La sublimación del «estilo Hitchcock»
He visto esta película recientemente de nuevo; ya la he visto varias veces y siempre me parece una obra maestra, una de esas películas que no se olvidan, que tiene prácticamente todo lo que precisa una película de intriga, de espionaje y de amor: dirección, guion, reparto, fotografía, música y tensión sostenida.
Pero vayamos por partes.
La historia
Acabada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el padre de Alicia Huberman, a la sazón un espía nazi, es condenado por traición contra los Estados Unidos. Tras el juicio, Alicia (Ingrid Bergman) da una fiesta a la que asiste un apuesto desconocido llamado Devlin (Cary Grant).
Devlin es un agente de los servicios de Inteligencia, un hombre atractivo que le pide a Alicia su colaboración para atrapar a Alexander Sebastian (Claude Rains), el cerebro de los nazis en Brasil. Inicialmente Alicia se muestra contraria a la propuesta, pero finalmente acepta la misión, sobre todo porque, como claramente se ve, ella ha quedado prendada del guapo agente americano.
Ya en Brasil, Alicia consigue sintonizar con Sebastian y se va a vivir a su casa para posteriormente casarse con él. Pero su aventura y su implicación acabarán poniendo su vida en riesgo.
Amor en el suspense
Encadenados es la novena película que rueda Hitchcock en su etapa americana, con un enorme guion de Ben Hecht, una historia romántica implantada en un intenso juego de suspense donde el MacGuffin importa poco (es muestra de ello entre otros el uranio con el que los malvados iban a fabricar una bomba atómica) y lo importante es la relación entre los personajes.
Lo que en principio iba a ser una producción de David O. Selznick, acabó siendo una producción de Hitchcock junto a su amigo Ben Hectch, que escribió un libreto complejo y difícil, que llevó su tiempo y quebraderos de cabeza durante meses, hasta estar completamente terminado. El resultado sigue provocando asombro y admiración en propios y extraños: intriga y suspense que concluye con amor.
Como en otras obras, Hitch nos ofrece un gran muestrario de personajes que entran y salen de escena, todos con algo que decir, como muestra el detalle del enamoramiento de los dos protagonistas, se resuelve con una frase de diálogo en la que se nombran los ocho días que la pareja ha pasado allí. Una demostración de lo bien que resolvía Hitchcock algunas cuestiones en el guion, haciendo en este caso que creamos sin dudarlo el enamoramiento entre Alicia y Devlin, el cual se convertirá en el verdadero protagonista de la historia.
Entre todo esto, se incluye el beso más largo de su cine: el mítico beso de Cary Grant e Ingrid Bergman, que Hitchcock define como un ménage à trois entre la pareja y el espectador.
El asunto era el famoso Código Hays de censura de los estudios de Hollywood, que imponía que los besos en la boca con los labios unidos no podían durar más de cinco segundos. Para sortear la censura, Hitchcock, consumado voyeur, hizo que Cary Grant e Ingrid Bergman no separasen los rostros en ningún momento, aunque el contacto de los labios se interrumpe cada cinco segundos.
Aspectos técnicos y de reparto
De otro lado, está la quintaesencia del aprovechamiento dramático del blanco y negro de Ted Tetzlaff, sin que la música de Roy Webb le vaya a la zaga, una música que alterna pasajes cálidos y sentimentales con otros fríos y desabridos, en el marco de un texto musical efectivo y palpitante.
Tras Recuerda (1945), Hitchcock volvió a contar con Ingrid Bergman para este film, que fue el siguiente, y que supuso una obra crucial en la carrera de su autor. Una película sobre la que hay sustanciosas anécdotas.
Un capítulo importante es el referido al otro gran protagonista, Cary Grant, quien intentando cambiar su imagen de galán de comedias, provocó que Hitchcock le diera la vuelta a su historia haciendo que la trama de misterio o suspense e historia de espías, deviniese historia de amor en su más pura esencia. Un juego cinematográfico muy del gusto de Hitch; incluso François Truffaut, gran conocedor de su obra, llegó a calificar esta obra como su mejor película.
Ni que decir tiene que es un reparto es de lujo. Maravillosa pareja protagonista, con un Cary Grant inconmensurable, creíble al cien por cien, mirando siempre a donde hay que mirar y llenando pantalla; acompañado por una bellísima Ingrid Bergman que hace uno de los mejores papeles en su dilatada carrera de actriz.
Lo mismo hay que decir del genial Claude Rains, personaje inquietante y maléfico que fue propuesto para el Oscar como actor de reparto. Alex Sebastian fue encarnado por un pletórico Rains, eterno secundario que aquí logra el milagro de que le temamos y también le queramos. Un triángulo amoroso de terribles consecuencias, donde Alicia bordea una muerte tóxica, liberada al fin por Devlin.
El resto del reparto es un coro actoral perfecto en torno a estas tres figuras principales, particularmente la actriz austríaca Leopoldine Konstantine, Louis Calhern, Reinhold Schünzel o Moroni Olsen.
Bajando la escalera: el suspense como intensidad dramática
Y es en este punto donde culmina la trama, con la famosa secuencia previa al final, en la que Devlin se adentra en la mansión para saber qué le ocurre a la mujer que ama sin remedio.
Abrazando y sosteniendo a Alicia desde la habitación donde yacía semiinconsciente, hasta la bajada de las escaleras camino de la libertad y la vida. La escalinata que Hitchcock corona dividiendo el mismo punto de vista en cuatro:
Esa escena es el punto álgido, en que Devlin tarda algo más de siete minutos en rescatar a Alice de las garras de Alex, su madre y el resto de amigos nazis que presencian la escena desde abajo, en el salón de entrada, sin saber bien qué ocurre. Siete eternos minutos dramáticos de bajada, en medio de una lenta caminata escalón a escalón, descenso lento escaleras abajo, diálogos en voz baja que contrastan con el montaje frenético.
