Selftape (2022)

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El poder de la ficción

La posibilidad de terminar siendo un juguete roto –unido al concepto de “quince minutos de fama” del que hablaba Warhol– se repite con cierta frecuencia en aquellas personas que sufren una exposición mediática. En el entorno artístico sucede con un éxito puntual que puede atribuirse a una canción, la publicación de una novela o la presencia en una película o serie. Factores que sitúan a un profesional en primer plano y del que, en ocasiones, es difícil recuperarse por la falta de continuidad en el camino del éxito.

Este es uno de los temas que propone la tercera serie producida por la plataforma Filmin y que sigue el camino de explorar la autoficción –como sucedió en Doctor Portuondo y en Autodefensa–, aunque son productos muy diferentes entre sí. En Selftape asistimos al difícil reencuentro de dos hermanas que han estado distanciadas durante un tiempo. Joana y Mireia fueron dos actrices que tuvieron un gran éxito televisivo cuando eran adolescentes y ahora, en la veintena, se enfrentan a las dificultades de mantener la continuidad de una carrera en un entorno profesional que olvida rápidamente el triunfo pasado. La tensión entre ambas hermanas se acrecienta cuando Mireia –recién llegada a Barcelona tras una etapa en Oslo–consigue el papel que originalmente estaba destinado para Joana.

Los personajes de Joana y Mireia son en la realidad Joana Vilapuig y Mireia Vilapuig. Mireia, a los doce años, formó parte del reparto de Heroes (2010), la película dirigida por Pau Freixas y escrita por él y por Albert Espinosa. La hermana mayor, Joana, que en realidad era la que quería ser actriz, tuvo que esperar hasta el año 2011 para ser una de las protagonistas de Polseres vermelles (Pulseras rojas); esta serie triunfo en medio mundo –Spielberg compró los derechos para hacer la versión americana– y situó a las dos hermanas adolescentes –Mireia salía en algunos episodios– en el foco mediático de los medios de comunicación.

A partir de ahí, tras Pulseras rojas, con el tránsito vivencial entre la adolescencia y el mundo adulto, ambas hermanas se enfrentaron a la dificultad de mantener la continuidad de una carrera donde se vive pendiente del teléfono y donde vales lo que vale tu último proyecto. De hecho ocurrió que en ocasiones competían por un mismo papel presentando los seftapes –la autograbación destinada a los directores de castings para realizar una primera selección de actores y actrices, rodado habitualmente con un dispositivo móvil– para ver si resultaban elegidas.

A lo largo de 6 episodios, en torno a los 30 minutos cada uno, participamos de la reconstrucción de la relación que ambas hermanas tenían desde pequeñas y que se va mostrando a través de la inserción de fragmentos de su pasado (cintas de video familiares, castings para los proyectos, imágenes del éxito mediático cuando eran adolescentes, etc.). Fragmentos en los que se visualiza las escenas familiares a través de las grabaciones caseras o la exposición ante los medios de comunicación en reportajes y entrevistas de la televisión, y que al tener un componente de realidad certifican el carácter autobiográfico del relato.

La inocencia de la adolescencia frente a la tensión del trabajo que les obliga a crecer.

Imágenes reales que se entremezclan con la ficción dramática en la que Mireia y Joana tendrán que exorcizar sus demonios internos para poder afrontar su vida futura. Seltape es una historia de superación personal, familiar y laboral.

Los celos, la rivalidad latente por conseguir trabajo, los silencios que ocultan la verdad, la tensión de encontrarse en un mismo espacio físico, el éxito y el fracaso en el apartado personal y laboral, son elementos que contrastan la realidad del mundo adulto con la felicidad de la infancia reflejada en esos VHS familiares donde todo es alegría y complicidad.

Por el camino la serie desbroza la realidad de una profesión que supone una exposición que termina pasando factura a su salud mental. La inocencia de la adolescencia frente a la tensión del trabajo que les obliga a crecer experimentando situaciones, sensaciones y emociones delante de la pantalla.

En uno de los episodios, Joana y un compañero participan en un taller de interpretación para un grupo de alumnos de instituto. En esa situación se dan cuenta como la personas que aspiran a ser interpretes buscan el lado fácil de la profesión (la fama, acumular seguidores en Instagram), sin darse cuenta de la dificultad de un trabajo en el que siempre hay que competir para obtener el puesto y que en la serie se explicita en el título de la serie, ese selftape que puede asegurar la continuidad y el sustento económico.

Es muy hermosa la escena en las que las dos permanecen en silencio en la bañera.

Selftape amplifica su discurso temático añadiendo la crítica a un sistema de producción eminentemente masculino que domina y sexualiza la imagen de la mujer. El director del proyecto que están rodando rescinde el contrato a Joana por no ser demasiado sensual y contrata a Mireia precisamente porque ella sí ofrece esa imagen, exigiendo a posteriori un desnudo que ni siquiera estaba en el guion; Joana asiste con impotencia a la reproducción de las escenas de sexo de una de sus películas en las páginas pornográficas de Internet sin que pueda controlar la difusión pública de sus imágenes.

Conforme avanza el relato se constata que, todo lo que les distancia es, contradictoriamente, todo lo que les une. Una distancia, física y emocional, que nunca termina de romperse y que la serie subraya en determinadas escenas. En este sentido es muy hermosa la escena en las que las dos permanecen en silencio en la bañera, la unión de ambas frente a la falsa escena de la felicidad familiar o la apuesta por la dignidad con la que Mireia y Joana afrontan sus trabajos en el último episodio (la escena sexual incómoda sin la coordinadora de intimidad o la directora de casting que pregunta cuestiones personales con total impunidad).

¿Qué es ficción? ¿Qué es realidad? Posiblemente no sea una pregunta importante y tengamos una proporción equitativa. Hay que quedarse con la sensación que produce asistir a un relato de liberación, de superación de la exposición a la fama y de la necesidad de crecer y evolucionar apostando por aquello que te gusta, por aquello que puedes hacer o por aquello que te dejan hacer.

La serie no engaña y se mantiene fiel a ese equilibrio. La escena final antes de los títulos de crédito tiene un montaje de las cintas reales de la infancia de las hermanas junto a un reencuentro que se sella con un abrazo, ficcional, con mirada a la cámara, donde el equipo técnico aplaude al haber terminado el rodaje, pero que a su vez no deja de ser una escena donde se muestran sentimientos y emociones que apelan a la verdad. Es el poder de la ficción.

Escribe Luis Tormo | Fotos: Filmin