Las acertadísimas fotos con las que Sabín adorna todos los textos, y muy especial en los primeras entregas dedicadas al homenaje a Patino, nos llevan a curiosos espejos que reflejan cómo el tiempo repetido, reencontrado y siempre aleccionador, nos ofrece curiosas lecciones.
Como ocurría con la foto de Rafa Malueda, actual director de Cinema Jove, con el matrimonio Boetticher. Entonces Maluenda era un aplicado y obediente cortometrajista, siempre atisbando un hueco que le pudiera dar cancha y conocimiento. No sé si su ascensión se debe, ni me importa, a que su padre es un hombre importante de la apisonadora valenciana pepera.
Más interés, entre esas fotos, tiene esa de los tiempos —idílicos comparados con los actuales— en los que el PSOE, con Lerma como Presidente, gobernaba la Comunidad Valenciana. Concretamente en la foto aparece el entonces presidente de la Comunidad con uno de sus consellers, el malabarista Blasco. Tal contradictoria persona fue expulsada del PSOE, y del Consel, por un oscuro asunto de corruptelas (el único en el que se vio implicado el gobierno socialista en sus años de mandato), que no llegó a más porque un juez declaró (¿suena esto a algo?) que las escuchas realizadas habían sido ilegales. Blasco había pasado al partido de la rosa después de haber militado en su etapa de estudiante en el nunca claro FRAP, un movimiento antifranquista de izquierda —al menos así decían ser— y radical.
Pues bien, Blasco actualmente es uno de los hombres, parece imprescindible, del PP. Y fiel a su historia se encuentra enfrentado a nuevos casos graves de corrupción. Estos teniendo como fondo el enriquecimiento de grupos ligados a él, y a los cargos que ocupó en el Gobierno de las gaviotas, a, nada menos, tramas relacionadas con ONGs. Historias que se repiten como en esas películas circulares donde el final suele reflejar el inicio.
De Blasco poco puedo hablar más allá de los que dice la prensa; de Rafa Maluenda, por el contrario, sí puedo decir algo.
Cuando, por ejemplo, con posterioridad al homenaje de Boetticher propició una serie de encuentros amistosos conmigo. Me llamaba o le llamaba y quedábamos hasta que… empezó a pasar de actor de reparto a actor secundario. Cuando se creyó actor principal la situación fue distante o tirante, como se prefiera.
Pero no es ahora el momento de escribir sobre ello. Tiempo habrá porque ahora en el invierno de 1995, mientras se activa el homenaje a Patino, Maluenda permanece en la sombra, quizá porque a él este director español por su clara ideología de izquierdas no le interese demasiado o, en parte, le resulta incomodo
Navidades en Salamanca
Al igual que la mayoría de los años, desde que pasamos a vivir en Valencia, nos acercamos a Salamanca para pasar las Navidades. Es una especie de ritual que se hará efectivo hasta el fallecimiento de la madre de mi mujer, cosa que ocurrirá en 2006. Entre otras cosas a mis hijos, al menos al mayor, le gusta acercarse a la ciudad de las dos catedrales (nació allí) y encontrarse —además de su abuela y tíos— con sus numerosos primos, con los que pasa unos felices y divertidos días.
Por mi parte, aprovecho estas visitas a Salamanca para, aparte de estar con la familia, quedar con algunos de los pocos amigos que aun viven en la ciudad. Y poco más.
Después de eso poco queda por hacer (ver alguna película, pasear por los sitios de siempre para comprobar cómo la ciudad va cambiando para seguir siendo la misma) de forma que a los pocos días de estancia uno se encuentra exhausto y con ganas de marcharse. Poco a poco, la ciudad de nacimiento se ha ido alejando de mí hasta el punto de ser una especie de amigo antiguo al que conoces demasiado y ya nada nuevo te dice porque en él no existe misterio, sino una monotonía zumbona.
Pero, ahora, en este diciembre de 1995, deseo empaparme de la ciudad, paseando por su zona antigua, como forma de imbuirme también de un cierto espíritu que lleve a buen puerto el libro que me he propuesto comenzar en cuanto vuelva a Valencia, y que estoy seguro que terminaré… con la ayuda de la estupenda gente que colabora conmigo.
