La flor del mal
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Bush ataca

Primero fue McCarthy, luego Reagan, ahora Bush... el rearme moral norteamericano es i-na-go-ta-ble.El Gobierno norteamericano dominado por la más radical de las ultraderechas lanza sus mensajes a las “buenas” conciencias. Se trata de obligarnos a liderar sus personales cruzadas. Eso ya se hizo (al menos se intentó) en los tiempos (tristes) de la guerra fría, aquella que se conoció con el nombre de guerra fría. Posteriormente la administración Reagan –más sibilínamente que lo hiciese el senador McCarthy- también utilizó un tono propagandístico en sus películas (subliminalmente en muchos casos). Era la primera vez que un vaquero (o aprendiz de oficio) entraba en la Casa Blanca. Imponía un modelo adaptado o impuesto por el (tristemente) celebre pensamiento (único) americano favorable al racismo, el extermino de los “otros” y de la violencia. Cualquier procedimiento es bueno para conseguir unos determinados fines. Lo bueno sólo es lo que desde tal (abominable) pensamiento se  mantiene. Son los vientos que se llevaron por delante a grandes hombres de la política norteamericana del ayer como Thomas Payne. Su lucha a favor de la carta (papel mojado) sobre los Derechos Humanos, que se propuso (y se lee a la mayor de las conveniencias del dirigente de turno) como punto ascendente de la Independencia Norteamericana (a ver si se enteran los norteamericanos que, entre otras cosas, fue posible gracias a la ayuda de los franceses) se selló con su propio fracaso.

Hoy día otro cowboy está en la Casa Blanca. Su manera de actuar implica claramente cual es su forma de pensar (“el que no está conmigo…”), y de actuar (prevenir, en beneficio propio, es igual a exterminar). La ley del oeste la aplica en estado salvaje. Al asumir como concepto válido la defensa de lo personal se ataca la libertad, el progresismo, la cultura, la independencia. En su lugar se toman como buenos cualquiera de los valores más arcaicos y retrógrados. Todo ello enunciando en nombre de un dios hecho a imagen y semejanza de los que aplican esas formulas. Un dios, ineludiblemente,  unido al dinero, como aparece (la alusión a ese dios) impreso en sus dólares.

Hoy en día se puede justificar incluso una guerra preventiva, como hizo Spielberg en "Minority Report", así que prepárense para lo que nos viene...La “cruzada” represora llega también al cine. Como ejemplo señalaré la necesidad de la guerra preventiva explicada por Spielberg, en los bordes de la ciencia ficción, a través de la historia de la búsqueda de un criminal antes (¿cómo es posible eso?) de que cometa el crimen, Minority Report, o el clarificar la necesidad de la lucha y del triunfo contra los “malos” (o el “eje” del mal)  antes de aceptar convertirse en un ser aplicado -y dócil-, eficiente trabajador, bajo la égida del sistema en la poco interesante 8 Millas (inverosímil traducción del título original que hace alusión a una determinada calle o barrio de Detroit) del supervalorado Curtis Hanson. Son dos casos entre otros muchos que comienzan a prosperar en el cine de hoy. La película de Spielberg como abanderada de la época Bush no hace más que ser fiel a la trayectoria zigzagueante del listillo director siempre nadando a favor de corriente. Algo que ya demostró en plena era Reagan con sus fábulas pseureligiosas tales como En busca del arca perdida (monumento a la creencia de que Dios está, ayuda, a América), Encuentros en tercera fase, ET, El color púrpura, El imperio del sol (nada menos que el resplandor de Dios, abrasando a los japoneses, en la terrible destrucción norteamericana de una de las dos ciudades arrasadas por las primeras bombas atómicas -homicidas- de la historia), Indiana Jones y la última cruzada...

Pues bien, esta increíble flor del mal se mueve en las mismas fangosas e infectas aguas propagandísticas del ahora mismo, debidas a la mala conciencia de la administración Bush. Se trata de un calculado mensaje contra cualquier tipo de libertad -considerado por nuestros “salvadores”- perjudicial y peligrosa. Es decir cualquier cosa que sea libertad. Se nos cuenta la historia de una joven echa, como quien dice, unos zorros, vagabundeando aquí y allá por culpa de una mala madre “enferma” de libertad. Por ahí van los tiros. Los males de nuestra jovencita nacen pues elocuentemente de una tara ignominiosa e innombrable: libertad. Está claro: hay que plegarse a los dictados cotidianos del sistema o como mucho hacer un repaso de los graves pecados cometidos (devenidos de la culpabilidad de los padres, en este caso de la madre amamantadora de futuros ejes del mal a no ser que antes tomen conciencia de su “pecadora” actuación y por tanto cambien de actitud). Antes, claro, los “señalados” deben denunciar (como buenas patriotas) a las (o los) culpables de su estado. Es la única manera de ignorar a esas personas o mejor de saber quien son para encerrarlas o aplastarlas. Tanto da. Después sólo queda cerrar los distintos cajones de la memoria (como hace la protagonista al final) y salir “inmaculados” a fuera para formar el grupo de los “erectos” ciudadanos (y ciudadanas) de una nación todopoderosa. ¡Vaya morro!

