¿La primera película negra de la historia del cine?
Hay mitos y convenciones muy extendidos sobre la primera película dirigida por John Huston como origen del cine negro. Algo más que discutible y no sólo porque diez años antes de este filme existía otro realizado por Roy de Ruth con el mismo título y, por supuesto, tomando como base la novela de Dashiell Hammett, quien en 1941 contaba ya con bastantes adaptaciones.
La primera, Las calles de la ciudad (1931), de Mamoulian, coetánea con la película de Ruth. La llave de cristal tuvo su primera adaptación en 1935, realizada por Frank Tuttle. No contamos, en las aproximaciones al cine negro, la serie interpretada por William Powell y Mirna Loy, mezcla de policiaco y comedia, cuya primera película fue La cena de los acusados (1935) de Van Dyke. Pero sí habría que pensar en otras películas anteriores de otros directores, y sin que Hammett se implique en el relato. Es el caso de Sólo se vive una vez (1937), de Lang, o la estrenada unos meses antes que la de Huston —además con guión suyo al tiempo que Bogart es también el actor principal—: El último refugio de Walsh.
Es difícil, pues, señalar un título como iniciador de un subgénero incluido en un género más amplio. No quiero dar nombres, pero ahí dejo unos cuantos: policiacos, thriller, intriga… englobadores de otros muchos.
La certeza o verdad es que estamos ante el primer largometraje de John Huston (1906-1987), cuyo padre era un buen actor, Walter Huston, y en cuya industria cinematográfica ya había mostrado su solvencia como guionista, aunque su primer contacto en el cine fue actuando de extra, quizá debido a su padre, en títulos de escasa relevancia, siendo quizá el más importante El testaferrero (1929) de William Wyler.
Oficio, el de actor, que abandonó para instalarse definitivamente en la industria, primero como guionista, luego como director. A partir de que realiza El tesoro de Sierra Madre gusta de aparecer en un instante del filme e incluso ha hecho papeles largos e importantes en títulos de otros realzadores. Citemos El cardenal de Preminger, Chinatown de Polanski o en Al otro lado del viento, inacabado título de 1972 dirigido por Orson Welles y en litigio, durante años, con el fin de poder ser terminada a partir del guión que en su día escribió Welles.
Huston llegó al cine a través de su padre, aunque John, al separarse sus padres, fuera a vivir con su madre y abuela. John, aventurero, bohemio y aficionado a la bebida desde muy joven, llegó a ser campeón de boxeo e incluso ejerció como agregado militar estadounidense dentro del ejército mexicano. Interesado por la pintura, fue a vivir a París donde para vivir ejerció como pintor callejero. De ahí le vino el amor por el impresionismo y por la pintura de Toulouse Lautrec, al que dedicaría una de sus películas, Moulin Rouge, premiada en el festival de Venecia. También ejerció de periodista, criador de caballos, cazador… Escribió novelas (y su autobiografía), coleccionó obras de arte. En definitiva, alguien inquieto, propio de una época.
Su espíritu aventurero le condujo a diversos países para conocerlos. En algunos casos le importó menos la película en sí que el lugar visitado, dando la impresión que el lugar, lo que veía o hacía, le atraía más que el rodaje, caso de (Japón) en El bárbaro y la geisha o (en la región africana de Chad) Las raíces del cielo.
Sin embargo, su otra película africana, La reina de África (rodada en el Congo), se convertiría en un título mítico a pesar de que Huston sólo pensaba en cazar y beber con Bogart ante el enfado de la actriz, Katharine Hepburn. Sobre el rodaje de esta película, Clint Eastwood realizaría Cazador blanco, corazón negro.
Si con Wyler, y gracias a su padre, había actuado de extra en uno de sus filmes, sería el mismo realizador quien le diera la oportunidad de escribir sus primeros guiones —The Storm (1930), La casa de la discordia (1931)— y posteriormente intervenir como guionista además de otras películas, incluidas algunas de las grandes del realizador de Los mejores años de nuestra vida (1946), caso de Jezabel (1938) y Cumbres borrascosas (1939). De Huston serían también los guiones (en 1941), Sargento York de Hawks o El último refugio de Walsh. En total escribiría 40 guiones.
A su primera obra como director sucedieron cerca de 50 entre 1941 (El halcón maltés) y la última, la excelente Dublineses. Una filmografía en la que hay grandes películas junto a otras mediocres. Entre las primeras, aparte de alguna de las citadas, debemos señalar Vidas rebeldes (con portentoso guión de Arthur Miller), El tesoro de Sierra Madre, La jungla de asfalto (su mejor filme negro), Moby Dick, Freud (Pasión secreta), Los que no perdonan, Paseo por el amor y la muerte, Fat City, Reflejos en un ojo dorado… Películas grandes frente a otras mediocres o ínfimas: Annie, Phobia, Evasión o victoria…
Para algunos críticos, mejor guionista que director; para otros, un artesano con ínfulas de maestro, y para el resto, uno de los grandes directores de su generación.
