Recordando a Donald Sutherland

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Hacer el trabajo lo mejor posible

Hoy quiero tener un recuerdo para Donald Sutherland, fallecido este 20 de junio a los 88 años. Donald, actor de origen canadiense, ha participado en más de 200 películas.

Le dieron un Oscar honorífico en 2017, a los ochenta y dos años, y dijo a Los Anheles Time: «Nunca esperé ser nominado, nunca. La realidad era trabajar y hacer el trabajo lo mejor que podía, evitar leer reseñas y llegar al meollo de la verdad de algo con el director. Y si el director estaba contento y teníamos esa conexión, entonces era maravilloso».

Además, pronunció un discurso con mucho humor negro y sarcasmo, propiamente de un octogenario curtido en mil batallas y que hubiera sido merecedor de este galardón mucho antes, si bien nunca fue nominado siquiera.

En fin, que el protocolo le importaba poco y entre otras dijo, amén de cuán importante era para él y su familia el premio: «No me merezco este premio. Pero tengo artritis y tampoco me la merezco, así que gracias» (al recibir un Óscar honorífico en la gala Governors Awards).

También se avino a invitar a los asistentes a su funeral y más, algunas indicaciones para para los organizadores de la velada: «He conseguido llegar al cuarto de baño. Para la gente mayor con vejigas pequeñas sería maravilloso que los retretes estuviesen más cerca».

Pero veamos algunas notas para recordar a este actor a quien personalmente he admirado pues lo consideraba una garantía de bien hacer en la pantalla.

Historia familiar

Donald Sutherland nació en 1935 en Saint John, una tranquila ciudad de Canadá y se educó en una familia media donde su madre era profesora de matemáticas y su padre, que dirigía una compañía de servicios, era un individuo esforzado pero frío y alejado.

Describió su infancia como enfermiza y solitaria, incluido un caso de fiebre reumática que lo dejó en casa durante todo el cuarto grado. Sus compañeros de clase lo apodaron Dumbo por sus grandes orejas. Prefería actividades solitarias que incluyeran la fabricación de títeres y otras manualidades.

Su padre lo impulsó a centrarse en un oficio práctico y Sutherland estudió ingeniería en la Universidad de Toronto antes de cambiar su especialización a inglés, y Formación Dramática, por su propio interés. Después de graduarse en 1958, viajó a Londres, donde asistió a la Academia de Música y Arte Dramático.

Con su melodioso y aterciopelado tono de barítono y sus rasgos macabramente expresivos (estructura desgarbada, orejas prominentes, sonrisa lobuna y escalofriantes ojos azul verdosos), tal vez como era de esperar, Sutherland comenzó su carrera cinematográfica en películas de terror.

Amenaza en la sombra, de Nicholas Roeg.

Los inicios de su carrera

En Inglaterra debutó en el cine viajando a Italia en 1964, en tres papeles (incluido uno de vieja bruja) en la película de terror Il castello dei norte vivi, protagonizada por el famoso Christopher Lee; Sutherland entró en el reparto porque daba el pego de actor hollywoodiense, para lustre de aquella peli menor. Fue un asunto de tan bajo presupuesto que en una escena salía peleando consigo mismo en el doble papel de bruja y de soldado.

Después de algunos años en Inglaterra haciendo trabajos de segunda en cine y TV, en papeles de idiota babeante y en otras ofertas de terror, se fue a Hollywood que le dio su gran oportunidad con Doce del patíbulo (1967), sobre unos convictos que son reclutados para llevar a cabo una operación con los alemanes en la segunda guerra mundial, a cambio de conmutar sus penas. Ese trabajo fue muy divertido y exitoso para él: un soldado encarcelado por gay.

Doce del patíbulo se convirtió en uno de los mayores éxitos del año y el rostro de Sutherland se hizo famoso de la noche a la mañana, por lo que se quedó en los EE. UU. a hacer carrera, donde inicialmente hizo diversos papeles de militares con personalidades raritas.

El éxito y vida como actor

A principios de 1970 vino la famosa M.A.S.H., ambientada en la guerra de Corea, en la que Donald hacía de cirujano brillante pero desobediente y rebelde. En el rodaje Robert Altman aconsejó la improvisación, lo cual benefició a nuestro actor, por su habilidad en este terreno y quedó consolidado para la industria. Fue aquella una curiosa y absurda comedia pacifista ambientada en un hospital móvil militar.

