Mirones

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Del fuego de Bejís a los papeles de Trump

agosto-0-bejisUn politólogo afamado hablaba, hace ya algunos años, del homo videns en referencia a esa parte de la ciudadanía que dedica su tiempo a ver la tele. Una expresión tan elaborada como la citada, se reescribe ahora en medio del desconcierto. Este verano, en uno de los Sálvame de Tele 5, una tertuliana soltó que el desmedido interés por Tamara Falcó o por los amoríos de Iñaki Urdangarín, se explica porque vivimos en un país de mirones. Por lo que entendí, el mirón es aquella persona que, sin motivo aparente, siente un impulso irrefrenable por ser testigo ocular de lo que acontece.

La cuestión es que, desde hace unos años, la mirada ocupa el centro de atención de la geopolítica tanto militar como económico y, por ende, mediático. De modo que, definitivamente, mirar las nalgas de la intérprete de Motomami es un acto político. Nada de manifestación machista o de insatisfacción sexual, es simple militancia en el partido de los mirones que se reviste de perfil ideológico ultra. Gruesa afirmación que merece reparar en alguna de las contribuciones televisivas a tal corriente de pensamiento.

En una de las piezas del informativo de las 21 horas de À Punt, justo cuando acababan de controlar el terrible fuego de Bejís (Castellón), el jefe de bomberos reconvenía con enfado a los y las mironas. El entrevistado explicaba los enormes riesgos que entraña colarse en la zona con rescoldos. Solicitaba encarecidamente que bajo ningún concepto se entrara dentro del perímetro del incendio. Mucho menos si el propósito era hacer una o mil fotografías para luego compartirlas en las redes sociales.

Cabe suponer que hacer fotos de esta guisa y que la tele las eleve a categoría de noticia, contribuye a que estos descerebrados activen emociones en medio del desastre tras las llamas. Experiencia que trasciende a su protagonista al convertirse en relato audiovisual. Cito el informativo del canal autonómico, pero piezas con parecida recomendación se pudieron ver en los informativos del resto de televisiones, incluso en el 24hs de TVE sobre el fuego de Zamora.

En el contexto de la guerra rusa contra Ucrania, cada vez más aberrante, se celebraba el día de la bandera ucraniana y, nada menos, tras seis meses de bombardeos. Durante este tiempo se contabilizan ya miles de muertos, millones de desplazados, ciudades destruidas, bloqueo de millones de toneladas de alimentos con la consiguiente hambruna en terceros países, caos económico mundial y despilfarro de combustibles fósiles. Por cierto, ¿qué habrá pensado de tanto desastre el recién fallecido Sr. Gorbachov?

En un contexto tan caótico como el descrito, nos encontramos al mirón. Para celebrar el día de la bandera ucraniana, no se les ocurre otra cosa que exponer en las plazas los tanques y demás chatarra armamentista abandonada por el ejército ruso. En medio de este panorama, las televisiones nos muestran a un joven paseándose por entre los desechos bélicos haciéndose selfis delante de los restos de una de las máquinas de matar. Al fono del plano y junto a los despojos de un carro de combate, una joven se cubría con la bandera ucraniana. ¿Ni siquiera en estas circunstancias la mirada puede trascender las miserias de la guerra?

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En plena canícula veraniega, salta a la actualidad el bailoteo de la ciudadana Sanna Marin, a la sazón primera ministra de Finlandia. La cuestión no hubiera tenido mayor trascendencia si no fuera porque el momento se grabó en vídeo y luego fue diseminado por las redes sociales. El divertimento devino en escándalo mayúsculo porque inmediatamente los mirones lo sazonaron con alcohol, sexo, drogas y rock and roll. En todos los informativos de esos días se pudo ver a la primera ministra, rodeada de su gente, divirtiéndose al son de la música. Qué tiene esto de extraordinario, por qué tienen que estimular a los mirones dando así entrada a la ideología ultramontana. ¿No sería parte de la responsabilidad informativa de las televisiones haberle evitado a la Sra. Marin el linchamiento al que fue sometida?

Las imágenes producidas por particulares y que luego se reproducen en las secciones de meteorología en los informativos de televisión, refuerzan igualmente el síndrome del mirón. Sin ir más lejos, el otro día en el informativo de Antena 3, pusieron la fotografía de la tormenta de rayos y granizo que descargaba en Landete (Cuenca). La instantánea la firmaba Facundo, ¿se imaginan qué dirán de él sus convecinos de ese pueblo? Ahora bien, más allá de lo puramente descriptivo, la foto no cuenta nada que no diga con más gracia el Sr. Brasero ante un mapa lleno de pictogramas.

Vaya otro ejemplo paradigmático del vaciamiento del discurso, en favor de las emociones que acompañan a la mirada. Se trata de los papeles que el FBI encontró en “la casita” de Trump: la imagen no era más que unos folios con el texto tachado imposibilitando leer nada. Una vez más, lo importante era el plano con la corresponsal mostrando en la crónica unos papeles censurados. No hay texto, pero sí un símbolo para mayor gloria de los ultramontanos negacionistas.

La rejilla de las televisiones ofrece numerosos ejemplos sobre la banalización del saber (Pasapalabra, El cazador o Saber y ganar). Uno de ellos es el programa estrella de TVE para este verano, promocionado sin recato y titulado Mapi (La 1). En una de las emisiones, la semihumana Mapi les preguntó a los famosos concursantes de ese día: «¿Por qué cantan los gallos por la mañana?». Que se sepa, hasta el momento, ningún participante ha subido a las redes un selfi limpiando el gallinero.

Mucho me temo que por detalles como estos Ana Blanco ha decidido dejar la geopolítica practicada desde los informativos de TVE. A propósito, ¿seguirá manteniendo su mirada tan equidistante como cuando narraba las noticias?

Escribe Ángel San Martín   

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