Como bien dice, al referir ese descenso de las escaleras M. Rosario Prieto en su tesina sobre la construcción del relato fílmico de Hitchcock: «cada vez que alguno toma la palabra, la cámara lo toma en primer plano y por corte directo. Mientras se toma el descenso por la escalera mediante un travelling lateral de acompañamiento, en ángulo contrapicado. Cuando entran en cuadro los socios, en un plano conjunto, el ángulo pasa a ser picado. A medida que van llegando a la planta baja, la cámara los toma de manera frontal mientras sigue acompañando con un travelling hacia atrás, que se transforma en un movimiento hacia delante cuando toma a los socios».
Los siete minutos del descenso son extremos, trágicos, rodeados de enemigos, es prácticamente imposible salir airoso en semejante situación de riesgo. El suspense al máximo, el amor en medio.
Como dice Truffaut en su obra El cine según Hitchcock: «el suspense es, antes que nada, la dramatización del material narrativo de un film o, mejor aún, la presentación más intensa posible de las situaciones dramáticas. Una dramatización tan deliberada no puede funcionar, evidentemente, sin alguna arbitrariedad, pero el arte de Hitchcock consiste precisamente en imponer esta arbitrariedad contra la cual se rebelan a veces los listos, que hablan entonces de inverosimilitud. Hitchcock dice con frecuencia que a él le importa muy poco la verosimilitud».
Obra cumbre
Este film mereció dos nominaciones al Oscar: mejor actor de reparto (Claude Rains) y guion original. En el Festival de Cannes fue nominada a la Palma de Oro a la mejor película. Y aunque no consiguiera ser premiada en estos certámenes, no por ello pierde el calificativo de obra cumbre, por su lograda atmósfera de «sueño filmado», su gran fotografía y por conseguir en llaneza, el máximo de efectos con el mínimo de elementos y con el mínimo de violencia.
Como señaló Truffaut: «alcanza el súmmum de la estilización y el súmmum de la sencillez, el máximo de efectos con el mínimo de elementos. Siendo un modelo de construcción de guion, de una pureza magnífica y extraordinariamente moderno».
Truffaut entroniza esta película como una de sus favoritas, junto con Vértigo (De entre los muertos, 1958): «un trabajo que consiste en alimentar el drama, en anudarlo cada vez más estrechamente, dándole el máximo de intensidad y de plausibilidad, antes de desenredarlo muy aprisa tras un paroxismo»… lo cual nos deja casi sin aliento.
Thriller, romance y psicología
El film es un thriller de espionaje, pero también un drama romántico, e igual una cinta psicológica con intriga criminal. La época en la que se desarrolla la trama es la postguerra, y muchos nazis tramando en América del Sur.
Los personajes, tanto los nazis como la contraparte del servicio de inteligencia y la propia protagonista, están muy bien perfilados y dotados de profundidad en el guion.
El relato se desenvuelve de manera fluida y con enorme sutilidad, rayando en el cinismo, sobre todo en el personaje de Alexander Sebastian.
Hay diálogos notables y una atmósfera densa y amenazadora. Hitchcock, como suele hacer, lleva al límite las situaciones de peligro creando una tensión que empatiza plenamente con el espectador, tensión que hace que te suden las manos, como la escena en la puerta de la bodega o el ya comentado rescate de Devlin a Alicia mientras desciende por las escaleras de la casa con ella en brazos.
Pero también hay que decir que estas situaciones de nerviosismo las realiza Hitchcock con certidumbre y distinción, es decir, con sensibilidad y finura, sin exabruptos.
La moral de los personajes y la madre
De otro lado, los personajes suman rasgos morales contradictorios, en ocasiones son inocentes y otras culpables, a veces son sinceros y otras engañosos, generosos y codiciosos, amorosos o vengativos.
Hay varias escenas —como la de la llave en la mano y cómo la deja caer la protagonista Bergman al abrazar a su marido; la taza de café y otras— donde se presta atención a detalles visuales que tienen un sentido alargado más allá del puro pormenor, o sea, que dicen más de lo que pudiera parecer a primera vista.
También el vestuario diseñado por Edith Head es un modo de vía expresiva en el plano visual y revela el interés de Hitchcock por la elegancia, la belleza y el deseo.
Hay un detalle muy psicológico, tanto para el film como para analizar más extenso en otra ocasión incluso al propio Hitchcock. Me refiero a un personaje que es casi un arquetipo de las películas de Hitchcock: una dominante y celosa madre, como lo es la de Alex Sebastián (gran trabajo de Leopoldine Konstantine en su único papel en el cine estadounidense); un personaje con equivalencias en otros filmes de Hitchcock como el caso de la inquietante Mrs. Danvers de Rebeca (1940); madre siniestra que también podemos ver en Los pájaros (1963); y cómo olvidar la emblemática madre abductora de Psicosis (1960).
Conclusión
Esta es una de esas películas que agradezco sobremanera, una película que siempre apetece ver, sobre todo para hacer una cura de desintoxicación de tantas y tantas películas mediocres, burdas, violentas y malas como hay en el actual panorama cinematográfico.
Y contra ello, nada mejor que recibir una lección magistral de cine, y Hitch nunca falla: ¡haz la prueba! Encadenados es la sublimación total y absoluta del denominado «estilo Hitchcock».
Escribe Enrique Fernández Lópiz