Juventud, divino tesoro
Pues en el año 1976, fecha en la que se sitúa uno de los primeros films dirigidos por el cineasta que nos ocupa en este Rashomon, Richard Linklater contaba con tan solo dieciséis añitos.
Los últimos días de instituto, las dudas ante la venidera e incierta universidad, los amigos que están a punto de desperdigarse por todo el país… quedan reflejados en un film que, pese haber sido rodado en 1993, rezuma aires setenteros en cada fotograma. Pero no estamos ante una película adolescente americana al uso, ese tipo de propuesta donde lo superficial se impone ante todo y el meollo oscila entre la necesidad del apareamiento entre animadoras y jugadores de fútbol americano y la imposibilidad de unos cuantos que tan sólo tienen la oportunidad de dar su primer beso en el ansiado e idolatrado baile de final de curso.
Aquí a la mínima que se rasca un poquito observamos una intención nada encubierta por poner patas arriba a un sistema, el educacional americano, que permite entre otras lindezas que se perpetren las novatadas más bestias (humillaciones y linchamientos incluidos) entre los estudiantes más veteranos y los que van a aterrizar horrorizados en el instituto, el consumo impulsivo y compulsivo de alcohol y drogas blandas y, sobre todo, una irreverencia y un amor por el desacato a los dogmas establecidos.
Y para ello se vale de un ramillete de actores primerizos algunos de los cuales hoy día pasan por ser intérpretes de prestigio y muy cotizados. Si rastreamos entre el nutrido elenco actoral podemos hallar nombres como los de Ben Affleck (todavía luciendo una frondosa cabellera), quien da via a un auténtico psicópata obsesionado con dar una buena tundra a todos aquellos imberbes que se crucen en su camino, aunque a la larga ejerza de cazador cazado y vea su honor mancillado por aquello de “donde las dan las toman”; Matthew McConaughey (recientemente recompensado con el Oscar al mejor actor por su participación en la recomendable Dallas Buyers Club), quien debutó en el mundo del cine con esta producción (hasta entonces sólo se le había podido ver en algún episodio televisivo) y se pone en la piel del veterano repetidor del grupo, alguien que ya debería haber abandonado la práctica hedonista extrema de los estudiantes pero que es reacio al cambio (sin duda se trata del personaje más patético, aquel que no quiere crecer porque piensa que alcanzó su mayor grado personal a los 17, y prefiere llevar una vida peterpanesca a madurar); una jovencísima Milla Jovovich, quien no habla mucho durante toda la película quizás porque estaba recién aterrizada en tierras yanquis; y, en una aparición casi anecdótica, incluso apreciamos la presencia de una novel Renée Zellweger, a la que descubrimos como una de las chicas que acompaña a las protagonistas en una camioneta una noche de marcha.
El casting se completa con una cantidad ingente de actores y actrices en sus edades más bisoñas que por uno u otro motivo no llegaron a alcanzar la fama y el prestigio de los citados anteriormente. Vale la pena destacar la presencia de intérpretes como el protagonista, Jason London (Deseos cumplidos, Jasón y los Argonautas); Joey Lauren Adams (El vigilante, Una ruta inesperada); Shawn Andrews (Fix, La ciudad de los fantasmas); Adam Goldberg (Salvar al Soldado Ryan, Una mente maravillosa); Sasha Jenson (Sombra en la carretera, Policías de Nueva York); Anthony Rapp (Road Trip, El amor y otras cosas imposibles) y Cole Hauser (Objetivo: La Casa Blanca; La jungla: un buen día para morir), todos ellos actores de larga y dilatada trayectoria artística en roles en su mayoría secundarios que no han conseguido dar el salto al top hollywoodiense.
Como siempre suele ocurrir en estos casos, vale la pena darle un tirón de orejas a quien tradujo el título original del film, Dazed and Confused (algo así como Aturdido y confuso, adjetivos que definen muchísimo mejor por dónde van los tiros de esta alocada propuesta) por Movida del 76, con esa manía por enumerar los títulos tras la seminal Aeropuerto 75, como si anteriormente se hubiera llegado a estrenar una Movida del 75, o después una Movida del 77. Y más cuando el titulo original fue tomado en préstamo de una canción de Led Zeppelin que a su vez proviene de otra canción escrita por el músico de folk Jake Holmes.
El film bebe de otras películas de trama similar como Desmadre a la americana (National Lampoon’s Animal House, 1978) o la saga Porky’s aunque tiene el acierto de mezclar el gamberrismo y despelote de este tipo de films con otros setenteros que plantearon una visión generacional mucho más profunda y no tan desvergonzada. Nos referimos a películas como American Graffiti (1973) o La última película (The Last Picture Show, 1971).
Nostalgia, dolor por el tiempo pasado que ya no se va a volver a recuperar, diálogos sin desperdicio alguno donde se ponen en tela de juicio las convenciones sociales, el ansia por ser y sentirse libres, todos ellos son temas arraigados a la filmografía de Richard Linklater. Si en Antes del amanecer nos enseñaba lo bonito que es el amor cuando se es joven y se tiene el mundo por delante, aquí todavía se retrata la figura de unos adolescentes quienes, como su propia etimología explica, adolecen de experiencias vívidas que les vayan erosionando su ilusión.
Punto y aparte merece una banda sonora elegida a conciencia entre un sinfín de clásicos setenteros que harán perlar los ojos a más de uno. Mientras los héroes y heroínas de la función pasan el tiempo, bebiendo, fumando, bailando, besándose y acelerando su juventud, de fondo suenan grupos y solistas de la talla de Aerosmith, Deep Purple, Alice Cooper, Bob Dylan, Nazareth, Black Sabbath, ZZ Top, Kiss, The Runaways. Desde luego, no hay que insistir en que estamos ante un soundtrack imprescindible, así que ya estamos todos yendo a youtube a recordar viejas melodías incombustibles (aquí os dejamos el link para que podáis repasar los cortes musicales que aparecen a lo largo del film: http://www.imdb.com/title/tt0106677/soundtrack. Un auténtico disfrute auditivo.
Y poco más que añadir de una cinta que pasa por ser un auténtico descubrimiento para quien escribe, que no deja indiferente, aunque en su demérito haya que indicar que el paso de los años no le haya hecho mucho bien; alguna frase de guión que sorprende por lo cruda y realista que resulta (“si alguna vez digo que estos son los mejores años de mi vida, recordadme que me suicide”); mucho joven desorientado que no sabe qué hacer con su vida aunque tienen muy claro que deben romper con todo lo establecido.
Muy entretenida y entrañable, aunque hubiera podido resultar mucho más redonda si sus fuentes de inspiración no fueran tan claras.
Escribe Francisco Nieto