Seguro que será un buen libro de análisis de la obra de Patino.
Al primer libro publicado sobre la obra de un curioso director norteamericano, Budd Boetticher, seguirá ahora la primera publicación completa sobre la obra —hasta el momento— de uno de los mejores realizadores del cine español.
Paseo por los barrios por los que Patino vivió de niño, recorro la ciudad, pregunto y me pregunto sobre su vida y su obra. Me pongo en contacto, cómo no, con uno de los mejores amigos del director, nacido como él en Lumbrales, el periodista Nacho Francia, autor de una estupenda tesis doctoral sobre las Conversaciones Cinematográficas de Salamanca, aquéllas que llevó a cabo Patino en 1955, cuando fundó y dirigió el cine club Universitario de Salamanca.
Cuando pienso en esas conversaciones y en el cineclub salmantino, tan querido, y que llegaría yo a dirigir en los años sesenta —como he contado en otra parte de estas memorias—, me pregunto si la única razón que tuvo Patino para poner en marcha el cineclub se debía —ante todo (o tan sólo)— a su idea, ya pactada o no con Muñoz Suay y otros grupos de la izquierda oculta, de organizar esas combativas conversaciones que tuvieron lugar, además, en la Universidad salmantina.
Cuento a Nacho lo del libro. Queda sorprendido. No sabía nada de ello. Era lógico, el momento en que habíamos llegado al acuerdo con Patino había sido hacía escasos días. Su sorpresa se debe a que el director, con el que mantiene conversaciones telefónicas frecuentes, no le ha comentado nada.
Dudas
Y ahora en esa conversación surgen una duda explicita y otra implícita, así como un pero…
La duda explicita es si Patino no se volverá a atrás. Sí, claro, ya sabemos cómo es, pero también que nunca abandona a los amigos. A lo que se añade el hecho de la premura de tiempo para lograr un buen libro. ¿Lo admitirá el director una vez concluido?
Si ha sido posible escribir el año pasado el libro sobre Boetticher, ¿por qué no va a ser posible ahora escribir este, teniendo en cuenta además que la obra del director salmantino es menos amplia (aunque más compleja) que la del realizador norteamericano?
Otra duda razonable, pero no explicitada, se centra en si podré llevar a cabo el libro sin que decaiga. Es decir, si ante la dificultad a la que me enfrento, no me vendré abajo, en forma de una juguetona depresión, la misma que me ha traído de cabeza (a mí, y a los de mi alrededor) durante varios meses en el cercano 1993. Se puede decir que depresiones, como tal, como la de ese año, no había padecido. Había tenido, quizá, periodos de esos llamados de melancolía o había sido afectado por lo que denominábamos angustia vital, algo propio de una generación alimentada por cierto existencialismo.
La razón por la cual aquellos brotes dieron paso a una galopante (primera) depresión en el año citado, no tiene, en mí, una explicación. A no ser pensar que mi edad en aquel entonces era la misma que tenía mi madre cuando murió. Y que en aquellos entonces —desde mi niñez—, los miedos (sobre todo a la muerte) habían estado muy presentes en mi vida. Unos miedos generados y generalizados desde la propia educación auspiciada por el régimen franquista y por la tenebrosa religión que padecimos tan unida a la dictadura.
No, ni en 1994, ni en 1995, ni en 1996 padecí depresiones. Pero luego volvieron a llamar a mi puerta, importunado todo a mi alrededor, de forma regular hasta llegar a la más violenta de ellas, al borde de la jubilación, y que duró mas de un año, desde los primeros meses de 2006 hasta el verano de 2007.
Una depresión, que una vez superada, parece que ha desaparecido para siempre de mi vida. Hoy, en el verano de 2012, sigo muy alejado de esos bajones y hundimientos. Los miedos han quedado atrás, entre otras cosas porque a mi edad no tiene demasiado sentido de tenerlos. A nada, ni a nadie, y mucho menos a esa buena amiga que es la muerte, cada vez más cercana y con la que es imposible enemistarse.
