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INFIDELIDADES Por Marcial Moreno Montoro Marianne vive una existencia apacible. Su posición económica es solvente y su situación familiar envidiable. Tiene un marido famoso y enamorado y una hija encantadora. Su vida sexual es por momentos tan intensa que supera todas las experiencias que haya podido tener con otros amantes. Con todo ello, Marianne llega un momento en que traiciona a su marido. ¿Por qué decide Marianne serle infiel? ¿O quizá el verbo decidir no es el que definiría correctamente la situación?
El personaje de David es la antítesis de Markus, el marido de Marianne.
Se trata de un ser
Intentar explicar la actitud de Marianne requiere también rechazar la
idea del enamoramiento súbito e irracional. Quedan apuntadas las dificultades
que el propio David presenta para tal actitud, dificultades de las que Marianne
es perfectamente consciente a lo largo de su relación. En todo momento somos
testigos de los sufrimientos que tiene que asumir la actriz para mantener esa
tormentosa infidelidad. Es más, el amor de Marianne por Markus no sólo no se
cuestiona a lo largo de la película, sino que incluso parece que se refuerza.
Al margen de que ella misma lo reconozca cuando su relación con David va
tomando fuerza, al final, en uno de los momentos más intensos de la película,
lo contemplamos con toda claridad. Se trata de la cita que ambos mantienen para
intentar llegar a un acuerdo sobre el futuro de Isabelle, su hija. La reacción
intempestiva de David acentúa la nostalgia de Marianne por un pasado a todas
luces mejor. El hermoso detalle de cuidar su indumentaria para agradar a su
esposo nos habla de las brasas aún encendidas de su amor, y el mazazo que sufre
cuando conoce las verdaderas intenciones de Markus la hunde, no tanto por la
humillación del hecho mismo, sino por la decepción al comprobar que sus
esperanzas se volatilizan en la nada. Y aún así accede, sin atender a la
evidente posibilidad de que el compromiso nunca vaya a cumplirse. En realidad
Marianne accede a los deseos de Markus, no por recuperar a Isabelle, sino por el
amor que aún siente por él.
¿Cuál es la razón entonces de la infidelidad de Marianne? La respuesta
es tan simple como dramática: ninguna. Buscar razones más allá del hecho
mismo es superfluo. Marianne es infiel porque para ella la fidelidad es algo
trivial, y en su inconsciencia es incapaz de calibrar las consecuencias de su
acto. El modo en que arranca la relación con David es muy importante para
conocer los motivos que guían a Marianne en su proceder: Lejos de toda pasión,
ni siquiera había contemplado la posibilidad de una aventura con el que va a
ser su amante, pero no por ello se sustrae a la dinámica de los hechos, y acaba
entrando en un juego pueril al que ni sabe ni quiere escapar. Después
sabremos que la historia de Marianne no es más que el botón de muestra de la
infidelidad absoluta de la sociedad en la que vive, infidelidad que no atañe sólo
a las relaciones erótico-conyugales, sino que incluye también la infidelidad a
los compromisos y la infidelidad a la memoria, al pasado y a la verdad. Y
en ese juego e infidelidades es donde cobra sentido el juego con el que arranca
la propia película. Todo el discurso de Marianne es el resultado de la voluntad
de fantasear que pacta con su interlocutor;
ahora bien, lejos de interpretar esa fantasía como un cuestionamiento de lo que
la mujer nos relata (datos hay para confirmar la veracidad de lo narrado: fotos,
caja de música, etc.), la ficción es más bien lo que constituye las vidas de
los protagonistas, existencias huecas, sin arraigo, sin anclajes, estructuradas
sobre una mentira que ni siquiera tiene la grandeza de la maldad. La permanente
presencia de la cámara de cine durante el diálogo que mantiene Marianne con
Bergman (evidente referencia a Ingmar Bergman, guionista de la película), es
algo más que una referencia al oficio del anciano, es el testimonio de unas
vidas edificadas sobre la nada, pura ilusión, imágenes brillantes salidas de
un espejo, como que nos presenta a Marianne al inicio de la película en el que
podemos mirarnos, pero tras el cual no hay nada. En todo caso una profunda
miseria moral.
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