Una hora contigo (One hour with you, 1932), de Ernst Lubitsch y George Cukor

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Película atrevida y encantadora

Película encantadora que comienza con una reunión de los agentes de la policía parisina, en la cual el sargento advierte a los guardias que la primavera es una estación peligrosa en París, hay alegría en el aire, entusiasmo primaveral y los cafés de la ciudad pierden dinero porque los visitantes y los ciudadanos no se sientan en sus terrazas, sino que llenan los parques. Y grita la consigna. «Hemos de limpiar los parques públicos: ¡Los parques limpiar y más prosperidad!».

En ese punto los agentes recorren los bancos de los parques echando a las parejas. Es ahí donde aparecen los protagonistas, el Dr. André Bertier y Colette (Maurice Chevalier y Jeanette MacDonald), que se besan apasionadamente. Al ser recriminados por un policía, André le aclara que son matrimonio, para pasmo e incredulidad del guardia. A partir de aquí comienza una cinta que es puro Eros, con sus ventajas e inconvenientes.

La historia

André y Colette viven una vida cómoda propia de gente rica y cuasi aristocrática, en París, sin mayores sobresaltos. Todo entre ellos son mimos, muestras de amor, abrazos y todo eso, hasta que aparece Mitzi Olivier (Genevieve Tobin), la mejor amiga de Colette.

A Mitzi ya la vemos en su casa cuando está punto de salir. Su marido (magnífico Roland Young) está reunido con un detective que ha de vigilar a su señora para hacerse con pruebas y facilitar el divorcio.

A continuación, Mitzi y André, que no se conocen, coinciden en un taxi que acaban compartiendo pues llueve torrencialmente, pero a mitad de trayecto André hace parar el taxi y sale precipitadamente pues Mitzi le está haciendo insinuaciones muy claras. Cuando se baja, él mismo admite que es un cobarde, pero no quiere problemas pues es un hombre casado.

Al muy poco, Mitzi visita a su íntima amiga Colette y hablan de mil cosas, incluyendo alusiones veladas al sexo, la cama matrimonial o la ropa interior, y llega André. La amiga y él hacen como que no se han visto antes y finalmente se cierra este capítulo.

No tarda en llegar el día en que Mitzi, haciéndose la enferma, llama a su amiga para que vaya a visitarla André. Este no quiere ir, pero por la insistencia de su esposa accede. Al llegar, Mitzi se arrulla, se pone cariñosa e intenta seducir a André, lo cual que son sorprendidos haciendo manitas por el esposo de ella. El encuentro de ambos caballeros es graciosísimo.

Lo que sigue es el conflicto de André, que parece ser más pragmático que ético, mientras se debate entre ser infiel o cuidar su esposa. Es, como decía antes una cinta Eros, una película que gira alrededor del deseo sexual, lo que no deja de ser sorprendente para aquellos años treinta del pasado siglo.

A más, la situación se complica con la intervención de personajes secundarios como el profesor Olivier (esposo de Mitzi), el detective privado Dornier (George Barbier) y Adolph (Charles Ruggles), el mejor amigo de André, quienes añaden capas de intriga y humor a la historia.

Actitud liberal «toque Lubitsch»

Es de destacar en la película la actitud progresista respecto al placer, tanto del hombre como de la mujer. La aventura sexual, la infidelidad, el adulterio o el triángulo amoroso son tratados con soberbia sutileza. Capítulos que contrastan con el puritanismo de aquel tiempo histórico.

Pensemos que apenas dos años después se aplicará el Motion Picture Production Code, más conocido Código Hays, que determinaba, en las producciones cinematográficas estadounidenses, una serie de reglas restrictivas (censura), sobre qué podía verse en pantalla y qué no. O sea, que prohibirá que incluso una pareja casada comparta la cama, para mencionar solo un ejemplo.

En fin, en esta cinta la trama es una plataforma para que Lubitsch despliegue su talento para las insinuaciones, las elipsis sugerentes, el rodeo y los dobles sentidos, una propuesta donde el famoso «toque Lubitsch» se distingue claramente.

Esta cualidad deriva de tres elementos lubitschianos que vemos en esta obra. Uno es la sofisticación para traducir la sensibilidad cosmopolita de las capitales europeas al público norteamericano. Pensemos que esta cinta se desarrolla en un París romántico y sensual, regado de champagne, muy diferente del americano promedio en la era de la Prohibición. Aquí se bebe a gogó, hay besos y abrazos, muchos, e infidelidades, bastantes.