La cinta se convirtió en un fenómeno cultural y lanzó a Sutherland a la fama, como nueva e intrigante personalidad para el cine. Donald alternaba entre operaciones quirúrgicas empapadas de sangre y travesuras cachondas, tal que el filme llegó a ser considerado un clásico antisistema. 

En ese mismo año vino Los violentos de Kelly, la tercera película en la que hacía de militar pintoresco. De cómo un grupo de soldados hace un plan para robar un cargamento de oro de los nazis, divertida peli para disfrutarla. Sutherland hacía el papel del sargento Oddball, unaespecie pre hippie mujeriego y vividor. Fue la definitiva demostración de Donald para saltar a la fama.

MASH, de Robert Altman.

Con pinta también de hippie y de nuevo en aquel 1970: Alex in Wonderland, en la que interpretaba a un cineasta que afronta la presión de superar el éxito de su debut, dirigida por Paul Mazursky. No fue peli de éxito, pero Donald salió bien parado cara a la crítica.

Mucho mejor fue Johnny cogió su fusil, Sutherland era un Jesucristo que aparece en visiones al pobre protagonista mutilado, en una interpretación mesurada y madura. Ser un actor camaleónico adaptable a películas ambientadas en casi cualquier época histórica lo llevó al extremo de interpretar a Jesucristo en esta cinta ambientada durante la I Guerra Mundial.

Otro éxito para él fue Klute (1971), dirigida por Alan J. Pakula en el momento álgido de su carrera. Era John Klute, un detective que investiga la desaparición de su mejor amigo, acusado de amenazar a una prostituta. Película estupenda que mereció todo tipo de reconocimientos; trabajaba junto a una maravillosa Jane Fonda como prostituta cínica (Oscar para ella); Donald en esta obra mostró lo mejor de la disciplina dramática, en el papel principal de un policía cuya vida interior es tan misteriosa como el caso que trabaja para resolver. Con Jane, amén de romance, repitió en Material americano (1973), donde Donald fue nominado al BAFTA. Juntos realizaron documentales políticos, pues Donald fue siempre de izquierdas.

En aquellos entonces, fuera de la pantalla, Sutherland y Fonda se convirtieron en amantes durante casi dos años, tiempo durante el cual despuntaron como dos de los actores más activos de Hollywood y más francos políticamente. Sutherland dijo que rechazó papeles protagónicos en Defensa (1971) y Perros de paja (1972), ambos éxitos considerables, debido a su violencia. De hecho, él y Fonda hicieron un espectáculo itinerante contra la guerra en Campus Universitarios y cerca de recintos militares: «Pensé que iba a ser parte de una revolución que iba a cambiar las películas y su influencia en la gente», declaró en su momento.

Vendría luego la escalofriante película psicológica: Amenaza en la sombra (1973), un thriller paranormal de Nicolas Roeg donde interpretó a un historiador de arte inglés cuya pareja tiene visiones inquietantes de su pequeña hija ahogada con un impermeable rojo: una obra maestra del horror psicológico.

Poco después trabajó en Como plaga de langosta (1975), de John Schlesinger, adaptación de una novela muy leída de Nathanael West: un personaje que requería contención actoral, un hombre de mediana edad, apocado, introvertido y reprimido.

Sutherland volvió a Italia para dos películas de legendarios cineastas italianos: Novecento (1976), drama histórico de Bernardo Bertolucci, donde hace de fascista y pedófilo italiano; y Casanova (1976), biografía estilizada del escritor Giacomo Casanova, famoso por sus conquistas. Hace un gran papel en esta cinta. A veces, cuando imagino a Casanova, pienso en Sutherland.

Casanova, de Fellini.

Donald era ya una estrella consagrada que había trabajado con grandes directores y cuyas películas atraían al público, pero volvió a demostrar su sentido del humor haciendo un tontísimo cameo en The Kentucky Fried Movie (1977), de John Landis; Sutherland solo aparecía unos segundos como el «camarero patoso», otro personaje que le dio fama, a pesar de su brevedad. A Sutherland no le importaba hacer el tontaina en la pantalla; en este caso un camarero que de tan torpe era ridículo.

La oportunidad perdida de Sutherland fue no acceder a compartir beneficios de la muy popular peli Desmadre a la americana (1978), dirigida por Landis también y que recaudaría más de cien millones de dólares, cifra astronómica para la época. Le dieron apenas 50.000 dólares por su trabajo; en esa película encarnaba a un profesor drogadicto.