Durante la segunda Guerra Mundial realizó varios documentales para el ejército americano formando parte de la serie Why we fight (Por qué combatimos), que bajo la coordinación de Frank Capra reunió a varios importantes directores, entre ellos Ford y Wyler. Uno de esos documentales realizados por Huston estuvo prohibido durante más de treinta años por los mandos del ejército americano debido a la dura visión presentada sobre los soldados traumatizados al terminar la guerra. Se trata de Let there be light.
Como síntesis, en el cierre de sus memorias, Huston escribe: “Si volviera atrás pasaría más tiempo con mis hijos; ganaría el dinero antes de gastármelo; aprendería los placeres del vino en lugar de los de las bebidas fuertes; no fumaría cuando tuviera pulmonía y no me casaría por quinta vez”.
Dashiell Hammett
La primera película que dirigió, como ya hemos dicho, fue El halcón maltés, inspirada en la serie de novelas sobre el detective privado Sam Spade escritas por Dashiell Hammett (1894-1961). Compartía su afán crítico con Huston, también su afición a la bebida. Al igual, en este último aspecto, que otro gran creador de la novela negra: Raymond Chandler y su detective bastante análogo a Spade, Phillip Marlowe. Como Hammet aparte de autor de novelas negras fue guionista. Ahora bien, Chandler distaba de él en la gran actividad política del creador de Spade.
Hammett, cuya vida con otra gran activista, Lillian Hellman, se recrea en la película Julia de Fred Zinnemann, una vida donde alteraron rupturas y encuentros. En otro filme, El hombre de Chinatown, el realizador Wim Wenders quiso llevar a cabo un homenaje al excelente novelista recreando desde la ficción su vida como detective privado, que ejerció de 1915 a 1922 en la agencia Pinkerton.
Aparte de Sam Spade, creó la pareja de detectives Nick y Nora Charles y el agente de la Continental. Al haber combatido en la primera Guerra Mundial sufrió un gran trauma, lo que le llevó a sus primeros excesos con la bebida. Y, como se ha dicho, fue un gran activista político y un activo antifascista, afiliándose al Partido Comunista de los Estados Unidos. En 1951 pasó seis meses en la cárcel al no querer declarar ante el Comité de Actividades Antinorteamericanas, siento incluido en las listas negras.
Es claro que El halcón maltés fue la primera película dirigida por Huston y que se inspira de forma bastante exacta en la novela de Hammett. A partir de esa certeza, el resto entra en el mundo de las nebulosas. Ni fue la primera vez que la novela se llevó al cine, ni es la mejor película de Huston, ni es el primer filme negro de la historia del cine.
Humphrey Bogart
Huston ya lleva años en la profesión y se va a incorporar a la generación que rueda sus primeras películas o durante la segunda Guerra Mundial o al terminar ésta. Son los Wilder, Fuller, Brooks… Aprovecha la ocasión en que los guionistas comienzan a realizar películas.
Su apuesta es efectiva. Cuenta para ello con un actor que intervendrá en varios de sus títulos, un hombre como él, progresista y aficionado a la bebida. Se trata de Bogart.
Al fin, después de intervenir en varios filmes de secundario, comienza a ser protagonista absoluto. Creará un tipo muy personal y eficaz. Hará diversos papeles, y, sin duda, será la más exacta transposición en imágenes de Spade o Marlowe. Su manera de chasquear, encender un cigarro, coger un teléfono, hablar, mirar presenta un actor cada vez mejor.
Con Huston estará después en Cayo Largo, El tesoro de Sierra Madre, La reina de África… En El halcón maltes crea el personaje, lo modela. No sólo el suyo personal, también el del detective privado bebedor, taciturno, enamoradizo, duro, tratando de resolver complejas tramas en las que el espectador, probablemente, se pierde entre tanto nombre pero cuya razón está en un delito que abarca a toda una sociedad y también a la propia policía.
El cine negro es la mejor forma de presentar una sociedad enferma donde el engaño es usual moneda de cambio. Al tiempo que la crítica, la presencia de esa América no tan perfecta, logra saltar por encima del censor código Hays.
La película
Huston realiza el filme basado todo en el engaño. Nadie dice la verdad. Todos tienen algún secreto que esconder. A las mentiras de Ruth Wonderlay (Mary Astor), se unen las propias de Spade (Bogart). La primera acude a la agencia de detectives para contratar un caso. Su manera de relatar a Spade la historia, de un tirón, sin mirar a los ojos, como recitando algo aprendido, deja claro que la verdad no está en lo que cuenta. Huston narra esta primera secuencia a base de primeros planos, tratando de indagar en los dos personajes principales.
