En memoria de Julio Diamante

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El arte de vivir (1965)

el-arte-de-vivir-0Julio Diamante es un director de cine y teatro, guionista y escritor gaditano (1930-2020), recientemente fallecido en este agosto de pandemia.

Tiene Diamante una espaciada e irregular producción filmográfica, pero importante para conocer el cine español de la década de los sesenta y setenta del siglo XX, como director y como gestor. No hizo muchas películas, pero algunas de ellas tienen su innegable interés: Los que no fuimos a la guerra (1962), Tiempo de amor (1964), El arte de vivir (1965), Tiempos de Chicago (1969), Helena y Fernanda (1970), Sex o no sex (1974), La Carmen (1976) o La memoria rebelde (2012), sin contar con trabajos para TV como El obispo leproso (1974) o Martín Fierro (1974).

Esta cinta, El arte de vivir, encaja en lo que suele denominarse el Nuevo Cine Español donde se incluyen Bardem, Picazo, Berlanga y otros. En ella, Diamante aborda una juventud sin rumbo, una juventud perdida abocada a un futuro terrible, a un porvenir plagado de alienación y hastío. Todo ello en los sesenta, en una España que empezaba a mejorar económicamente, por lo cual los jóvenes preparados ascendían con cierta facilidad, a la vez que se fueron haciendo más egoístas y amorales.

El Nuevo Cine Español lo constituyó un grupo de directores que lograron estrenar —con el beneplácito del franquismo— películas muy críticas con los valores sobre los que se sustentaba el régimen, coincidiendo con políticas aperturistas que buscaban mejorar la percepción que el resto del mundo tenía sobre el gobierno de la dictadura y, con ello, estimular la economía del país.

Fue un movimiento que, pese a sus limitaciones en cuanto a influencia y recepción, dio lugar a películas muy interesantes. Por mencionar algunas: de 1951, Esa pareja feliz, de Berlanga-Bardem; de 1964, La tía Tula, de Picazo; de 1966, La caza, de Saura; y de 1971, La cólera del viento, de Camus.

Pero, la verdad, este tipo de cine interesaba poco o nada al público de la época, más volcado en el exitoso cine americano que en la problemática social de España. Sin embargo, al régimen de Franco le venía bien tolerarlo, pues ganaba premios en el exterior y era propaganda de una industria cinematográfica moderna y abierta que nos significaba. Paradójicamente, esas mismas películas eran censuradas y cortadas a la hora de estrenarse en España, donde solo una minoría asistía a ellas habitualmente.

Julio Diamante fue y es un hombre de izquierdas y resistente antifranquista que tuvo muy mala relación con el régimen, por supuesto, y con la censura en general; él mismo afirma: «En todas las actividades en que he intervenido me he encontrado con la censura en situaciones muy jodidas».

En la historia que narra el film, Luis es un joven que acaba de terminar la carrera de Económicas, a la vez que tiene una personalidad crítica hacia el mundo que le rodea. Pero, igualmente, para él es importante buscar un lugar de trabajo, una posición en el mundo, lo cual tendrá su recorrido y su interés a lo largo del metraje.

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El inconformismo del protagonista es presentado por Diamante cuando coloca Luigi Giuliani paseando por los barrios más populares de Madrid, mostrándonos los pensamientos de este hombre solitario y anti social (al menos en la primera parte de la película) mediante el recurso de la voz en off: críticas al turismo impostado, al fútbol como deporte adormecedor, la «cocacolanización», etc.

La primera parte de la película dibuja a Luis como perteneciente a una clase acomodada, que se permite rechazar trabajos cuyos ideales repudia, pues, entre otros, se puede permitir ese lujo. Pero en la segunda parte emerge el arribismo, la ambición y el aburguesamiento del mismo personaje que ansía encontrar un trabajo bueno y afianzar su situación, lo cual le obliga a dar un giro con relación a sus antiguos ideales.

Luis, ya dentro de la estructura social alta de la dictadura, da la espalda a lo que defendía en primera instancia, entre otras su antigua novia. O sea, una segunda parte que se eleva fuera de la convencionalidad, por encima de otras producciones más conservadoras.