Ese mismo año participa en La invasión de los ultracuerpos, que funcionó bien en la taquilla. También por aquel entonces se estrenó El primer gran asalto al tren (1978), dirigida por Michael Crichton, un golpe perfecto, cinta simpática y bien hecha que muestra el enfrentamiento de un cerrajero y carterista de la época victoriana frente al caballero ladrón de Connery. Es desopilante recordar la cara de Sutherland haciendo de cadáver. Y llenó su currículum con películas de acción animadas (y una variedad de acentos) como Ha llegado el águila (1976), en el rol de un nacionalista irlandés involucrado en un complot nazi para secuestrar a Winston Churchill.

En Gente corriente (1980), con la dirección de Robert Redford, fue mencionado a los Globos de Oro en una obra que ganó muchos premios (incluido el Oscar a la mejor película, al mejor guion y a Redford como mejor director). Sutherland está magistral como padre que intenta mantener unida a su familia después de la muerte accidental de su hijo por ahogamiento; Mary Tyler Moore interpretó a la madre que esconde su angustia detrás de un exterior gélido, y Timothy Hutton fue el niño superviviente atormentado. Miradas y gestos de Donald apenas apuntados para expresar en forma intensa el penar de su personaje, trabajo por el que mereció el aplauso unánime de la crítica.

El ojo de la aguja (1981), es un thriller en el que hacía de espía nazi afincado en Inglaterra y apodado «la aguja» porque mataba con un punzón. Trama interesante y parcialmente basada en hechos reales: el espía descubre los engaños de los aliados para desorientar a su ejército ante el eventual desembarco de Normandía. Aquí, Donald se trasmuta en un ser de halo maligno, especie de psicópata terrorífico. También encarna al pintor Paul Gauguin en la producción danesa-francesa Lobo salvaje (1986), que se centra en el retorno del pintor a París tras una larga estancia en Tahití.

Durante los ochenta decayó la popularidad de Sutherland por el auge de las pelis de acción. Pero hizo películas, algunas de las cuales fueron muy comentadas, como Una árida estación blanca (1989), filme de avanzadilla sobre el racismo en Sudáfrica en un tiempo que el apartheid continuaba vigente ante la ignorancia de muchos estados. Sutherland interpretaba a un director de colegio sudafricano que, aunque no es racista, vive de espaldas a la cruda realidad del país. Gran trabajo.

En los años noventa tuvo unas tomas muy recordadas por su virtuosismo interpretativo en su monólogo en JFK: Caso abierto (1991), la afamada película de Oliver Stone sobre una posible conspiración en el asesinato del presidente J. F. Kennedy. Quince minutos seguidos hablando sin parar estuvo Donald, y no aburrió.

Hizo de marchante de arte liberal elitista de Manhattan en Seis grados de separación (1993). Participó en Citizen X (1995), de Chris Gerolmo, sobre la investigación de un policía ruso para capturar al «carnicero de Rostov», un violador y asesino de niños tremebundo. O un cameo en Conspiración en la sombra (1997), de George Pan Cosmatos.

El ojo de la aguja, de Richard Marquand.

Los finales de su trabajo

Ya cada vez más canoso y de blanca melena, Sutherland se convirtió en una especie de eminencia gris en películas como Tiempo de matar (1996), acompañando a Matthew McConaughey; Sin límites (1996); The Italian Jobs (2003); fue uno de los ancianos en Space Cowboys (2000), de Clint Eastwood, y fue el patriarca de la familia Bennet en la adaptación cinematográfica de 2005 de Orgullo y prejuicio, de Jane Austen, dirigida por Joe Wright.

De sus docenas de papeles cinematográficos posteriores, el más visible y notorio fue el despótico y ceñudo presidente Coriolanus Snow en la franquicia Los juegos del hambre, a partir de 2014. Películas, ambientadas en un futuro postapocalíptico y basadas en un éxito de ventas escrito por S. Collins. Recordar La mejor oferta (2013), de Tornatore, La legión del águila (2011), de Mcdonald. No quiero olvidar una película que me gustó mucho: El viaje de sus vidas (2017).

Con un estilo de actuación que abarca desde lo naturalista discreto hasta lo muy estilizado, Sutherland fue valorado por sus compañeros por el intenso compromiso con el personaje que aportó a los dramas artísticos de Fellini, la película de prisión de Sylvester Stallone, las adaptaciones de Jane Austen y las payasadas obscenas.

