en uno de sus libros.
La maldad, y la empatía forman parte del origen del ser humano y han sido ingredientes imprescindibles para su evolución. Bajo ese leitmotiv y en un escenario exótico para este tipo de películas (el yacimiento de Atapuerca, donde se ha rodado un largometraje por primera vez), la película arranca con la localización del cuerpo de una joven en este lugar y narra la investigación policial del caso por una inspectora en situación vulnerable (Blanca Suárez) y un agente retirado y viejo conocido de ésta (Daniel Grao).
Con sus más y sus menos, como le ocurre a esta cinta, la cosecha de este primer fin de semana, no sé si porque ha estado regada por la lluvia, ha sido en general de buena calidad, si bien debo decir que me ha dejado «mal sabor de boca» por su intensidad dramática: hasta Guzmán, habitual de la comedia, nos traía La culpa en forma de thriller; y algunos de los actores andaluces veteranos más queridos, que nos tienen bien acostumbrados a hacernos reír, como Antonio Dechent o Adelfa Calvo, también presentan un registro bien distinto en Aullar, cinta rodada en Málaga y parte de la sección de largometrajes fuera de concurso.
La que escribe esta crónica reconoce haber disfrutado enormemente de estos primeros días de cine, pero estar al tiempo ávida de comedias (y de sol). Éstas llegarán en los próximos días a través de cintas comerciales fuera de concurso como Vírgenes,de Álvaro García Lorenzo; Los Aitas, de Cobeaga o Pequeños Calvarios, de Arturo Valls, entre otros.
Escribe María Sánchez (@cibermarikiya) | Fotos Antonio Viciana
