La cueva de Platón (4): Cine de verano

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'Matar a un ruiseñor', una recuperación imprescindible en DVDEl recuerdo del “cine de verano” puede considerarse prácticamente como una imagen del pasado. Hoy solamente quedan remedos de lo que fue el cine bajo las estrellas. Para las personas de mi generación, rememorar el cine de verano supone la recuperación de una época en la que el cine era el espectáculo más asequible y también el más atractivo, al menos en la España de aquella época de mi adolescencia y juventud (años 50 y 60).

El reclamo de las películas, lo constituían las grandes estrellas, actores y actrices elevados a la categoría de mitos, y por supuesto los directores de cine; de manera que su solo nombre visto en los carteles funcionaba como llamada irresistible. Las grandes películas de estas décadas, fundamentalmente las producidas por los grandes estudios de Hollywood, nos aportaban historias fascinantes a través de unas narraciones impecables.

El cine de verano, al que acudíamos en busca de la brisa nocturna, que ayudaba a soportar las calurosas noches del estío, nos permitía por un precio muy módico recuperar o volver a ver ese cine imaginativo, magnético y espectacular de aquellas películas, la mejor época de Hollywood, y además con un refresco en la mano.

Otro aspecto que caracterizaba al cine de verano era su eclecticismo, ya que se trataba de ir a ver una película en buena compañía, y nos enterábamos de la película que se proyectaba esa noche al comprar las entradas. No importaba el género o el tema, lo relevante era ir al cine. Este tipo de cine hoy solamente lo podemos ver en los soportes digitales domésticos, en las filmotecas y en la televisión por cable.

De alguna manera, hoy es posible plantearse en verano por aquello del tiempo del ocio y las vacaciones, aunque también en cualquier otra época del año, ese ejercicio de recuperación de un cine clásico cuyas claves tienen poco que ver con el cine de hoy, en el que los elementos de atracción son las sagas, los efectos especiales, o la publicidad en televisión; los directores son unos desconocidos para el gran público y los actores y actrices se suceden de manera efímera a la velocidad del vértigo. El gusto por la narración o las historias cinematográficas bien contadas constituyen hoy un placer casi desconocido.

El cine de verano, algo ya desaparecido

La reposición de los cines de verano tenía un interesante componente pedagógico, más allá de poder ver una película que se nos había escapado en la temporada de estreno, o bien por el placer de volver a ver un filme apreciado. Se aprendían los secretos del cine viendo tantas películas. En la actualidad estas opciones nos las proporcionan los soportes digitales. Más aún, solamente a través del DVD es posible revisar, y conocer para las nuevas generaciones, las grandes películas de la historia del cine. Ya que hoy en el mundo del cine todo parece controlado por criterios comerciales, es decir, domina lo simplón, lo zafio, el gusto por lo mediocre. Estos principios tienen como consecuencia que haya desaparecido de las pantallas cinematográficas o la televisión las películas en blanco y negro; es decir, una parte fundamental de la historia del cine. ¿Qué referencias pueden manejar entonces las nuevas generaciones que se acercan al cine?

En la última película estrenada en España del gran maestro Francis Ford Coppola,  titulada Tetro (2009), el personaje protagonista hace al principio un comentario a su joven hermano (sic) que acaba de conocer a su compañera sentimental, interpretada por la actriz española Maribel Verdú, afirmando sobre ella “con el pelo suelto parece Ava Gadner”. El chico responde “quién es Ava Gadner?”. Por cierto, Tetro está rodada en un sugerente blanco y negro. Sin duda un toque de atención del director norteamericano por la descualificación que están sufriendo las nuevas generaciones de aficionados al cine.

Tetro

El conocimiento del cine clásico resulta fundamental para la supervivencia del séptimo arte, ya que en ese “cine antiguo” están todas las claves del lenguaje cinematográfico. Los clásicos contemporáneos beben en esas fuentes y de ellas surgen las ideas renovadas. Es el caso del clásico Woody Allen, que cada año nos propone una nueva historia, la última hasta ahora Conocerás al hombre de tus sueños (2010), vuelve a recombinar los elementos característicos del cineasta, proponiendo varias historias cruzadas, combinando claves tradicionales tomadas de la comedia y el drama. Es un autor que se cita a sí mismo. En el caso español, uno de los directores actuales más interesantes, Alex de la Iglesia, que acaba de obtener un gran éxito con su última película, Balada triste de trompeta, en el Festival de cine de Venecia 2010, donde ha recibido el León de plata a la mejor dirección y el premio al mejor guión, ha afirmado a propósito del filme: “todos somos farsantes porque a todos nos gusta copiar. Eso es la posmodernidad”.

¿Ángel o diablo?Pues bien, ese ejercicio de recuperación al modo del cine de verano, gracias al DVD, en mi caso este mes de agosto ha tomado forma con la localización primero y el disfrute después de varios clásicos, por supuesto en blanco y negro. Comentaré a continuación algunos de ellos. En primer lugar, encontré de forma casual una copia de Fallen Angel, titulada en España ¿Ángel o diablo? Un filme producido y dirigido por Otto Preminger en 1945.