Además, Sutherland rara vez hacía una película solo, prefiriendo trabajar dentro de un conjunto o como una contraparte de voz de estrellas, como una presencia más, pero claramente imponente junto a Jane Fonda, Julie Christie, Sean Connery o Jennifer Lawrence, entre otras. Donald fue un secundario de lujo.

Vida privada

El primer matrimonio de Sutherland fue con la actriz Lois Hardwick y terminó en divorcio en 1966. Igual ocurrió con su segundo matrimonio, con la activista de izquierda Shirley Douglas. A principios de los 70, después de terminar su romance con Jane Fonda, comenzó una relación perdurable con Francine Racette, una actriz francocanadiense con quien acabó casándose y viviendo a caballo entre Francia, Estados Unidos y una propiedad agrícola en Canadá.

Además de su esposa, están los gemelos de su segundo matrimonio, la estrella de cine y televisión Kiefer Sutherland y Rachel Sutherland; tres hijos de su tercer matrimonio, Roeg, Rossif y Angus Sutherland; y cuatro nietos. A todos cuidó como pudo, pero bien.

Quiero reseñar algunas de las películas que en mi memoria guardo de este gran actor. Ni son las únicas ni las mejores, solo las que más me divirtieron o me emocionaron en su momento.

Doce del patíbulo, de Robert Aldrich.

Doce en el patíbulo (1967)

Película emblemática sobre la II Guerra Mundial. Nos encontramos con el comandante Reisman (Lee Marvin), un oficial del ejército distinguido por su heroicidad en la campaña de Italia.

Reisman es, curiosamente, un hombre independiente y no tiene buenas relaciones con sus superiores. Pero como ha dado sobradas muestras de arrojo y valentía en el campo de batalla y con un historial brillante, le encargan una misión de alto riesgo e importancia, casi una misión suicida. Debe convertir a un grupo de peligrosos militares presos, algunos condenados a muerte, en una especie de comando de élite del ejército USA.

La operación consiste en lanzar un grupo de paracaidistas cerca de una mansión en Rennes (Francia), en la que disfrutan de vacaciones oficiales del alto mando alemán; una especie de centro de recreo fuertemente defendido. La acción consiste en tomar por sorpresa la fortaleza y causar la muerte del mayor número de oficiales alemanes, para desmoralizar al ejército enemigo.

Una vez que conoce a sus peligrosos hombres, con la ayuda del sargento Bowren (Richard Jaeckel) inicia el entrenamiento, no ateniéndose a las normas convencionales, pero sabiendo ganarse a la tropa con mano dura, pero justa, demostrando a su pelotón de exreclusos que un buen soldado lo sigue siendo a pesar de los errores cometidos en el pasado.

Llegado el momento ya todos tienen el plan en sus cabezas como una letanía, al milímetro, una cantinela que recitan sin cesar: llegar al puente, centinelas fuera, coche a la entrada, etc.

Sin embargo, algunos imponderables hacen que el plan se venga abajo, lo cual les obliga a improvisar para cumplir su objetivo.

Robert Aldrich (1918-1983) dirige esta película de ficción sobre la guerra contra la Alemania nazi, a modo de aventura, tipo western, que resulta ser muy entretenida y con todo tipo de aventuras; una cinta como para pasarlo en grande.

Tiene un excelente guion de Nunnally Johnson y Lukas Heller que cumple su cometido de mantener la atención y distraer. Es una historia original, cuya trama nos envuelve hasta el final.

Buena la banda sonora de Frank DeVol De, e igualmente buena la fotografía de Ted Scaife. La puesta en escena y el decorado son sensacionales. Imaginemos que el palacio fortaleza fue construido exprofeso para la película.

Pero el plato fuerte del filme es el reparto con un genial Marvin que maneja todos los registros interpretativos como comandante en jefe. Además, cuenta con actuaciones superlativas como las de Telly Savallas (haciendo de fanático y psicópata sexual evangelista americano); el gran Donald Sutherland con su mirada torcida de homosexual con carisma en la pantalla, un soldado en la cárcel por gay tendente a hacer el idiota en las situaciones más inesperadas: Donald se ganó al público con ese papel; Charles Bronson (duro pero eficiente); John Casavettes (sensacional); Ernest Borgnine (todo un lujo); George Kennedy (sobresaliente), Ralph Meeker, Jim Brown, Robert Ryan y otros. Un reparto trufado de grandes estrellas del cine de la época que supieron trabajar coralmente, sin taparse unos a otros.

