Martes, después de Navidad (2010) de Radu Muntean

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La mediocridad en plano medio 

martes-despues-navidad-0Una pareja retoza en la cama tras, lo que intuimos, ha sido un encuentro amoroso. Él, Paul, es un hombre maduro que contrasta con la juventud de su compañera de cama, Raluca. La conversación, los gestos, la desnudez y la afinidad de ambos muestran una relación directa y espontánea.

La escena tiene una duración de casi ocho minutos y durante este tiempo la cámara apenas varía su posición, siendo el movimiento de los personajes tumbados en la cama, encuadrados en un plano medio, el que determina la composición de la imagen.

La siguiente escena nos muestra a Paul en una tienda comprando regalos navideños con su mujer, de esta forma, el planteamiento del filme queda ya establecido: hombre casado que mantiene una relación fuera del matrimonio con una mujer más joven. La sintonía entre la pareja es amable, cotidiana, pero la comparación en el tiempo con la escena anterior, deja patente la sensación de rutina que se cierne sobre el matrimonio. La escena, filmada también en un largo plano medio como la otra, acentúa el contraste entre las dos relaciones.

Estilo pausado, largas escenas y personajes encuadrados en plano medio aprovechando el Cinemascope son los tres elementos que el director Radu Muntean combina para narrar el fracaso de una pareja. Es ese estilo el que acompaña la descripción cotidiana de todo aquello que conforma la vida diaria de Paul, pero siempre estableciendo una dualidad entre lo que parece ocurrir y lo que realmente ocurre. Así, cuando vemos a Paul con su mujer, comprando regalos, las imágenes nos muestran un matrimonio normal aunque el espectador sabe que no es así, estableciendo una tensión que alimenta la riqueza descriptiva.

En una de las mejores escenas del filme se produce el encuentro entre todos los personajes implicados. Paul, su mujer y su hija acuden al dentista para una revisión de la pequeña, siendo la dentista la amante de Paul. En el reducido espacio de la consulta médica, y por debajo de todo el diálogo aséptico que introduce el metalenguaje propio del especialista, se palpa la tensión que produce el encuentro entre el disimulo de los amantes, la ignorancia de la mujer traicionada y la inocencia de la niña. Aquí se reproduce ese estilo que hemos comentado y el juego con los movimientos de los personajes termina mostrando al espectador cómo la figura de Raluca se sitúa en medio del matrimonio.

El juego con los personajes dentro del plano es un recurso que Muntean reitera para barnizar la psicología de los mismos. Así, en el único momento en que el matrimonio muestra un acercamiento, con Paul masajeando los pies de su mujer, ésta permanece fuera de campo. Oímos su voz, vemos sus pies, pero la escena denota el distanciamiento entre marido y mujer por esa eliminación del personaje femenino que delimita el cuadro de la cámara.

De esta forma el continente va delimitando el contenido, el estilo encorseta y crea una tensión en torno al matrimonio sin apenas mostrar fisuras, lo que desemboca de una manera abrupta en la confesión de Paul a su mujer explicitando la situación, mientras preparan un café. Es el único momento en que esa tensión se hace patente. Tras esa discusión todo vuelve a su cauce y se refuerza la tesis del filme que insiste una y otra vez en la mediocridad que termina imponiéndose en toda relación.

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La escritura fílmica pone la tilde pesimista en todo el discurso y realmente no parece que tras la apuesta de Paul por Raluca, abandonando a su mujer, las cosas vayan a cambiar. De hecho, el personaje de Raluca ya no vuelve a aparecer físicamente en la película, y el filme deja en suspenso la futura relación de la pareja, aunque por el planteamiento el futuro no inspira confianza pues en Martes después de Navidad los personajes están empapados de la mediocridad que los rodea.

Cada uno ama a las personas que le rodean pero la sensación es que ese amor no tiene calado más allá de la capa inicial, pues cuando se profundiza ninguno de los personajes implicados en el triángulo sentimental es realmente feliz. Este pesimismo se extiende incluso a los personajes secundarios, como la pareja de amigos o la relación de los protagonistas con sus progenitores.

Es muy clarificadora la escena final, que se desarrolla durante la cena navideña. Amparados bajo el tradicional sentimentalismo de la festividad el matrimonio pacta no revelar la crisis a la familia y al igual que en otras ocasiones se recurre al fuera de campo en los últimos planos del filme para mostrar el sonido de los niños cantando un villancico mientras la cámara encuadra al matrimonio en esa falsa imagen de felicidad. El brusco paso a los títulos de crédito implica un desenlace abierto y tendrá que ser el espectador, en función de las claves vistas en la película, quien se encargue de imaginar el devenir de los personajes.

La película de Muntean se convierte por lo tanto en una disección de la pareja, de la vida en familia y de todas aquellas situaciones que favorecen la rutina cotidiana y terminan escondiendo el amor inicial bajo una mediocridad a la que el director presta una atención casi documental.

Martes, después de Navidad, como gran parte del cine alejado del ámbito estrictamente comercial, se exhibió en las pantallas españolas en enero de 2012, aunque su visión fue posible antes a través de las semanas de cine dedicadas al cine rumano, la presencia en festivales y su exhibición en diferentes filmotecas.

Escribe Luis Tormo 

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