Se trata del filme que el director rodó después de Laura (1944) considerada esta un clásico del cine negro. ¿Ángel o diablo?, menos conocida por el público, supone un interesante ejercicio y de alguna manera una superación de la primera en el estudio de los personajes, sus motivaciones y frustraciones, en esta historia de perdedores. De hecho, la película supone un paso delante de su director y productor Otto Preminger hacia un tipo de cine cada vez más personal, incorporando elementos de crítica social. El hecho de rodarla en blanco y negro en una época en la que el color era ya una opción dominante, suponía exigir una autonomía frente a las exigencias de los estudios para los que trabajaba (Twentieth Century Fox).

Se trata de una historia donde un perdedor (Dana Andrews) se enamora de una atractiva camarera (Linda Darnell); ésta le exige que consiga dinero para irse con él; entonces cree encontrar la solución en un matrimonio de conveniencia con una joven (Alice Faye). Con un asesinato que desbarata el plan, la historia tomo un brusco giro y se dirige hacia un final sorprendente. El reflejo de la cara más sórdida de la condición humana dota a esta película de elementos de interés en el uso del cine como herramienta de denuncia social.

Otra recuperación estival ha sido El expreso de Shanghai (1932); si en el caso anterior el interés fundamental de la obra gira en torno a su director; aquí sin duda el atractivo lo aporta la presencia de la mítica Marlene Dietrich, ya que la película forma parte de la serie de siete filmes que realizó con su pigmalión, el director Josef von Sternberg. Éste es capaz de dotar a la historia de un enigmático exotismo, en buena medida gracias al trabajo del director de fotografía Lee Garmes, que recibió un Oscar.

En clave de aventura melodramática, la trama presenta a los viajeros del tren que une Pekín con Shanghai (varios militares, una mujer china, una anciana que esconde a su perrito, un médico, una mujer de dudosa reputación…) y la reacción de los mismos ante el asalto del tren por unos bandidos. En este marco se produce el reencuentro entre el capitán médico Donald y su antigua novia Madeleine, cinco años después, cuanto ella responde al nombre de Shanghai Lily, transformada en una seductora mujer, portadora de una dudosa reputación. Marlene Dietrich, da forma aquí a un estereotipo fundamental en el cine: la mujer fatal. Este referente supone la identificación de la mujer liberada, que está por encima de los comentarios hipócritas, que impone su personalidad a los hombres y quiere ser libre por encima de todo.

El expreso de Shanghai nos habla sobre las falsas apariencias y los prejuicios; todos parecen llevar una máscara que oculta sus sentimientos y verdaderas intenciones. El guión se basa en uno de los más celebres relatos de la literatura francesa, Bola de sebo de Guy de Maupassant. Esta película consagra el tren como espacio cinematográfico, incorporando fórmulas y soluciones narrativas que serán utilizadas por muchos cineastas a partir de entonces. La película fue rodada en la estación ferroviaria de Santa Fe y Chatsworth y en los estudios de la Paramount. El tren, uno de los personajes principales del filme, es un decorado que cobra vida gracias a la gran cantidad de personajes que transitan por él. Se trata del elemento esencial para el viaje, trasunto de la vida y sus trágicos avatares.

El expreso de Shanghai

Otro de los redescubrimientos de los que he disfrutado este verano ha sido Matar a un ruiseñor (1962) de Robert Mulligan. Revisión oportuna ya que este año se celebra el 50º aniversario de la publicación de la novela en la que se basa. Considerada un clásico de la literatura norteamericana, su autora Nelle Harper Lee, ha publicado este único libro. Circunstancia, por cierto, la de autor de una sola obra, que aborda Woody Allen en el filme antes citado.

La novela y lógicamente la película homónima abordan el tema de la aceptación del que es diferente. La historia está profundamente enmarcada en un tiempo y espacio muy concretos: el Viejo Sur de los Estados Unidos durante la gran depresión de 1929. En una pequeña ciudad sureña, una mujer blanca acusa a un hombre negro de haberla violado. Aunque no existen pruebas de ello todos están en su contra. Un abogado de la ciudad, Atticus Finch (Gregory Peck) asume su defensa legal, lo que supone un impacto para la comunidad y grandes problemas para el abogado. La historia está contada desde el punto de vista de su pequeña hija que con su hermano observan el transcurrir de los acontecimientos con la incredulidad y la falta de prejuicios propios de su edad.

La película aporta claves narrativas para el “género de juicios”, y supone una dura crítica a la intransigencia humana. La fotografía de Russell Harlan es de una inquietante belleza. Gregory Peck encarna de forma muy convincente a la voz de la cordura y la antiviolencia racial, y su comportamiento es entendido y valorado por sus hijos, lo cual es un ejemplo a seguir. Matar a un ruiseñor es también un homenaje a la figura paterna, a su relevancia como modelo para transmitir lo valores permanentes, un héroe oculto que nos invita a vencer al miedo, el recurso de los mediocres y los cobardes.

Este programa de verano supone toda una lección de cine. Ecléctico y caprichoso, pero fascinante y enriquecedor. Todas las películas están rodadas en blanco y negro; todas con seguridad desconocidas por muchos jóvenes que se acercan al cine con interés y curiosidad.

Escribe Juan de Pablos Pons 

Matar a un ruiseñor