Película de guerra que no es histórica y que, paradójicamente, resulta más interesante que muchas de guerra real, pues es un alivio saber que se trata de una farsa. Tal vez por eso nos permite disfrutar viendo cómo se suceden las maniobras con exactitud, como si de una partida de ajedrez se tratara. Con escenas finales donde achicharran literalmente a los nazis encerrados en el sótano de la mansión.

Obra maestra del género y llena de personajes inolvidables, antihéroes llenos de personalidad y carisma.

Johnny cogió su fusil, de Dalton Trumbo.

Johnny cogió su fusil (1971)

Es quizá la película de la que tengo un recuerdo más que angustioso. Recuerdo como si fuese ayer, que, al terminar, apenas se oía hablar a la mucha gente que asistió. A la salida había un sepulcral silencio. La he vuelto a ver hace poco y continúo pensando que hay pocas películas tan tremendas y difíciles de digerir como esta.

Trumbo, escritor, guionista, y director de cine nacido en Colorado (EE. UU.) en 1905, firmó como guionista éxitos sonados en Hollywood. Pero en los cuarenta, cuando la Caza de Brujas, fue uno de los llamados «10 de Hollywood». De ello resultó su encarcelamiento durante 11 meses y posterior exilio en México. A partir de ahí Trumbo escribiría con pseudónimo.

Esta es su única película como director. Trumbo construye un filme escalofriante sobre un joven de nombre Johnny, soldado en la I Guerra Mundial, a quien una bomba ha convertido en un mutilado, por decir algo, pues tanto en la novela, como en el guion que él mismo escribe, lo que narra es la historia de un hombre que ha quedado reducido a un mero tronco sin extremidades, ni cara, sin visión, ni oído, ni olfato, alimentado por vía nasogástrica, y cuya mente de cerebro mermado confunde sueños, ensoñaciones, recuerdos y la lamentable realidad en que se encuentra, de la que va tomando conciencia poco a poco.

El guion del propio Trumbo adapta su novela homónima, un libreto cargado de reivindicación, humanismo y antibelicismo, amén de una apología de la eutanasia en casos tan extremos con el del filme. Del maltrecho soldado sólo se insinúa en la película su tronco tapado con una blanca sábana.

Nos empuja hasta el borde del precipicio de la vida, nos agota la mente hasta la extenuación, nos exprime los afectos ante la visión de un simple trozo de tela blanca. No apta para corazones sensibles. Así es. Excelente música de Jerry Fielding y espléndida fotografía de Jules Brennen.

El cuadro actoral es muy bueno, con un magnífico Timothy Bottoms en su primera película, que fue elogiado por público y crítica como promesa de futuro. Marsha Hunt y Jason Robards están sensacionales en los roles de los padres de Johnny.

Y vamos con un Donald Sutherland, genial como un Jesucristo que se le aparece en visiones al protagonista; su interpretación madura y medida y su enorme presencia y la naturalidad con la que se ponía en la piel del Mesías, convierten sus intervenciones en algo igualmente inolvidable y para la posteridad.

Kathy Fields muy bonita y bien como Kareen, la novia de Joe. Charles McGraw, el padre de Kareen. Y Diane Varsi era la joven enfermera que se apiada del mutilado con todas sus ganas y todo su amor, deseándole incluso feliz Navidad por señas con su dedo sobre su piel escribiendo letras (luego descubrirían el Morse para comunicarse). Hasta el mismo Trumbo actúa como el orador Robert Col.

La película tremenda, el espectador sufre con lo que ve y oye, y se identifica con esa mínima expresión humana que es Johnny. Es una de las películas más duras de la historia del cine. Ejemplo de crítica a la guerra y apologética de la eutanasia en casos dramáticos.

Pero también hay una crítica al ideal americano que antepone valores como el Estado, la Libertad, la Religión, etc.; y es que todo se viene abajo como un castillo de naipes ante la figura de completa soledad de un soldado joven aniquilado, física y moralmente, al que no le permiten su deseo de ser mostrado para denunciar la guerra, ni siquiera su deseo de acabar con su terrible existencia. Trumbo critica los fanatismos, siendo que es el Amor la principal víctima de este desatino.

The Italian Job, de F. Gary Gray.

The Italian Job (2003)

Una banda es liderada por un experimentado ladrón (Donald Sutherland), quien va a llevar a cabo un robo en Venecia, planificado por el astuto y capaz Charlie Croker (Mark Wahlberg). Y lo consiguen, docenas de lingotes de oro.

