¿Telediarios informativos?
Los telediarios de estos días reactivaron en mi memoria aquella frase con la que Ángel Fernández Santos encabezaba su crítica a la película chilena Machuca (2004). Venía a decir que cuando la pantalla inunda de verdad los ojos de los espectadores, entonces esa pantalla es fuente por excelencia de emociones, no deja a nadie indiferente. Desde luego que la referencia no es textual, pero con toda seguridad sintetiza la idea fundamental defendida por el prestigioso crítico de cine.
Recurro ahora este texto, entre otras razones, por su contribución a interpretar muchos de los exabruptos que estos días afloran en las pantallas de TV. Pero también porque la frase se redactó en plena indignación colectiva ante las mentiras que entonces se contaban sobre la autoría del atentado de Atocha. Dramáticas circunstancias que llevaron a que hace unos días en Lo de Évole pudiéramos ver la pieza 11-M: 20 años (La Sexta), construida a partir de testimonios y algunos escalofriantes. Cierto que muchos eran impresiones y percepciones de profesionales de distintos ámbitos, pero otros ofrecían datos ante los que no cabía otra posibilidad que pensar en la descabellada maniobra política de engaño y agitación masivos.
RTVE añadió otro elemento para entender la alta tensión comunicativa que se produjo aquellos días: en horario de máxima audiencia emitió la entrevista realizada al matrimonio Bush Jr., siendo inquilinos de la Casa Blanca y a los dos días del brutal atentado. La entrevista la realizó Lorenzo Milá, a la sazón corresponsal del medio público en Nueva York. Pese a que hasta el embajador de España en EE. UU. intercedió para su emisión en TVE, la pieza no se llegó a emitir, entre otras razones, porque los entrevistados deslizaban una posible autoría del atentado que no era ETA.
De un modo u otro, los informativos y tertulias de las distintas cadenas se han volcado en la celebración del 20 aniversario del atentado de Atocha, aportando explicaciones sobre lo sucedido aquellos aciagos días, incluso en algún caso alimentando la duda sobre la identidad de los autores. Tirando del buen periodismo y como homenaje a las víctimas y sus familiares, Marta Carazo realizó el Telediario 2 (La 1) desde los escenarios del atentado, contando además con la colaboración de León de Aranoa en la realización de los exteriores y dejando el broche final para los cantantes Leiva y Travis Birds.
La línea informativa de la televisión pública no deja lugar a dudas: a las pocas horas del atentado ya había suficientes indicios para reconocer a los responsables. Sin embargo, una de las asociaciones de víctimas se va a honrar a sus muertos a otro lugar, al que acudieron los líderes del PP, para así sostener la duda sobre las investigaciones realizadas.
Pero vuelvo a la idea formulada por Fernández-Santos porque resulta luminosa para entender lo que muestran las pantallas, ya sean de cine, de televisión y, sobre todo, de los dispositivos móviles, pues nunca antes habían despertado tantas emociones. Lo sorprendente es que ahora las pantallas salpican adrenalina y dejan en un segundo plano a la verdad. Se conforman con que el discurso resulte verosímil porque la ambivalencia es lo que al parecer entusiasma a las audiencias, sean o no ágrafas, sean más o menos iconoclastas. Ahí está la cantidad de horas de televisión que informativos y tertulias están dedicando a interpretar la foto y, ya de paso, la salud y hasta las relaciones maritales de la princesa Kate Middleton o a las idas y venidas de Jorge Javier Vázquez (Tele 5).
En el fonde late el que la naturaleza y los lindes del conflicto cultural de estos tiempos son insondables y, por tanto, de difícil manejo. Baste como ejemplo la ceremonia de entrega de los Oscar (Movistar Plus), desde el escenario del Dolby Theatre de Los Ángeles, con su alfombra roja, un espectacular escenario y decenas de cámaras. Por si alguien se despistaba, la retransmisión se acompañaba de una tertulia en los estudios madrileños de la cadena, desde donde echaban el resto sobre los atuendos y demás miserias extracinematográficas de actrices y actores. En aras del espectáculo, el desnudo integral le tocó a un actor, pero los comentarios sobre los tocados, escotes y complementos eran para las actrices, incluso el desgarro del vestido. Tal vez sea este el nuevo orden despatriarcalizado, en el que los premios se los llevan películas de «hombres» a lo Oppenheimer mientras que la estética de la gala, incluso musical, es un homenaje discreto pero constante al rosa de Barbie.
Como contrapunto a la narrativa hegemónica de Hollywood y precedido de una intensa promoción, La 1 de TVE ofreció en horario nocturno un documental titulado La mujer que dijo no, dedicado a la vida y obra de Amparo Muñoz. A la proyección le siguió un coloquio en el que participó incluso el poeta Benjamín Prado, pero no la periodista/tertuliana que contribuyó según el reportaje al desplome de la protagonista. Con todo, el programa se extendió hasta bien entrada la madrugada, sin que la ministra Yolanda Díaz afeara al ente público el trabajo nocturno.
Es, pues, otro ejemplo de la llamada guerra cultural. El mismo medio televisivo que pone en las fauces de tertulianas y tertulianos la vida de una princesa o una actriz como la mencionada, programa un documental que permite reconstruir las condiciones descarnadas con las que se regía la sociedad española de aquellos años. El documental aporta luces sobre la arbitrariedad con la que se ejercía el poder en aquellos tiempos, sin ninguna posibilidad de contrarrestarlo, ni de defenderse sin dejar la piel, incluso la vida, en el empeño. La impunidad con la que entonces se actuaba y cometían los abusos de poder, hoy son inadmisibles, aunque algún Putin queda todavía. Mejor dicho, ahora son los gabinetes de prensa, dirigidos por personajes como Miguel Ángel Rodríguez, los que filtran informaciones interesadas para que las maceren y expandan en tertulias y programas de «actualidad» como Todo es mentira, El hormiguero, Así es la vida, La Sexta Xplica, etc.
Hace unos meses terminó la longeva serie Cuéntame cómo pasó (TVE) y a mediados de marzo bajó la persiana El asturiano, de Amar es para siempre (Antena 3), serie que mientras se emitió en TVE se llamaba Amar en tiempos revueltos. Lo llamativo es que ni habiendo visto ambas series uno sería capaz de entender las peripecias personales y profesionales por las que pasó Amparo Muñoz. La representación que estas series hicieron de la España en blanco y negro era una crónica más sentimental que explicativa de la sociedad aludida.
Entre la ficción y lo verosímil existen personajes como Risto Mejide promoviendo la bronca con el ministro Óscar Puente, Pablo Motos con José Sacristán, José Luis Ávalos con su asesor Koldo o Isabel Díaz Ayuso arreglándole las cuentas a un «particular». Mientras tanto, ahí siguen de verdad las masacres en Gaza, Ucrania, Siria o Sudán, por no hablar de las minas antipersonas: qué terrible el documental de La 2 sobre esta industria, lástima que lo emitieran a horas intempestivas.
Y para no permanecer indiferentes, ¡siempre nos quedarán informativos como el de Marta Carazo explicando en directo desde Rusia sus «elecciones generales»!
Escribe Ángel San Martín