Para llegar a este comienzo (una bella mujer acude a presentar un caso a un detective privado) clásico en la novela y en el cine negros, Huston ha utilizado la narrativa más elemental al dar datos sobre la ciudad donde nos encontramos, el edificio y el despacho donde entra la cámara y donde destacan los nombres (escritos en el cristal) de los dos socios Spade y Archer.
Archer entra en la oficina cuando la mujer está terminando el relato. Se queda impresionando por ella y le dice a Spade que se encarga del caso. Huston utiliza entonces un plano modélico y singular para pasar rápidamente al siguiente: las letras escritas en el espejo se reflejan en el suelo significando una tumba. La apertura del siguiente plano con el asesinato de Archer no resulta sorprendente al haber sido enunciado en el cierre de la secuencia anterior.
Un dato curioso: Archer, de escasa, casi nula, presencia en la serie de Spade, sería recogido, quizás como homenaje a Hammett, en las novelas de serie negra escritas por Ross McDonald (concretamente bajo el nombre Lew Archer). De forma sorprendente, cuando este personaje pasa al cine (interpretado por Paul Newman) ve cambiando su nombre al de Harper con Harper, investigador privado (1966).
La muerte de Archer en el filme de Huston encadenará una trama sangrienta donde unos y otros parecen engarzarse en un juego de presencias y ocultaciones. En algunos momentos las salidas de unos y entradas de otros presentan la dificultad del encuentro con la verdad, siempre oculta. Y a veces en un juego cercano al vodevil: la trifulca de Cairo (Peter Lorre) y la mujer en la casa de Spade, mientras éste recibe a la policía.
Si Mary Astor oculta la verdadera presencia en el despacho de Spade, Bogart oculta sus relaciones con la mujer de Archer por lo que su muerte le convierte en culpable, la mujer de Archer trata de hacer visible el (falso) dolor por la muerte del marido presentándose totalmente enlutada, Cairo acude al despacho de Spade no para encargar un caso sino para saber algo sobre el dichoso halcón del cual el detective ignora todo.
Filme cerrado y encerrado casi siempre entre cuatro paredes, una muestra del propio encierro de los personajes. Al entrar en las habitaciones se encienden luces y más luces sin que alumbre la solución o la verdad sobre el caso. Luz frente a oscuridad con protagonismo, a lo largo de todo el filme, del claroscuro (la luz, tantas veces luego utilizada, en la noche que procede de la calle, de un letrero luminoso) utilizando de forma portentosa.
Centrada en los personajes, con una planificación eficaz a base de primeros planos y escenas largas, evitando en muchos momentos el plano y contraplano y empleando además tomas en contrapicados con presencia de techos. Una forma, también, de mostrar paredes y techos reales que sirven de encierro exterior e interior de los personajes.
Al final Huston, de la misma forma que al principio, se adelanta en un plano a la posterior acción. El adiós, sin palabras, entre Spade y la protagonista tiene lugar con una verja por medio. Luego sabremos que es el ascensor pero en principio parecen mostrar la celda de la cárcel donde va a ser conducida la mujer.
Quisiera destacar también otra excelente secuencia: la de amor entre Spade y su cliente, que concluye con la cámara enfocando al personaje que sigue a Spade. Manera perfecta de señalar la imposibilidad de esa relación basada en un sinfín de mentiras.
El cierre del filme es muy hustoniano. Huston es el director, generalmente, de los fracasos, de la búsqueda de un algo que no se encuentra o de la destrucción de todos los sueños. Ocurre en muchos de sus títulos. Estamos ante la historia repetida de algo que no se conseguirá. Basta pensar en El tesoro de Sierra Madre, El hombre que pudo reinar, La jungla de asfalto o, en ese título del fracaso total, de la imposibilidad de salir, de encontrar una libertad, que es Vidas rebeldes.
Al final, todo lo buscado ha sido un ensueño, una gran mentira. La frase final no hace más que recalcarlo. El halcón no es más una falacia, “el material del que se forjan los sueños”. El sueño de Spade ha sido múltiple: no sólo se basaba en la resolución de un caso inexistente también en la imposibilidad de un amor imposible del que nunca se logrará adivinar qué queda de verdad entre tanta mentira.
El halcón maltés es un filme interesante, no grande, ni tampoco la gran obra negra de Huston, un honor que corresponde, sin duda alguna, a esa gran película que es La jungla deec asfalto.
Escribe Mister Arkadin