Cualquier tipo de libertad es, a ojos de los responsables del filme, algo perjudicial y peligroso.Eso es lo que cuenta este sermón llamado La flor del mal, alusión a la adelfa, una flor bella pero venenosa. Como la madre de la protagonista, una Michelle Pfeiffer que curiosamente es lo mejor (su interpretación) de este plano y abominable filme. La Pfeiffer tiene que luchar, en el filme, por sacar adelante un personaje malvado. Es así  porque no sabe más que plantear la libertad por encima de todo, algo que intenta, además (terrible pecado) transmitir a su hija. Por eso la pobre jovencita está a punto de abrazar definitivamente el mal. Por fortuna comprenderá, a tiempo, que debe cambiar.

Película increíble que por momentos parece volverse (en su ansia de mostrar a los necesarios leprosos que hay que exterminar) contra el propio sistema. ¿Por qué? Simplemente porque no se entiende en absoluto cómo unos servicios sociales son capaces de buscar acomodo a la jovencita protagonista en familias problemáticas. Simplemente se encuentra una familia y se entrega a la menor, para que la cuiden. La única razón de presentar a tales familias apestosas es para expresar la necesidad de que deben ser eliminadas de la sociedad elitista en que (por la gracia de dios) viven. ¡Bonito panorama el que recorre nuestra apaleada jovencita, rodeada de decenas de lobeznos interesados en devorarla antes que llegue a la conclusión que la libertad es mala compañía! Sentar la cabeza quiere decir integrarse y trabajar para (y en) un Estado que convierte a los seres en meros peleles dominados por los medios de comunicación. Una manera de crear auténticos robots donde otros piensan por ellos.

Pero no sólo la película es malvada en su mensaje. También lo es la vulgaridad narrativa de este panfleto de ultraderecha. Televisiva, torpe, narrada sin un sentido del tempo, ni del espacio. Vulgar retrato de personajes convertidos en guiñoles de determinados estamentos sociales. No son seres humanos los que aparecen en la pantalla sino torpes ideas expuestas inadecuadamente.

No sólo su mensaje es torpemente reaccionario, sino que su puesta en escena es ramplona y televisiva a rabiar.Desgraciadamente seguiremos padeciendo (así lo tememos) muchas películas de este tipo. Intentos de vendernos aquello que nos repugna. Ya saben primero las adelfas, luego cualquier otra flor que alegre la vista o nos “eleve” con su olor, deben ser eliminadas por malignas, venenosas. Detrás de su apariciencia no existe más que el mal. Algo que algunos se creen en la obligación moral de borrar. Lo malo es que si fueran capaces de mirarse en un espejo (algo a lo que no se atreven) se encontraría con una imagen (la suya) que no quieren admitir. A lo mejor son ellos los que tienen rabos y cuernos y exhalan aromas putrefactos.

Un título como este no hubiera merecido ni una sola línea. Es tan vulgar como muchas otras películas que la han escoltado en su exhibición. Tal es el caso, por ejemplo, de Oscura seducción, otro de esos ceros inapelables. El hablar de La flor del mal se debe a sus “malignas” implicaciones que obligan a ser denunciadas como forma de ponernos en guardia ante tanta subliminalidad como se nos viene encima.

Mr. Arkadin

LA FLOR DEL MAL

Título Original:
White Oleander
País y Año:
EE.UU., 2002
Género:
Drama
Dirección:
Peter Kosminsky
Guión:
Mary Agnes Donoghue
Producción:
Gaylord Films
Fotografía:
Elliot Davis
Montaje:
Chris Ridsdale
Intérpretes:
Michelle Pfeiffer, Taryn Manning, Alison Lohman, Robin Wright, Renée Zellweger, Patrick Fugit
Distribuidora:
Manga Films
Calificación:
Todos los públicos


 

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