Pero cuando ya van de vuelta con el botín en la camioneta, son traicionados por uno de los miembros de la banda y otros secuaces, que les roban el oro, matan al cabeza de grupo, y al resto los tirotean hasta creerlos muertos. Pero no lo están, de manera que la banda se reorganiza para recuperar el botín.

Dirigida con talento y pulso por F. Gary Gray, está conducida por un guion de Wayne Powers y Donna Powers, que es un remake del filme del mismo título de 1969, dirigido por Peter Collinson.

El reparto es bastante bueno, con actores y actrices reconocidos y que saben lo que hacen, interpretando con gran profesionalidad sus papeles, y además conjuntadamente: Mark Wahlberg, Donald Sutherland (sensacional), Edward Norton, Charlize Theron y otros.

La película tiene un ritmo trepidante que se disfruta y te hace estar pendiente a ver qué ocurrirá a cada paso del metraje. Prácticamente, un thriller de acción vibrante que mantiene la atención.

Película que se ve con facilidad, cómodamente, que no se hace larga, con secuencias llamativas por su espectacularidad, dosis adecuadas de comicidad, traición de por medio y algo de drama para que no falte de nada.

Todo ello bien compaginado con una banda sonora adecuada, y un súper Mini corriendo a la velocidad del rayo, convierten esta cinta en una adictiva y divertida obra de ladrones. Y Sutherland, al que podemos ver en faena.

El viaje de sus vidas, de Paolo Virzi.

El viaje de sus vidas (2017)

Esta cinta es una road movie en la cual un matrimonio de adultos mayores con escasa salud inicia un viaje con doble intención. De una parte huir de la sobreprotección a que se ven sometidos por sus dos hijos y por los médicos; y el segundo objetivo es visitar la casa de Ernest Hemingway, un escritor admirado por el esposo, profesor de Literatura con un alzheimer que avanza imparable.

Sutherland declaró con relación al director de la cinta Paolo Virzi que «nunca lo percibió como un director local, sino una persona universal, con una visión extraordinaria de la verdad». La direción hace un planteamiento interesante, aunque tal vez excesivo en sus maneras. 

El guion de Stephen Amidon es adaptación de la novela homónima del estadounidense Michael Zadoorian, que fue todo un best-seller en el mercado editorial italiano. Un libreto bien trabado y algo sentimental.

La película tiene como valor principal la presencia de dos actores superlativos: la británica Helen Mirren, de 72 años; y el canadiense Donald Sutherland, de 82. La prestigiosa Helen Mirren hace un trabajo extraordinario aportando su buena química con Sutherland. Ella misma es, per se, presencia esencial en esta cinta. Sutherland sintoniza perfectamente con ella y aporta su bien conocida virtud como actor resuelto y de larga experiencia, de gran actor.

Paolo Virzi resuelve con oficio la aventura sentimental de los dos protagonistas longevos, gracias a que Sutherland y Mirren colocan cada idea, cada detalle, cada rosa y cada espina con lo mejor de sus grandes talentos. Hay en la película drama, humor, intensas emociones, entretenimiento, escenas un poco locas y un tono dramático de fondo.

Quizá algún espectador pueda salir con la idea de que la película destila ternura hacia los mayores, a mí me parece que es un filme que pretende ser humanista, pero en el que se ve claramente que la vejez tiene sus dosis de dolor, amargura, desdicha, vómitos y sábanas mojadas de orina. El rumbo que toma esta caravana de ancianos con un sembrado Sutherland no es nada sencillo.

Algunas conclusiones

Sutherland dijo que le resultaba emocionalmente insoportable verse a sí mismo en la pantalla. «Pones tu cuerpo, tu yo, tu alma, tus ideas en manos de otra persona y le permites tomarlo, cortarlo en pequeños pedazos», señalando que el director o productor tienen la última palabra.

A pesar de toda la frustración, encontró una satisfacción ilimitada al explorar nuevos personajes hasta una edad avanzada. Encontró una gran cantidad de papeles para un hombre de unos 80 años, bromeó, y la mayoría lo vimos caminando frente a la cámara, diciendo algunas líneas sabias, agarrándose el pecho y desplomándose muerto.

Reflexionó que algún director, en algún momento fortuito de la verdad, podría tener la suerte de capturarlo sin fingir. Y añadió: «Realmente espero que en alguna película en que muera, pero que muera de verdad, puedan usar mi funeral y el ataúd: Eso sería absolutamente ideal».

Escribe Enrique Fernández Lópiz

Space Cowboys, de Clint Eastwood.