Otro elemento es la mirada afectuosa y crítica a la vez, de personajes que viven bajo algún doble estándar moral, capaz de ver el lado romántico e hipócrita en igual proporción, sin caer en el sentimentalismo.

El tercer punto es una forma de utilizar la música como aspecto general e integral para la construcción del filme, como en una escena en la cual las dos mujeres Mitzi y Colette, hablan en rima, al son de la música, secuencia de musical sin canto, meramente por el gusto de jugar con el género en sí.

La película es un remake sonoro de la cinta muda Los peligros del flirt (1924), también de Lubitsch.

Guion, banda sonora y otros aspectos técnicos

Tiene la obra un dinámico y perspicaz guion de Samson Raphaelson, con jocosos y pintorescos diálogos. Hermosa música de Oscar Staruss y Frankie Harling, con bonitas canciones que van apareciendo por boca de los protagonistas durante el metraje, canciones con aires parisinos de la época, de distintos autores: What Would You Do, One Hour With You, Three Times A Day o But Spring Is Here.

A lo que hay que sumar una fotografía sensacional de Víctor Milner (B&N) que utiliza largos travellings, primeros planos psicológicos, planos medios amorosos, reflejos en espejos y escenas nocturnas propicias para la confusión y los malentendidos.

Hay una variable curiosa y muy llamativa en este filme cuando se rompe la cuarta pared y los actores se dirigen directamente a la cámara, o sea, al público, lo cual rompe el límite que normalmente se establece o asume entre la ficción y la realidad; y donde el espectador entiende que el discurso del personaje no es escuchado por los demás personajes en escena.

La película es un remake sonoro de la cinta muda Los peligros del flirt (1924), también de Lubitsch, basada en la obra de teatro Only A Dream, de Lothar Schmidt. El director, famoso por su habilidad para sortear las restricciones de la censura con ingenio y sutileza, utiliza aquí su característico estilo para explorar los temas del deseo, sin caer en lo vulgar.

Lubitsch maneja con enorme magisterio la comedia de enredos, utilizando sobreentendidos y dobles sentidos. La química entre Chevalier y MacDonald es palpable, y sus interpretaciones están llenas de encanto y carisma. Lubitsch y Cukor se complementan en la dirección, creando una película que es tanto visualmente atractiva y emocionalmente envolvente.

Cuenta con una ingeniosa atención por el detalle, con gags increíbles; maestría para las elipsis y el desplazamiento de sentidos, que transforma objetos y diálogos en insinuaciones de lo que no se puede decir o filmar; la puesta de cámara insospechada sugiere al espectador sin explicitar; o el uso del fuera de campo, en un juego de miradas donde nos convertimos en observadores de otros que también observan.

Como se ha dicho, es una manera oblicua de pensar, que es propia de la creatividad de Lubitsch y que demuestra su confianza por la capacidad del público para seguir el ritmo.

Una manera oblicua de pensar, propia de Lubitsch y que demuestra su confianza por la capacidad del público.

Post scriptum curioso

Esta obra fue dirigida porErnst Lubitsch, asistido por George Cukor, dos leyendas que compartían cartel.

Según he podido averiguar la cosa fue así. En 1932, George Cukor fue contratado por la Paramount para dirigir la película Una hora contigo. Había comenzado su preproducción con Lubitsch al mando, pero este por razones de agenda tuvo que dejar su lugar. Después de sonados enfrentamientos entre Cukor y Chevalier, el estudio decidió convocar de nuevo a su director estrella.

Ocurría que siendo Lubitsch también productor, y no estando conforme con la marcha de la película, aceptó volver a rodar desde su manera de entender la cosa.

Cukor permaneció en el set todos los días, mientras el maestro alemán dirigía la mayoría de las escenas, una guerra fría de egos con el norteamericano que cumplía sus obligaciones contractuales para poder cobrar su cachet.

Luego de disputas legales por la titularidad de la película, se estableció el reparto de créditos y así es como tenemos a las dos leyendas en sus respectivos lugares en la cartelera: director Lubitsch y ayudante Cukor.

Desde mi modesto punto de vista y habiendo visto la película varias veces, Una hora contigo es sin duda un material de Lubitsch, de principio a fin.

Escribe Enrique Fernández Lópiz

Luego de disputas legales por la titularidad de la película, se estableció el reparto de créditos: Lubitsch y Cukor.