Hay una secuencia impagable por parte de la madre del protagonista, interpretada por la resistente y genial Lola Gaos, al manifestarse en contra de los orígenes humildes de la novia de su hijo o indicando dictados morales como cuando dice: «La que no se respeta de soltera menos se respetará de casada».

Lo curioso es que el hijo, lejos de reaccionar mal ante los juicios de la madre, los considera absolutamente normales y apropiados. Concluirá la cosa haciéndose realidad los deseos de su madre: «Porque una amante es lo normal para una persona como yo», que pensaría el joven.

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Viendo esta película nos damos cuenta de por qué al Gobierno no le agradaba este tipo de cine —aunque lo consentía—. El guion del film lo escribió el propio Diamante en colaboración con Elena Sáez, un texto que de alguna forma retrata el orbital social de los años sesenta en España, una época de la que dice Diamante que «fueron intentos de hablar de la sociedad española y de cómo el amor florecía muy mal en ella».

Es muy potable la música de Adolfo Waitzman. En su conjunto es una producción modesta que, empero, llegó a competir en ese 1965 en el Festival de Berlín en la Sección Oficial de largometrajes donde fue muy bien recibida, aplaudida incluso. Pero luego, a su vuelta a España, no tuvo mucho éxito comercial, perdiendo parte de su potencial impacto y cayendo progresivamente en el olvido. Sin embargo, hoy resulta muy interesante, por el retrato inusual de aquellos aparentemente felices años sesenta, donde Diamante hacía predominar el afán de ascenso y el doble rasero.

El reparto tiene cartas importantes y todo él cumple su cometido de manera más que discreta. El protagonista Luigi Giuliani, está bien en el papel de Luis, un joven arribista y con pocos valores. Elena María Tejeiro realiza, en su primer papel importante para el cine, un trabajo muy interesante como novia apasionada y vulnerable, una joven frágil ante el niño guapo y bien de salón que interpreta Giuliani.

Excelente la incombustible Lola Gaos, como madre castradora e influyente sobre su deshonesto hijo. Un Juan Luis Galiardo que se iniciaba en el celuloide que está, como solía, a la altura de su caché, en el rol de un aguerrido ligón oportunista con buena planta física.

Y acompañando actores y actrices, algunos muy reconocidos y curiosos en la pantalla, como el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, el conocidísimo Francisco Valladares, qué decir de Fernando Sánchez Polack, María del Carmen Abreu, el excelente José María Prada, el propio Julio Diamante o el mismísimo Manuel Summers.

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Interesante cinta sobre las divagaciones morales y las dudas que asaltan a un joven en los años sesenta, unida a una historia de amor desigual y traidora donde él no es cabal con ella: la joven demuestra una mayor enjundia. Ella manifiesta ser mucho más madura y responsable ante un pretendiente que elude su compromiso.

El joven es el arquetipo del individualismo egoísta de la clase media de la época, una franja social sin valores que se entrega a conseguir lo que anhela de la manera más fácil y con el mínimo esfuerzo. La fotografía en blanco y negro de Luis Enrique Torán viene a reflejar ese ambiente consternado y gris, sin brillantez ética.

Concluyendo: película atrevida para el momento en que se rodó, obra que sigue vigente a pesar de las diferencias sociales del mundo de hoy, pues plantea temas universales y de siempre, como el arribismo, la ambición, el manejo de los demás en el propio provecho o la hipocresía.

El film habla de un joven que es el anti joven, que carece de escrúpulos, que es interesado, que no tiene más ilusión que su promoción, pero un ascenso ególatra, no por lo que él puede emprender, sino por tener una alta posición en sí; un chico que es un cínico en toda regla.

Todo lo cual el film trata con absoluta ironía, pues, sirva como ejemplo, en los títulos de crédito se canta una canción del género ye-ye, cuya letra, escrita por Diamante, dice que «todo va bien», cuando en realidad lo que se ve en la cinta es que «todo va mal», una juventud detestable porque había perdido el crédito de la honestidad.

Escribe Enrique Fernández Lópiz 

 

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