La depresión es sin duda una de las más terribles de las enfermedades. No tienes fuerzas, ganas, vida. Vives sin vivir. En mis depresiones pasé por algunas de las más terribles experiencias de mi larga existencia. Una espiral que me llevó a un abismo infernal, como si entrara en aquellos espacios dantescos donde no hay esperanza de salida.
Pude vencer los bajones en aquellos dos o tres años antes de volver a nuevas simas tan oscuras y sin asideros que hacían imposible vislumbrar una salida a la luz, pero, contra todo pronostico (sobre todo el mío) volví una y otra vez a la superficie hasta que —al menos eso creo— he conseguido, hoy, mantener a flote sin que las tormentas puedan llevarme a oscuras mazmorras.
¿Sólo un pero…?
Dejando a un lado las dudas a las que me voy a enfrentar en el nuevo libro, queda la pregunta final, esa que me arroja Nacho: “pero ¿no sabías (no sabes) qué…?”
¿Qué tengo que saber? Hay una persona que está escribiendo un libro sobre Patino. Nada sé de eso. Al parecer lleva hace años con él, al menos así me lo cuenta Nacho. Aunque, asegura, no sabe en qué fase de escritura se encuentra el libro. “Pues, Basilio nada me ha dicho”, le contesto.
Al parecer es Juan Antonio Pérez Millán, el director de la Filmoteca de Castilla y León con sede en Salamanca, la persona que decidió, no sé cuándo, escribir ese libro. Aunque no se puede decir que exista una especial amistad entre nosotros dos (1), siento que debo ponerme en contacto con él para saber cómo se encuentra, si existe, su libro.
A pesar, como digo, de esta distante amistad, al recibir la noticia me sentí mal. No quería inmiscuirme en algo que estaba haciendo otra persona. Lo de menos es que no se supiera cuándo el proyecto se puso en macha. Si el libro del director de la Filmoteca de Castilla y León estaba en plan de elaboración o terminado era absurdo que nos pusiéramos a escribir uno nuevo.
Al día siguiente de estar con Nacho me fui a la sede de la Filmoteca para hablar con Juan Antonio. No sé si Nacho le habría comentado algo. Me recibió con una exagerada afabilidad. Le hablé directamente, sin rodeos, sobre el homenaje a Patino y el encargo que tenía para escribir el libro. Sí, él llevaba con ese libro varios años, pero el gran trabajo de la filmoteca hacía que el libro estuviera en una especie de tiempo muerto. ¿Podría estar su libro a tiempo para el mes de marzo-abril? Si fuera así yo renunciaría escribir el libro y sería el suyo el que se presentaría. No, no podría comprometerse porque no tenía ni idea de cuándo podría acabarlo. E, incluso, si lo acabaría algún día. No había problema, ni le parecía mal, deberíamos seguir adelante con el libro para el festival.
Creo que en aquel momento pensó —al igual que Basilio o Nacho— que sería imposible lo termináramos en tan poco tiempo.
A pesar de todos los peros, de todos nuestros desencuentros, debo agradecer sinceramente a Pérez Millán no sólo que diera su visto bueno a ese libro sino que nos apoyara, colaborara en lo que se le pidió y nos ofreciera su ayuda en lo que necesitáramos.
Años más tarde, el festival de cine de Valladolid, la Seminci (en la que él colaboró habitualmente durante la etapa en que su amigo Fernando Lara fue director) realizó un homenaje a Patino y Pérez Millan presentó su libro sobre Basilio.
A la vuelta de Salamanca, en Valencia, empezaba la redacción y el trabajo de recopilación de materiales, gracias al gran apoyo que tuve de Jesús Arranz, Sabín y de mi hijo Adolfo, del libro sobre Patino siguiendo el camino que conducía al director hacia la libertad creativa y de pensamiento
(1) Lo que se debe a ciertas incomprensibles actuaciones de Pérez Millán, en las que, a sabiendas o no, se aprovechó de mi buena voluntad, situación que terminaría resultando, como se demostraría en más de una ocasión, embarazosa para él. De todas maneras allá la conciencia, responsabilidad y justeza de cada uno. Ni juzgo a él, ni a nadie. Sólo trató de expresar, de la manera más objetiva posible los sucesos que ocurren y ocurrieron.